martes, 12 de agosto de 2014

Diego López y el pecado de hacer bien el trabajo

No soy de Iker Casillas. Ni tampoco de Diego López, aunque el titular que acompaña a estas líneas pudiera indicar otra cosa. Soy del Real Madrid. Y esto implica apoyar al equipo blanco en todo momento y desear que cuando cualquiera de sus jugadores salta al campo para defender su escudo lo haga de la mejor forma posible. Por eso, veo inútil enzarzarse en una guerra cruzada sobre qué portero es mejor o quién ha hecho más méritos. El mejor club del mundo está de por medio y, cuando eso pasa, lo personal pasa a un claro segundo plano.

A partir de esta premisa me formo mis propias opiniones, como todo el mundo. Y de la venta de Diego López tengo una muy clara: su salida ha sido una verdadera lástima. Porque el gallego ha acabado siendo una víctima inocente de una situación que 'se ha salido de madre' en el último año y medio. Solo se le puede acusar de ser madridista y de hacer las cosas lo mejor que ha podido. Lo cual, por cierto, ha sido más que suficiente para que cumpliera de sobra con las exigencias de un club como este. Por mucho que lo intento, me cuesta mencionar a un solo jugador en la historia que haya sido sometido a más presión mediática que Diego López. Y, a pesar de todo, el de Paradela ha callado, ha apretado los dientes y ha trabajado cada día más duro para ganarse la confianza del entrenador.

Quizás Diego López no sea el mejor portero del mundo. Ni siquiera de España. Pero es un gran cancerbero y un profesional con mayúsculas. Su 'pecado' ha sido hacer su trabajo bien, muy bien. Le ha dado al Real Madrid el mejor año y medio de su carrera, a un nivel al que pocos podían imaginar que podría llegar. En este tiempo le recuerdo muy pocos fallos de bulto en la portería del equipo blanco, aunque los ha tenido como humano que es. Y tampoco la suerte le ha acompañado a la hora de ganar títulos con él bajo los palos. Lo digo porque he llegado a leer argumentos de que siempre que él ha jugado el equipo no ha ganado nada. Son críticas a todas luces injustas; porque en este deporte las derrotas, al igual que las victorias, siempre responden a una labor colectiva.

Casillas y Diego LópezEn este punto lo importante es que Diego se va, y lo hace porque la cuerda se ha roto por el lado más débil. Su caché es menor que el de Casillas y su bagaje y peso en el club también lo es. El gallego responde a un portero de perfil bajo, aunque su rendimiento en el campo haya demostrado que merecía más reconocimientos y portadas. El ex del Villarreal cobra menos que el mostoleño y arrastra a menos masas, para bien o para mal. Es más fácil abrir la puerta de atrás para que se vaya él que para que lo haga Iker. Así es. Como digo, es una verdadera lástima y una injusticia con muchos padres; porque su trabajo, dedicación y madridismo no merecían este final. Por lo tanto y en el momento del adiós, cero reproches para él y un aplauso de reconocimiento, con la seguridad de que muchos madridistas le recordaremos siempre con cariño y respeto.

Ahora Diego se va y se queda Iker. Complicada papeleta la suya. Durante muchos años le he visto como el mejor del portero del mundo. Ya no lo es, evidentemente. Y esto es así por su cabeza, por las constantes distracciones a las que ha sido sometido los dos últimos años y por una evidente dejadez derivada de no tener nadie que le tosiera durante años. La presión para él también es enorme y al final ha acabado siendo devorado por el 'agujero negro' formado por la prensa, las redes sociales y las propias exigencias del club y la selección. Visto el Mundial y su partido de pretemporada ante el Manchester queda claro que no tiene la cabeza en su sitio. No está centrado. Y diría que le veo así desde su fallo en la final de Champions en el gol de Godín. A partir de esa jugada su rendimiento ha ido en picado porque el primero que ha dejado de creer en Casillas ha sido él mismo.

Creo que su problema está en su cabeza, no en su cuerpo. Iker ha cometido errores últimamente, tanto dentro como fuera del campo. Pero sigue vistiendo la camiseta del Real Madrid. Y ha hecho muchas cosas por este equipo. Sus manos (y pies) han ayudado a ganar multitud de títulos. Solo por eso merece una consideración y los mejores deseos cada vez que salte al campo para defender este escudo. Por una cosa o por otra (y no solo por decisión suya) al final el elegido para continuar en el club ha sido él, por lo que toca apoyarle cada vez que juegue. Los resultados del equipo irán en ello. Y luego, una vez que le llegue el momento de separar su camino del Madrid, será el momento para hacer balance. Porque de seguir haciéndolo ahora lo único que conseguiremos será alimentar más la hemorragia interna que nos está amargando el año de la 'Décima'.

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