lunes, 26 de diciembre de 2011

Este equipo tiene otra cara


El 2011 ha sido un año convulso para la sección de baloncesto del Real Madrid. El club buscó la estabilidad en el verano de 2009 fichando a Ettore Messina, pero en vez de conseguir su Mourinho particular para la canasta se encontró con un técnico superado por la presión de tener que dirigir a un grande. Su espantada a principios de marzo tiró por la borda la temporada justo cuando ésta se iba a empezar a decidir, lo que provocó que el club se replanteara la situación en julio.

La apuesta por el perfil de técnico estrella había fallado estrepitosamente. Bien es cierto que el equipo llegó a la Final Four europea por primera vez en 16 años. Pero la realidad es que lo hizo para ser humillado en los dos partidos, sin dar sensación de haber estado en Barcelona para competir por el título. El experimento de dejar a Molin en el banquillo fue una opción equivocada desde el sentido que echaba a perder el resto del curso, pero acertada viéndose desde la perspectiva de esperar al verano para tener la mejor opción.

Y así, la temporada se hizo larga, eterna. El secundario Molin fue incapaz de sacar algo decente de los mimbres que había, empeñado como estaba en perpetuar el legado del huido Messina. Con unas rotaciones miserables, con Begic, Velickovic y Mirotic en el ostracismo, el Real Madrid hizo un final de curso bochornoso, indigno del club con mejor palmarés del baloncesto europeo. Un 3-1 en semifinales de ACB ante el Bilbao Basket fue el epitafio de la etapa italiana del equipo, del baloncesto condicionado y depresivo que había dejado el técnico de Catania y su ayudante.

La situación exigía un cambio de rumbo. Y vaya si lo hubo. Tanto que el club escogió a Pablo Laso, toda una referencia para el baloncesto español como base de los 90, pero un novato en eso de los banquillos. Un hombre de la casa, que jugó en el Real Madrid durante un par de temporadas y en el que su currículum constaba un ascenso con el Lagún Aro San Sebastián a la ACB y un puñado de temporadas decentes en la máxima categoría.

Era una vuelta al perfil Plaza, sin llegar a tener los componentes de técnico formado en el club. Humildad, trabajo y juventud. Tres pilares básicos sobre los que se iba a cimentar el nuevo proyecto, a pesar de que la elección no gustaba ni convencía a muchos, a mí el primero. Recurrir a Laso tras haber tenido a Messina en el banquillo era como dar un paso atrás, como admitir que el Real Madrid solo debía aspirar a pelear los títulos, no a ganarlos realmente.

Pero fue llegar el vitoriano y las cosas se empezaron a hacer bien. Muy bien. Como no estaba acostumbrado el madridismo. Primero llegaron Carroll y Pocius, dos hombres exteriores de primer nivel. De hecho, Carroll ha sido el mejor fichaje de este equipo en muchos años. Me ha bastado cuatro meses viéndole con la camiseta blanca para pensar que su impacto en el club está siendo y será superior al de Louis Bullock. Y eso es mucho decir.

En el Real Madrid sabían que el equipo tenía que reforzar su juego exterior y así lo hicieron. Sin embargo, no se quedaron ahí, porque también trajeron a Rudy Fernández e Ibaka en dos movimientos que devolvieron la ilusión a la afición. La sombra de la NBA pendía sobre sus cabezas, pero que nos quitaran lo bailado mientras tanto. Duraron tres meses el primero y mes y medio el segundo. ¡Pero qué meses!

Los dos aportaron calidad y fuerza al equipo, haciéndolo temible en Europa y en España. Con ellos y el resto de la plantilla, Laso consiguió en tiempo récord cambiarle la cara al equipo, creando una escuadra de juego alegre, veloz y de ritmo endiablado. Se había pasado de los partidos rondando los setenta puntos a los choques con las tres cifras en el marcador del equipo. Desde el primer año de Plaza en el banquillo no se había visto algo semejante, a un Real Madrid jugando tan bien a este deporte.

Ahora, ni siquiera el regreso forzado de Ibaka y Rudy parece haber cambiado mucho el panorama. Herreros y Sánchez Lázaro estaban preparados para este contratiempo y reaccionaron rápidamente fichando al jugador revelación del comienzo de temporada en España, el joven Kyle Singler. Con él se ha tapado parcialmente el hueco dejado por el balear y se ha conseguido un hombre polivalente para el juego exterior, por lo que el equipo no se ha resentido demasiado.

Cuando se trabaja bien, lo lógico es que se consigan frutos. Y el Madrid de baloncesto está en el buen camino para ello. Ha sido el tercer mejor equipo de la primera fase de la Euroliga y ha dominado con solvencia el llamado ‘grupo de la muerte’. Además, es líder en la ACB empatado con el Barcelona, todo un equipazo que empieza a estar lastrado por los años. Sin embargo, el Real Madrid es un equipo joven que cuenta con el futuro del baloncesto, con una generación de jugadores llamada a recuperar la gloria que los aficionados llevamos más de tres lustros esperando. Por fin el proyecto huele a estabilidad y a buen baloncesto. Las cosas se han hecho bien en este 2011 y en el 2012 será el momento de refrendarlo haciendo justicia a las expectativas y a la camiseta.

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