Antes que
nada, quiero felicitar a todo el madridismo por el título conseguido
este miércoles. Hacía cuatro años que el equipo no levantaba la Liga y
las últimas tres temporadas han sido especialmente duras para el club,
pues hemos tenido que ver y sufrir cómo el eterno rival devoraba
títulos sin parar. Desde que en 2003 el conjunto ganara la Liga con
Vicente del Bosque no ha habido una verdadera estabilidad en el Real
Madrid. Bien es cierto que en este tiempo se habían ganado dos
campeonatos ligueros más, pero la realidad es que se consiguieron bajo
un clima bastante enrarecido.
Creo que poco me equivoco si digo que en los últimos nueve años hemos vivido una de las peores crisis de la historia de este club. Los once entrenadores que ha tenido en este periodo
demuestran que ha sido una época convulsa donde los problemas
institucionales se han visto reflejados en el rendimiento sobre el
terreno de juego. Con la salida de Vicente del Bosque el Real Madrid perdió su estilo, su patrón, y empezó a deambular mientras que en la casa rival, la del Barcelona, pasaba exactamente lo contrario.
El lapso de los dos años y medio en los que estuvieron Capello y Schuster todo pareció mejorar, pero no fue más que un espejismo. Se trató un bienio que sirvió de puente entre dos de las mejores rachas culés de toda la historia, separando al Barcelona de Rijkaard
del de Guardiola. Los éxitos barcelonistas solo servían para ocultar y
minimizar los progresos que hacía el Real Madrid en ese tiempo, impidiendo que el cemento sustituyera a las arenas movedizas sobre las que se asentaba el club de Concha Espina.
El regreso de Florentino Pérez supuso una vuelta a los orígenes, un borrón y cuenta nueva en el club. Aun así, el primer año se perdió por una mala elección del entrenador.
Pero ya se había empezado la renovación de la plantilla, por lo que
solo quedaba encontrar al hombre perfecto que modelara tan prometedora
obra. El elegido fue Mourinho, quien en dos temporadas ya ha
ayudado a alcanzar lo que el madridismo llevaba buscando una década: la
estabilidad. El portugués prácticamente ha asegurado que
estará una tercera temporada en el Real Madrid. Sin lugar a dudas, se
ha ganado la confianza y el aprecio de la afición en este tiempo. Bien
es cierto que en estos dos años 'solo' ha ganado la Liga y la Copa del
Rey, pero sus méritos van mucho más allá. Porque el portugués ha devuelto la personalidad al equipo, le ha recordado cómo se compite en Europa y en España.
Y además, lo ha hecho justo en el momento en que era más difícil hacerlo.
Este Real Madrid ha tenido que convivir con el mejor Barcelona de
todos los tiempos, probablemente uno de los rivales más formidables de
toda la historia. En únicamente dos temporadas Mourinho ha
hecho dudar a su rival, ha contribuído a desgastar a Guardiola y ha
completado su conquista asaltando el Camp Nou para recuperar la Liga
cuatro años después. Por cosas como éstas el club blanco es el
más grande, pues solo él podía acabar con el reinado culé, concebido
para prolongarse en el tiempo durante más de un lustro.
Lo que en 2011 eran síntomas gracias a la Copa del Rey, en este 2012 se han convertido en realidades. Como ya dije hace unos días, yo no quiero hablar todavía de cambio de ciclo, sino de reequilibrio de las fuerzas.
No me cabe duda de que, con Guardiola o sin él, este Barcelona seguirá
siendo durante varios años un rival formidable, temible. Pero también
creo que se ha acabado la época de tiranía culé y que a partir
de ahora toca empezar a repartirse los éxitos del futuro, de manera más
o menos equitativa.
De todas formas, no quiero excederme en la alegría y caer en el conformismo. Soy consciente de que el tope de este equipo todavía no se ha alcanzado. Ganar una Liga es magnífico, y más siendo el mejor equipo de la historia de la competición, pero el gran reto se llama Champions.
Me quedo con esa espina clavada, ya que este año la he visto muy cerca
y solo pequeños detalles no nos han permitido conseguirla. Como dijo Casillas nada más conseguir el título, “esta temporada se ha dado un paso más”. Así que el año que viene toca dar el definitivo para culminar todo este gran trabajo consiguiendo la Décima en Wembley.
Sería la confirmación de que el cambio de ciclo es una realidad y de
que esta temporada ha sido solo un punto de inflexión para empezar a
revertir la tendencia de los últimos años.