miércoles, 23 de febrero de 2011

Mucho más que un gol

Hay tantos que tienen un valor mucho mayor de lo estrictamente deportivo.  Que por sí solos suponen un cambio de mentalidad. Que son capaces de romper con malas rachas que hasta entonces, afectaban a un equipo año tras año, sin remisión. Así ocurrió en el pasado Mundial de Sudáfrica con el gol de Villa ante Paraguay. Un tanto que por su ejecución, llena de avatares y emoción, fue capaz de dar carpetazo al mal fario que arrastraba la ‘Roja’ desde hacía 60 años.

Aquel 3 de julio me quedé con la sensación de que ese Mundial no se le podía escapar a España. Una única jugada había sido la mejor cura para un lastre que se antojaba eterno. Y la pasada noche, 22 de febrero, tuve una percepción similar tras el gol de Benzema. Tenía que ser el francés, el jugador que había estado en la picota desde que firmó por el Madrid. Él debía romper la ‘maldición’ de Gerland. Su casa. Un lugar, que, en cambio, para los blancos era sinónimo de película de terror. Tres partidos en la última década y tres derrotas con cero goles a favor.

Y Karim sólo necesitó dos minutos para apartar de un plumazo todos los fantasmas. Fue en una jugada de inicio trastabillada y peleada, como llevaba siéndolo todo el partido. Pero el ariete galo puso orden en el caos y, tras una gran pared con Cristiano Ronaldo, supo esperar el momento de alojar el balón en las redes de Lloris. La sangre fría que muchos han esgrimido para criticarle se convirtió en su mejor arma para desarbolar a la defensa del Olympique.

Hasta entonces, el partido era la misma pesadilla de siempre en Lyon. Un equipo rocoso, pertrechado en un campo estrecho como Gerland y que no concedía ni un segundo para pensar al Madrid. Resultado: el Olympique achuchaban sin demasiado acierto, mientras los de blanco volvían a sufrir el déjà vu eterno de Lyon y se conformaban con mantener un empate a cero benigno para las dos partes. Pero todo cambió a partir del descanso.

Sea lo que sea lo que les dijese Mourinho en los 15 minutos de asueto, el Madrid cambió de actitud. Dos palos consecutivos en un minuto casi mágico (uno de Cristiano y otro de Ramos) espolearon al equipo, el cual ni siquiera bajó los brazos con el penalty injustamente obviado por el casero Stark. Y en esas estaba el partido cuando apareció el hijo pródigo, quien dos minutos antes había sustituido a Adebayor. En una jugada memorable consiguió el primer gol del Madrid en Gerland tras 335 minutos de sequía histórica.

En esos momentos, el partido estaba tal y como quería Mourinho. El Lyon acusaba el golpe y el Madrid esperaba atrás a la espera de dar el golpe definitivo. Pero el encuentro pasó, de pronto, de estar en fase de encefalograma plano a ponerse de cara para los locales. Un gol tonto, producto de un error de Sergio Ramos en el fuera de juego, cambió el panorama. Y ahí es cuando el Lyon empezó a creer.

Al final el Madrid aguantó las embestidas y se llevó un valioso empate que deja un sabor agridulce por la sensación de que el Madrid no se llevó más de allí porque no tuvo la ambición suficiente. Quizás el peso de la historia reciente en este campo influyó y provocó que los blancos no buscaran sentenciar la eliminatoria cuando todo estaba de cara para ello. Pero en la mochila ya se llevaban un gol que ha de valer su peso en oro en Madrid, donde los merengues no deberán tener problemas para estar en cuartos.

Así lo entendió Florentino, que no pudo evitar celebrar el tanto de Benzema como si de un hijo suyo se tratara. Fue como quitarse de encima seis años de sinsabores, de eliminatorias perdidas desde el primer minuto. Esta vez la historia era distinta. Porque por fin su gran apuesta, Karim Benzema, se graduaba con el Real Madrid, y lo hacía a lo grande en el campo donde nadie con esa camiseta lo había logrado antes. Su gol encarrilaba la eliminatoria y con él, llegaba la sensación de que, al igual que la 'Roja', este Madrid no tendrá límites una vez que entierre a los fantasmas de su pasado.

lunes, 7 de febrero de 2011

Cuando el problema no está en casa

54 puntos de 66 posibles en Liga. Finalista de Copa tras ganar todos los partidos de cuartos de final y de semifinales. En octavos de la Champions League con los mejores números en la fase de grupos de todo el continente. Sólo tres partidos perdidos en toda la temporada. En definitiva, unos datos que, en circunstancias n0rmales, serían motivo de orgullo para cualquier aficionado que se precie. Pero en el Real Madrid, esta temporada, pueden llegar a ser hasta sinónimo de crisis.

Pero, ¿cómo se explica esto? Las matemáticas dicen que es prácticamente imposible hacerlo mejor, al menos en cuanto a números. A no ser, claro, que se roce la perfección. Y eso es algo que, a lo largo de la historia, apenas un puñado de equipos han logrado conseguir. Uno de los cuales, compite en la misma Liga que el Real Madrid. Sí, es el F.C. Barcelona, un equipo capaz de hacer sonrojar números de escándalo como los que está consiguiendo José Mourinho en Chamartín.

Es decir, palabras mayores. Sólo así se explica que el conjunto culé sume ya 16 victorias consecutivas en la competición doméstica y en la Copa y en la Champions haya pasado rondas con una facilidad pasmosa. O que multitud de récords históricos estén cayendo uno tras otro en el zurrón de los de Pep Guardiola. Es lo que tiene la sencilla anormalidad de este equipo, que juega de una manera tan engrasada que parece fácil, aunque a su alrededor vaya dejando los "cadáveres" producto de su hambre voraz.

Y en este contexto le ha tocado vivir al actual Real Madrid. Un club que sobrevive a base de las migajas que pudo coger en los años 2007 y 2008, cuando el gran Barcelona de Riijkaard le dio un respiro para transformarse en la excelencia dirigida por el de Santpedor. Una situación muy difícil para una institución que lleva más de un lustro en crisis de identidad y que en este tiempo ha probado casi una decena de fórmulas distintas sin dar con la solución posible. Porque está a la sombra del vecino, y resulta que este, haga lo que haga, conseguirá la excelencia.

Así, el Madrid de hoy es un equipo al que no se le juzga desde parámetros estándar, sino desde la comparación con el mejor Barcelona de todos los tiempos. Su vara de medir no es la lógica dictada por el más de un siglo de existencia de fútbol, es la trayectoria inmaculada de su titánico rival. Y ahí no hay más camino que la decepción, porque en la historia no hay lugar para dos maravillas coétaneas. Sólo puede haber una, a la par que un aspirante al reemplazo. Y aquí los roles ya están asignados.

Por lo tanto, el club blanco merece un análisis más benigno, alejado de comparaciones intoxicadoras. Es verdad que este equipo juega a impulsos, que sus ratos de buen fútbol se han limitado a la condición física de inicio de temporada y que Cristiano Ronaldo es un estilete básico para los merengues. Pero también es cierto que los números están ahí y que la campaña del Real Madrid está siendo para enmarcar. Por una vez en muchos años, este equipo está vivo en febrero en las tres competiciones y da sensación de sobriedad. Por una vez, el Madrid huele a bases de proyecto cimentadas. Así que olvidémonos  de lo que ocurre a 600 kilómetros de distancia y sigamos haciendo nuestro trabajo mientras el tiempo hace el suyo.