Ocho del ocho del dos mil ocho. Será en esta fecha cuando China de por inaugurados oficialmente los XIX Juegos Olímpicos de la Edad Moderna, un acontecimiento con el que el país asiático pretendía darse el impulso definitivo al panorama internacional. Sin embargo, a escasos cuatro meses de ese día, ha resurgido con intensidad el conflicto entre el gobierno local y la región del Tíbet, el cual amenaza con convertirse con un problema que podría enquistarse y estropear lo que es la gran fiesta del deporte mundial.
El último episodio del conflicto entre chinos y tibetanos tuvo su comienzo el pasado día 14 de marzo, cuando una multitud de tibetanos se unió a la protesta de monjes budistas por lo que consideraban una represión policial china durante unas manifestaciones celebradas en Lasha cuatro días antes. Así, los manifestantes atacaron con piedras e incendiaron establecimientos de la capital tibetana, lo que provocó una respuesta desproporcionada por parte del gobierno comunista que ha tenido eco en todo el mundo.
Y es que por mucho que China se esfuerce por dar una acicalada imagen en el panorama internacional, la realidad es que su situación social y política actual deja mucho que desear. Nos encontramos ante un país que cuenta con una población de más 1.200 millones de personas, lo que supone que uno de cada cinco seres humanos es de allí. Unas cifras descomunales que para muchos indican un potencial aletargado que sería capaz de agitar el mundo en caso de espabilar de su largo sueño. De hecho, muchos expertos empiezan a afirmar que el dragón ya ha despertado; un hecho que, de ser cierto, tendría en los Juegos Olímpicos una prueba de fuego.
Sin embargo, en vistas de lo sucedido los últimos días, parece evidente que China no está preparada. No lo está porque se trata de un país regido por un modelo híbrido (socialmente comunista y económicamente capitalista) donde sistemáticamente se incumplen algunos de los derechos humanos más fundamentales. Una situación que, lejos de variar con la cita de este verano, se ha visto reforzada ante el interés de los dirigentes locales por mostrar una imagen distinta de aquella nación que aquel 4 de junio de 1989 sorprendía al mundo por la dureza de sus actuaciones en la Plaza de Tian´anmen.
La situación es paradójica, porque aunque parece que China quiere demostrar que se ha realizado un lavado de cara en este inicio del siglo XXI, lo único que está consiguiendo es lo contrario. Su interés por realizar una hercúlea tarea de control y fidelización de la población está acabando por volverse en su contra, ya que como es normal, sus poco ortodoxos métodos no están pasando desapercibidos para la esfera internacional. Así, cuanto más se acercan los Juegos, más voces de protesta se alzan contra el gobierno chino, pues no hay mejor escaparate que éste para demostrar que no es oro todo lo que reluce.
La censura en los medios de comunicación e Internet, junto a la presión que se realiza sobre disidentes e independentistas son las principales razones de queja contra el gobierno chino, el cual, mientras tanto, intenta escurrir el bulto como puede y como lleva tantos años haciendo. Para ello se dedica a manipular la información que sale del país y maquilla cifras y estadísticas, en un esfuerzo por dar una imagen idílica de una nación que vive bajo un sistema político necesitado de la autoafirmación constante. Porque no se puede olvidar que cuando las cosas marchan mal, el silencio es el mejor aliado; y la ignorancia suele ir de la mano de la felicidad.
Pero no todo es negativo en la labor del país asiático. En el aspecto deportivo los Juegos suponen una oportunidad muy importante para demostrar su potencial humano y técnico, por lo que una vez más, y en este aspecto, EE.UU y Rusia se han convertido en los enemigos a batir en el medallero. Para ello llevan años preparándose y dedicando dinero y esfuerzo, no en vano los informes previos indican que China conseguirá once medallas más de oro que los deportistas estadounidenses. De confirmarse, estos datos sin duda se convertirían en el orgullo de un gobierno necesitado de buenos resultados que sean capaces de desviar la atención.
Cada vez queda menos para la ceremonia de inauguración, y a pesar de bravuconadas como la de Nicolas Sarkozy (en la que valoraba la posibilidad del boicot a Pekín) todo parece indicar que este verano se disputarán unos de los Juegos Olímpicos más polémicos de la historia. Un atributo, que si acaba por ser cierto, será una gran lastra para los políticos locales que pretenden convertirlos en los mejores de la historia. Porque los Juegos sólo deberían ser deporte y China se ha propuesto que sean más que eso.
1 comentario:
Déjate de historias, queremos conocer la vida privada y personal de Jaime! Basta de política, queremos carnaza!!
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