viernes, 28 de agosto de 2009

Contagiados por los medios

"La prensa es el cuarto poder". Se trata de una afirmación que la historia se ha encargado de atribuir al político irlandes del siglo XVIII Edmund Burke y que resume en pocas palabras el dominio que los medios de comunicación tienen sobre las masas. Y es que el periodismo es una profesión que como en la mayoría de labores se puede desempeñar mejor o peor, pero que en su caso incluye el concepto de responsabilidad. Responsabilidad con la sociedad en un primer término y con uno mismo en un segundo plano. Es, por tanto, una cuestión de ética y de un ejercicio de implicación, por lo que la honestidad cobra un papel fundamental a la hora de ejercerla.

Pues bien, a lo largo de esta primavera y verano de 2009, los medios a escala mundial se han encargado de bombardearnos con informaciones relativas a la Gripe A(H1N1), una variante de la Gripe española que afectó a millones de personas durante los años 1918 y 1919. Así, el 13 de abril moría una mujer en México que estaba infectada por el virus, por lo que se daba el pistoletazo inicial a un largo listado de noticias preocupantes sobre la extensión del mismo. No ha habido día en el que los diarios y periódicos de gran parte del planeta no abriesen su cabecera con nuevos datos y cifras sobre la evolución de la enfermedad, llegando a generar una preocupación en la sociedad que probablemente no sea acorde a la verdadera dimensión del problema.

¿Y cuál es esta dimensión? Pues la de una enfermedad que presenta un cuadro "más leve y corto" que la estacional y que en estos momentos se encuentra en una fase inicial, por lo que su evolución es incierta de cara al futuro. De hecho, para la directora general de la OMS, Margaret Chan, "puede que en un mes este virus desaparezca, puede que se quede como está o puede que se agrave". En consecuencia, aquí es donde radica el verdadero problema de la misma, en sus posibilidades de mutación en un futuro, un aspecto que a todas luces se convierte en imprevisible y ante el que sólo queda la precaución y el tratar de evitar los contagios.

Todo lo que sea ir más allá, en una dirección encaminada hacia el alarmismo, será una actividad más enfocada a los intereses económicos que a los puramente humanos. Porque, preguntémonos, ¿cuántas personas han muerto hasta el momento (en casi cuatro meses) por gripe A en el mundo? 2.185. ¿Y en España? 20. Y ahora, vayamos más allá. ¿Cuántas personas mueren al año por la gripe común? Entre 250.000 y 500.000. ¿Y en España? 3.000. Y la pregunta final, la más relevante quizás para lo que nos compete: ¿De cuántas de estas muertes por la gripe común se hace eco la prensa? De ninguna, o cuanto menos, de una ínfima parte.

La idea que subyace de estos datos es la necesidad de establecer una cierta precaución en relación a la enfermedad, pero siempre exenta del alarmismo con el que convivimos en estos días. En la labor periodística actual se hace preciso una actuación desde la mesura donde se le de la voz a los científicos, que al fin y al cabo, son los verdaderos expertos en la materia. Profesionales, que, por otra parte, ya se encargan de llamar a la tranquilidad, como el director del Centro Nacional de Gripe de Valladolid, Raúl Ortiz de Lejarazu, quien aconseja tratar los casos como si fueran de "una gripe común".

O incluso van más allá, como es el caso de Germán Velasquez, alto funcionario de la Organización Mundial de la Salud (OMS), quien en mayo, poco después de la aparición de la enfermedad, hablaba en términos de "exageración de la prevención" y mencionaba a "la fabricación de medicamentos o vacunas a volúmenes gigantescos" señalando a los medios como parte importante de esta campaña: "la prensa, que hace un muy buen trabajo, pero cuyas primeras páginas con noticias alarmantes hacen subir las ventas o aumentar la audiencia, e intereses de tipo político, por ejemplo para ocultar problemas como la crisis financiera". No en vano, se estima que las farmacéuticas encargadas de fabricar las vacunas puedan llegar a desembolsarse la sorprendente cifra de 800 millones de euros.

En este contexto de crítica el siguiente paso es el de alimentar la habitual teoría de la conspiración, algo que ya se ha encargado la austriaca Jane Bürguermeister, periodista que ha presentado cargos al FBI contra la OMS, la ONU y varios funcionarios del gobierno por supuestos actos de bioterrorismo en los que se habría creado de manera artificial en laboratorios esta nueva variante del virus para generar una pandemia y generar beneficios económicos con los tratamientos posteriores. La verdad es que suena a guión cinematográfico de Hollywood, por lo que hay que tomarse semejante acusación con ciertas reservas.

Lo que es indudable es que existen intereses empresariales para crear miedo y preocupación en relación a esta nueva pandemia, por lo que todo acto que implique acopio de medicamentos a escala mundial supondrá un incremento de los beneficios económicos. En definitiva, es un juego especulatorio donde la manipulación juega un papel fundamental y en el que los medios de comunicación hacen el trabajo sucio de hacer llegar a cada ciudadano el mensaje del pánico. Ya lo hicieron con el brote de gripe aviar al insinuar, en 2005, que una pandemía de la misma causaría entre dos y siete millones de muertes en todo el mundo. En realidad, murieron (hasta hoy) tan sólo 272 personas. Eso sí, los beneficios para las farmaceúticas fueron millonarios por la compra de medicamentos que luego no hicieron falta. Ahora se habla de que cerca de 2.000 millones de personas pasarán la enfermedad en algún momento. Así que, entre recuento y recuento de contagios, habrá que echarle un vistazo a la Bolsa.


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