El primer debate electoral entre Zapatero y Rajoy comenzó con una sorprendente alocución del candidato popular, quien dejó en el aire una cuestión de preocupante respuesta: ¿realmente estamos mejor que hace cuatro años? Porque es evidente que las cosas han cambiado mucho en muy poco tiempo, quizás demasiado. Lo que no significa que las modificaciones hayan sido positivas, al menos no todas. Y cuando a alguien que se le hace esa pregunta le entran dudas, malo. Como es mi caso.
Pues sí, ha sido una legislatura de profundos cambios en el país, especialmente en materia social. La situación que rodeó al 11- M y a las elecciones posteriores provocó que el PSOE llegase a la Moncloa con la intención de hacer borrón y cuenta nueva. El objetivo era distinguirse, diferenciarse del partido al que acusaba como principal responsable de los males del país. Para ello tenía cuatro años por delante y un montón de propuestas. Unas buenas, otras malas; polémicas la mayoría de ellas.
Desde el 96 el partido socialista no estaba en el poder, mucho tiempo para una formación que había afianzado la transición democrática a lo largo de más de tres lustros. Así pues, la necesidad de volver a tomar los mandos acuciaba en Ferraz; la España del siglo XXI pedía a gritos una política más liberal y moderna. Y en estas llegó Zapatero, ansioso por hacer honor de su adjetivo de progre: retirada de las tropas de Irak, acercamiento de posturas en materia nacionalista, bodas gays, ayudas a los jóvenes... Incluso, en su afán para tener a todos contentos, el nuevo presidente se sentó a negociar con ETA.
Craso error. El resultado fueron cuatro años de retroceso en la lucha contra el terrorismo, una batalla que empezaba a ganarse gracias a la última legislatura del Partido Popular. Un tiempo perdido que la banda vasca aprovechó para reorganizar su infraestructura, justo cuando se encontraba en los peores momentos de su historia. Ahora, ETA vuelve a ocupar las primeras planas de los periódicos nacionales y el PSOE por fin se ha decidido a combatir el terrorismo con hechos, no con palabras. Con cuatro años de retraso.
Talante. Era una palabra que en apariencia, sería capaz de solucionar los principales problemas del país y conducirnos a un futuro de un bienestar social hasta entonces desconocido. Pero el término era mera fachada, como la mayor parte de la política desarrollada por el PSOE durante este periodo. Es decir, contentar a la gente con medidas populistas y eficaces, pero sin realizar demasiado esfuerzo. Como resultado tenemos todos los problemas que, ahora, cuatro años después, comienzan a aflorar de manera paulatina, pero inclemente.
Tasas de paro rondando el 9%. La inflación y los productos básicos, por los aires. La educación española, en crisis. En política internacional, nula relación con EE.UU y ausencia de apoyo de Sarkozy y Merkel, mientras que Cuba se afianza como uno de los principales aliados. Y dentro de nuestras fronteras, la consulta independentista vasca para el próximo 25 de octubre; por no recordar los distintos actos antimonárquicos sucedidos en Catalunya. En infraestructuras, caos en Barcelona por las obras del AVE. Y la lista continúa... ¿de verdad estamos mejor que hace cuatro años?
En vista de la situación, el PP se convierte en una opción viable ante el reto del próximo 9 de marzo. Rajoy no es un líder carismático, pero como reza uno de los eslóganes de su campaña, tiene las ideas claras. La situación pide mano firme y una política eficaz y unitaria, que rehúya del populismo y la superficialidad. No debe haber lugar para medias tintas y menos para conceptos ambiguos. Porque además de avances en política social, este país necesita de otras cosas.
Por eso es momento de olvidar los errores cometidos tras los atentados de Atocha, porque por mucho que lo recuerde Zapatero, el partido ya ha pagado por ellos. El PP salió por la puerta de atrás del Gobierno y ahora ya ha abandonado esa estructura monocéfala centrada en Aznar. Ha aprendido de sus errores y ha comenzado un proceso de renovación que seguramente se alargue durante varios años. Como muestra de ello es que en esta ocasión ha apostado por una mesura que paradójicamente, se empieza a echar en falta en el PSOE, centrado en algunos casos (como el de González) en el insulto fácil y en la creación de tensión.
Inmigración sí, pero con límites; una economía realista y que no hipoteque el futuro, tolerancia 0 con el terrorismo, unidad territorial y una política que no desprecie el papel de nuestro país en el mundo son algunas de las principales propuestas de la derecha para estas elecciones. Sin duda, una oportunidad para cambiar la tendencia populista en la que nos hemos instaurado en los últimos años, dando prioridad al trabajo y al esfuerzo realizado fuera de los focos. Porque España no es sólo cuestión de artistas.
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