Sólo así se explica que los ecos de estos sufragios apenas resonaran los días posteriores a su celebración. Los resultados obtenidos acabaron por no ser todo lo satisfactorio que se esperaba por sus promotores, lo que propició que lo que antes se vendía como una gran jornada terminara por convertirse en un hecho sin apenas notoriedad posterior. Porque no cabe duda de que si la participación hubiera sido la aceptable, aún hoy resonarían los ecos de la "cerrazón" española en relación al independentismo catalán.
Pero la clara realidad es que los resultaros fueron realmente pésimos para los interesados. Un 27,41% del censo se animó a participar en esta simulación, y eso que también participaron los jóvenes de 16 y 17 años. No deja de tener gracia este dato, porque demuestra un intento algo desesperado de maquillar lo que pudiera pasar a posteriori. La juventud, tan tendente a la rebeldía, podía jugar un papel clave en el apoyo al independentismo, así que, ¿por qué no usarla para inflar las cifras?
El porcentaje a favor del sí fue del 94,89%. Obvio, por otra parte. Porque lo que es evidente es que en una consulta como esta, en la que su validez queda en lo anecdótico, sólo se acercan a votar los que se juegan algo con ella. Es normal y lógico que el independentismo catalán se movilizara ese fin de semana para demostrar su existencia; así que lo que realmente se puede extraer de los datos es que éste no goza de tan buena salud cómo se nos quería hacer ver.
Porque un análisis más profundo de las cifras arroja un hecho demoledor. Un 26% de los catalanes de esos municipios apoya la consulta. Al resto, o no le importa la misma o la rechaza. Así que tras ello, sólo queda plantearse la pregunta de si realmente era necesario perder el tiempo y el dinero con una prueba semejante, salida del deseo insatisfecho de unos pocos. Quizás la prueba realizada en Arenys de Munt hace tres meses invitó a actuar de esta manera, pues por aquél entonces uno de cada tres vecinos se mostró a favor. Aún así, escaso apoyo para semejante empresa.
Hace apenas dos semanas que la Constitución española celebró sus 31 años de vida. Una Carta Magna que España luce con orgullo como resultado de una transición ejemplar de la dictadura a la democracia. Sin embargo, desde su nacimiento ésta apenas ha tenido tranquilidad, pues el debate sobre algunos de sus puntos más polémicos ha estado en todo momento en la calle. Uno de ellos es el de los nacionalismos, a pesar de que en la Constitución se ofrece un sistema equilibrado de convivencia plurinacional:
"Artículo 2.
La Constitución se fundamenta en la indisoluble unidad de la Nación española, patria común e indivisible de todos los españoles, y reconoce y garantiza el derecho a la autonomía de las nacionalidades y regiones que la integran y la solidaridad entre todas ellas".