lunes, 1 de octubre de 2007

Dos vidas en un instante

El baloncesto es un deporte distinto, especial. Su peculiar relación con el tiempo lo hace único, lo convierte en un espectáculo donde cualquier cosa puede pasar. En él la suerte y el fracaso pueden entrecruzarse en décimas de segundo mientras mantienen en vilo a millones de personas. Todas pendientes de la trayectoria de un balón naranja y de sus caprichos. De poco vale todo lo jugado antes: el baloncesto puede decidirse en un instante fugaz, y con él, la gloria o el llanto de un equipo, la victoria o el fracaso.

Han pasado ya más de dos semanas de la derrota de la selección española de baloncesto en la final del Eurobasket de España. Tiempo más que suficiente para analizar fríamente cuáles fueron los errores cometidos. Y es que, a pesar del gran éxito que supone la medalla de plata conseguida, el regusto que se nos quedó a los aficionados es agridulce.

El primer motivo es lógico, ya que siempre saben mejor los terceros puestos que los segundos, pues generalmente estos últimos llegan tras una derrota. El segundo factor es la ilusión y expectativas creadas con anterioridad por los campeones del mundo, conjunto que llegó a jugar en los partidos previos a un nivel espectacular, de esos que a uno se le quedan en la retina por décadas.

La realidad es que fallaron bastantes cosas en este conjunto que parecía invencible. Pequeños detalles, que individualizados no son más que pequeñas nimiedades, pero que acumulados pueden llevar al traste con cualquier objetivo, por fácil que sea este. Para mí el principal fue el factor psicológico. Este equipo era superior, se sabía superior, y ése es un error que sólo se comete merced a la falta de humildad.

A esta "prepotencia" contribuyó que el torneo se disputase en casa. Por raro que pueda parecer, el consabido factor cancha nos perjudicó. Fue una presión extra para un conjunto obligado a ganar, que tenía mucho que perder y poco (no nos engañemos) que ganar. Aspecto al que hay que sumarle la pésima gestión y organización del evento, caracterizada por unos marcadores que no funcionaban en la mayoría de encuentros y por una afición VIP, cuando lo que se necesitaban eran verderos aficionados, de esos que saben lo que es el baloncesto.

Por otro lado, Pepu también traicionó sus principios. El factor que muchos analistas habían señalado como clave en Japón, bautizado por el propio seleccionador como "E-QUI-PO", tampoco apareció. Los jugadores se seguirían llevando tan bien como siempre y demás, pero el peso de las responsabilidades dejó de repartirse para centrarse en cinco o seis jugadores clave. La prueba está en el caso de Garbajosa, donde el nombre primó sobre el jugador y se luchó hasta el final por conseguir que el alero de Torrejón jugase al 60% de sus posibilidades. Tenía que jugar, debía jugar, y poco importaba cómo lo hiciese.

De hecho, el papel de los secundarios en esta ocasión fue terciario, diría yo. Sólo así se explica que en la final Marc Gasol desapareciese al acabar el primer cuarto tras estar seis buenos minutos en pista en los que anotó cinco puntos. O que Mumbrú jugase sólo 12 minutos sin anotar. O que Cabezas participase tan sólo en un cuarto. O que Berni ni pisara cancha...

Sin embargo, además del factor psicológico está otro aspecto. Y es lo rematadamente mal que se jugó la final. El equipo se empeñó en heroizar a un Pau Gasol ausente, timorato, que acabó en unos buenos 14 puntos y 14 rebotes por simple inercia. Si un conjunto se empeña en darle todos los balones a su jugador estrella y éste se las juega todas, pues es normal que haga números de escándalo. Es lo que le pasa a jugones como Iverson o Bryant. Sólo que éstos normalmente no acaban con un
25% en tiros de 2 y un 42% en tiros libres.

Creo que nos empecinamos en hacer de Pau Gasol nuestro salvador porque su fiel escudero Navarro estaba con la cabeza en su futuro en la NBA (y su cuerpo renqueante por sus problemas físicos), porque Rudy fue de más a menos en el torneo, porque como dije antes Garbajosa no era Garbo y porque Felipe nunca se ha sentido importante en este equipo. De Calderón mejor hablar aparte, porque aunque algunos creen que se escondió en la final, pienso que éste ya había hecho todo lo se le podía exigir.


Y a pesar de todo, España estuvo ahí. Pendiente del dictar de la pelotita, del balón que quiso entrar en aro español tras golpear el tablero en una "pedrada" de ruso-americano-putiniano Holden. Momentos después, la canasta contraria escupía el tiro de un Pau Gasol dispuesto a convertirse en el héroe tardío que no finalmente no fue y en el que había tenido múltiples oportunidades de constituirse. Dos vidas en un instante. Victoria y derrota. Por eso me gusta el baloncesto. I love this game.





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