Acabamos de vivir la noche del cine por excelencia, así que voy a
aprovechar un símil para reflexionar sobre las conclusiones que me dejó
el partido de Riazor. Mañana el Madrid abrirá su hora de la verdad en
Barcelona, por lo que ya no hay tiempo más probaturas. Doble duelo ante
el Barcelona y después partido en Old Trafford. Tres choques que
marcarán la temporada, en los que el equipo blanco necesitará de lo
mejor de todos sus jugadores.
Tras el partido en Riazor, Marcelo comentó que el equipo se había dado cuenta
de que debía cambiar de actitud en el descanso del partido. Unas
declaraciones que me parecen realmente graves. Porque creo que ése es el elemento que precisamente nunca le puede faltar a un futbolista de este equipo.
Por encima incluso de la calidad individual que debería tener todo
jugador merengue. La historia de este glorioso club siempre se ha
definido por el hecho de que cada uno de sus deportistas ha defendido cada segundo el escudo con orgullo y devoción.
Así, el Madrid habrá podido jugar mejor o peor, pero nunca le ha faltado actitud. Es su identidad, lo que le ha hecho grande.
Pelear en cada partido como si fuera una final, dar todo por este
escudo. Por eso la épica y la leyenda son palabras escritas en letras de
oro a lo largo de su historia. Es lo que define al madridismo, lo que
le hace único. Así se han ganado 9 Copas de Europa, 32 Ligas y 18 Copas entre infinidad de títulos más. Sin carácter, el Madrid se convierte en un equipo cualquiera.
No cabe duda de que la Liga está perdida. En gran parte porque la propia plantilla la dio por perdida antes de que realmente lo estuviera,
por mucho que se esforzaran en decir lo contrario. Desde un primer
momento el gran objetivo de la temporada fue ganar la Champions. Algo
muy loable, pero que no debe ser incompatible a sudar la Liga. Porque se
puede admitir que el Madrid no la gane porque no esté capacitado,
porque simplemente sea peor que su campeón. Pero no es el caso. Con la plantilla que tiene Mourinho es obligación estar en la pomada. 100 puntos y 121 goles del año pasado lo avalan.
Por eso me duele ver los partidos de esta Liga y encontrarme con un Madrid desconocido y apático. Son muchos ejemplos para que sea ya una casualidad. Getafe, Sevilla, Betis, Espanyol, Osasuna, Granada, Coruña... En ninguno de ellos vi una buena actitud durante los 90 minutos.
Más allá del mal juego, los futbolistas no jugaron enchufados en
ninguno. Multitud de imprecisiones, de pérdidas absurdas, de errores de
concentración, de pelotazos innecesarios. Mucha falta de ambición y poca
hambre.
De esto se libran pocos jugadores. Y señalo especialmente a la clase media del equipo, a los que tienen que demostrar que merecen tener un sitio en el Madrid a partir de julio. El caso de Coruña es un buen ejemplo, pues gente como Higuaín, Callejón, Di María, Essien o Modric
(por decir algunos) volvieron a desaprovechar una buena oportunidad
para reivindicarse como titulares. Era la noche para ganarse el puesto
antes del 'Clásico' del martes y todos la desaprovecharon, como si les
importara poco lo que había en juego. Pues tengo claro que sin ellos, el Madrid no ha llegado ni llegará a ningún lado.
La mayoría de futbolistas se hubieran 'comido' el campo en su lugar,
porque jugar en el Real Madrid es a lo máximo que puede aspirar un
profesional de esto. Pero nada de nada. La Liga de Campeones y, en menor
medida, la Copa, parecen centrar todos los pensamientos del equipo. Muy
bien, pero qué menos que mantener el tipo en la competición doméstica. Mientras el Barcelona esté a 16 puntos y el Atlético por encima no debe haber lugar a conformismos.
Es una cuestión de orgullo. Y de lógica, porque rendir bien cada fin de
semana es la mejor manera de tener una salud de hierro antes de los
compromisos de Copa y Champions.
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