Ha vuelto a
pasar. Es algo que empieza a convertirse en costumbre, en tradición para
el Real Madrid. Año tras año, temporada tras temporada, vemos cómo el Real Madrid
se deja un buen puñado de puntos en las primeras jornadas de Liga
mientras sus grandes rivales ganan los partidos sin casi despeinarse. Y
luego, como siempre, es el momento de hablar de conjuras, de que lo
difícil no es imposible y de que quedan muchos partidos. Pero los
milagros pasan una vez cada muchos años, diría que décadas. Y el último
sucedió en 2007 con Capello. Hace nada, como quien dice.
Pero
tampoco quiero precipitarme, pues quizá todavía no sea correcto usar la
palabra 'milagro'. Sin embargo, seis puntos se antojan como una pequeña
cuesta arriba en un momento crítico de la temporada. Y eso que la misma
solo cuenta un mes de competición. Desde el gran partido de Cardiff al pésimo encuentro del Bernabéu ante el Atlético
han mediado 32 días, tiempo más que suficiente para que el equipo haya
dado mostrado sus dos caras más extremas. Lo malo es que la peor se vio
el pasado sábado, en casa y ante el Atlético de Madrid. Aunque lo peor no es caer ante uno de los grandes rivales y uno de los principales candidatos al título (por mucho que el 'Cholo'
se empeñe en vender su 'Vespa'). Lo peor es analizar la situación y
darse cuenta de que el tiempo pasa y siguen sin atajarse los problemas
más claros y básicos.
¿Que por qué tanto pesimismo? Pues porque la raíz del problema está en una plantilla corta y desequilibrada. Se habla mucho de Di María y Xabi Alonso,
pero los dos jugadores querían irse. Y ya se sabe que cuando un
futbolista fuerza la situación tiene todas las de ganar. Por lo tanto,
el Real Madrid únicamente se adaptó a las circunstancias y las asumió. Pero su error vino después, porque el club se confió mirando la Décima
en su vitrina. Se minusvaloró el papel que hacían el argentino y el
español en el equipo, dando por hecho que los jugadores que ya había en
la plantilla serían suficientes para cubrir estas dos importantes
ausencias.
Sin embargo, ahora partido a partido nos estamos dando cuenta de que no hay dos jugadores como Xabi y Di María. Y si los hay, Ancelotti mira a otro lado. Me refiero a Illarramendi, el único jugador con Khedira lesionado
que sería capaz de compensar las evidentes carencias del equipo en el
centro del campo. No hay que ser muy perspicaz para ver que el centro
del campo del Real Madrid no carbura con Kroos, Modric y James. Más que nada porque ninguno de ellos es un mediocentro de contención, un Xabi Alonso
capaz de colaborar con los centrales en los marcajes y de hacer las
coberturas a los laterales. Sin embargo, el italiano los sigue
alineando, en un ejercicio de empecinamiento que tiene el dinero como
responsable.
James no tiene la culpa de lo que ha costado ni de
ser mediapunta. Es muy bueno, pero si juega de interior pierde
facultades y descompensa al equipo. El colombiano está metido con calzador porque ha costado casi 80 millones de euros, y ese dinero es una invitación a la titularidad. Su sitio está en uno de los tres puestos de ataque, los que ocupan Benzema, Cristiano o Bale.
Quién deba jugar de los cuatro ya es problema del técnico. Pero el
centro del campo necesita otra cosa, un centrocampista con capacidad de
sacrificio y cuya prioridad sea guardar la posición delante de los
centrales. No se fichó ningún jugador de este tipo este verano, pues Kroos no lo es, así que no queda otra que recurrir a los que ya tenemos. Por ello lo sangrante es que el sábado a Ancelotti no se le pasara por la cabeza el sábado dar minutos a Illarra, lo que viene a significar de que aún no es consciente del problema.
Y luego está la portería. Todo un problema que se soluciona fácilmente: con simple cordura. Que Iker ha
sido el mejor portero del mundo durante una década nadie lo duda. Y que
ya no está para ser titular tampoco. Creo que el primero que sabe que
no está a la altura en estos momentos es él mismo. Su trayectoria le
hacía merecedor de una nueva oportunidad de recuperar la titularidad,
pero está quedando claro que le falta algo, empezando por confianza y
acabando por agilidad. Con la venta de Diego López se ha conseguido justo el efecto contrario que se pensaba, pues el Madrid se
deshizo del gallego queriendo huir de la polémica diaria y resulta que
ahora tiene un debate elevado a la enésima potencia. Aunque con la
diferencia en estos momentos de que hay una evidencia incontestable que
se les hace difícil de negar incluso a los más incondicionales del
portero de Móstoles.
En definitiva, la plantilla es la que es, al menos hasta el mes de enero.
Sin embargo, no todo está perdido, pues hay recursos aprovechables en
la plantilla a corto plazo. La clave es abrir los ojos y darse cuenta de
los problemas. De que se han ido unos jugadores importantes y han
venido otros también importantes, pero diferentes. Es lógico que el
entrenador tenga ahora que hacer una labor de reconstrucción, pero eso
es algo que se está haciendo desde la premisa equivocada de que no pasa nada si se cambia trabajo defensivo y sacrificio por más talento y calidad ofensiva. La táctica es la misma, pero ahora hay un jugador menos que trabaja (dos si se cuenta a Di María)
y uno más que ataca. Y eso se traduce en un desequilibrio, cuyo origen
está en el qué dirá la prensa y la afición. ¿Qué dirán si no juega James, el chico de los 80 millones de euros? ¿Qué dirán si no juega Casillas, el mejor portero de la historia de España? Pues que digan lo que quieran, porque lo importante es el Real Madrid y el equipo demanda soluciones al precio que sea.
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