El Real Madrid de baloncesto ha experimentado en los últimos años
una montaña rusa de emociones. La mayoría de ellas han sido buenas,
pues no cabe duda de que el equipo de Laso ha hecho el mejor juego de la
sección en las últimas décadas. Sin embargo, es inevitable tener la
sensación en estos momentos de que los títulos cosechados no se ajustan a
los merecimientos realizados sobre la cancha, especialmente la
temporada pasada. No se puede olvidar que el gran objetivo - la Euroliga- sigue sin conseguirse y que este año la Final Four se jugará en Madrid. Pero en pleno mes de diciembre las sensaciones que transmite el equipo siguen siendo más malas que buenas.
Nos encontramos en el cuarto proyecto de Laso, el cual es quizá el más ambicioso del club en años. La perspectiva de que la final de la ansiada Copa de Europa se juegue en 2015 en el Palacio de los Deportes
ha espoleado al club para aumentar su apuesta por el baloncesto. Así,
esta temporada la plantilla es de 13 jugadores, todos ellos de
primerísimo nivel. Entre ellos el denominador común es la experiencia,
pues con la llegada de hombres como Nocioni o a Ayón se ha buscado dotar al equipo delinstinto 'ganador' que probablemente se echó en falta en mayo en Milán a la hora de sacarse las castañas del fuego ante el Maccabi.
Sin embargo, la 'columna vertebral' del equipo se ha mantenido. Es
decir, el equipo sigue tieniendo en nómina a sus mejores jugadores: Rudy, Llull, Sergio Rodríguez, Carroll, Felipe Reyes, Slaughter, Bourousis o Mejri. Y los que han venido se podría decir que han mejorado a los que se han ido, o al menos son capaces de igualar su rendimiento. Nocioni ha venido con la difícil papeleta de sustituir a Mirotic y por el momento lo está consiguiendo, pues es uno de los jugadores más en forma de la plantilla. Mientras tanto, Campazzo, Maciulis, Rivers o Ayón están perfectamente al mismo nivel o por encima de Draper, Darden o Dani Díez.
Jugador por jugador creo que el Real Madrid actual tiene la mejor plantilla de, probablemente, los últimos 20 años. En ninguna de las tres temporadas anteriores Laso manejó
un equipo tan amplio, tan versátil y con tanta calidad. Pero a pesar de
eso sorprendentemente se está jugando mucho peor que el año pasado. Lo
que hace 12 meses era una 'máquina engrasada' con todas sus
piezas perfectamente ajustadas hoy da la sensación de ser un grupo donde
reinan las individualidades y la anarquía. La sensación que se percibe
es de cierta involución, de retroceso en el juego del equipo, pues cada
día y cada partido se repiten una y otra vez los mismos errores en
defensa, en intensidad y en el rebote, por decir algunos.
No cabe duda que la gran lección que aprendió este club el pasado
curso es que los títulos no se ganan en diciembre, sino en mayo. De nada
sirve arrasar a principio de la temporada si luego juegas las finales y
las pierdes. Por eso no es momento de que cunda la alarma por el mal
juego de los últimos días, pues hay tiempo para arreglarlo.
Pero hay que
cambiar algo y, a ser posible, en defensa. El Madrid de esta temporada es un equipo que concede de media entre 75 y 80 puntos por partido. Y con esos registros será imposible ganar títulos, por mucho que tenga el mejor juego ofensivo de Europa.
La defensa sobre el juego exterior rival es prácticamente inexistente y
sin ella es mucho más complicado rebotear o robar para hacer el
baloncesto que mejor sabe hacer esta plantilla, que no es otro que el de
correr.
En este sentido es el momento de que Laso dé un golpe en la
mesa. Bien es cierto que el Madrid sigue siendo líder de la ACB y de la
Euroliga, pero también lo es que desprende la sensación de que gana
porque simplemente tiene más talento que su rival, no porque haga mejor
las cosas que ellos. Las individualidades le han salvado la papeleta a
este equipo en demasiadas ocasiones, especialmente en la Euroliga en
canchas como la del Khimki, Zalgiris o el Nizhny. Y eso se debe tomar
como un serio aviso, porque sin defensa y sin trabajo en equipo será
casi imposible superar a conjuntos como el Barcelona, el Unicaja, el CSKA, el Olympiacos o el Panathinaikos.
Los grandes entrenadores no sólo se ven en las victorias, sino
también en las derrotas y los malos momentos. Y el vitoriano está ante
un momento muy importante en su carrera. Todavía cuenta con margen para
corregir el rumbo y tomar las riendas del equipo para encauzar su camino
antes de llegar al primer acontecimiento clave de la temporada, la Copa del Rey.
Pero urge empezar a notar su mano tanto dentro como fuera de la pista.
Él ha demostrado que es un gran entrenador y que ha sido capaz de
'resucitar' a esta histórica sección para volver a colocarla entre las
mejores. Y ahora no le queda otra que demostrar también que puede
motivar a la plantilla tras tres años y medio de trabajo juntos, pues la
ilusión por conseguir la Euroliga debe pesar más que el lógico desgaste provocado por las decepciones pasadas. En sus manos está la apuesta ganadora del club.
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