sábado, 29 de diciembre de 2007

Un juego hipnotizador...

La primera vez que supe de esta canción fue hace más de diez años, en un anuncio sobre un coche, un modelo de Jaguar creo. Tras escucharla en un primer momento percibí que no era una melodía normal, pues tenía un nosequé que la hacía especial. Quizás fueran sus meláncolicos rasgados de guitarra o esos coros fantasmales, pero la canción conseguía un efecto hipnótico idóneo para un spot donde lo onírico y el subconsciente se daban la mano de una manera sorprendente.

Y es que se trata de una canción que tiene la capacidad de hechizar, de transportar a quién la escucha una sensación de sosiego que no es muy frecuente en la música comercial de los últimos años. Ahora, más de una década después, vuelvo a oírla y me acuerdo de aquél anuncio y de esa melodía, profunda y cautivadora, que fue capaz de llamarme la atención como pocas canciones lo han hecho.

P.D. Aporto la versión original y la gregoriana...


Wicked Game, Chris Isaak (1989)

Wicked Game, Gregorian - Masters of Chant (2002)

miércoles, 26 de diciembre de 2007

Cuando la diferencia se llama Íker Casillas

A lo largo de la historia del fútbol, la demarcación del portero ha sido devaluada y minusvalorada por la mayoría de los aficionados y entendidos. Y es que el trabajo que le toca hacer a los cancerberos es el más oscuro de todos, aquél en el que deben evitar los tantos de sus rivales y conseguir que los gritos de los aficionados se ahoguen antes de ni siquiera nacer en sus gargantas. Se convierten en algo así como los antagonistas, los aguafiestas del mundo del balompié, en los verdaderos rivales a batir del equipo contrario.

De esta manera, lo habitual es pensar que cuando un portero hace un buen partido, simplemente ha cumplido con su trabajo. Digamos que la sensación generalizada es que no suman para sus equipos, que simplemente evitan los males. La gloria queda para los delanteros y los centrocampistas, los que aparentemente son las verdaderas estrellas de sus equipos y los capaces de conducirlos a la gloria. Porque el fútbol son los goles, y los cancerberos no los marcan. Los evitan.

Desde esta perspectiva, resulta complicado encontrar un jugador en el fútbol mundial que siendo portero, haya recibido el reconocimiento internacional por sus actuaciones. Y no hablo ya de premios, aspecto acotado a los magos del balón; sino a las portadas de la prensa, a los minutos en los telediarios y a las conversaciones en los bares durante las mañanas de lunes. A bote pronto, y centrándonos en la última década, tan sólo me surgen un puñado de nombres de arqueros de relevancia planetaria: Kahn, Buffon, Cech y Casillas.

...y Casillas. Hoy en día, y para mi gusto, el mejor portero del mundo. Con tan sólo 26 años, el jugador de Móstoles ha sido capaz de acaparar un palmarés envidiable y de liderar a un Real Madrid que ha pasado una de las peores rachas de su trayectoria. Tres años sin ganar un trofeo es mucho tiempo para el club que presume de ser el mejor de la historia, pero la realidad es que las cosas hubieran podido ser mucho peores de no contar con un portero de la talla de Casillas. Éste ha sido uno de los pocos jugadores que ha conseguido mantener la regularidad durante todo este tiempo, convirtiéndose en el salvador del equipo partido tras partido.

Evidentemente, yo no he tenido la oportunidad de ver jugar a Zamora, a la araña negra Yashin o a Dino Zoff, pero sí he podido disfrutar de otros como Jorge Campos, Schmeichel o Van der Saar. Sin embargo, ninguno me ha dado nunca tal sensación de seguridad como Paco Buyo, portero del Real Madrid en la década de los 90. Se trataba de un jugador dado al espectáculo e incluso a la teatralidad, pero que era capaz de realizar cualquier pirueta para salvar hasta los balones más complicados. Era lo que tradicionalmente se llama un gato. Pues bien, ahora, casi quince años después, el Madrid vuelve a tener un arquero espectacular bajo sus palos. Pero esta vez éste no se caracteriza por su vistosidad, sino por su sencillez y eficacia.

Íker Casillas es un portero con el don de los reflejos. Tiene una capacidad sobrehumana para reaccionar en décimas de segundo a los balones que le llegan, y lo hace además con una facilidad impresionante. De hecho, el madrileño no destaca por otros detalles como sus salidas, su agilidad o colocación. Simplemente, se puede decir que se encuentra con la pelota, ya que su cuerpo reacciona siempre en el momento y direcciones precisas para hacerse con el esférico. Y además, tiene estrella.

Digo esto porque durante todos estos años se ha podido comprobar que es un jugador tocado por la suerte. Sólo a él le puede suceder lo que le pasó en la final de la novena Copa de Europa del Madrid en el 2002 en Glasgow, cuando tras estar más de media temporada como suplente, se lesiónó César, el portero titular del equipo. El Real ganaba 2-1, quedaba media hora de partido y estaba sufriendo mucho ante las acometidas de su rival, el Bayer Leverkusen. Así pues, la lesión llegaba en el peor momento, ya que Casillas tenía que salir en frío, en uno de los partidos más importantes de su vida y con tan sólo 21 años. Sus tres posteriores y antológicas paradas son ya historia.

Otro aspecto que juega a su favor es su edad. Lleva ya nueve años en la élite, pero condiciones normales, le deberían quedar otros diez como mínimo. Y si tenemos en cuenta que la madurez de los porteros no llega hasta los 30 años aproximadamente, pues aún tiene mucho camino por recorrer. A mejorar en este tiempo le quedan aspectos como las salidas, la colocación de su defensa y el juego con los pies. Pero sin duda, minucias para un auténtico genio en el juego debajo de los palos y en el uno contra uno frente a los delanteros.

Íker Casillas. Algunos ya lo catalogan como un santo, otros simplemente dicen que es la verdadera estrella del Real Madrid. Pero se diga lo que se diga, no se le puede perder ojo a este portero, porque a buen seguro dentro de unas décadas tendrá su nombre reservado entre las verdaderas leyendas de este deporte.

martes, 25 de diciembre de 2007

Grandes Momentos del cine: "Indiana Jones y la última cruzada"

¿Qué es lo que pasa cuando juntamos en un mismo cóctel a Harrison Ford, a Sean Connery y a Steven Spielberg? Pues que obtenemos la que es para mi gusto la mejor película de aventuras de la historia. En ella, la acción y el humor se combinan de manera excepcional para dar como resultado un filme sublime, en el que la diversión está asegurada durante todo el metraje.

Me he permitido el lujo de seleccionar una de las escenas de la película, en concreto aquélla en la que el padre de Indiana y su hijo son atrapados y atados a unas sillas por los alemanes. Lo que viene después es quizás una de las escenas más hilarantes y surrealistas del cine, con unos momentos de tensión aderezados con el mejor humor made in Spielberg.

Y es que, por muy difíciles que se pusieran las cosas, Indy siempre consiguía acabar con los malos dejándonos una sonrisa en la cara...

Indiana Jones y la última cruzada, Steven Spielberg (1989)

domingo, 16 de diciembre de 2007

sábado, 15 de diciembre de 2007

"No hay gen para el espíritu humano"

(Vicent Freeman - Ethan Hawke, Gattaca/ 1997)

viernes, 14 de diciembre de 2007

La Cerradura: El Orfanato

Esta peli de miedo ya la he visto. Ésa es la sensación que me dejó El Orfanato al salir del cine al que había acudido a verla, lo que no significa que no me gustase. Simplemente, nos encontramos ante un filme interesante y correctamente llevado a cabo, pero que para mi gusto peca en exceso de recurrir a los recursos tradicionales del cine de este género.

Y es que tiene todos los elementos necesarios para crear un cóctel de terror: una mansión de tamaño gigantesco en estado de semi-abandono; un pasado turbio de dolor, muerte y enfermedad, parajes naturales rodados en la cornisa cantábrica, personajes misteriosos y cómo no, niños de por medio. Esto es algo que me parece muy interesante, porque la cultura pupular del misterio siempre ha asociado la presencia de niños (con su correspondiente inocencia) con lo desconocido y paranormal, curioso hecho éste.

Pero vamos, al hilo de lo que comentaba, el que vaya a ver la película tiene el mal rollito asegurado. Sin embargo, y viendo esto, podríamos pensar que la cinta es una sucesión de sobresaltos y de sustos repentinos. Pues nada más lejos de la realidad, porque éstos están perfectamente racionados durante todo el metraje, de manera que aparecen en su justa medida y en complicidad con los momentos de clímax que nos ofrecen las escenas principales.

Pocos sustos y bien repartidos, pues; unidos a una trama más que correcta y a una atmósfera que envuelve desde el principio. La madeja argumental aportada por el guión no tiene excesivas dobleces y al final todo encaja a la perfección, aunque quizás lo termine por hacer de manera algo forzada. Por otro lado, la tensión se hace palpable en todo momento, muy bien apoyada por unas meclas de sonido que contribuyen a mantener el nivel de tensión que el filme exige. De hecho, y como consejo para aquellos que no la hayan visto y les guste atar cabos antes del final, ojito al apartado sonoro, porque acaba por convertirse en clave para la resolución del conflicto.

A todo ello, me gustaría comentar algo sobre la credibilidad del argumento. Quizás partía de una idea equivocada, o quizás no estaba bien informado, pero cuando entré en el cine pensaba que lo hacía para ver una historia con algo más de realismo. Miedo real, diríamos. Pero me equivocaba, porque la película juega mucho con el aspecto paranormal, llegando incluso a aportar una sesión de espiritismo en una de sus escenas. Bien es verdad que cosas como estas están a la orden del día y que, ciertas o no, suceden todos los días a nuestro alrededor. Pero esperaba sucesos más palpables, más propios de este mundo tangible en el que vivimos que del que investiga Íker Jiménez.

Y aquí es dónde me llega mi principal queja. Aquellos que hayan visto ya El Sexto Sentido o Los Otros posiblemente sepan de qué hablo. En esta ocasión nos encontramos ante una desembocadura muy previsible, donde lo humano y lo inhumano se dan la mano para dar un resultado suficiente, pero quizás insatisfactorio. Y cuando esas mismas estrategias o similares ya las has visto en el cine comercial de los últimos años, pues uno se queda al final con un poso amargo.

En definitiva, se trata de una buena película que merced a ya manidos recursos fílmicos aporta lo que la mayoría de espectadores buscan en ella: miedo. Además, con el protagonismo absoluto de Belén Rueda (muy notable en su interpretación) y la consiguiente identificación con el personaje que se consigue, la tensión y angustia están asegurados para todos. Pero eso sí, si estás ansioso por un poco de aire fresco y creatividad en el género, El Orfanato te sabrá a poco.

martes, 11 de diciembre de 2007

sábado, 8 de diciembre de 2007

El precio de la inmortalidad

Con una carta en la que se autodefinía como "una mierda" y en la que afirmaba que pretendía ser famoso. Así se despidió del mundo Robert Hawkins, el joven de 19 años que el pasado miércoles asesinaba a ocho personas en un centro comercial de Nebraska (EE.UU) y poco después se suicidaba. Días antes había sido despedido de su trabajo y lo había dejado con su novia, quedando sumido en una espiral depresiva que acabó por precipitar los acontecimientos.

Baja autoestima, armas fáciles y una sociedad donde prima la fama fugaz y efímera han sido los ingredientes del caldo de cultivo de un suceso que cada vez se repite más. Jóvenes antisociales y desequilibrados, incomprendidos por una sociedad en ocasiones cruel, que optan por coger un arma con el único fin de sentirse escuchados. El resultado: una matanza innecesaria y evitable; y con ella, un loco que alcanza su instante de gloria y que por unos momentos antes de volarse la cabeza saborea las mieles del "éxito".

La sociedad occidental tiene un grave problema y sus consecuencias empiezan a salpicarnos gota a gota en este comienzo del siglo XXI. Vivimos en un mundo que gira a una velocidad frenética donde cumplir con las expectativas es más una obligación que un deber. Y es que no se puede obviar que el ser humano es un animal social, por lo que aquél individuo que por cualquier motivo experimente la sensación de rechazo, corre el riesgo de convertirse en una bomba de relojería. Sobre todo si tiene la posibilidad de acceder fácilmente a un arma, como en EE.UU.

Así pues, ¿qué es lo que pasa por esas inestables cabezas antes de coger un rifle y liarse a tiros? Básicamente un necesidad de fama y reconocimiento aderezada con un gran sentimiento de venganza. Gente como Robert Hawkins o Cho Seung-Hui son jóvenes que perciben que han fracasado dentro de una sociedad que consideran injusta y que, ante tal situación de marginación, escogen rebelarse. Se sienten minusvalorados, incomprendidos (en ocasiones bajo su propia manipulación de la realidad) y reaccionan con violencia, aún a pena de perder su propia vida. De hecho, poco les importa, porque tienen mucho que ganar y poco que perder.

Digo que tienen poco que perder, aunque sea su propia vida, porque en realidad se encuentran en un punto de difícil retorno en el que sienten que no van a conseguir encajar en la sociedad. Creen que el mundo no está hecho para ellos y ante tal sensación, optan por demostrar su inconformidad atacando a lo que ésta representa. Así, Hawkings optó por entrar en un centro comercial y ponerse a disparar a las personas que se encontraba a su paso, y poco le importaba quiénes fueran: eran simples figuras, mero ejemplo de todo aquello que odiaba y que le había hecho sentirse "una mierda".

En cuanto a qué es lo que gana con ello, respondo con lo que él mismo aludía en su misiva, con la fama. Aunque ésta sea efímera, porque hoy nos acordamos de su nombre y su foto. Y quizás la semana que viene. Pero dentro de un año no será más que una mera estadística más en las páginas de sucesos, un número más de las decenas de asesinatos por parte de locos en colegios, institutos, universidades y centros comerciales estadounidenses. Por tanto, habrá conseguido lo que tanto ansiaba, la inmortalidad. Pero una inmortalidad inútil, innecesaria, porque su legado no aportará nada positivo y porque en unos meses nadie se acordará de su nombre sin mirarlo en los libros.

Es curioso, pero desde tiempos inmemoriales el ser humano siempre ha buscado el secreto de la eterna juventud, de la inmortalidad. Dejando atrás los avances en genética, la realidad es que hoy en día sabemos que sólo hay una forma de alcanzarla, y paradójicamente ésta llega sólo tras la muerte. Como reflexiona Milan Kundera en su genial obra La inmortalidad, ésta no es más que el reconocimiento y el recuerdo que consigue una persona tras su muerte. Es, en resumen, la posibilidad de evocar a alguien que no está, merced al legado que le dejó a los vivos. Por eso, todas las personas que han conseguido entrar en los libros de historia han logrado ser inmortales.

Sin embargo, hay muchas formas de alcanzarla. Unas loables, otras deleznables. El caso del desequilibrado de Nebraska que nos ocupa pertenece al segundo grupo. El chico ha conseguido después de muerto la fama que tanto ansiaba en vida y poco importa si no la ha podido disfrutar más que unos segundos, porque una de las condiciones de la inmortalidad es que no se puede saborear. Al final se ha salido con la suya, aunque por lo menos a los vivos siempre nos quedará la opción de inscribirle en la lista de los inmortales aborrecibles.

viernes, 7 de diciembre de 2007

martes, 4 de diciembre de 2007

domingo, 2 de diciembre de 2007