Poco a poco Ancelotti sigue acercándose al
cumplimiento de su gran promesa, la de hacer un fútbol espectacular. El
gran cambio se produjo con la entrada del nuevo año, pues desdes el
bastante mediocre partido ante el Celta de Vigo en el Santiago Bernabéu
el equipo no ha dejado de crecer. Una de las claves en esta
metamorfosis está siendo el esquema táctico que está utilizando el
técnico, el 4-3-3 que tanto le gusta por su capacidad para equilibrar el equipo en todos los aspectos.
Durante lo que llevamos de temporada el italiano ha hecho numerosas pruebas entre su 4-3-3 y el 4-2-3-1 que solía usar Mourinho y al que estaba más acostumbrada la plantilla. Al principio del curso pareció decantarse por el primer sistema, con Khedira haciendo las funciones de interior. Costó que el Madrid se adaptara a él, pero todo empezó a ir mejor en noviembre, tal y como demostró la goleada ante la Real Sociedad. Sin embargo, Khedira
se lesionó en un amistoso con su selección y eso trastocó los planes
del entrenador, por lo que durante unas semanas regresó al 4-2-3-1 con
resultados también positivos.
En estas estaba el Madrid cuando se produjo una situación incómoda con Di María como protagonista. Fue un 'acomodo'
que causó gran polémica y que dejó al argentino en una complicada
situación dentro del club. En esos momentos el argentino parecía más
fuera que dentro y en el entorno merengue se hablaba más de ese asunto
que de fútbol. Fueron unos días complicados, de los más difíciles de
Ancelotti en el equipo blanco. Pero el italiano supo lidiar con mano diestra y, en lugar de retirar la confianza al jugador, hizo todo lo contrario: le dio más aún.
Hasta entonces no había duda de que Di María no estaba cómodo. Bale
le había quitado el sitio; mitad por su evidente calidad, mitad por su
estratosférico precio. Pero al galés la cuesta de enero se le hizo
presente en forma de lesiones y el argentino continuó jugando habitualmente. Y lo hizo bien, tanto como para que Ancelotti poco a poco le fuera encajando en el equipo hasta dar con la tecla, como si se tratara de un reloj suizo: el argentino no iba a ser mediapunta o extremo en este Madrid. Iba a ser un sorprendente interior, escudero y compañero infatigable de la dupla cerebral Modric-Xabi.
Y de pronto, todo empezó a funcionar de maravilla.
El entrenador encontró su piedra filosofal y halló un centro del campo
que lo tenía todo: talento, pase, organización, capacidad de sacrificio y
recuperación de balón. Xabi-Modric-Di María.
Los tres pilares merengues en la búsqueda del equilibrio. Porque,
curiosamente, el Madrid más compensando en todos sus aspectos ha llegado
con un once que tiene dos delanteros (Benzema y Cristiano) y y tres jugadores con 'alma' de mediapunta o extremo (Bale, Di María, Modric).
Puro talento ofensivo, pero con un concepto muy interiorizado en sus
cabezas: sin trabajo defensivo, sin intensidad y sin constante movilidad
no hay éxito posible.
Por eso, se puede decir que la 'rehabilitación' de Di María ha sido el mayor éxito hasta el momento de Ancelotti.
Porque el italiano ha logrado recuperar a un jugador descontento y lo
ha convertido en menos de dos meses en la pieza maestra del equipo que
ahora mismo enamora a toda Europa. Donde antes todo el
mundo veía un hombre de ataque, el 'míster' ha encontrado un trabajador
con piernas para correr y trabajar para sus compañeros. Sin duda, toda
una lección de que en el fútbol la diferencia la marcan los que
consiguen recursos donde los demás no ven nada.
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