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domingo, 20 de diciembre de 2009

La independencia de juguete

Fin de semana del 12 y del 13 de diciembre. La mayoría de periódicos de tirada nacional abren su ediciones con la noticia de la consulta independentista que se va a desarrollar en Cataluña. En total, los ciudadanos de 166 municipios catalanes estaban llamados a dejar su opinión en relación a la independencia de esta Comunidad Autónoma. Pero lo que se suponía una fiesta del nacionalismo local, acabó siendo un silencioso fracaso.

Sólo así se explica que los ecos de estos sufragios apenas resonaran los días posteriores a su celebración. Los resultados obtenidos acabaron por no ser todo lo satisfactorio que se esperaba por sus promotores, lo que propició que lo que antes se vendía como una gran jornada terminara por convertirse en un hecho sin apenas notoriedad posterior. Porque no cabe duda de que si la participación hubiera sido la aceptable, aún hoy resonarían los ecos de la "cerrazón" española en relación al independentismo catalán.

Pero la clara realidad es que los resultaros fueron realmente pésimos para los interesados. Un 27,41% del censo se animó a participar en esta simulación, y eso que también participaron los jóvenes de 16 y 17 años. No deja de tener gracia este dato, porque demuestra un intento algo desesperado de maquillar lo que pudiera pasar a posteriori. La juventud, tan tendente a la rebeldía, podía jugar un papel clave en el apoyo al independentismo, así que, ¿por qué no usarla para inflar las cifras?

El porcentaje a favor del sí fue del 94,89%. Obvio, por otra parte. Porque lo que es evidente es que en una consulta como esta, en la que su validez queda en lo anecdótico, sólo se acercan a votar los que se juegan algo con ella. Es normal y lógico que el independentismo catalán se movilizara ese fin de semana para demostrar su existencia; así que lo que realmente se puede extraer de los datos es que éste no goza de tan buena salud cómo se nos quería hacer ver.

Porque un análisis más profundo de las cifras arroja un hecho demoledor. Un 26% de los catalanes de esos municipios apoya la consulta. Al resto, o no le importa la misma o la rechaza. Así que tras ello, sólo queda plantearse la pregunta de si realmente era necesario perder el tiempo y el dinero con una prueba semejante, salida del deseo insatisfecho de unos pocos. Quizás la prueba realizada en Arenys de Munt hace tres meses invitó a actuar de esta manera, pues por aquél entonces uno de cada tres vecinos se mostró a favor. Aún así, escaso apoyo para semejante empresa.

Hace apenas dos semanas que la Constitución española celebró sus 31 años de vida. Una Carta Magna que España luce con orgullo como resultado de una transición ejemplar de la dictadura a la democracia. Sin embargo, desde su nacimiento ésta apenas ha tenido tranquilidad, pues el debate sobre algunos de sus puntos más polémicos ha estado en todo momento en la calle. Uno de ellos es el de los nacionalismos, a pesar de que en la Constitución se ofrece un sistema equilibrado de convivencia plurinacional:

"Artículo 2.

La Constitución se fundamenta en la indisoluble unidad de la Nación española, patria común e indivisible de todos los españoles, y reconoce y garantiza el derecho a la autonomía de las nacionalidades y regiones que la integran y la solidaridad entre todas ellas".

Opiniones e ideologías políticas hay para todos los gustos, algo así como los colores. Y dentro de los límites democráticos y de los derechos humanos, todas ellas son respetables. Pero cuando una de ellas pretende modificar algo relativo a la Constitución, debe tratarse con reservas, como es el caso de los nacionalismos. Así, sólo con un apoyo masivo y evidente hacia los mismos se puede empezar a plantear un cambio en la estructura de España; y en Cataluña éste ha demostrado ser ahora mismo, a todas luces, insuficiente.
Por ello, que uno de cada cuatro catalanes esté a favor de la independencia no implica más que el hecho de ser una cifra insustancial para planteamientos de cambio en uno de los estados democráticos más jóvenes de Europa. Bajo esta lectura, la consulta realizada hace unos días no deja de ser un simple juego llevado a cabo por unos cuantos interesados; el cual, por cierto, no dio los resultados satisfactorios que se deseaban. Por ello, quizás sea el momento de no perder más tiempo y empezar a trabajar en serio en los temas que de verdad preocupan al ciudadano.

viernes, 19 de junio de 2009

El juego de la crisis

96 millones de euros. Mucho dinero, sin duda. Y más para un fichaje futbolístico, para una actividad que no deja de ser un deporte con una mera función social catártica. De ahí que desde que el Real Madrid anunciara su millonaria oferta por el portugués Cristiano Ronaldo el debate haya surgido a una escala mundial sobre si realmente son normales estas cifras. La tendencia lógica ha sido la de echarse las manos a la cabeza, dada la severa crisis que azota la economía desde finales del año pasado. Pero... ¿realmente existen motivos para escandalizarse?

Me parece curioso que las principales críticas lleguen desde la esfera de la política, acompañada de la demagogia desde definición. Y es que un buen número de políticos se han apresurado a opinar sobre el tema, mostrando en la mayoría de los casos su opinión contraria a semejante dispendio económico. La diputada del PP Celia Villalobos ha llegado a hablar de "suicidio" del Real Madrid, mientras que el portavoz del PNV, Josu Erkoreka, se pronunció con la afirmación de que el traspaso "es un elemento perturbador para el desarrollo económico armónico y que no tiene beneficios sociales evidentes". Hasta el mismísimo presidente del Gobierno lo ha criticado al tildar la operación de "excesiva", si bien ha admitido la fuerza social que tiene el fútbol en España.

Declaraciones que quedan muy bien en un contexto de crisis social en el que se han alcanzado cifras de paro superiores a los cuatro millones. Pero de la compra de 46 misiles militares por la "mísera" cifra de 57 millones de euros, ni una palabra. Será que son muy necesarios, no nos vayan a invadir este verano la isla de Perejil y tengamos que defendernos. Así que lo fácil es criticar al fútbol, ese deporte que se gasta tantísimo dinero a cambio de un beneficio social aparentemente inútil.

La realidad es que el mundo del fútbol en materia económica ha evolucionado enormemente en los últimos 12 ó 13 años. Muy lejos quedan los 600 millones de pesetas que en 1996 el Madrid gastó en fichar a Roberto Carlos del Inter de Milán, obteniendo con el fichaje al probablemente mejor lateral zurdo de la historia. Una temporada en la que el Madrid también se gastó unos 1.200 millones de pesetas en fichar a Mijatovic; como anticipo a que su vecino de enfrente, el Atlético de Madrid, pusiese sobre la mesa otros 3.000 millones para contratar al menudo mediapunta brasileño Juninho. La liebre había saltado y desde entonces las cifras no han dejado de crecer.

De esta forma en agosto del 1999 el Real (sí, de nuevo el Madrid, al parecer experto encarecedor de mercados futbolísticos) pagaba la exagerada cifra de 5.500 millones de pesetas para contratar a Nicolas Anelka, delantero francés del Arsenal y finalmente mejor jugador de PlayStation que del deporte rey. Una operación que Lorenzo Sanz, por entonces presidente merengue, definía como "bendita locura". A cambio dejaba irse al Inter a Clarence Seedorf por unos 3.500 millones, a un precio seis veces superior de lo que le había costado al club su fichaje tres años antes. Se demostraba que en tres veranos algo había pasado en el mundo del fútbol.

Luego llegaría Florentino Pérez y sus 10.000 millones por la cláusula del referente culé Luis Figo, sus 72 millones (ya de euros) por Zinedine Zidane y sus cerca de 40 millones por jugadores como Beckham y Ronaldo. En menos de una década las cifras se habían multiplicado por diez y el fútbol había pasado a convertirse en un negocio multimillonario capaz de mover unos números que sólo otros deportes de masas como el baloncesto de la NBA ó la F-1 podían alcanzar. Sin embargo, la situación se estabilizó en los primeros años del siglo XXI, curiosamente con la salida de Pérez de la presidencia madridista. Los fichajes de alto nivel en el fútbol se situaban en un horquilla que iba entre los 10 y los 40 millones y todo parecía que no cambiaría mucho en las temporadas posteriores.

Pero Florentino ha vuelto en este 2009 y con él de nuevo ha regresado el dispendio. En poco más de diez días ha gastado más de 160 millones de euros en contratar a probablemente dos de los tres mejores jugadores del mundo; y lo que le queda. Una cantidad de dinero desorbitada, pero que, según el propio presidente del Madrid, será rentabilizada en unas tres temporadas; merced a los contratos publicitarios de los jugadores y a las diversas actividades de márketing que el club desarrolle. ¿Dónde está el problema entonces? El fútbol es un negocio como cualquier otro, lo único que mueve mucho dinero y que a diferencia de otros, trabaja con mercancía humana, con futbolistas.

Por eso, Mediapro tiene firmado un contrato televisivo con el Madrid valorado en 1.100 millones de euros por siete temporadas. Éso es lo que vale el fútbol del Real Madrid durante siete años, el precio del espectáculo que da un club puntero a nivel planetario que cuenta con una marca comercial valorada en más de 1.000 millones de euros. Y si es uno de los equipos que mueve más dinero en el mundo, lo lógico es que se gaste lo que se le exija en el mercado por el mejor jugador, conforme a las leyes de la oferta y la demanda. Como ocurre en otros negocios, véase el publicitario. En el que, por cierto, yo no he leído ninguna crítica reciente por los 2.140 millones de euros que en 2007 Coca-Cola se gastó en publicidad. Será que algunos acuden a la ética según les conviene.


lunes, 31 de marzo de 2008

Lo que China esconde

Ocho del ocho del dos mil ocho. Será en esta fecha cuando China de por inaugurados oficialmente los XIX Juegos Olímpicos de la Edad Moderna, un acontecimiento con el que el país asiático pretendía darse el impulso definitivo al panorama internacional. Sin embargo, a escasos cuatro meses de ese día, ha resurgido con intensidad el conflicto entre el gobierno local y la región del Tíbet, el cual amenaza con convertirse con un problema que podría enquistarse y estropear lo que es la gran fiesta del deporte mundial.

El último episodio del conflicto entre chinos y tibetanos tuvo su comienzo el pasado día 14 de marzo, cuando una multitud de tibetanos se unió a la protesta de monjes budistas por lo que consideraban una represión policial china durante unas manifestaciones celebradas en Lasha cuatro días antes. Así, los manifestantes atacaron con piedras e incendiaron establecimientos de la capital tibetana, lo que provocó una respuesta desproporcionada por parte del gobierno comunista que ha tenido eco en todo el mundo.

Y es que por mucho que China se esfuerce por dar una acicalada imagen en el panorama internacional, la realidad es que su situación social y política actual deja mucho que desear. Nos encontramos ante un país que cuenta con una población de más 1.200 millones de personas, lo que supone que uno de cada cinco seres humanos es de allí. Unas cifras descomunales que para muchos indican un potencial aletargado que sería capaz de agitar el mundo en caso de espabilar de su largo sueño. De hecho, muchos expertos empiezan a afirmar que el dragón ya ha despertado; un hecho que, de ser cierto, tendría en los Juegos Olímpicos una prueba de fuego.

Sin embargo, en vistas de lo sucedido los últimos días, parece evidente que China no está preparada. No lo está porque se trata de un país regido por un modelo híbrido (socialmente comunista y económicamente capitalista) donde sistemáticamente se incumplen algunos de los derechos humanos más fundamentales. Una situación que, lejos de variar con la cita de este verano, se ha visto reforzada ante el interés de los dirigentes locales por mostrar una imagen distinta de aquella nación que aquel 4 de junio de 1989 sorprendía al mundo por la dureza de sus actuaciones en la Plaza de Tian´anmen.

La situación es paradójica, porque aunque parece que China quiere demostrar que se ha realizado un lavado de cara en este inicio del siglo XXI, lo único que está consiguiendo es lo contrario. Su interés por realizar una hercúlea tarea de control y fidelización de la población está acabando por volverse en su contra, ya que como es normal, sus poco ortodoxos métodos no están pasando desapercibidos para la esfera internacional. Así, cuanto más se acercan los Juegos, más voces de protesta se alzan contra el gobierno chino, pues no hay mejor escaparate que éste para demostrar que no es oro todo lo que reluce.

La censura en los medios de comunicación e Internet, junto a la presión que se realiza sobre disidentes e independentistas son las principales razones de queja contra el gobierno chino, el cual, mientras tanto, intenta escurrir el bulto como puede y como lleva tantos años haciendo. Para ello se dedica a manipular la información que sale del país y maquilla cifras y estadísticas, en un esfuerzo por dar una imagen idílica de una nación que vive bajo un sistema político necesitado de la autoafirmación constante. Porque no se puede olvidar que cuando las cosas marchan mal, el silencio es el mejor aliado; y la ignorancia suele ir de la mano de la felicidad.

Pero no todo es negativo en la labor del país asiático. En el aspecto deportivo los Juegos suponen una oportunidad muy importante para demostrar su potencial humano y técnico, por lo que una vez más, y en este aspecto, EE.UU y Rusia se han convertido en los enemigos a batir en el medallero. Para ello llevan años preparándose y dedicando dinero y esfuerzo, no en vano los informes previos indican que China conseguirá once medallas más de oro que los deportistas estadounidenses. De confirmarse, estos datos sin duda se convertirían en el orgullo de un gobierno necesitado de buenos resultados que sean capaces de desviar la atención.

Cada vez queda menos para la ceremonia de inauguración, y a pesar de bravuconadas como la de Nicolas Sarkozy (en la que valoraba la posibilidad del boicot a Pekín) todo parece indicar que este verano se disputarán unos de los Juegos Olímpicos más polémicos de la historia. Un atributo, que si acaba por ser cierto, será una gran lastra para los políticos locales que pretenden convertirlos en los mejores de la historia. Porque los Juegos sólo deberían ser deporte y China se ha propuesto que sean más que eso.

sábado, 8 de marzo de 2008

Y los políticos se convirtieron en estrellas del pop

Lo admito, no lo pude evitar. Una media sonrisa se esbozó en mi cara cuando lo vi. Y la verdad es que tenía motivos, porque la política está llegando a unos extremos insospechados. Cada día nos sorprende más, será cosa de que estamos en pleno siglo XXI y es lo que se lleva. Nuevas tecnologías, espectáculo, colorido, fiesta, actos frente a las grandes masas... Todo por conseguir el apoyo de los votantes y evitar aburrirles con los aspectos más áridos de la economía, la educación, los pactos bilaterales o las sesiones en el Congreso.

Sí. Hablo del fastuoso espectáculo y baño de masas que se dieron el pasado día 2 de marzo Vladimir Putin y su delfín Medvedev. Frente a miles de sus votantes, los líderes locales salieron a un escenario más propio de las estrellas del pop que de los políticos. Con vaqueros y cazadoras, ambos le hablaron a su pueblo merced a unos micrófonos con los que parecía que más bien se iban a poner a entonar unas notas. Y detrás de ellos, tres gigantescas pantallas proyectaban la imagen de lo que parecía el logo del partido (Rusia Unida); escena que se completaba con la presencia de un grupo de música, con instrumentos y todo. Rusia, quién te ha visto y quién te ve...

La antigua cuna del comunismo es a día de hoy un país que se ha transformado a marchas forzadas por las vías del capitalismo. Su gran extensión y amplia población, junto a sus peculiares características climatológicas lo han hecho a lo largo de la historia en una nación difícil de gobernar, pero que con Putin ha sabido encontrar una engañosa estabilidad. Convertido en el máximo referente para un país que lleva dos décadas buscando reconstruir su propia identidad, Putin se ha rodeado del ejército y de las bandas mafiosas criminales, lo que le ha permitido mantener el control de Rusia.

Baderitas por aquí, fotografías por allá, aplausos de un público enfervorizado... Los rusos se concentraron masivamente para celebrar la victoria de Medveded con un sorprendente 70,28% de los votos totales. Vamos, unos comicios sin historia. Putin le había dado todo su apoyo antes de las elecciones, algo más que suficiente para un país donde los periodistas críticos con el poder aparecen muertos de manera misteriosa o donde los secuestros organizados por las bandas terroristas se solucionan a disparo limpio, sin importar las víctimas inocentes que ello comporte.

El resultado es que nos queda Putin para rato, porque aunque se vea obligado a dejar la presidencia, el judoka de San Petersburgo continuará manejando los hilos del país desde la cómoda posición de Primer Ministro. Con él la paranoia de la Guerra Fría continuará flotando en el aire, lo que provocará que la mayoría de los rusos sigan agachando la cabeza y acepten sin rechistar la política impuesta por su líder. Es lo que tiene cambiar en veinte años el comunismo por el capitalismo sin querer saber lo que significa la democracia.

Sin embargo, el caso de Putin no es el único de ego desmesurado dentro del panorama internacional. En Francia tenemos a Nicolas Sarkozy, un individuo que desde que llegó al Eliseo ha acabado por convertirse en más protagonista por sus apariciones en la prensa del papel couché que por sus decisiones políticas. Este último verano se empezó a hablar de él por unas fotos suyas de vacaciones en las que supuestamente se le había eliminado un michelín (sí, jocoso, pero verídico). Luego llegó su separación y su posterior affaire y boda con la ex modelo y cantante Carla Bruni; todo ello aderezado por unas supuestas informaciones sobre cuernos a tres bandas.

La última salida de tono del mandatario francés es su hipócrita "gilipollas" que blandió a un ciudadano que se había negado a darle la mano. Digo hipócrita porque Sarkozy escupió el insulto de su boca mientras no dejaba de sonreír y saludar a la masa que se había congregado para verle en el Salón de Agricultura francés. Porque en esto de los políticos metidos a estrellas de pop, la imagen hay que conservarla, aunque luego tu verdadera personalidad te traicione...

Acabo con el tercer político estrella, si bien en este caso, podría decir también estrellado. Se trata de George Bush. Sería capaz de enumerar un largo listado de escenas y momentos en los que el presidente norteamericano ha llegado a dar vergüenza ajena, pero me quedo con la más reciente. El pasado día 5 de marzo, no se le ocurrió otra cosa que marcarse unos pasecitos de baile frente a la puerta de la Casa Blanca mientras esperaba a John McCain para reunirse con él. Un acto que, además de patético, es reincidente, porque el mandatario yankee ya se había marcado un bailoteo en una visita a África hace unos meses. Pues sí, mira quién baila...


domingo, 2 de marzo de 2008

Un voto frente al populismo

El primer debate electoral entre Zapatero y Rajoy comenzó con una sorprendente alocución del candidato popular, quien dejó en el aire una cuestión de preocupante respuesta: ¿realmente estamos mejor que hace cuatro años? Porque es evidente que las cosas han cambiado mucho en muy poco tiempo, quizás demasiado. Lo que no significa que las modificaciones hayan sido positivas, al menos no todas. Y cuando a alguien que se le hace esa pregunta le entran dudas, malo. Como es mi caso.

Pues sí, ha sido una legislatura de profundos cambios en el país, especialmente en materia social. La situación que rodeó al 11- M y a las elecciones posteriores provocó que el PSOE llegase a la Moncloa con la intención de hacer borrón y cuenta nueva. El objetivo era distinguirse, diferenciarse del partido al que acusaba como principal responsable de los males del país. Para ello tenía cuatro años por delante y un montón de propuestas. Unas buenas, otras malas; polémicas la mayoría de ellas.

Desde el 96 el partido socialista no estaba en el poder, mucho tiempo para una formación que había afianzado la transición democrática a lo largo de más de tres lustros. Así pues, la necesidad de volver a tomar los mandos acuciaba en Ferraz; la España del siglo XXI pedía a gritos una política más liberal y moderna. Y en estas llegó Zapatero, ansioso por hacer honor de su adjetivo de progre: retirada de las tropas de Irak, acercamiento de posturas en materia nacionalista, bodas gays, ayudas a los jóvenes... Incluso, en su afán para tener a todos contentos, el nuevo presidente se sentó a negociar con ETA.

Craso error. El resultado fueron cuatro años de retroceso en la lucha contra el terrorismo, una batalla que empezaba a ganarse gracias a la última legislatura del Partido Popular. Un tiempo perdido que la banda vasca aprovechó para reorganizar su infraestructura, justo cuando se encontraba en los peores momentos de su historia. Ahora, ETA vuelve a ocupar las primeras planas de los periódicos nacionales y el PSOE por fin se ha decidido a combatir el terrorismo con hechos, no con palabras. Con cuatro años de retraso.

Talante. Era una palabra que en apariencia, sería capaz de solucionar los principales problemas del país y conducirnos a un futuro de un bienestar social hasta entonces desconocido. Pero el término era mera fachada, como la mayor parte de la política desarrollada por el PSOE durante este periodo. Es decir, contentar a la gente con medidas populistas y eficaces, pero sin realizar demasiado esfuerzo. Como resultado tenemos todos los problemas que, ahora, cuatro años después, comienzan a aflorar de manera paulatina, pero inclemente.

Tasas de paro rondando el 9%. La inflación y los productos básicos, por los aires. La educación española, en crisis. En política internacional, nula relación con EE.UU y ausencia de apoyo de Sarkozy y Merkel, mientras que Cuba se afianza como uno de los principales aliados. Y dentro de nuestras fronteras, la consulta independentista vasca para el próximo 25 de octubre; por no recordar los distintos actos antimonárquicos sucedidos en Catalunya. En infraestructuras, caos en Barcelona por las obras del AVE. Y la lista continúa... ¿de verdad estamos mejor que hace cuatro años?

En vista de la situación, el PP se convierte en una opción viable ante el reto del próximo 9 de marzo. Rajoy no es un líder carismático, pero como reza uno de los eslóganes de su campaña, tiene las ideas claras. La situación pide mano firme y una política eficaz y unitaria, que rehúya del populismo y la superficialidad. No debe haber lugar para medias tintas y menos para conceptos ambiguos. Porque además de avances en política social, este país necesita de otras cosas.

Por eso es momento de olvidar los errores cometidos tras los atentados de Atocha, porque por mucho que lo recuerde Zapatero, el partido ya ha pagado por ellos. El PP salió por la puerta de atrás del Gobierno y ahora ya ha abandonado esa estructura monocéfala centrada en Aznar. Ha aprendido de sus errores y ha comenzado un proceso de renovación que seguramente se alargue durante varios años. Como muestra de ello es que en esta ocasión ha apostado por una mesura que paradójicamente, se empieza a echar en falta en el PSOE, centrado en algunos casos (como el de González) en el insulto fácil y en la creación de tensión.

Inmigración sí, pero con límites; una economía realista y que no hipoteque el futuro, tolerancia 0 con el terrorismo, unidad territorial y una política que no desprecie el papel de nuestro país en el mundo son algunas de las principales propuestas de la derecha para estas elecciones. Sin duda, una oportunidad para cambiar la tendencia populista en la que nos hemos instaurado en los últimos años, dando prioridad al trabajo y al esfuerzo realizado fuera de los focos. Porque España no es sólo cuestión de artistas.

martes, 26 de febrero de 2008

Cuestión de perspectivas


Una de las ideas fundamentales del periodismo es que la objetividad no existe. El ser humano es, por naturaleza, un animal con sentimientos y emociones, lo que le impide ser plenamente neutral a la hora de expresarse. Y es que desde el mismo momento en que alguien dice algo, simplemente por la forma en que lo hace, ya está marcando las fronteras de su propia personalidad. Vamos, que como dice la conocida expresión española, las opiniones son como los culos, cada uno tiene el suyo.

Todo esto me ha venido a la cabeza tras observar las consecuencias que ha tenido el manido debate entre Zapatero y Rajoy. Hoy, un día después de celebrarse, los periódicos nos hacen el recuento de la batalla en función de lo que más les conviene. Para los medios de derechas, el claro ganador ha sido Rajoy; mientras que los de izquierdas opinan que el actual presidente dominó la situación. Vamos, nada que no se pudiese prever horas antes de la celebración de ese cara a cara.

¿Y qué dicen los sondeos realizados posteriormente entre los ciudadanos? Pues todos dan una ligera ventaja para Zapatero, algo que más que alegrar al PSOE debería preocuparles. La clave de esta aparente contradicción reside en lo que algunos analistas televisivos ya se apresuraron a comentar anoche, en que el presidente contó con el apoyo de gran parte del sector de la izquierda, el evidentemente mayoritario en todo el país. Es lo que tiene el reducir las elecciones a un sistema bipartidista, que haces un debate y sólo puedes escoger entre blanco y negro.

Pues bien, el hecho de que Zapatero gane con escasa diferencia es revelador. Como digo, ya se sabía que pasara lo que pasara iba a salir triunfante en el recuento, pero lo que no se esperaba es que la diferencia fuese tan corta. Así que la lectura que se le puede sacar a ello es que Rajoy lo hizo bien, o cuanto menos, algo mejor que su rival político, quien a mi juicio tenía poco que ganar y mucho que perder.

El debate dependía en gran medida de lo que pudiese aportar Rajoy. Sólo él podía ganarlo o perderlo, de manera que el gallego optó por jugarse un órdago a grande que le salió bastante bien. No llegó a barrer a Zapatero, algo sin duda muy complicado, pero consiguió recuperarle parte del terreno perdido desde el 2004. Y eso que no empezó nada bien, con una presentación ante cámara considerablemente desaliñada (chaqueta abierta) y un comienzo de discurso dubitativo.

Conforme fue entrando en calor, el candidato del PP adquirió confianza en sí mismo y decidió pasar directamente al ataque. Bajo una apariencia convincente e incluso diría que hasta dicharachera (se permitió el lujo de bromear en respuesta a algunas intervenciones de Zapatero), Rajoy mostró tener las ideas bastante claras, tanto que en algunos momentos pecó en exceso. De ahí vienieron sus tres grandes errores a mi juicio:
  • La defensa de una política fuerte y cerrada en materia de inmigración, llegando incluso a asociar este fenómeno con el aumento de la delincuencia. Sin duda, un discurso extremista que a Zapatero le sirvió en bandeja la posibilidad de responder con un simple y efectivo acto de demagogia: saludar a todos los inmigrantes presentes en España.

  • Achacar a Zapatero una "agresión" a las víctimas del terrorismo. Por suerte, el castellano es una lengua muy rica, y aquí seguramente Rajoy se excedió en su afán de polemizar. Aunque pensándolo bien, ZP tampoco se puede quejar mucho, porque ¿acaso no quería tensión?

  • El pasteloso discurso final. Que si una niña, que si quiere el mejor futuro para ella, que si su partido trabajará por su bien... Muy bonito, pero el momento requería palabras firmes, no metáforas.

Por su parte, opino que Zapatero no estuvo a la altura de la situación. Quizás se creía ganador a priori, no hay más que recordar su confiado comentario a Gabilondo tras su entrevista en Cuatro. Esto le podría haber llevado a no digerir bien el agresivo comienzo de Rajoy, lo que desde un primer momento le situó a la defensiva; justo la situación contraria en la que debe encontrarse un candidato que es el actual presidente del Gobierno.

El debate pedía que fuera Zapatero el que llevase las riendas, pero la situación se invirtió desde el principio. El resultado de todo ello fue un cara a cara interesante y atractivo, más que por lo que se dijo (apenas hubo mención a las propuestas electorales) por cómo se dijo. Esta vez la diferencia se puede medir en la actitud de los dos candidatos y bajo este análisis, Rajoy fue de menos a más durante la noche, mientras que Zapatero fue incapaz de progresar en la línea que se impuso desde el principio, quedándose en una postura anodina y anclada en el 11-M.

miércoles, 13 de febrero de 2008

Sobre lágrimas, promesas y precampaña

Esta mañana he tenido la suerte (o desgracia, según se mire) de toparme por la calle con los nuevos carteles electorales de campaña del PSOE. En ellos, varios Zapateros gigantescos me sonreían con aparante despreocupación, es más, díría que hasta con optimismo. A estas fotos de qué bella es la vida las acompañaban diversos eslóganes, a cual, claro, más optimista y prometedor. Que si están comprometidos con la igualdad, que si lo están consiguiendo, que si sueñan con los pies en la tierra, que si son (somos) la octava potencia económica y la primera en derechos sociales...un momento. ¿De verdad pretende vendernos ZP que las cuentas nos salen?

La crisis internacional de la Bolsa es un hecho patente. El precio de barril de petróleo comienza a alcanzar cotas históricas, mientras que la mala situación de las hipotecas estadounidenses condiciona seriamente el devenir del resto de mercados mundiales. En España, por su parte, el paso del tiempo comienza a dejar huella y los insostenibles precios de los inmuebles comienzan a bajar, dejando un panorama caótico para el sector de la construcción: crisis inmobiliaria, con su correspondiente aumento de los índices de paro, alcanzando la segunda peor tasa de la OCDE.

Malos augurios que parecen anteceder una época para apretarse el cinturón. Sin embargo, son tiempos de elecciones, y Zapatero no está dispuesto a eliminar la sonrisa de la cara con la que sale en las fotos. De hecho, se ha propuesto alegrarle también el mes al ciudadano, o más bien al votante potencial. Como hacen todos, por otra parte.

Y es que aunque una de las leyes básicas de esta vida sea que nadie da duros a cuatro pesetas, parece que el PSOE está dispuesto a reducir 400 euros anuales en el IRPF de los asalariados y pensionistas. Una medida que favorece a 13 millones de personas que hacen anualmente la declaración de la renta, pero que se olvida de los 7 millones restantes que no pagan nada, por el simple hecho de que tienen unos ingresos muy bajos. Es decir, la medida favorece a los que tienen dinero y contribuyen, mientras que olvida a los desfavorecidos, a aquellos que más la necesitan. En total, cerca de 11.000 millones de euros menos para la arcas públicas, pero eso sí, con mucha gente contenta.

Sin embargo, Zapatero por lo menos sonríe, porque Rajoy ni eso. Mientras el PSOE sigue apostando por dorarle la píldora a la masa social, el PP no sabe por dónde ir. Que si eliminará el canon digital, que si habrá dentista gratis para todos, que si plantará 500 millones de árboles... Esto último me sorprende, porque supone que Rajoy ha apostado por incluir el cambio climático en su oferta electoral, supongo que so pena de no hacerle caso a su primo el catedrático.

Palabras, promesas, palabras; como siempre en política. Algo insuficiente, desde luego, si se quiere salir victorioso de unos comicios como éstos. Pero es que parece que en el PP se queda ahí la cosa, porque empiezo a tener la sensación de que en el aspecto publicitario su campaña electoral parte con desventaja. No hay más que ver los mencionados cartelitos de Zapatero, o el ya famoso gesto que Sabina y compañía han puesto casi tan de moda como el "¿Por qué no te callas?". Será que Rajoy no tiene carisma, o que los responsables de márketing electoral del partido se conforman con explotar uno de los defectos del gallego: su mala vocalización. Y es que echo en falta algo más...

Zapatero sonríe, a Rajoy no se le ve, y Hillary llora. O lloraba, porque en los últimos días no ha repetido el numerito que realizó en New Hampshire. Por aquél entonces, Obama apretaba en Iowa y la ex primera dama optaba por llorar un poco para enternecer a un empático pueblo norteamericano. El resultado: sorpresivo triunfo en New Hampshire y de nuevo a encabezar las apuestas sobre el liderazgo del Partido Demócrata. Una ventaja efímera, porque ahora Obama ha recuperado terreno y vuelve a ser un rival peligroso. Ante eso, sólo queda preguntarse: ¿Volverá Hillary a llorar, esta vez con más motivos que antes?


viernes, 18 de enero de 2008

Jugando con el himno

Cinco días. Ése el tiempo que ha durado la propuesta del Comité Olímpico Español para cubrir la carencia de letra del himno nacional, después de que su presidente, Alejandro Blanco, anunciase su retirada el pasado 16 de enero. Una medida que, en vista de la pésima acogida que tuvo por parte de la élite política del país, no sería sorprendente si no fuera porque dos días antes el propio Blanco había declarado que "creo que la aceptación popular que ha tenido la letra del himno nacional ha sido impresionante".

El resultado de todo esto, es pues, una verdadera chapuza. Y una chapuza encadenada, ya que esta historia comenzó con la filtración de la letra diez días antes de que fuese presentada y cantada por Plácido Domingo en la gala que el COE había preparado para tal fin. Lo que significa que el organismo deportivo ha tenido un topo durante todo el proceso, alguien que participó de manera decisiva en la elección del texto y que se encargó de proporcionárselo a ABC en primicia. Ante este hecho, me asalta la duda de si esa fuente (éxito periodístico, fracaso rotundo de los impulsores de la propuesta) quizás no estuviese demasiado de acuerdo con la elección.

La letra seleccionada era un texto sencillo y sin demasiadas complicaciones, quizás demasiado para pretender acompañar a una melodía que en el futuro millones de españoles iban a escuchar. Su autor, un parado manchego de 52 años, afirmaba que era un himno "para la patria de la gente media, de la que coge el metro", algo estupendo por otra parte, pero que tampoco debe suponer el principal ingrediente de una marcha que tiene implicaciones que van mucho más allá. Y si, para colmo, el propio "artista" se defiende como un perdedor, su devaluación queda completada.

Su repentina y sorpresiva publicación dejó descolocada a una sociedad que no esperaba levantarse con esa noticia en ese día. Me asalta la duda de cuál hubiera sido la reacción generalizada del pueblo español, tanto políticos como no políticos, si su presentación se hubiera realizado merced a la actuación del Plácido Domingo y de los fastuosos actos que tenían preparado los miembros del COE. Lo más probable es que, como suele ser habitual en estos casos, los adornos y maquillaje hubieran hecho milagros y hasta hubiera gustado un poquito más de lo que lo hizo al ser confirmada en rueda de prensa. Pero sólo un poquito más, porque era imposible que hubiera contentado a todos.

Lo cierto es que el COE y la SGAE se metieron en un charco del que era muy complicado salir. En la época en que vivimos, con unos nacionalismos en boga y el constante cuestionamiento de la identidad nacional que vive gran parte del país, plantearse la inclusión de una letra en el himno es, sencillamente, una misión casi imposible. Más que nada porque, como dice la frase, nunca llueve a gusto de todos, y si bien muchos españoles pueden sentirse satisfechos con el resultado, otros muchos siempre estarán en desacuerdo. Una propuesta, por tanto, polémica; y que a pesar de venir a cubrir esa necesidad histórica que tiene el himno, sólo venía a agregar un poco más de discordancia a un caldo de cultivo ya desbordado.

Sin embargo, una vez hecho el acopio de valentía, la seriedad de la responsabilidad tomada exigía otro tratamiento. Lo primero, unas medidas de seguridad y de secretismo que hubieran permitido llevar a cabo correctamente todos los procedimientos. Y lo segundo, una vez cometido el gran error de permitir la filtración, haber dejado discurrir los trámites para su aprobación; aunque estos hubieran supuesto el rechazo general y su no aprobación. Porque lo que se empieza se debe acabar, y si se toma una decisión, hay que llevarla hasta el final de sus consecuencias.

El resultado es que Paulino Cubero, el autor de la letra, se siente "traicionado"; mientras que la propuesta, que era ya difícil de por sí, ha quedado herida de muerte. Se espera que el día 22 de enero el COE se vuelva a reunir para tomar una decisión sobre los nuevos pasos a seguir, pues no ha descartado el continuar con el proceso de selección. Pero visto lo visto, mejor que no sigan perdiendo el tiempo y que se dediquen a preparar unos Juegos Olímpicos que están a la vuelta de la esquina y que, como no espabilen, quizás acaben con sólo unos pocos deportistas españoles tarareando el himno huérfano. Y todo porque, quien mucho abarca, poco aprieta.

viernes, 4 de enero de 2008

Un triunfo del terrorismo

Terrorismo, término que según la RAE significa "sucesión de actos de violencia ejecutados para infundir terror". Una definición que se queda corta a todas luces para expresar la profundidad e importancia semántica de una palabra que en los últimos años ha sido protagonista hasta la saciedad. El mundo tiene miedo, los principales países occidentales son incapaces de garantizar la seguridad de sus ciudadanos y los telenoticias de los más importantes medios de comunicación llenan día sí, día también, sus pantallas con las consecuencias de unos atentados que se suceden a ritmo vertiginoso.

24 de diciembre de 2007, día de Nochebuena. Las agencias internacionales lanzan teletipos en los que se habla de un atentado terrorista en Mauritania en el que cuatro turistas franceses habían sido asesinados a quemarropa durante su visita al país africano. Un incidente más, sino fuera por las fechas y el lugar en el que aconteció. Y es que a las puertas de las Navidades, Francia constataba que sus antiguas colonias se habían convertido en más hostiles que nunca para los intereses occidentales.

Apenas dos semanas después, los ecos del suceso reverberan con más fuerza que en los días inmediatos y posteriores al suceso. ¿La razón? La suspensión de la principal carrera automovilística por etapas del mundo, el Rally Lisboa - Dakar. Una durísima prueba de 16 días de duración que se desarrolla por una amplia zona del África noroccidental y cuya organización supone en estos momentos unos altos riesgos tanto para sus participantes como para la caravana que los acompaña.

Las 8 etapas que en esta edición hubieran discurrido por Mauritania parecen tener la culpa de una anulación que ha sorprendido a pilotos y a aficionados. En esta ocasión, los avisos del Gobierno francés a la organización sobre los peligros que conllevaba pisar suelo mauritano no parecía que fueran suficientes para derrotar a una carrera que desde 1979 llevaba celebrándose de manera interrumpida. No, ¿cómo iba a poder con una prueba que hasta el momento había superado contratiempos tan importantes como los habituales asaltos de contrabandistas, las muertes de algunos de sus participantes o los conflictos políticos derivados de su celebración?

Pero la prueba más dura del mundo ha tenido que decir basta a tan sólo un día de su inicio. Poco importaba que las más de 2.500 personas que conforman la caravana estuviesen preparadas para su inicio, que la práctica mayoría de los 550 periodistas acreditados estuviesen ya en Lisboa prestos a contar cómo se desarrollaba la salida. Seguir adelante hubiera supuesto un riesgo desproporcionado e innecesario, incluso para el rally donde lo imposible suele convertirse en posible.

Con esta noticia se ha creado un importante precedente que amenaza con traer consecuencias nefastas. Y no me refiero solamente al aspecto deportivo, algo en lo que el rally puede haber quedado marcado de cara al futuro, sino también a nivel político. Durante los últimos 30 años el Dakar se había convertido en un símbolo de unión entre el mundo civilizado y el incivilizado, entre el ruido del motor occidental y el arenoso silencio del desierto africano. Un detalle en este tiempo que no ha dejado de causar el recelo entre muchos de los nativos de la zona, quienes ven en la prueba una nueva excusa del hombre blanco para invadir las tierras que tanto les costó descolonizar hace escasas décadas.

A consecuencia de ello, no han faltado en las últimas ediciones los ataques de guerrillas locales a la caravana de la carrera, en lo que era un ejemplo de repulsa hacia la prueba y a la simbología que hay detrás de ella, a la representación de Occidente. Sin embargo, esos simples contratiempos que antaño eran meras anécdotas para la carrera, en esta ocasión han conseguido su anulación tras ser aconsejada por un Estado tan importante como Francia.

Así pues, la noticia demuestra que Al Qaeda está logrando terreno en defensa de sus intereses y que empieza a ser capaz de marcar las reglas del juego en relación a Occidente. Por lo pronto ha conseguido frenar la anual incursión de esta caravana de "infieles" a tierras islámicas, con lo que ha logrado dar un espaldarazo de cierta magnitud a sus intereses políticos y militares en la zona. Sin duda, una mala noticia que este año el Dakar lo haya ganado el terrorismo.

miércoles, 10 de octubre de 2007

Un saludo a la indiferencia

Un educado apretón de manos. Con esta imagen se resume la relación entre dos de los países más poderosos del mundo, dos naciones que hace tan sólo cuatro años y medio se reunían en las Azores con el objetivo de declarar una guerra quizás innecesaria. Un tiempo más que suficiente para revertir unas relaciones que por aquél entonces eran más amistosas de lo necesario y que ahora se han convertido en más frías de lo que debieran. El motivo: romper con el anterior Gobierno del PP y con todo lo que recordase a él, aunque el precio de esta actitud llevase a la marginación internacional.

Sólo así se explica que la actual España pueda “presumir” de relacionarse amigablemente con países como Cuba, Bolivia o Venezuela. Se ha pasado de estar con Estados Unidos a estar contra él, cuando en realidad lo más inteligente no era ni una cosa ni lo otra. Zapatero ha confundido la idea, y ha pensado que si no se está de acuerdo con el país de las barras y estrellas, hay que oponerse a su política. De esta manera, ha podido más el orgullo de demostrar la total negativa a la Guerra de Irak que el hecho de mantener una buena relación con el país más poderoso del mundo.

Y es que había otros caminos, los cuales no implicaban necesariamente la sumisión de antaño a Bush. No estar de acuerdo con la política del presidente yankee no quiere decir oponerse a sus intereses, y menos implica apoyar a sus enemigos, países que actualmente tienen un status de parias en el escenario internacional. No había porqué escoger bando, pero Zapatero quiso hacerlo y optó por el perdedor, por mostrarse abiertamente contrario a las últimas decisiones de la Casa Blanca. Primero llegó la pronta retirada de las tropas españolas en Irak, en una decisión premeditada e impropia de un país serio.

Digo esto porque uno de los principales deberes de un político cuando es elegido como nuevo presidente de un país es asumir las decisiones de su antecesor, y, si no está de acuerdo con ellas, cambiarlas de la manera menos traumática posible. Sin embargo, Zapatero no tardó ni un mes en retirar a las tropas españolas de Irak, en traicionar un pacto que España (la España de Aznar) había alcanzado con EE.UU. El resultado fue que Bush y sus aliados se encontraron casi sin margen de maniobra, dejando la imagen de España muy mal parada por traicionar unos compromisos que merecían ser cuidados con mayor tacto.

Aún así, no todo estaba perdido. Pero la culminación del error llegó muy poco después, cuando nuestro actual presidente se mantuvo sentado ante el paso de la bandera estadounidense en el desfile de las tropas el día de la hispanidad del 2003. Zapatero confundió protocolo con principios y con este acto hipotecó las relaciones internacionales del país para los siguientes cuatro años. La línea a seguir estaba marcada, y desde entonces España ha pasado al segundo plano de la esfera internacional, por mucho que ahora se presuma de ser la octava economía mundial. La realidad es que actualmente la opinión de nuestro país no es más que un suave murmullo para los oídos de potencias como la norteamericana, la alemana o la británica.

Así pues, nuestro lugar ahora se encuentra junto a países como Mauritania, Turquía y Bolivia. Y no, no digo países al azar, porque estos fueron las naciones con las que Zapatero se pudo reunir durante la reciente cumbre sobre el cambio climático en la sede de la ONU. Allí, en Nueva York, fue donde se produjo la esperada imagen del saludo entre Zapatero y Bush, la cual se limitó a un simple intercambio de mera cortesía. Ése es el único contacto que guardan nuestros presidentes, maquillado por infrecuentes reuniones entre Condoleezza Rice y Moratinos. Un hecho que se podría resumir en indiferencia estadounidense hacia España, lo que es una triste noticia para nuestros intereses políticos mundiales.

El resultado de todo ello es que Zapatero sabe que ha hecho algo mal y ahora pretende arreglarlo de manera precipitada. El interés en acudir a la cena celebrada por la ONU (donde iba a estar Bush) así lo atestigua. No estábamos invitados, pero la diplomacia nacional movió los hilos necesarios para estar presentes en una cita donde el tema de fondo, el cambio climático, apenas tenía importancia. La intención era aproximarse a Estados Unidos, dar la sensación de codearse con la "crème de la crème". Pero la realidad es otra, y se escribe con la palabra de la indiferencia.


sábado, 29 de septiembre de 2007

Cuando las elecciones se convierten en preocupación

Queda bastante tiempo, de hecho aún no es oficial la fecha. Sin embargo, se perciben momentos importantes para el panorama político español. Se acerca el 2008, y con él, un año clave en el futuro del país. Será la ocasión para que el pueblo decida qué quiere hacer con su futuro, en la que dicte sentencia sobre estos cuatro años caracterizados por un giro radical a la política desarrollada anteriormente. Y es que ahora se cumplen tres años y medio desde que los españoles eligieron cambio, desde que optaron por romper con el pasado que en ese marzo de 2004 pareció querer rendir cuentas.

Tanto tiempo después nos encontramos con un panorama político lleno de dudas: ETA, Catalunya, Navarra, política exterior, problemas internos en el PSOE, desencuentros con el PP… Tras más de un trienio muchas de las piezas del rompecabezas no encajan, y Zapatero necesita más tiempo; bien para encontrar la solución a tan complejo problema que se ha planteado en varios frentes, bien para terminar de llevarlo al caos total. Por eso, el presidente empieza a plantearse la necesidad de conseguir cuatro años más de confianza, de una prórroga que le permita desarrollar una tarea hercúlea que hasta el momento no induce motivos para el optimismo.

Zapatero comienza a no sentirse tan respaldado como querría. Las dudas empiezan a asaltarlo y los escasos resultados obtenidos en algunas de sus principales apuestas (como en política antiterrorista y nacionalismos) no ayudan. Si a ello se le añaden unas elecciones autonómicas y municipales en las que el vencedor moral fue el partido de la oposición, el resultado es un presidente preocupado y más pendiente de su estabilidad futura que de los problemas actuales del país.

Por eso, el líder del Gobierno decidió remodelar repentinamente cuatro de sus carteras en pleno mes de julio, cuando sólo faltaban ocho meses para las elecciones generales. Un cambio que el propio Zapatero justificó con la intención de “preparar los cambios para la próxima legislatura”, en una acción producto más de las dudas que de la confianza. Sólo así se puede explicar la asignación de cuatro nuevos ministros con la provisionalidad que proporcionan los 240 días de legislatura restantes y aún a costa de políticas como la de la paridad en el Ejecutivo, otrora esgrimida con orgullo.

Con su decisión, el presidente quería transmitir una sensación de confianza en la estabilidad de su proyecto a largo plazo, seguridad en que los nuevos ministros continuarán ocupando las carteras del país en la próxima legislatura. Pero la sensación que dejó fue otra, la de empezar a jugar con unas elecciones que aún no debían centrar la atención del panorama político. Zapatero empezaba a mirar más al futuro que al día presente, y cada vez lo hacía de manera más clara, de manera más populista.

De esta manera, de la mano de un remodelado gabinete, vinieron poco después la mayoría de las decisiones estrella del Gobierno durante su legislatura. Aunque es evidente que estos más de tres años han sido un período de grandes reformas sociales, algunas de las más importantes han comenzado a acumularse sospechosamente en los meses previos a la campaña electoral. Así, en julio de este año se anunciaban los cheques-bebé; mientras que en este mes de septiembre el Gobierno confirmaba que todos los niños entre 7 y 15 años tendrán dentista gratis, oferta que se a une a las recientes ayudas para el alquiler de viviendas por parte de los jóvenes.

Decisiones, que curiosamente, cuentan con el apoyo de dos de los nuevos ministros, Bernat Soria (ministro de Sanidad) y Carmen Chacón (ministra de Vivienda) y que han generado críticas incluso en el propio Ejecutivo. Prueba de ello es que, el ministro de Economía, Pedro Solbes, ha sido el primero en mostrar sus dudas sobre la viabilidad de planes como el de salud bucodental. Un pesimismo que parece contrastar con la opinión de Zapatero, según el cual España juega en la Champions League de las economías mundiales. Sin embargo, la frase no es más que un intento de justificar los sorprendentes dispendios económicos en los que se ha embarcado nuestro presidente.

Se trata, pues, de un optimismo infundado, ya que a Solbes no le salen las cuentas. Al ministro de Economía se le presenta un problema de difícil solución, que es conseguir que las arcas del Estado no se vean seriamente afectadas por decisiones con objetivos tan electoralistas. Lo tendrá difícil, porque el propio Zapatero no deja de añadirle incógnitas a la ecuación (como su reciente compromiso para invertir más dinero en Catalunya y Andalucía) y porque aún quedan cerca de cinco meses de precampaña. Un tiempo más que suficiente para recuperar el terreno perdido durante la legislatura, sobretodo si se tiene al dinero como aliado. Las consecuencias, entre las que se encuentra un futuro hipotecado, vendrán después. Es la política del pan para hoy, pero del hambre para mañana.