jueves, 24 de enero de 2008

Grandes gestas del deporte: ¿Por qué soy del Real Madrid? (1)

63 puntos (24/29 en T2, con un 82%; y 15/18 en T1, con un 83%), 13 rebotes, 2 asistencias, 11 faltas provocadas, 4 balones recuperados y 1 tapón. No son números propios de un partido de infantiles ni de cadetes, sino de un encuentro profesional, y de competición europea, para más inri. El protagonista, Joseph John Arlauckas, Joe Arlauckas, jugador del Real Madrid. Y el año, 1996.

Corría el mes de febrero de hace casi doce años cuando el Real Madrid acudía a la cancha de la Virtus de Bolonia para enfrentarse al equipo italiano en la antigua Copa de Europa. Un partido más, en el que difícilmente se podía esperar que un jugador diese semejante recital, aunque este se llamase Arlauckas. Y es que para el crack de Rochester (1965) era un habitual rondar la veintena de puntos y los siete rebotes por partido, unas cifras que hoy en día no se destilan en el baloncesto europeo.

La realidad es que Arlauckas pertenecía a un grupo de jugadores que hoy en día no existe. Sus 2,06 y 105 kilos de peso lo convertían en un jugador demasiado bajito para ser un pívot, pero demasiado alto para ser un alero. Era pues un híbrido, un baloncestista que en la actualidad se podría colocar en la posición de 4, de ala-pívot, y que, como tal, aglutinaba en sus aptitudes la fortaleza de los más altos y la habilidad de los mejores tiradores. Una mezcla explosiva que lo convirtió en un todoterreno, en un verdadero dominador de la zona que vivió en Madrid los mejores años de su carrera.

Puedo decir que yo crecí viéndole jugar, y que, gracias a él y a su Real Madrid (1993-1998) me aficioné a tan apasionante deporte. Era la época del baloncesto en el Palacio de Deportes de la Comunidad, con jugadores tan históricos como Antúnez, Laso, Santos, Mikhailov, Antonio Martín, Pep Cargol, Simpson, Mike Smith. García Coll, Herreros o el gran Sabonis, Sabas. En definitiva, era básket en estado puro, tiempos propios de la penúltima gloria europea del equipo merengue.

12 años después ha llegado a mi ratón este magnífico vídeo, lo que me ha permitido recordar a un juagador de los que marcaban época, de los pocos capaces de jugar de una manera que al espectador se le quedase grabado en su retina. Fuerza, habilidad, anotación, técnica, inteligencia... todas ellas habilidades que caracterizaban a Joe Arlauckas, pero insuficientes en sí mismas para convertirle en alguien capaz de semejante gesta en un encuentro de ese calibre. Porque además, el americano tenía ese toque especial, esa magia capaz de convertir a un simple jugador en un mito. Sólo así se pueden explicar esos 63 puntos tras estar sin anotar los cinco primeros minutos...



1 comentario:

Matías Irarrázabal dijo...

http://asociaciondelbuenescribir.blogspot.com/

saludos