domingo, 20 de diciembre de 2009

La independencia de juguete

Fin de semana del 12 y del 13 de diciembre. La mayoría de periódicos de tirada nacional abren su ediciones con la noticia de la consulta independentista que se va a desarrollar en Cataluña. En total, los ciudadanos de 166 municipios catalanes estaban llamados a dejar su opinión en relación a la independencia de esta Comunidad Autónoma. Pero lo que se suponía una fiesta del nacionalismo local, acabó siendo un silencioso fracaso.

Sólo así se explica que los ecos de estos sufragios apenas resonaran los días posteriores a su celebración. Los resultados obtenidos acabaron por no ser todo lo satisfactorio que se esperaba por sus promotores, lo que propició que lo que antes se vendía como una gran jornada terminara por convertirse en un hecho sin apenas notoriedad posterior. Porque no cabe duda de que si la participación hubiera sido la aceptable, aún hoy resonarían los ecos de la "cerrazón" española en relación al independentismo catalán.

Pero la clara realidad es que los resultaros fueron realmente pésimos para los interesados. Un 27,41% del censo se animó a participar en esta simulación, y eso que también participaron los jóvenes de 16 y 17 años. No deja de tener gracia este dato, porque demuestra un intento algo desesperado de maquillar lo que pudiera pasar a posteriori. La juventud, tan tendente a la rebeldía, podía jugar un papel clave en el apoyo al independentismo, así que, ¿por qué no usarla para inflar las cifras?

El porcentaje a favor del sí fue del 94,89%. Obvio, por otra parte. Porque lo que es evidente es que en una consulta como esta, en la que su validez queda en lo anecdótico, sólo se acercan a votar los que se juegan algo con ella. Es normal y lógico que el independentismo catalán se movilizara ese fin de semana para demostrar su existencia; así que lo que realmente se puede extraer de los datos es que éste no goza de tan buena salud cómo se nos quería hacer ver.

Porque un análisis más profundo de las cifras arroja un hecho demoledor. Un 26% de los catalanes de esos municipios apoya la consulta. Al resto, o no le importa la misma o la rechaza. Así que tras ello, sólo queda plantearse la pregunta de si realmente era necesario perder el tiempo y el dinero con una prueba semejante, salida del deseo insatisfecho de unos pocos. Quizás la prueba realizada en Arenys de Munt hace tres meses invitó a actuar de esta manera, pues por aquél entonces uno de cada tres vecinos se mostró a favor. Aún así, escaso apoyo para semejante empresa.

Hace apenas dos semanas que la Constitución española celebró sus 31 años de vida. Una Carta Magna que España luce con orgullo como resultado de una transición ejemplar de la dictadura a la democracia. Sin embargo, desde su nacimiento ésta apenas ha tenido tranquilidad, pues el debate sobre algunos de sus puntos más polémicos ha estado en todo momento en la calle. Uno de ellos es el de los nacionalismos, a pesar de que en la Constitución se ofrece un sistema equilibrado de convivencia plurinacional:

"Artículo 2.

La Constitución se fundamenta en la indisoluble unidad de la Nación española, patria común e indivisible de todos los españoles, y reconoce y garantiza el derecho a la autonomía de las nacionalidades y regiones que la integran y la solidaridad entre todas ellas".

Opiniones e ideologías políticas hay para todos los gustos, algo así como los colores. Y dentro de los límites democráticos y de los derechos humanos, todas ellas son respetables. Pero cuando una de ellas pretende modificar algo relativo a la Constitución, debe tratarse con reservas, como es el caso de los nacionalismos. Así, sólo con un apoyo masivo y evidente hacia los mismos se puede empezar a plantear un cambio en la estructura de España; y en Cataluña éste ha demostrado ser ahora mismo, a todas luces, insuficiente.
Por ello, que uno de cada cuatro catalanes esté a favor de la independencia no implica más que el hecho de ser una cifra insustancial para planteamientos de cambio en uno de los estados democráticos más jóvenes de Europa. Bajo esta lectura, la consulta realizada hace unos días no deja de ser un simple juego llevado a cabo por unos cuantos interesados; el cual, por cierto, no dio los resultados satisfactorios que se deseaban. Por ello, quizás sea el momento de no perder más tiempo y empezar a trabajar en serio en los temas que de verdad preocupan al ciudadano.

viernes, 28 de agosto de 2009

Contagiados por los medios

"La prensa es el cuarto poder". Se trata de una afirmación que la historia se ha encargado de atribuir al político irlandes del siglo XVIII Edmund Burke y que resume en pocas palabras el dominio que los medios de comunicación tienen sobre las masas. Y es que el periodismo es una profesión que como en la mayoría de labores se puede desempeñar mejor o peor, pero que en su caso incluye el concepto de responsabilidad. Responsabilidad con la sociedad en un primer término y con uno mismo en un segundo plano. Es, por tanto, una cuestión de ética y de un ejercicio de implicación, por lo que la honestidad cobra un papel fundamental a la hora de ejercerla.

Pues bien, a lo largo de esta primavera y verano de 2009, los medios a escala mundial se han encargado de bombardearnos con informaciones relativas a la Gripe A(H1N1), una variante de la Gripe española que afectó a millones de personas durante los años 1918 y 1919. Así, el 13 de abril moría una mujer en México que estaba infectada por el virus, por lo que se daba el pistoletazo inicial a un largo listado de noticias preocupantes sobre la extensión del mismo. No ha habido día en el que los diarios y periódicos de gran parte del planeta no abriesen su cabecera con nuevos datos y cifras sobre la evolución de la enfermedad, llegando a generar una preocupación en la sociedad que probablemente no sea acorde a la verdadera dimensión del problema.

¿Y cuál es esta dimensión? Pues la de una enfermedad que presenta un cuadro "más leve y corto" que la estacional y que en estos momentos se encuentra en una fase inicial, por lo que su evolución es incierta de cara al futuro. De hecho, para la directora general de la OMS, Margaret Chan, "puede que en un mes este virus desaparezca, puede que se quede como está o puede que se agrave". En consecuencia, aquí es donde radica el verdadero problema de la misma, en sus posibilidades de mutación en un futuro, un aspecto que a todas luces se convierte en imprevisible y ante el que sólo queda la precaución y el tratar de evitar los contagios.

Todo lo que sea ir más allá, en una dirección encaminada hacia el alarmismo, será una actividad más enfocada a los intereses económicos que a los puramente humanos. Porque, preguntémonos, ¿cuántas personas han muerto hasta el momento (en casi cuatro meses) por gripe A en el mundo? 2.185. ¿Y en España? 20. Y ahora, vayamos más allá. ¿Cuántas personas mueren al año por la gripe común? Entre 250.000 y 500.000. ¿Y en España? 3.000. Y la pregunta final, la más relevante quizás para lo que nos compete: ¿De cuántas de estas muertes por la gripe común se hace eco la prensa? De ninguna, o cuanto menos, de una ínfima parte.

La idea que subyace de estos datos es la necesidad de establecer una cierta precaución en relación a la enfermedad, pero siempre exenta del alarmismo con el que convivimos en estos días. En la labor periodística actual se hace preciso una actuación desde la mesura donde se le de la voz a los científicos, que al fin y al cabo, son los verdaderos expertos en la materia. Profesionales, que, por otra parte, ya se encargan de llamar a la tranquilidad, como el director del Centro Nacional de Gripe de Valladolid, Raúl Ortiz de Lejarazu, quien aconseja tratar los casos como si fueran de "una gripe común".

O incluso van más allá, como es el caso de Germán Velasquez, alto funcionario de la Organización Mundial de la Salud (OMS), quien en mayo, poco después de la aparición de la enfermedad, hablaba en términos de "exageración de la prevención" y mencionaba a "la fabricación de medicamentos o vacunas a volúmenes gigantescos" señalando a los medios como parte importante de esta campaña: "la prensa, que hace un muy buen trabajo, pero cuyas primeras páginas con noticias alarmantes hacen subir las ventas o aumentar la audiencia, e intereses de tipo político, por ejemplo para ocultar problemas como la crisis financiera". No en vano, se estima que las farmacéuticas encargadas de fabricar las vacunas puedan llegar a desembolsarse la sorprendente cifra de 800 millones de euros.

En este contexto de crítica el siguiente paso es el de alimentar la habitual teoría de la conspiración, algo que ya se ha encargado la austriaca Jane Bürguermeister, periodista que ha presentado cargos al FBI contra la OMS, la ONU y varios funcionarios del gobierno por supuestos actos de bioterrorismo en los que se habría creado de manera artificial en laboratorios esta nueva variante del virus para generar una pandemia y generar beneficios económicos con los tratamientos posteriores. La verdad es que suena a guión cinematográfico de Hollywood, por lo que hay que tomarse semejante acusación con ciertas reservas.

Lo que es indudable es que existen intereses empresariales para crear miedo y preocupación en relación a esta nueva pandemia, por lo que todo acto que implique acopio de medicamentos a escala mundial supondrá un incremento de los beneficios económicos. En definitiva, es un juego especulatorio donde la manipulación juega un papel fundamental y en el que los medios de comunicación hacen el trabajo sucio de hacer llegar a cada ciudadano el mensaje del pánico. Ya lo hicieron con el brote de gripe aviar al insinuar, en 2005, que una pandemía de la misma causaría entre dos y siete millones de muertes en todo el mundo. En realidad, murieron (hasta hoy) tan sólo 272 personas. Eso sí, los beneficios para las farmaceúticas fueron millonarios por la compra de medicamentos que luego no hicieron falta. Ahora se habla de que cerca de 2.000 millones de personas pasarán la enfermedad en algún momento. Así que, entre recuento y recuento de contagios, habrá que echarle un vistazo a la Bolsa.


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*Si estás de acuerdo con lo dicho en este artículo, puedes unirte a este grupo de Facebook: Yo también creo que la prensa manipula sobre la Gripe A.

viernes, 19 de junio de 2009

El juego de la crisis

96 millones de euros. Mucho dinero, sin duda. Y más para un fichaje futbolístico, para una actividad que no deja de ser un deporte con una mera función social catártica. De ahí que desde que el Real Madrid anunciara su millonaria oferta por el portugués Cristiano Ronaldo el debate haya surgido a una escala mundial sobre si realmente son normales estas cifras. La tendencia lógica ha sido la de echarse las manos a la cabeza, dada la severa crisis que azota la economía desde finales del año pasado. Pero... ¿realmente existen motivos para escandalizarse?

Me parece curioso que las principales críticas lleguen desde la esfera de la política, acompañada de la demagogia desde definición. Y es que un buen número de políticos se han apresurado a opinar sobre el tema, mostrando en la mayoría de los casos su opinión contraria a semejante dispendio económico. La diputada del PP Celia Villalobos ha llegado a hablar de "suicidio" del Real Madrid, mientras que el portavoz del PNV, Josu Erkoreka, se pronunció con la afirmación de que el traspaso "es un elemento perturbador para el desarrollo económico armónico y que no tiene beneficios sociales evidentes". Hasta el mismísimo presidente del Gobierno lo ha criticado al tildar la operación de "excesiva", si bien ha admitido la fuerza social que tiene el fútbol en España.

Declaraciones que quedan muy bien en un contexto de crisis social en el que se han alcanzado cifras de paro superiores a los cuatro millones. Pero de la compra de 46 misiles militares por la "mísera" cifra de 57 millones de euros, ni una palabra. Será que son muy necesarios, no nos vayan a invadir este verano la isla de Perejil y tengamos que defendernos. Así que lo fácil es criticar al fútbol, ese deporte que se gasta tantísimo dinero a cambio de un beneficio social aparentemente inútil.

La realidad es que el mundo del fútbol en materia económica ha evolucionado enormemente en los últimos 12 ó 13 años. Muy lejos quedan los 600 millones de pesetas que en 1996 el Madrid gastó en fichar a Roberto Carlos del Inter de Milán, obteniendo con el fichaje al probablemente mejor lateral zurdo de la historia. Una temporada en la que el Madrid también se gastó unos 1.200 millones de pesetas en fichar a Mijatovic; como anticipo a que su vecino de enfrente, el Atlético de Madrid, pusiese sobre la mesa otros 3.000 millones para contratar al menudo mediapunta brasileño Juninho. La liebre había saltado y desde entonces las cifras no han dejado de crecer.

De esta forma en agosto del 1999 el Real (sí, de nuevo el Madrid, al parecer experto encarecedor de mercados futbolísticos) pagaba la exagerada cifra de 5.500 millones de pesetas para contratar a Nicolas Anelka, delantero francés del Arsenal y finalmente mejor jugador de PlayStation que del deporte rey. Una operación que Lorenzo Sanz, por entonces presidente merengue, definía como "bendita locura". A cambio dejaba irse al Inter a Clarence Seedorf por unos 3.500 millones, a un precio seis veces superior de lo que le había costado al club su fichaje tres años antes. Se demostraba que en tres veranos algo había pasado en el mundo del fútbol.

Luego llegaría Florentino Pérez y sus 10.000 millones por la cláusula del referente culé Luis Figo, sus 72 millones (ya de euros) por Zinedine Zidane y sus cerca de 40 millones por jugadores como Beckham y Ronaldo. En menos de una década las cifras se habían multiplicado por diez y el fútbol había pasado a convertirse en un negocio multimillonario capaz de mover unos números que sólo otros deportes de masas como el baloncesto de la NBA ó la F-1 podían alcanzar. Sin embargo, la situación se estabilizó en los primeros años del siglo XXI, curiosamente con la salida de Pérez de la presidencia madridista. Los fichajes de alto nivel en el fútbol se situaban en un horquilla que iba entre los 10 y los 40 millones y todo parecía que no cambiaría mucho en las temporadas posteriores.

Pero Florentino ha vuelto en este 2009 y con él de nuevo ha regresado el dispendio. En poco más de diez días ha gastado más de 160 millones de euros en contratar a probablemente dos de los tres mejores jugadores del mundo; y lo que le queda. Una cantidad de dinero desorbitada, pero que, según el propio presidente del Madrid, será rentabilizada en unas tres temporadas; merced a los contratos publicitarios de los jugadores y a las diversas actividades de márketing que el club desarrolle. ¿Dónde está el problema entonces? El fútbol es un negocio como cualquier otro, lo único que mueve mucho dinero y que a diferencia de otros, trabaja con mercancía humana, con futbolistas.

Por eso, Mediapro tiene firmado un contrato televisivo con el Madrid valorado en 1.100 millones de euros por siete temporadas. Éso es lo que vale el fútbol del Real Madrid durante siete años, el precio del espectáculo que da un club puntero a nivel planetario que cuenta con una marca comercial valorada en más de 1.000 millones de euros. Y si es uno de los equipos que mueve más dinero en el mundo, lo lógico es que se gaste lo que se le exija en el mercado por el mejor jugador, conforme a las leyes de la oferta y la demanda. Como ocurre en otros negocios, véase el publicitario. En el que, por cierto, yo no he leído ninguna crítica reciente por los 2.140 millones de euros que en 2007 Coca-Cola se gastó en publicidad. Será que algunos acuden a la ética según les conviene.