lunes, 29 de diciembre de 2008

Los payasos de la tele

Lunes, 22 de diciembre de 2008. Mañana de ilusiones y esperanzas para millones de españoles, mañana de trabajo para muchos, mañana de información para unos pocos. La jornada transcurre con la normalidad que puede tener un día así, más allá de lo que va deparando el dichoso azar y de las gotas de humor que desprenden la decena de personajes que desfilan por el salón de loterías de la calle Guzmán el Bueno: unas señoras vestidas de angelitos, un joven en bata y con zapatillas de andar por casa, un señor portando un dorado traje conformado por 20.000 monedas de 1 peseta y cuyo peso es de 40 kilos... Es la Lotería de Navidad.

De pronto poco antes de las once de la mañana, un par de bolitas caen de sus bombos dando vueltas. Pueden que sean un simple premio más, de esos que resuenan a lo largo de tres horas de manera repetitiva, de los que se quedan en unos simples mil euros. Pero esta vez es un número que pronto se convierte en codiciado, es el segundo premio: 78.400. Vaya, una cifra redonda, de las que me gustan y que por lo visto después averiguo que la gente rechaza. Será por tener tantos ceros...

Un momento, que alguien se levanta de su asiento en el salón de loterías. ¡Parece que tiene un décimo premiado! Nos acercamos todos, ávidos de conseguir una imagen que demuestre lo caprichoso que puede ser el azar, mira que tocarle a alguien en vivo y en directo... Ahhh, no, ¡qué va! Confirmo lo dicho, el azar es muy caprichoso, pero en este caso también cruel: el buen hombre tenía el 76.4oo. Un ocho por un seis y hubiera cambiado la historia. Maldita cifra.

No tarda en sonarme el teléfono. El segundo premio ha caído en Villaverde, más en concreto, en una administración de loterías situada en el centro comercial de Ciudad de los Ángeles. Toca irse del salón, aún conteniendo la tensión por la ausencia todavía del gordo. Ya me enteraré después de cuál es, que las prisas mandan. Así es como una hora después estoy a las puertas del Carrefour madrileño, buscando una fiesta que debe acabar de empezar. Pero no me hace falta esforzar mucho la vista, porque una maraña de periodistas y reporteros me indica cuál es uno de los lugares con más suerte de España.

Me dispongo a hacer la clásica toma de declaraciones y de recursos de los agraciados. Digo clásica porque se podía hacer el experimento de poner en las noticias del día imágenes de archivo de un gran premio cualquiera de una Lotería de Navidad cualquiera, que seguro que colaban como actuales. Todos los años lo mismo y las mismas declaraciones, sólo que cambian las personas:
  • Lotera cualquiera: Ha sido una sorpresa para todos nosotros, me alegro mucho de haber repartido tanto dinero...
  • Premiado cualquiera: Estoy que todavía no me lo creo... Supongo que me lo gastaré en pagar la hipoteca y algún capricho...
En eso estaba yo cuando de repente noto que una marea humana se me viene encima. Gente con cámara en hombro, con micrófonos en mano, con blocs de notas... periodistas en definitiva. Me empujan y provocan que me cueste mantenter el equilibrio. Rodean a alguien que acaba de llegar, pero no soy lo suficientemente alto como para vislumbrar quién es. Vaya, parece que la noticia ha llegado, toca sacar codos y hacerse un hueco en la jungla. Poco a poco veo que es una señora mayor, casi anciana. Muy apurada ella, blande una bolsa de plástico en la que dentro se vislumbran papelitos muy pequeños, como trozos rotos. Dice que es un décimo de lotería premiado que ha lavado sin querer con su bata...

Tenemos la anécdota de la jornada. Poco a poco la señora se mete en la administración de la lotería y habla con la responsable, que la tranquiliza: el décimo debe ser analizado, pero probablemente podrá cobrar el premio. La buena señora sale más tranquila y allí cuenta su rocambolesca historia, más rocambolesca aún si se puede merced al bocadillo envuelto en papel de aluminio que porta en la mano. Resulta que había metido en la lavadora su bata con el décimo en su interior y la había pegado un agua. Cuando salió el premio se dio cuenta de su error y, apurada, atención, lo metió en la primera bolsa que encontró, en la cual tenía guardados su reserva de guisantes.

Increíble historia, aunque como la realidad suele superar a la ficción, ha de ser cierta. Al menos es la idea con la que me voy tras acabar de seguir las celebraciones en Villaverde. Pero llega la tarde y con ella, el rumor de que lo que parecía una graciosa anécdota es en realidad una farsa llevada a cabo por el Follonero, graciosete profesional de La Sexta y por lo que parece también investigador profesional, de esos que hacen estudios muy complejos para dejarles a otros las vergüenzas al aire. Vamos, que una actriz contratada por este señor se había acercado a este barrio madrileño para demostrar que cualquier espabilao sin nada que hacer puede generar una noticia.

La realidad es que la gracia ha traído cola. Desde los que creen que la broma puede ofender a los parados en estos tiempos de crisis (¿y a los periodistas que sufrieron los avatares por cubrir la información?, me pregunto yo) a los que piensan que los verdaderos responsables de tamaño sainete son los propios plumillas. Sí, hasta el propio periodista Urbaneja ha llegado a afirmar que "El patín no lo ha montado el programa, sino la atracción [que sienten los medios] por lo raro, lo perverso y lo anómalo. La responsabilidad recae en quien busca la información, pero esto no habría ocurrido si se hubiesen cumplido dos principios: la búsqueda de la verdad y la verificación de la noticia. Esto me trae a la cabeza aquel viejo principio del buen periodismo".

Claro, ahora en el kit del periodista debería ir un polígrafo, para aplicárselo a todo aquél que nos aporte una declaración. O mejor, el periodista debería haberse pasado la tarde entera buscando dos fuentes más que dieran veracidad a todo lo dicho por la mujer: su hijo y la vecina del cuarto, mismamente. Total, se trata de una información de relevancia nacional que quizás nos saque de la crisis. Pero mejor no hablemos de la crisis, que lo mismo también los periodistas tienen la culpa...

Sin duda, la información era de por sí absurda. La historia que contaba lo señora lo era y el eco que iba a tener era casi nulo, más allá de lo anecdótico. Pero era un hecho que a la gente le iba a permitir sacarle una media sonrisa, tan acostumbrada como está a consumir noticias del prójimo de poca relevancia, cuyo máximo exponente son las revistas del corazón. Era quizás una de las imágenes del día, aquella que nos podría rescatar de la redundancia de los loteros y premiados celebrando su suerte con unas botellas de cava. Y el Follonero, muy espabilao él, lo sabía. Así que se aprovechó de ello, a costa de la labor periodística de unos cuantos y de la candidez de otros muchos. El resultado, una broma muy publicitaria y de escaso gusto. Pero eso importa poco, porque ha vuelto la era de los payasos de la tele. Sólo que ahora son distintos a los de hace cuarenta años.


jueves, 2 de octubre de 2008

Egipto: El caos tranquilo

Seis días en Egipto dan para sorprenderse. Sobre todo si el visitante no está muy avezado en eso de los viajes internacionales, como admito que es mi caso. Más que nada porque era la primera que vez que viajaba a África y más en concreto a un país de religión islámica, con todo lo que ello supone. El choque cultural a primera vista es patente, si bien no se puede catalogar de positivo o de negativo; simplemente uno al llegar allí se topa con algo distinto a lo que está acostumbrado a ver en España.

Así, nada más salir del aeropuerto lo primero con lo que el foráneo se encuentra es con un tráfico caótico donde no hay reglas aparentes, ya que lo que prima es la pericia y experiencia del conductor. La ausencia de carriles, de semáforos, de pasos de cebra y en definitiva, de señales de tráfico, se ve paliada por la ley de la selva donde prácticamente todo vale, excepto el estresarse por semejante anarquía. De hecho, y como aspecto curioso, parece que los paisanos cairotas tienen asimilado un lenguaje de comunicación vial a través de bocinazos. Algo que podrían convertir en deporte nacional, porque tocan el claxon por cualquier cosa...

Tras la interesante experiencia de hacer un viajecito por las salvajes carreteras egipcias, el siguiente paso es darse cuenta de la inmensidad de la ciudad. Una metrópolis como esta de más de 17 millones de habitantes da mucho de sí, y la verdad que ir de un sitio a otro en ella no suele ser cosa de un rato. Se trata de una urbe con más de 1.000 años de historia y con una tradición cultural importante para el mundo islámico, por lo que le está costando occidentalizarse. Las infraestructuras que posee están en su mayoría anticuadas y muchos de sus ciudadanos desprenden un aire descuidado que empieza a contrastar con el toque moderno que están adoptando sus nuevas generaciones.

En el aspecto social, puedo decir que he regresado con una grata impresión. En líneas generales el pueblo egipcio es amable y respetuoso, e incluso llegaría a afirmar que amigable. El contraste cultural con occidente está bastante bien asimilado (se trata de un país básicamente turístico) y uno allí se puede llegar a encontrar como en casa. Eso sí, cuidado con los pasados de listos y estafadores, porque allí a las primeras de cambio te ayudan en cualquier minucia (como darte papel para secarte las manos tras lavártelas) y a continuación enseguida ya te están pidiendo una propina. Y es que, como en todos lados, hay mucho espabilao.

Todavía no he hablado quizás de lo más importante... ¿qué ver allí? Lo primero, evidentemente, la pirámides. Tanto las de Giza como las de Saqqara. Las primeras por nombre y magnificiencia y las segundas por históricas, por antiguas. Aunque la verdad es que uno de tanto escuchar las excelencias de las mismas, se va de allí con una pequeña decepción. Es lo que tiene hacerse ilusiones... Después tenemos el Museo Egipcio, que no es otra cosa que una gran y bastante desordenada colección de vetustas piezas de la antigua civilización local que para ojos inexpertos acaban por convertirse en idénticas unas de otras tras dos horas de visita. Pero eso sí, la máscara de Tutankamón, de visita obligada.

Más. El centro histórico de la ciudad. Con su Barrio copto (y sus correspondientes iglesias y callejones repletos de historia, muy interesante), su Ciudadela de Saladino (bellas vistas y bonitas mezquitas, pero algo aburrido quizás) y su mercado de Jan el-Jalili. Este último es una calle estresante y llena de vida que está repleta de mercadillos donde el turista puede vivir la experiencia de regatear con los vendedores locales. Hecho que sin duda está muy bien, pero que puede dar un poco cuenta de la ineptitud comercial propia, sobretodo cuando uno se encuentra que en la tienda de al lado te dejan el mismo objeto que acabas de comprar por la mitad de precio...

En definitiva, El Cairo es una ciudad sorprendente y caótica a partes iguales, impregnada por un aroma histórico y cultural que la hace única. Aspectos que además se ven multiplicados exponencialmente si se visita en fechas de Ramadán, como ha sido mi caso. De hecho, todavía se me hace raro no escuchar la llamada a la oración desde los minaretes...

domingo, 10 de agosto de 2008

Estados Unidos o el baloncesto mentira

Cincuenta y cinco, treinta y dos, treinta y seis, veintiuno y once. Son los puntos de ventaja con los que la selección estadounidense de baloncesto cerró sus cinco partidos preparatorios para el torneo de los JJ.OO. Unas diferencias claras que hablan del potencial de un equipo que parece pasearse por las canchas de baloncesto en las que juega. Y es que ocho años sin ganar un título internacional destacado es mucho tiempo, y el combinado yankee se ha decidido a llevar a varios de sus mejores jugadores NBA para volver a situarse a la cabeza mundial. Estrellas del baloncesto acostumbradas a cobrar millones de dolares cada año, pero... ¿con el éxito asegurado en Pekín?

Es un gran equipo, sin duda. Pero no hay que llevarse al engaño. Porque esta selección está a años luz del baloncesto de aquél combinado que se reunió para jugar en Barcelona allá por 1992 (quizás el mejor equipo de toda la historia, pasada, presente y futura) y porque presenta una prepotencia malsana. No es cuestión de ganar a sus rivales por una diferencia que roza la humillación, no. Es cuestión más de márketing, de nombre. No hay más que ver la admiración china que levanta el conjunto durante sus partidos en la capital del país asiático, representada en las expresiones exclamativas de los aficionados cada vez que un jugador norteamericano abusa del pobre aro rival.

Estados Unidos, como se hace en su NBA, juega de cara a la galería. No sabe hacer otra cosa. Correr, saltar y tirar. Cualquiera diría que algo de manual en baloncesto. Y sí, es lo más básico de este deporte, es diríamos su ABC. Pero si nos paramos a analizar un poco la situación del básket mundial, plantear hoy en día ése juego en un partido FIBA es jugar al estilo propio del Paleolítico. Por fortuna, el baloncesto actual presenta una profundidad mucho mayor que la que se pregona en EE.UU, unas posibilidades que se ven ampliadas merced a aspectos como la táctica y la técnica. Incluso a algunos de los jugadores yankees les sobra de la segunda, como a Kidd o a Bryant, pero de la primera tienen poco conocimiento.

Llegados a este punto, con el físico les sobra para pasar por encima del 95% de sus rivales. Poco importa que la mayoría de los árbitros FIBA hagan la vista gorda en la mayoría de las infracciones flagrantes que cometen según la normativa europea (pasos de salida, dobles y demás normas que dificultan la práctica de este deporte), porque EE.UU tiene una poderosa ventaja sobre el resto. Son más fuertes, saltan más y mejor y saben hacer un juego rápido y directo, de esos que a los oponentes les obligan a hacer un partido casi perfecto para ganar. No hay más que ver sus partidos, todo un compendio de saltos y acrobacias aéreas que entran por los ojos, pero que no exprimen las verdaderas posibilidades de este juego.

Así pues, las claves para ganarles pasan por plantearles un partido duro tácticamente y tener algo de acierto en los porcentajes de tiro. La defensa en zona, recurso que no se utiliza en la NBA porque es antónimo de espectáculo, se presenta como principal baza de los equipos europeos que jueguen contra el combinado de las barras y estrellas. A lo que hay que unir un tempo de partido lento que no les permita realizar sus clásicos contrataques acabados en machaque del aro rival; algo que ya hizo con éxito Grecia en el último Mundial (101 - 95). Y es que EE.UU sufre mucho cuando tiene que atacar en estático, sus ataques posicionales dejan mucho que desear y sus porcentajes bajan claramente como resultado de que cada jugador sólo sabe hacer la guerra por su cuenta.

En resumen, el juego en equipo unido a la suerte en el tiro se antoja como factor desequilibrante de los equipos que quieran batir a los estadounidenses. Porque los americanos son un gran equipo, pero ni mucho menos invencible como parece que quieren aparentar. Arrastran la pesada carga de suceder al Dream Team, cuando no tienen ni la mitad de magia e imaginación que el equipo de Jordan, Magic, Malone o Pippen atesoraba. Ahora sólo pueden ofrecernos mucho músculo y un poco de calidad. Y España tiene mucha calidad y un poco de músculo. Así que, ¿quién dijo miedo?


lunes, 14 de julio de 2008

La Cerradura: Indiana Jones y la calavera de cristal

Antes de comenzar a ver la película admito que tenía mis dudas. ¿Indiana Jones volvía con 65 años y tras más de dos décadas sin ponerse el sombrero? No, por favor. Uno de los mejores aventureros que había dejado el siglo XX no podía volver para arrastrarse de esta manera, o más bien, no debía. Pero el dúo Spielberg y Lucas se había empeñado en retomar al héroe y aunque eso implicó una ardua labor de selección del guión definitivo, el resultado final me dejaba muchas dudas. Así que antes de entrar en el cine, sabía que iba a ver una buena película, quizás de las mejores del año; algo, que sin embargo, no me aseguraba que se lograse colocar al nivel de sus tres predecesoras.

Pues bien, ahora que ya he visto el filme, puedo decir que me ha sorprendido gratamente. Lo ha hecho porque en mi opinión, consigue mantener la línea de la trilogía, aunque eso sí, a duras penas. Uno de mis miedos era pensar que esta nueva edición de Indy pudiese empañar algo el buen trabajo de las anteriores entregas. Es decir, desmerecerlas. Y la verdad es que habrá imprensiones de todo tipo, pues para gustos los colores, pero al menos la mía ha sido positiva. ¿Será cosa de mi pesimismo anterior?

Tras unas escenas iniciales bastante anodinas y quizás impropias de una saga de tal magnitud (para recordar están los espectaculares comienzos de En busca del Arca Perdida o de Indiana Jones y el Templo Maldito) por fin aparece nuestro héroe en una imagen cargada de simbología. Volvemos a encontrarnos con Jones veinte años después, y la primera impresión es que ha envejecido y que, a pesar de encontrarse en buena forma, no tiene edad ya para enfundarse el traje de explorador. Aún así, démosle un voto de confianza, para eso estamos en el cine...

Sin embargo, desde el primer momento el espectador descubre que es el propio Indiana el que bromea con su edad y con sus dificultades para continuar con su vida de acción. Un aspecto casi redundante en la película y que como suele ser habitual, humaniza al personaje, ya que si algo es Jones es humano. Ha pasado el tiempo y el protagonista lo sabe, si bien en los primeros minutos del metraje se encarga de demostrar que todavía es capaz de saltar, golpear, correr y de tener la suerte de la que siempre hizo gala. Veinte años y sigue contando con los mismos recursos de antes; creíble, aunque cada vez menos.

El filme en sí es entretenido y espectacular por momentos, con mención especial a la bonita fotografía de la que hace uso. Los actores hacen honor a su caché y regalan al espectador unas notables interpretaciones, con especial mención al trabajo de Shia Labeouf como digno y previsible sucesor de Harrison Ford en futuras secuelas. Pero si de algo cojea la película es de su argumento, una historia que aunque en un comienzo ofrece interés, acaba por complicarse de manera incomprensible hasta convertirse casi en absurda.

El problema de ello reside en la casi obsesión de Spielberg por incluir elementos ufológicos en sus filmes. Bien es cierto que Indiana Jones siempre incorporó elementos fantásticos e irracionales a sus historias, pero siempre con la mesura y el atractivo que aportaban los misterios arqueológicos. Pero esta vez los hechos se acaban por hacer bastante increíbles para el espectador, ya que el argumento acaba por degenerar en una demostración más propia de filmes como Depredador o Alien que del que nos atañe. No quiero convertir esta crítica en carne de spoiler, pero simplemente decir que el final, es, con diferencia, lo más flojito de la película.

Nos encontramos por tanto ante una de las mejores cintas de aventuras de los últimos años, que cuenta con unas grandísimas interpretaciones y con el atractivo de tener el sello Indiana Jones. Algo que, por otra parte, no garantiza que esta nueva película tenga la calidad de las anteriores, un objetivo que desde el principio era muy difícil de conseguir. Pero al menos esta Indiana Jones y la Calavera de Cristal mantiene el tipo y no se convierte en un lunar para el currículum de nuestro arqueólogo favorito. Aunque podíamos pedirle más. Al fin y al cabo, es Indy...

PUNTUACIÓN: 9 / 10

martes, 1 de julio de 2008

Con el fútbol por bandera

Se acabó la Eurocopa. Y lo hizo de una manera inesperada, aunque justa, muy justa. A diferencia del 2004, cuando Grecia, quizás la selección más rácana de la última década, levantaba el máximo trofeo continental. Pero estaba vez tocaba que ganase el fútbol, y por eso quien se ha llevado el premio ahora ha sido España. Un hito sin duda sorprendente para todos aquellos aficionados hispanos que, tras años y años de desilusiones, veían en este torneo un nuevo motivo para deprimirse a costa del fútbol nacional.

España campeona. Permítanme que lo repita, porque todavía no me lo creo: CAMPEONA. Sí, y jugando el mejor fútbol visto en Europa desde ese Barcelona campeón de la Champions hace un par de años. ¿La fórmula? Aunque parezca una perogrullada, jugar al fútbol; lo que se resume en intentar tener el balón y cuando no se tenía, ser lo suficientemente inteligente como para robarlo y salir a la contra de manera ordenada, con futbolistas rápidos y de gran recorrido. Algo que no se podría hacer sin un trabajo táctico envidiable sustentado en el mejor centro del campo de Europa y en una pareja de delanteros de primer nivel.

Una de las grandes dudas de España en los últimos años fue si debía apostar por los extremos (Joaquín, Vicente, Navas, Reyes...) o darle la oportunidad a un centro del campo cimentado en jugadores de toque. La anterior Eurocopa y el último Mundial fueron un campo de experimentación para un equipo que no sabía a qué jugaba realmente. Porque España siempre ha sido un equipo técnico y ordenado, pero que a lo largo de su historia no ha definido una identidad que lo caracterizase. Y es que mientras Italia siempre ha apostado por el fútbol defensivo, o Brasil por el juego de calidad; España tocaba la mayoría de los palos sin decantarse por uno. ¿Prejuicios quizás?

Digo esto porque siendo la Brasil de Europa, parece que España siempre ha tenido miedo de apostar por un juego vistoso y de toque. Sin duda, las bandas en el fútbol son muy importantes, pero como se ha comprobado en esta ocasión, no es vital jugar hasta la línea de fondo. No al menos si cuentas con jugadores con gran movilidad capaces de hacer diagonales desde las bandas hasta el interior con velocidad y calidad técnica. El ejemplo son Iniesta y Silva, dos futbolistas que a pesar de partir teóricamente desde la banda, han sabido asociarse con los mediocentros (Xavi, Cesc y Senna) para crear el fútbol en tres cuartos de campo.

Como digo, la movilidad de los jugadores de España ha sido una de las claves. Moverse de manera inteligente, sobre todo cuando no tenían la pelota, ocupando los espacios vacíos aunque esto implicase perder la posición original. Porque si un futbolista se movía de su zona, siempre tenía a un compañero que cubría su puesto; principalmente Marcos Senna. El brasileño ha cuajado una Eurocopa impresionante y parece que a sus 31 años está en su plenitud deportiva. Hace un fútbol fácil, sin complicaciones; a lo que une un despliegue físico y táctico sorprendente. Sin duda, uno de los pilares de equilibrio de esta selección campeona.

A la técnica e inteligencia de los centrocampistas hay que aunar el buen trabajo defensivo de los centrales, representado por unos Puyol y Marchena que, tras una temporada mediocre en sus respectivos equipos, han sabido compenetrarse a la perfección y ganar casi todas las batallas que se les han presentado, especialmente en los partidos de Italia y Alemania. Y eso que la defensa española comenzó sembrando muchas dudas en el torneo, sufriendo ante equipos de presumible mayor presencia física, como son Suecia o Rusia. Pero poca cosa si se tiene en cuenta que a pesar del alto nivel de esta competición, Casillas tan sólo se ha tenido que lucir en un par de ocasiones en todo el torneo.


Sobre los delanteros, destacar el trabajo notable que han desarrollado los tres. Villa ha acabado pichichi y ha demos- trado que es un jugador de talla internacional, aunque en la Eurocopa ha ido de más a menos; quizás le rompió el ritmo de competición el ser suplente ante Grecia. En cuanto a Torres, el fuenlabreño ha decepcionado algo si analizamos toda su participación en el torneo, porque podíamos haber esperado de él una mayor relevancia en el juego español. Pero es algo que sin duda se le perdona si se tiene en cuenta su gol en la final ante Alemania, que no es más que lo que los aficionados españoles podíamos exigirle: fuerza, velocidad y definición. Y finalmente Güiza, que ha mostrado una gran movilidad en el terreno de juego y una alta productividad en la relación de minutos - goles.

Se recuperó el espectáculo
El resto de la Eurocopa se puede resumir de manera positiva. Tras, como digo, una edición del 2004 para olvidar en lo futbolístico, este año el torneo ha supuesto un poco de aire fresco para los aficionados. En general los equipos han intentado tratar bien el balón y algunas selecciones han rayado a un nivel excepcional. Ha sido el caso de Portugal u Holanda, escuadras que cuentan con unas plantillas de jóvenes prometedores y que tan sólo han pecado a la hora de la verdad de no saber competir en los momentos clave. Algo que, por una vez, España sí ha sabido hacer.

Como sorpresas del campeonato se podría destacar a Croacia, Turquía y Rusia. La primera arrasó en la fase de grupos para acabar derrotada ante un equipo por el que yo no hubiera apostado ni un euro. Y es que la suerte también juega, y el fútbol anárquico y veloz de Turquía consiguió alcanzar las semifinales encadenando una serie de milagros de esos que sólo suceden una vez cada muchos años.

Por el otro lado del cuadro, Rusia logró reponerse de la sonrrojante derrota ante España en el primer partido y fue ascendiendo en su nivel futbolístico hasta dar un baño a la espectacular selección holandesa. Pero luego llegó España y ni siquiera el emergente Arshavin bastó para frenar a los de Luis Aragonés. Aún así me queda la duda de qué hubiera sido de Rusia ante otros equipos de talla como Italia o Alemania...

En cuanto a las decepciones, que también las hay, se puede hacer mención a equipos como Suiza, República Checa o Suecia. Los suizos, tras su gran mundial en el 2006 y ser los anfitriones del torneo, deberían haber superado al menos la primera ronda, pero se encontraron en un grupo muy igualado en el que cualquiera podía haber pasado como segundo. De hecho, República Checa estuvo a punto de hacerlo, pero perdió en 15 minutos contra Turquía lo que se había ganado en los 75 anteriores. Lectura que nos lleva a pensar que toca cambio generacional para los centroeuropeos; al igual que para Suecia, que ha intentado seguir apostando por su vieja guardia encarnada en Mellberg, Larsson y Ljungberg y ha acabado realizando un torneo insulso.

Acabó la Eurocopa, pero con ella comienza una era de optimismo para todo el país. La historia ha cambiado y ahora podemos afrontar el Mundial de Sudáfrica con otros ojos. Esta vez sí. Porque pudimos, podemos y podremos.

domingo, 29 de junio de 2008

miércoles, 4 de junio de 2008

Una marca de otro planeta

El pasado domingo Usain Bolt dejaba el cronómetro de los 100 metros lisos en 9.72 segundos. Un record sin duda espectacular, pero aún lejos para mi gusto de la grandeza del que consiguió Michael Johnson en la final de los 200 metros lisos de los Juegos Olímpicos de Atlanta de 1996. De 19.66 a 19.32. Simplemente, impresionante.


domingo, 1 de junio de 2008

sábado, 31 de mayo de 2008

domingo, 25 de mayo de 2008

viernes, 23 de mayo de 2008

El efecto reminiscencia

El tiempo, ese sorprendente e inapelable compañero de viaje que todos querríamos manejar a nuestro antojo, y que, sin embargo, escapa a nuestras capacidades de control. Un aspecto que a lo largo de la historia se ha convertido en materia de preocupación de ese imaginario colectivo que tan bien queda representado en numerosas ocasiones por el mundo del cine. Porque, ¿a quién no le gustaría covertirse en Hiro Nakamura para poder detenerlo y viajar a través de él para poder hacer un mundo mejor? ¿O a quién no le gustaría viajar al pasado para vivir y desvelar los secretos de los acontecimientos más importantes de la historia?

Sin duda, un concepto muy complejo que es imposible de analizar y estudiar en profundidad de un solo vistazo, por lo que merece nuestra atención presente y futura a lo largo de sucesivos capítulos. Para empezar, podemos distinguir entre dos tiempos diferentes, el real y subjetivo. El primero es aquél relacionado con la física, es decir, el objetivo que debería ser igual para todos. Digo debería porque a efectos prácticos no es así, y es aquí donde entra la segunda clasificación de tiempo: el subjetivo. Vamos, aquella percepción que cada uno de nosotros tenemos de ese tiempo objetivo y que viene dado por variables tan diversas como el aprendizaje, las habilidades cognitivas y el ambiente físico y social.

Esto quiere decir que cada uno de nosotros medimos el tiempo según unos parámetros individuales y propios que vienen marcados por nuestro entorno. Algo que es muy fácil de experimentar, ya que es habitual que en los momentos de mayor disfrute el tiempo se nos escape casi entre los dedos, mientras que en los peores instantes sea cuando éste se estira hasta convertirse prácticamente en eterno. Una experiencia que se debe a que el tiempo no se mide en nuestro cerebro por segundos, sino por los impulsos elétricos que rigen nuestra percepción. Por eso este fenómeno no es sólo cuestión de física, sino también de biología.

Dentro de este reloj interno se hace importante remarcar las tres sensaciones distintas que se pueden vivir en relación al tiempo:

  • La duración prolongada: Propio de situaciones que no nos son habituales ni rutinarias, más característico de momentos de gran tensión y atención.

  • La sincronía con el tiempo real: La más común, se mide el tiempo en consonancia al real u objetivo.

  • El tiempo comprimido: Sensación de que éste pasa de manera más rápido a lo habitual, estando relacionado con las labores automáticas que realizamos o aquellas que no exigen nuestra atención. El caso extremo de esta situación se vive cuando nos encontramos en un estado de inconsciencia, como cuando dormimos.

En este punto es donde encontramos lo que muchos científicos han decidido llamar como el efecto reminiscencia. Un recurso de nuestro cerebro para concentrar los recuerdos en períodos concretos de nuestra vida y que se empieza a manifestar a partir de los cincuenta años de edad. Es en este momento cuando en nuestra memoria se acumulan y rememoran aquellos instantes vividos cuando teníamos en torno a los veinte años, en la época inicial de nuestra vida adulta. Exactamente el periodo caracterizado por las primeras experiencias, donde las sensaciones se vuelven más intensas que en sucesivas ocasiones: es, en definitiva, cuando se configura nuestra forma de ser y lo que vamos a ser el resto de nuestros días.

De esto se deriva esa sensación de que la vida se acelera según se van cumpliendo años, de que el tiempo cada vez pasa más rápido. Lo que se debe, según palabras de Douwe Draaisma, catedrático de Historia de la Psicología en la Universidad de Groningen, a que "juzgamos el tiempo según el número de recuerdos que tenemos y su intensidad". Es decir, cuanto más recuerdos iguales tenemos, más deprisa pasa el tiempo, porque nos instalamos en esa rutina que tan poco nos aporta.

Por eso, quizás el secreto de la eterna juventud resida en llenar nuestros días de nuevas experiencias y sensaciones que permitan a nuestro cerebro paladear los contecimientos que estamos viviendo. Viajar, variar las aficiones, aprender nuevas cosas... son algunas de las recomendaciones para aprovechar al máximo los días de nuestra vida y convertirla en algo mas que una mera y simple rápida rutina.

jueves, 15 de mayo de 2008

sábado, 10 de mayo de 2008

La Cerradura: Un mundo sin fin

El placer de la lectura reside en el hecho de que un buen libro permite a su lector abstraerse de todo lo que le rodea de una manera casi excepcional. El tiempo y el espacio casi dejan de existir, en beneficio de la historia paralela que se recrea en la narración. Son momentos de intimidad en los que uno se sumerge junto a los personajes de la obra y vive los acontecimientos que les suceden con una empatía sorprendente, recreando de manera mental la ficción descrita por el autor con simples palabras.

Éstas han sido exactamente las sensaciones que he vuelto a experimentar leyendo la obra de Ken Follet Un mundo sin fin. Esperada continuación de Los pilares de la Tierra, novela que en algo menos de veinte años ha vendido más de catorce millones de copias en todo el mundo, la obra nos ofrece los mismos ingredientes que llevaron al éxito a su antecesora. Son más de un millar de páginas dominadas por una estructura argumental que consigue mantener la expectación y el ritmo a un alto nivel hasta el último instante, lo que es de agradecer en un tochaco como éste.

Kingsbridge, 1327. Han pasado 153 años desde el final de los acontecimientos narrados en Los pilares de la Tierra, pero las cosas no han cambiado demasiado en el priorato, ya que sigue siendo una época dominada por las más bajas pulsiones del ser humano: violencia, ambición, egoísmo, venganza... Un entorno muy duro en el que crecen los cuatro niños protagonistas de la obra, Gwenda, la hija de un vulgar ladronzuelo; Caris, un niña cuyo fin en la vida es ser doctora; y Merthin y Ralph, dos hermanos muy diferentes pertenecientes a una familia señorial venida a menos.

Los cuatro serán testigos en el bosque de un acontecimiento que les marcará el resto de sus días, pues verán cómo un caballero del rey es perseguido y atacado por dos soldados. Sin embargo, merced a la ayuda de los niños, el caballero consigue salvar la vida, y con ella, una carta de vital importancia para el futuro de la corona inglesa. Junto a la complicidad de Merthin, el hombre esconderá el documento en el bosque y optará por convertirse en monje el resto de su vida, en lo que será la mejor manera de mantener el secreto a salvaguarda de intrigas.

Sin embargo, este hecho marcará el futuro de los cuatro jóvenes protagonistas, quienes a partir de ese momento seguirán caminos muy diversos que se irán entrecruzando a lo largo de toda la obra. Unas historias dominadas por las luchas de poder que se van sucediendo en Kingsbridge y en sus alrededores, y narradas con la habitual maestría e interés que le proporciona el autor galés.

La realidad es que la novela no consigue alcanzar el nivel y la intensidad de su predecesora, aunque se puede afirmar que es una dignísima continuación de la misma. Al leerla me he sentido igual de atrapado que cuando hice lo propio con los Pilares de la Tierra, pero no con la misma fuerza. Será cosa de la ausencia de novedad, porque evidentemente que esta secuela no tiene la frescura que el libro que da inicio a la saga. Lo que no es óbice para afirmar que nos encontramos ante una de las mejores novelas de los últimos años.

¿La razón? Pues una recreación histórica estupenda, que no se para en los detalles nimios y de poco interés para el lector poco avezado en esas lides; unos personajes con una personalidad bien definida y con mucha fuerza, capaces causar empatía; y una línea argumental bien cuidada plagada de acontecimientos y altibajos dramáticos que consiguen mantener el interés en todo momento. Y es que Un mundo sin fin es una recreación realista de la vida en el siglo XIV, con lo que eso supone. Es una historia sobre el ser humano y sus anhelos y deseos, sobre su lucha constante por lograr sus objetivos, por lograr sus sueños. Es, en definitiva, un buen libro.

PUNTUACIÓN: 9 / 10

miércoles, 7 de mayo de 2008

"Encuentro la televisión muy educativa. Cada vez que alguien la enciende, me retiro a otra habitación y leo un libro."

(Groucho Marx)

viernes, 2 de mayo de 2008

2-5-1808: El día en el que cambió la historia de un país

No llegó a 24 horas, pero fue un tiempo suficiente para cambiar el rumbo de los acontecimientos. Tampoco hizo falta que la respuesta fuese exitosa, porque el camino a seguir acababa de ser marcado. Y es que hoy se cumplen doscientos años del famoso 2 de Mayo, aquél día en el que un pueblo harto de ser engañado por el invasor francés se alzó en armas en pos de su libertad. Muchos lo pagarían con su vida, pero lo que se obtendría a cambio sería un bien mucho más preciado: el derecho de todo a un país a decidir por sí mismo.

El rumbo de los acontecimientos venía marcado ese segundo de mayo por los sucesos que habían transcurrido en los anteriores meses. Tras el motín de Aranjuez de marzo de 1808, en el que los madrileños consiguieron deponer al rey Carlos IV y al primer ministro Godoy, Madrid fue ocupada por las tropas del general francés Joaquín Murat. En un principio, las milicias de Napoleón Bonaparte había entrado en España con el beneplácito de la monarquía local con la excusa de atacar a su gran enemigo el Reino de Portugal, pero la realidad es que se trataba de un nuevo ejemplo de la estrategia del caballo de Troya.

Así, los madrileños empezaban a sospechar que los franceses habían entrado en nuestras fronteras con la intención de echar raíces, algo que se confirmó cuando tanto como Carlos IV como su hijo, el nuevo rey Fernando VII, fueron invitados a visitar a Bayona para negociar con Napoleón. Una encerrona absoluta en la que Bonaparte, en lugar de reafirmar al rey legítimo de España, consiguió manipular tanto al padre como al hijo para que ambos le cediesen los derechos de la corona hispana. Como resultado, había nuevo rey para la nación, José I Bonaparte, más conocido como Pepe Botella.

Mientras en territorio francés se conspiraba contra la corona española, el pueblo madrileño estaba cada vez más encendido. Así, la mecha acabó de prender cuando la Junta de Gobierno establecida para representar a Fernando VII en su ausencia autorizó la partida desde Madrid hacia Bayona del infante Francisco de Paula, el último gran representante de la realeza nacional que quedaba en el Palacio Real. Madrid se quedaba sin referentes, por lo que era el momento de que el pueblo reaccionase.

El 2 de mayo una muchedumbre se concentró ante el Palacio Real para impedir la salida del infante, ante lo que el general Murat reaccionó movilizando a su artillería de la Guardia Imperial contra la multitud. Esto significaba que lo madrileños, además de ver cómo habían sido engañados, tenían que soportar el ataque de las tropas invasoras en su propia casa, ante lo que decidieron responder a través de la lucha armada. Comenzaba de esta manera el 2 de mayo, una jornada de lucha callejera contra uno de los ejércitos más poderosos del mundo. Es decir, un combate desigual, de palos y tijeras contra los sables galos.

El resultado de la contienda estaba decidido, a pesar de que los ciudadanos madrileños opusieron más resistencia de la que se podía esperar de personas inexpertas en tácticas militares. De esta manera, unos 30.000 hombres del general Murat consiguieron entrar en la capital, y poco a poco, sofocar la revuelta popular. Digo popular porque tan sólo los capitanes Luis Daoíz y Torres y Pedro Velarde Santillán fueron los únicos hombres de armas de alta graduación que se enfrentaron a las tropas invasoras.

Según iba cayendo la noche de este dos de mayo los ajusticiamientos y ejecuciones se fueron sucediendo a lo largo y ancho de toda la ciudad. Murat creía que el levantamiento revolucionario español ya había acabado con estos incidentes, pero la realidad es que no había hecho más que empezar. Lo que sucedió en Madrid no fue más que un ejemplo para que el resto del país se movilizara para librarse de la invasión, un aspecto en el que Móstoles adquirió especial relevancia. Así, en la ciudad sureña se firmó por parte del político Juan Pérez Villamil y los alcaldes de la localidad Andrés Torrejón y Simón Hernández un bando en el que animaban a todos los españoles a luchar contra las tropas francesas.

Con este bando, daba comienzo la Guerra de la Independecia española. Pero eso ya es otra historia...

miércoles, 23 de abril de 2008

Grandes Momentos del Cine: "Carros de Fuego"

Con los Juegos Olímpicos tan cerca, se hace inevitable recordar esta gran película; y más en concreto, la famosa escena inicial:

Carros de Fuego, Hugh Hudson (1981)

miércoles, 16 de abril de 2008

"Este es un pequeño paso para un hombre, y un gran salto para la humanidad"

(Neil Armstrong, desde la Luna, 20-7-1969)

viernes, 11 de abril de 2008

Jugando a ser Dios

Un día cualquiera de abril. Una tarde más, diría yo. Ojeo los diarios digitales como casi siempre hago. Esta vez toca el ADN.es. Mi mirada se posa en una noticia, aunque no es muy llamativa a primera vista. Pero es de las que me gustan, de aquellas que si me topo con una, me la leo de pe a pa, como se suele decir. El titular reza "El laboratorio LHC tiene un 75% de probabilidad de extinguir la Tierra". Mmmmm, veamos, según dice, el mes que viene se pone en marcha un laboratorio físico en Ginebra, que, en opinión de un par de científicos, podría suponer la destrucción absoluta del planeta.

Lo que nos faltaba. Ahora resulta que, por si no teníamos suficiente con calentamientos climáticos, chávez de turnos, terroristas islámicos y catástrofes meterológicas, nos surge un nuevo problema a la vista. Según la teoría de estos dos hombres, el estadounidense Walter Wagner y el español Luis Sancho, cuando el llamado LHC ( Large Hadron Collider) entre en funcionamiento, hay altas probabilidades (un 75% según el español) de que nuestro planeta se convierta o bien en un agujero negro o bien en una bonita estrella de neutrones. Vamos, todo un planazo para el verano.

¿Las razones que dan tan atemoradizos científicos para tamaños riesgos? Pues que el centro, que cuenta con unos túneles aceleradores de 27 kilómetros, pondrá en juego unas energías nunca antes recreadas por el ser humano. Algo que se conseguirá cuando dos haces de protones se crucen en su interior a una velocidad próxima a la de la luz. El resultado de estos choques se desconoce y, en los peores de los casos, podría provocar que se generara o bien un agujero negro que empezase a crecer descontroladamente hasta devorar el planeta entero, o unos quarks que contaminaran toda la materia de la Tierra y que nos acabasen por convertir en substancia extraña...

La verdad es que parece la típica broma apocalíptica que cada poco tiempo surge en los medios, pero el tema ha suscitado debate, tanto en Internet como en medios de la trascendencia del New York Times. Algo que puede traer cola, porque estos dos individuos han puesto una demanda en un juzgado de Hawai para impedir el comienzo de las actividades de este laboratorio, el cual promete ser una herramienta fundamental para comenzar a desvelar los misterios del cosmos. Así, y por el momento, han conseguido su objetivo, porque el juez de la exótica isla ha admitido a trámite la misma. El resultado es que el proyecto de los 5.000 millones de euros se tambalea.

Al menos, temporalmente. Porque hay mucho en juego como para que dos científicos consigan detener la experimentación en los subterráneos del CERN. Por lo pronto, una gran parte de la comunidad científica se ha pronunciado para tranquilizar a los preocupados ciudadanos, no nos pase algo similiar que en el célebre programa radiofónico de Orson Welles. Expertos como el IFCA (Instituto de Física de Cantabria), Javier Sabadell o Juan José Gómez Cádenas ya han salido a la palestra para afirmar que no hay ningún riesgo, pues según sus valoraciones, la energía puesta en juego será a todas luces insuficiente para ocasionar consecuencias tan funestas.

No hay duda de que el precio de la ciencia y, por ende del saber, es caro. Los libros de historia están llenos de páginas en las que los antiguos científicos eran perseguidos e incluso ajusticiados por defender sus teorías. Ahora, en el siglo XXI, llega el momento de empezar a conocer verdaderamente los porqués del universo, una tarea no exenta de peligros que nos obliga a extremar la cautela. Y es que, en esta ocasión, los riesgos no están tras un tribunal de la Inquisición enfervorizado, sino en nuestro propio aprendizaje.

De hecho, el ser humano está comenzando a tocar las teclas clave que rigen nuestra existencia y eso son palabras mayores. Ahora tenemos la posibilidad de manipular el genoma de los seres vivos, de teletransportar fotones o de generar pequeños agujeros negros. Un poder nunca antes imaginado que, en nuestras manos inexpertas, puede convertirse en un arma de doble filo. Porque con él se abre un horizonte de posibilidades infinitas, pero al mismo tiempo, se destapa una Caja de Pandora que no sabemos cómo se cierra. Porque ahora el peligro reside en nosotros. Ya lo decía Ganivet: "el hombre es el más misterioso y el más desconcertante de los objetos descubiertos por la ciencia"...

lunes, 31 de marzo de 2008

Lo que China esconde

Ocho del ocho del dos mil ocho. Será en esta fecha cuando China de por inaugurados oficialmente los XIX Juegos Olímpicos de la Edad Moderna, un acontecimiento con el que el país asiático pretendía darse el impulso definitivo al panorama internacional. Sin embargo, a escasos cuatro meses de ese día, ha resurgido con intensidad el conflicto entre el gobierno local y la región del Tíbet, el cual amenaza con convertirse con un problema que podría enquistarse y estropear lo que es la gran fiesta del deporte mundial.

El último episodio del conflicto entre chinos y tibetanos tuvo su comienzo el pasado día 14 de marzo, cuando una multitud de tibetanos se unió a la protesta de monjes budistas por lo que consideraban una represión policial china durante unas manifestaciones celebradas en Lasha cuatro días antes. Así, los manifestantes atacaron con piedras e incendiaron establecimientos de la capital tibetana, lo que provocó una respuesta desproporcionada por parte del gobierno comunista que ha tenido eco en todo el mundo.

Y es que por mucho que China se esfuerce por dar una acicalada imagen en el panorama internacional, la realidad es que su situación social y política actual deja mucho que desear. Nos encontramos ante un país que cuenta con una población de más 1.200 millones de personas, lo que supone que uno de cada cinco seres humanos es de allí. Unas cifras descomunales que para muchos indican un potencial aletargado que sería capaz de agitar el mundo en caso de espabilar de su largo sueño. De hecho, muchos expertos empiezan a afirmar que el dragón ya ha despertado; un hecho que, de ser cierto, tendría en los Juegos Olímpicos una prueba de fuego.

Sin embargo, en vistas de lo sucedido los últimos días, parece evidente que China no está preparada. No lo está porque se trata de un país regido por un modelo híbrido (socialmente comunista y económicamente capitalista) donde sistemáticamente se incumplen algunos de los derechos humanos más fundamentales. Una situación que, lejos de variar con la cita de este verano, se ha visto reforzada ante el interés de los dirigentes locales por mostrar una imagen distinta de aquella nación que aquel 4 de junio de 1989 sorprendía al mundo por la dureza de sus actuaciones en la Plaza de Tian´anmen.

La situación es paradójica, porque aunque parece que China quiere demostrar que se ha realizado un lavado de cara en este inicio del siglo XXI, lo único que está consiguiendo es lo contrario. Su interés por realizar una hercúlea tarea de control y fidelización de la población está acabando por volverse en su contra, ya que como es normal, sus poco ortodoxos métodos no están pasando desapercibidos para la esfera internacional. Así, cuanto más se acercan los Juegos, más voces de protesta se alzan contra el gobierno chino, pues no hay mejor escaparate que éste para demostrar que no es oro todo lo que reluce.

La censura en los medios de comunicación e Internet, junto a la presión que se realiza sobre disidentes e independentistas son las principales razones de queja contra el gobierno chino, el cual, mientras tanto, intenta escurrir el bulto como puede y como lleva tantos años haciendo. Para ello se dedica a manipular la información que sale del país y maquilla cifras y estadísticas, en un esfuerzo por dar una imagen idílica de una nación que vive bajo un sistema político necesitado de la autoafirmación constante. Porque no se puede olvidar que cuando las cosas marchan mal, el silencio es el mejor aliado; y la ignorancia suele ir de la mano de la felicidad.

Pero no todo es negativo en la labor del país asiático. En el aspecto deportivo los Juegos suponen una oportunidad muy importante para demostrar su potencial humano y técnico, por lo que una vez más, y en este aspecto, EE.UU y Rusia se han convertido en los enemigos a batir en el medallero. Para ello llevan años preparándose y dedicando dinero y esfuerzo, no en vano los informes previos indican que China conseguirá once medallas más de oro que los deportistas estadounidenses. De confirmarse, estos datos sin duda se convertirían en el orgullo de un gobierno necesitado de buenos resultados que sean capaces de desviar la atención.

Cada vez queda menos para la ceremonia de inauguración, y a pesar de bravuconadas como la de Nicolas Sarkozy (en la que valoraba la posibilidad del boicot a Pekín) todo parece indicar que este verano se disputarán unos de los Juegos Olímpicos más polémicos de la historia. Un atributo, que si acaba por ser cierto, será una gran lastra para los políticos locales que pretenden convertirlos en los mejores de la historia. Porque los Juegos sólo deberían ser deporte y China se ha propuesto que sean más que eso.

viernes, 21 de marzo de 2008

La Cerradura: No es país para viejos

Sorprendente e intensa. Así se podría definir la última obra de los hermanos Joel y Ethan Coen, No es un país para viejos. Una historia que discurre a principios de los años 80 y que desprende aroma de western durante todo su metraje, si bien el tema central es más propio del cine negro: el ansia de poder y sus funestas consecuencias. Dos horas de tensión y violencia que no dejan indiferente al espectador y que además, aportan un mensaje de tintes filosóficos que le da una mayor profundidad a la cinta.

Llewellyn Moss (Josh Brolin), un cazador aficionado, descubre un día en pleno desierto los restos de una refriega de narcotraficantes. Entre los cadáveres se encuentra un maletín en el que hay dos millones de dólares, ante lo que decide cogerlo y llevárselo a casa. Sin embargo, unos errores en su planificación le llevarán a ser descubierto por Anton Chigurn (Javier Bardem), un despiadado asesino que no tarda en tomarse el asunto como algo personal. A ellos pronto se unirán el sheriff Ed Tom Bell (Tommy Lee Jones) y el cazarrecompesas interpretado por Woody Harrelson, conformando una historia a cuatro bandas que en ocasiones llega a dispersarse.

Digo esto porque los papeles que desarrollan tanto Jones como Harrelson aportan únicamente profundidad al filme. El primero es un sheriff (estupendamente interpretado, como suele suceder en el caso del actor tejano) que en todo momento muestra su impotencia ante la evidente superioridad física y moral de Chigurn. Su misión en la película, queda, pues, para representar la inutilidad de la ley en ciertas ocasiones y para dar un toque moral a la cinta, lo que la enlentece hasta hacerla perder el buen ritmo marcado por Bardem y Brolin.

En cuanto a Harrelson, su personaje aparece en apenas cuatro escenas y cuando lo hace, es de una manera casi anecdótica. Porque a pesar de su interés por oponer resistencia al antagonista (colaborando en la tarea con Moss), la realidad es que su figura acaba por convertirse en un triste muñeco en manos de Chigurn. Sinceramente, creo que no hubiera estado mal su eliminación en el guión, porque el cazarrecompensas aporta realmente poco al discurrir de los hechos.

Sobre Brolin y su personaje simplemente destacar su correcta interpretación. Su final está cantado desde prácticamente el inicio, como buena lección de la frase hecha que dice que la avaricia rompe el saco. Por eso, por momentos llega a parecer algo patética su lucha contra Chigurn, ya que por mucho que sea un veterano de guerra y crea en sí mismo, la realidad es que en ningún momento consigue llevar la iniciativa en la película. Su inteligencia sólo le servirá para retrasar ligeramente su destino, el cual será representado con sorprendente indiferencia en el metraje.

Y llegamos a Chigurn, el psicópata espléndidamente interpretado por Javier Bardem. Se trata de un personaje frío y despiadado, incapaz de sentir empatía ni compasión por las personas que le rodean; lo que, sin embargo, no significa que no carezca de principios. Aunque eso sí, unos principios donde la vida humana tiene un valor muy bajo en comparación con el dinero. Porque para Chigurn ésta se puede decidir en el decantar de una moneda, en el simple azar; un azar que al mismo tiempo se convertirá en lo único capaz de ponerle en dificultades.

Es por ello que el personaje del actor español acaba por dar una sensación de omnipotencia. Su magnífica interpretación le otorga ese contraste de impenetrabilidad y de complejidad intelectual y moral que tanto gustan en las historias de psicópatas, un aspecto que ya se encargó de traer Hannibal Lecter al mundo del cine. Y por otro lado, como detalle curioso y distintivo, destacar su peculiar manera de "trabajar", con una bomba de oxígeno como única herramienta.

El resultado de todo ello es una de las mejores películas de los últimos años, caracterizada por un ritmo por momentos frenético (y en otros, todo hay que decirlo, hastiosamente lentos) y por unas interpretaciones destacables. Y aunque el filme cuenta con algunas taras reseñables, como la inutilidad del personaje de Harrelson o el escaso provecho que se le saca al de Jones; la realidad es que mientras se mantiene el duelo entre Brolin y Bardem la historia alcanza altas cotas, por muy desigualado que el envite resulte estar. Una vez que éste acaba, el filme cae casi en picado hasta convertirse en una narración de tintes morales y filosóficos, lo que a algunos les puede dejar un regusto amargo.

Pero eso sí, sea cual sea la sensación que deje en el espectador, la película pide a gritos un segundo visionado. Cosas del cine.

miércoles, 12 de marzo de 2008

España cambia la zapatilla por la patilla

El baile del Chiki-chiki. Éste es el "prometedor" nombre de la canción que representará a España el próximo 24 de mayo en el Festival de Eurovisión que se celebrará en Belgrado. Su intérprete será Rodolfo Chikilicuatre, un personaje salido de la factoría Buenafuente que con su desenfadada puesta en escena y su letra políticamente incorrecta ha conseguido lo que buscaba Televisión Española: reanimar un certamen que en este país estaba prácticamente en situación de encefalograma plano. Aunque creo que no es exactamente lo que la cadena pública buscaba...

Este año, al ente no se le ocurrió otra cosa que la feliz idea de abrir la presentación de candidaturas a todos los ciudadanos españoles que se creyeran capaces de representar al país con sus dotes artísticas. Una apuesta muy arriesgada, porque en la era de la democracia digital los resultados son totalmente imprevisibles y en la mayoría de los casos, no son todo lo satisfactorios que se podría esperar.

La respuesta inmediata por parte del público fue masiva, ya que un total de 530 candidatos presentaron su propuesta en la web de myspace habilitada para tal fin. Ahora sólo quedaba lo aparentemente más fácil, que no era otra cosa que las votaciones del populacho. Pero, llegados a este punto, yo me pregunto ¿quién iba a ser el guapo/a que se viese todas las propuestas y emitiese un juicio posterior? Alguno habrá capaz de ello, hoy ya nada me sorprende. Pero insuficiente si lo que pretendes es obtener la mejor canción de todas, musicalmente hablando.

Con estas premisas, estaba cantado que el ganador de esta primera fase iba a ser aquél intérprete que supiera publicitarse de la mejor manera. En esto apareció Buenafuente y su productora (El Terrat), quienes decidieron valerse de su programa en La Sexta para torpedear las inocentes intenciones de TVE. De esta manera, bastó con explotar las posibilidades que les ofrecía uno de sus personajes humorísticos para crear una curiosa canción donde la melodía era lo de menos, porque lo verdaderamente importante era reírse del propio concurso.

Así pues, el apoyo de Buenafuente y de su público fue más que suficiente para crear una corriente mediática en favor de Rodolfo Chikilicuatre y su canción. Era cuestión de tiempo que su candidatura lograse el privilegio de representar a España en el Festival, por mucho que TVE lanzara sutiles indirectas a lo largo de toda la gala de selección. La cadena quería salvar el certamen y lo lograba, pero a costa de traicionar los principios básicos con los que éste nació allá por 1956. La transmisión y la difusión de la cultura popular musical de cada país ha acabado derivando en una competición donde lo que más se valora es llamar la atención.

Los tiempos han cambiado y con ellos los gustos e intereses de los ciudadanos. Lo que antes se valoraba como un gran espectáculo ahora aburre y todo porque vivimos en un mundo mucho más complejo. No hay sitio para lo común en estos inicios del siglo XXI y ahora más que nunca la expresión renovarse o morir cobra más fuerza que nunca.

Sin embargo, esta renovación no puede ni debe realizarse merced a un cheque en blanco. El ejemplo de Eurovisión no es más que un caso más de la preocupante tendencia que se comienza a vivir en este país: la primacía de la caspa y el frikismo frente al trabajo bien hecho y a la aportación constructiva. Y es que lo que se lleva ahora es reírse de todo y de todos, en un proceso de banalización que amenaza con convertirse en un leitmotiv para millones de jóvenes.

Creo que éste no es el camino a seguir. Tras más de veinticinco años de democracia este país había conseguido salir de esa inopia cultural en la que se vio inmerso durante todo el régimen y parecía que comenzaba a convertirse en un referente social para el resto del mundo. Por eso, no debemos cometer el error de retornar a la idea de simpleza que tanto tiempo atrás nos caracterizó y que constituyó una de nuestras grandes lacras hasta las décadas de los años 70 y 80.

Algo que no supone prescindir del humor ni de la parodia, pues si éste es inteligente y bienintencionado, bienvenido sea. Lo que únicamente pido es que mantengamos una actitud crítica y responsable que no nos deje caer en una corriente trivializadora que acabe por derivar en una filosofía de vida poco recomendable para las generaciones venideras. Porque si el Chiki-chiki es la imagen que todos queremos para España, señoras y señores, yo me bajo de ella.


martes, 11 de marzo de 2008

domingo, 9 de marzo de 2008

sábado, 8 de marzo de 2008

Y los políticos se convirtieron en estrellas del pop

Lo admito, no lo pude evitar. Una media sonrisa se esbozó en mi cara cuando lo vi. Y la verdad es que tenía motivos, porque la política está llegando a unos extremos insospechados. Cada día nos sorprende más, será cosa de que estamos en pleno siglo XXI y es lo que se lleva. Nuevas tecnologías, espectáculo, colorido, fiesta, actos frente a las grandes masas... Todo por conseguir el apoyo de los votantes y evitar aburrirles con los aspectos más áridos de la economía, la educación, los pactos bilaterales o las sesiones en el Congreso.

Sí. Hablo del fastuoso espectáculo y baño de masas que se dieron el pasado día 2 de marzo Vladimir Putin y su delfín Medvedev. Frente a miles de sus votantes, los líderes locales salieron a un escenario más propio de las estrellas del pop que de los políticos. Con vaqueros y cazadoras, ambos le hablaron a su pueblo merced a unos micrófonos con los que parecía que más bien se iban a poner a entonar unas notas. Y detrás de ellos, tres gigantescas pantallas proyectaban la imagen de lo que parecía el logo del partido (Rusia Unida); escena que se completaba con la presencia de un grupo de música, con instrumentos y todo. Rusia, quién te ha visto y quién te ve...

La antigua cuna del comunismo es a día de hoy un país que se ha transformado a marchas forzadas por las vías del capitalismo. Su gran extensión y amplia población, junto a sus peculiares características climatológicas lo han hecho a lo largo de la historia en una nación difícil de gobernar, pero que con Putin ha sabido encontrar una engañosa estabilidad. Convertido en el máximo referente para un país que lleva dos décadas buscando reconstruir su propia identidad, Putin se ha rodeado del ejército y de las bandas mafiosas criminales, lo que le ha permitido mantener el control de Rusia.

Baderitas por aquí, fotografías por allá, aplausos de un público enfervorizado... Los rusos se concentraron masivamente para celebrar la victoria de Medveded con un sorprendente 70,28% de los votos totales. Vamos, unos comicios sin historia. Putin le había dado todo su apoyo antes de las elecciones, algo más que suficiente para un país donde los periodistas críticos con el poder aparecen muertos de manera misteriosa o donde los secuestros organizados por las bandas terroristas se solucionan a disparo limpio, sin importar las víctimas inocentes que ello comporte.

El resultado es que nos queda Putin para rato, porque aunque se vea obligado a dejar la presidencia, el judoka de San Petersburgo continuará manejando los hilos del país desde la cómoda posición de Primer Ministro. Con él la paranoia de la Guerra Fría continuará flotando en el aire, lo que provocará que la mayoría de los rusos sigan agachando la cabeza y acepten sin rechistar la política impuesta por su líder. Es lo que tiene cambiar en veinte años el comunismo por el capitalismo sin querer saber lo que significa la democracia.

Sin embargo, el caso de Putin no es el único de ego desmesurado dentro del panorama internacional. En Francia tenemos a Nicolas Sarkozy, un individuo que desde que llegó al Eliseo ha acabado por convertirse en más protagonista por sus apariciones en la prensa del papel couché que por sus decisiones políticas. Este último verano se empezó a hablar de él por unas fotos suyas de vacaciones en las que supuestamente se le había eliminado un michelín (sí, jocoso, pero verídico). Luego llegó su separación y su posterior affaire y boda con la ex modelo y cantante Carla Bruni; todo ello aderezado por unas supuestas informaciones sobre cuernos a tres bandas.

La última salida de tono del mandatario francés es su hipócrita "gilipollas" que blandió a un ciudadano que se había negado a darle la mano. Digo hipócrita porque Sarkozy escupió el insulto de su boca mientras no dejaba de sonreír y saludar a la masa que se había congregado para verle en el Salón de Agricultura francés. Porque en esto de los políticos metidos a estrellas de pop, la imagen hay que conservarla, aunque luego tu verdadera personalidad te traicione...

Acabo con el tercer político estrella, si bien en este caso, podría decir también estrellado. Se trata de George Bush. Sería capaz de enumerar un largo listado de escenas y momentos en los que el presidente norteamericano ha llegado a dar vergüenza ajena, pero me quedo con la más reciente. El pasado día 5 de marzo, no se le ocurrió otra cosa que marcarse unos pasecitos de baile frente a la puerta de la Casa Blanca mientras esperaba a John McCain para reunirse con él. Un acto que, además de patético, es reincidente, porque el mandatario yankee ya se había marcado un bailoteo en una visita a África hace unos meses. Pues sí, mira quién baila...


jueves, 6 de marzo de 2008

El Madrid se olvida de su identidad

Se veía venir. Es lo primero que pensé cuando vi como el romanista Taddei anotaba el 0-1 en el Bernabéu merced a un colocado testarazo a la escuadra de Íker Casillas. Corría el minuto 72 del Madrid - Roma (1-2) y el conjunto local apenas había dispuesto de un par de ocasiones de gol para remontar la eliminatoria, un pobre bagaje para el equipo más laureado en la historia de Europa. Enfrente tenía a un equipo ordenado y tácticamente sobresaliente, que, apoyado en un espléndido Totti, había sabido hasta entonces manejar los tempos de un partido soporífero, indigno de lo que estaba en juego.

De poco serviría el postrero gol del omnipresente Raúl y el posterior arreón final, porque la eliminatoria ya estaba cerrada desde el minuto 70. En ese momento Pepe se autoexpulsó de manera estúpida tras ver la segunda amarilla por una falta a la altura de la línea de fondo. El Madrid se había quedado con diez jugadores, precisamente en el punto en el que más necesitaba de todos sus futbolistas, en el momento en el que el fútbol suele sustituirse por la épica.

Sin embargo, dudo mucho que con los once en el campo hubiera podido ofrecer mucho más en esos instantes finales. La primera hora de juego del encuentro se podría describir como un encefalograma plano madridista, sustentado en un juego axfisiado y carente de ideas en el que los únicos capaces de brillar fueron Gago y Baptista. El primero es un jugador que día a día se afianza en el mediocentro merengue y que con confianza puede convertirse en una nueva referencia para el equipo, como lo fueron en su momento Ulrich Stielike o Ricardo Gallego. El chaval tiene jerarquía y además ofrece trabajo y brega, algo sin duda muy apreciable. Pero no nos engañemos, no es el nuevo Redondo como muchos lo han intentado vender, porque carece de un último pase destacable. Lo suyo es robar e iniciar el juego, otorgándole a sus compañeros la responsabilidad de poner la magia .

Por su parte, Baptista hizo lo que pudo, es decir, un par de tiros lejanos. El primero de ellos apenas puso en apuros al meta Doni, mientras que el segundo hizo temblar la escuadra romanista. Pero nada más. El brasileño es un portento físico aderezado con grandes dosis de técnica, lo que no es suficiente para considerarle un buen delantero. Es cierto que en el Sevilla marcó 50 goles durante sus dos temporadas en el conjunto hispalense, pero lo hizo siempre como segunda referencia ofensiva e incluso en ocasiones como tercera. Conclusión, no es un nueve.

Como tampoco lo es Raúl. El siete nunca debe jugar como jugador más adelantado del equipo, porque ése no es su lugar. Por sus características e inteligencia en el campo el madrileño siempre ha anotado goles, pero lo ha hecho a la sombra de un delantero referencia que lo acompañe. Y es que cuando Raúl está en el área contraria crea preocupación en la zaga contraria, pero nunca miedo. Situarle como único punta apoyado en un segundo delantero como Baptista es prácticamente renunciar a una intensidad ofensiva tan necesaria en este encuentro.

Las bajas y algo más
Se echó en falta, pues, a Van Nistelrooy. El holandés es quizás uno de los tres mejores delanteros del mundo, lo que ha llevado al Madrid a depender mucho de él. De hecho, la crisis de resultados del club de Concha Espina ha llegado coincidiendo con el bajón físico del ariete, lo que es muy preocupante. Un problema que se agrava de manera voluntaria por la actuación de Schuster, quien prácticamente se niega a alinear a su recambio más claro dentro de la plantilla, Roberto Soldado. Parece que el rubio entrenador le tiene fobia a todo aquello que huela a nuevo y proceda de la cantera, sobretodo si no se ha fogueado en el Real Madrid durante más de seis meses.

Es el caso del valenciano, quien se quedó esta temporada en el Madrid bajo falsas promesas. Soldado es un delantero que a mí personalmente me parece perfectamente válido para el equipo, porque posee todas las características que necesita un jugador para su posición: es bueno técnicamente, remata notablemente tanto con el pie como con la cabeza, tiene multitud de recursos ofensivos, no se desmarca mal y además, tiene gol. Todo a los casi 23 años y con ya una internacionalidad a sus espaldas. ¿Qué más quieres, Bernardo?

Para completar la lista de errores, el colmo del despropósito táctico llegó con el planteamiento que ayer presentó el Madrid. Alineó un centro del campo con el manido y temido trivote, con Gago y Diarra en las tareas de recuperación y Guti en la organización. El malí es hoy por hoy un jugador que resta más que suma y que tras la Copa de África debería haber perdido la titularidad en favor de un jugador de banda. Por eso, a la Roma le bastó con atar al torrejonero, porque con Diarra desaparecido y con Gago aplicándose en tareas defensivas, el conjunto blanco fue incapaz de darle la salida al balón. Algo que se cumplimentó trágicamente con el hecho de que apenas había jugadores que se les moviesen por delante: las bandas estaban totalmente huérfanas, mientras que Robinho acusaba su lesión y prefería intentar la guerra por su cuenta entrando por el centro.

Como excusa, es verdad que junto a Van the Man faltaban otros jugadores importantes para el equipo, como son Robben, Sneijder, Metzelder, Saviola y Ramos. Éste último se echó especialmente en falta ayer, porque era junto a Raúl el único capaz de ponerle una marcha más al encuentro, justo lo que el equipo necesitaba. Y es que los diarios deportivos habían apelado mucho en las horas previas a la manida frase de Juanito de Noventa minuti in Bernabéu son molto longo. Pero la realidad es que durante toda esta temporada, y especialmente ayer, el Madrid dio síntomas de haber perdido la garra y entrega que siempre le han caracterizado; y que en junio le permitió ganar una Liga de manera casi milagrosa.

Este no es mi Real. No hay que olvidar que este curso el equipo ha tenido la posibilidad de remontar tres eliminatorias en el Santiago Bernabéu (Sevilla en la Supercopa, Mallorca en Copa y Roma en Champions) y en las tres ha acabado saliendo escaldado. Ni siquiera ha sido capaz de dominar los partidos, ni siquiera ha sido capaz de hacer creer al público en la remontada. Y el Bernabéu necesita mucho eso de la fe, porque es un estadio que depende en gran medida de la temperatura a la que se encuentren las camisetas merengues. Si no hay entrega en el campo, el aficionado madridista no se entrega en la grada. Pero como vea que sus jugadores se dejan la piel, pobre del rival...

Benito, Camacho, Pirri, Gento, Hierro, Raúl, Ramos... la historia blanca ha estado repleta de jugadores que ponían todo en el terreno de juego, que no daban nunca un balón por perdido. Ayer eso no se vio, y el resultado fue un partido anodino en el que parecía que el equipo no se jugaba nada. Poco a poco parece que el espíritu de garra que le implantó Capello al conjunto se ha ido perdiendo en detrimento de un equipo sin referentes que ayer naufragó por el terreno de juego sin un atisbo de entrega.

Y es que puede que la calidad como única receta sea suficiente para ganar una Liga como la nuestra, pero visto lo visto, es insuficiente para campeonar en Europa. Para ganar la Champions se necesita algo más. ¿El qué? Busquen en los libros de historia merengues...