No llegó a 24 horas, pero fue un tiempo suficiente para cambiar el rumbo de los acontecimientos. Tampoco hizo falta que la respuesta fuese exitosa, porque el camino a seguir acababa de ser marcado. Y es que hoy se cumplen doscientos años del famoso 2 de Mayo, aquél día en el que un pueblo harto de ser engañado por el invasor francés se alzó en armas en pos de su libertad. Muchos lo pagarían con su vida, pero lo que se obtendría a cambio sería un bien mucho más preciado: el derecho de todo a un país a decidir por sí mismo.
El rumbo de los acontecimientos venía marcado ese segundo de mayo por los sucesos que habían transcurrido en los anteriores meses. Tras el motín de Aranjuez de marzo de 1808, en el que los madrileños consiguieron deponer al rey Carlos IV y al primer ministro Godoy, Madrid fue ocupada por las tropas del general francés Joaquín Murat. En un principio, las milicias de Napoleón Bonaparte había entrado en España con el beneplácito de la monarquía local con la excusa de atacar a su gran enemigo el Reino de Portugal, pero la realidad es que se trataba de un nuevo ejemplo de la estrategia del caballo de Troya.
Así, los madrileños empezaban a sospechar que los franceses habían entrado en nuestras fronteras con la intención de echar raíces, algo que se confirmó cuando tanto como Carlos IV como su hijo, el nuevo rey Fernando VII, fueron invitados a visitar a Bayona para negociar con Napoleón. Una encerrona absoluta en la que Bonaparte, en lugar de reafirmar al rey legítimo de España, consiguió manipular tanto al padre como al hijo para que ambos le cediesen los derechos de la corona hispana. Como resultado, había nuevo rey para la nación, José I Bonaparte, más conocido como Pepe Botella.
Mientras en territorio francés se conspiraba contra la corona española, el pueblo madrileño estaba cada vez más encendido. Así, la mecha acabó de prender cuando la Junta de Gobierno establecida para representar a Fernando VII en su ausencia autorizó la partida desde Madrid hacia Bayona del infante Francisco de Paula, el último gran representante de la realeza nacional que quedaba en el Palacio Real. Madrid se quedaba sin referentes, por lo que era el momento de que el pueblo reaccionase.
El 2 de mayo una muchedumbre se concentró ante el Palacio Real para impedir la salida del infante, ante lo que el general Murat reaccionó movilizando a su artillería de la Guardia Imperial contra la multitud. Esto significaba que lo madrileños, además de ver cómo habían sido engañados, tenían que soportar el ataque de las tropas invasoras en su propia casa, ante lo que decidieron responder a través de la lucha armada. Comenzaba de esta manera el 2 de mayo, una jornada de lucha callejera contra uno de los ejércitos más poderosos del mundo. Es decir, un combate desigual, de palos y tijeras contra los sables galos.
El resultado de la contienda estaba decidido, a pesar de que los ciudadanos madrileños opusieron más resistencia de la que se podía esperar de personas inexpertas en tácticas militares. De esta manera, unos 30.000 hombres del general Murat consiguieron entrar en la capital, y poco a poco, sofocar la revuelta popular. Digo popular porque tan sólo los capitanes Luis Daoíz y Torres y Pedro Velarde Santillán fueron los únicos hombres de armas de alta graduación que se enfrentaron a las tropas invasoras.
Según iba cayendo la noche de este dos de mayo los ajusticiamientos y ejecuciones se fueron sucediendo a lo largo y ancho de toda la ciudad. Murat creía que el levantamiento revolucionario español ya había acabado con estos incidentes, pero la realidad es que no había hecho más que empezar. Lo que sucedió en Madrid no fue más que un ejemplo para que el resto del país se movilizara para librarse de la invasión, un aspecto en el que Móstoles adquirió especial relevancia. Así, en la ciudad sureña se firmó por parte del político Juan Pérez Villamil y los alcaldes de la localidad Andrés Torrejón y Simón Hernández un bando en el que animaban a todos los españoles a luchar contra las tropas francesas.
Con este bando, daba comienzo la Guerra de la Independecia española. Pero eso ya es otra historia...
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