Al final la
temporada se ha acabado convirtiendo en una apuesta, quizás demasiado
arriesgada. Tanto como para hablar mejor de ruleta rusa. Porque el Real Madrid se presentará el próximo 24 de mayo Lisboa amparado por una fínisima red, quizás incapaz de sostener al equipo en caso de caída. Un minúsculo salvavidas llamado Copa del Rey que probablemente no sería suficiente para salvar el año del conjunto blanco si la final ante el Atlético de Madrid acabara saliendo cruz.
Y así estamos hoy por una mezcla de indolencia y cansancio en la lucha por la Liga. El pasado miércoles el Madrid se dejó el 95% de sus ya limitadas aspiraciones por el título tras no dar la talla en Valladolid.
Un mazazo que duele más por la situación en la que había quedado el
equipo el domingo a las siete de la tarde, a seis puntos del Atlético
con dos partidos menos jugados. Bastaba con ganar al Valencia en casa y
a los pucelanos a domicilio para presionar a los rojiblancos, un equipo
con que suele ser presa de sus complejos y temores a la hora de la
verdad.
Lo cierto el Real Madrid no dio la talla en ninguno
de los dos partidos. Se vio un equipo cansado y en ocasiones apático,
aunque no faltó esfuerzo en los minutos en los que la Liga
se estaba perdiendo por el desagüe. Está claro que los de Ancelotti han
llegado justos de 'pilas' al mes de mayo a pesar del fulgurante
paréntesis de Múnich, donde todos rozaron la excelencia. A día de hoy
las bajas se cuentan con todos los dedos de una mano y eso es algo que
ha condicionado en este tramo final de Liga. Sin embargo, lo que no es admisible es que al acabar el partido de Zorrilla Ramos y Xabi Alonso reconocieran falta de intensidad y actitud.
Si algo ha tenido siempre este equipo es hambre y ambición. El Real Madrid
fue el mejor club del siglo pasado porque labró una cultura del
esfuerzo constante que le llevó a los mayores éxitos posibles. Sin
embargo, esta plantilla ha demostrado no estar a la altura de su
historia en ocasiones puntuales. Porque no es la primera vez que la
apatía inunda al equipo. Ya pasó el año pasado en Dortmund, cuando el Madrid cayó por 4-1 y Ramos también admitió que faltó algo más que simple fútbol. Y ahora ha vuelto a suceder, con la ilusión de la Liga en juego mientras Lisboa esperaba en el horizonte.
La reflexión que se puede hacer tras los dos últimos batacazos en Liga es que el 24 de mayo el Real Madrid se jugará todo a la carta de la 'Décima'. Si se gana será una temporada de notable alto gracias a la Champions y la Copa del Rey. Pero si se pierde... ¡Ay si se pierde! Habrá que conformarse con la Copa.
Un título suficiente para no dejar en blanco la hoja de méritos de este
año. Pero poco botín para uno de los proyectos más ambiciosos de la
historia del club. Probablemente un suspenso final (o, a lo sumo, un
aprobado 'raspado') y un 'tirón de orejas' para mejorar la temporada que
viene.
Ahora la situación es la que es, así que solo queda sacar las
consecuencias positivas que se desprenden de ella. La principal es que
por delante hay dos semanas para rotar y recuperar fuerzas mientras se
mira de reojo a lo que hacen el Barcelona y el Atlético. Lo deseable es que el título se juegue el último día en el Camp Nou y el equipo rojiblanco se desgaste de cara a la final de Lisboa. Al mismo tiempo el madridismo tendrá que vivir estos 14 días a bajas pulsaciones y a la espera de lo que se avecina: el partido más importante de los últimos 12 años para el Real Madrid. La 'Décima' estará en juego,
una gran ilusión y un 'todo o nada' para el primer año del proyecto
Ancelotti. La única justificación posible a este pésimo final de Liga y
el único perdón para una desconexión intolerable en cualquier otro
contexto.
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