Sin embargo, su regreso a Madrid tampoco fue fácil. Con solo 20 años había probado a 'saltar el charco' y a su regreso ya era una persona mucho más madura,
pero con una carencia de minutos sobre la pista que había frenado
ligeramente su imparable progresión. Además, el basket de Messina no le
benefició en su llegada, pues el juego del italiano no encajaba muy bien
con su estilo fantasioso y espectacular a la hora de dirigir los
encuentros. Sin llegar a estar mal, su aportación se limitó a la de ser un base complementario a Prigioni y, en ocasiones puntuales, a Llull.
Pero todo cambió con la llegada de Pablo Laso al equipo. Una vez más,
su proceso de adaptación al técnico fue lento, incluso algo más que el
del resto de la plantilla. Pero el 'Chacho' ya dio síntomas al final de la temporada pasada que estaba cerca de alcanzar la plenitud en su juego. Un buen trabajo que tuvo el premio de la llamada de Scariolo para regresar a la selección española cinco años después de su última aparición.
La lesión de Ricky en Minnesota le dio esta oportunidad y el canario la
agarró para colocarse la medalla de Plata de los JJ.OO de Londres.
Quizás en agosto se produjo este 'click' que le faltaba al base, pues
el jugador volvió en septiembre como un hombre totalmente renovado. Por fuera apareció con una barba bastante curiosa a los James Harden, pero por dentro llevaba ya su mejor baloncesto.
Con 26 años y la confianza de Pablo Laso, el 'Chacho' volvía a ser el
joven que había maravillado hace ya tantos años en el Estudiantes. Ya no
era un base más, era Sergio Rodríguez, uno de los jugadores de más talento de toda Europa.
Paradójicamente el reparto de responsabilidades entre los miembros de
una de las mejores plantillas del continente le ha hecho dar un paso al
frente. Sus números están ahí, pues el de San Cristóbal de la Laguna ha
mejorado espectacularmente a nivel ofensivo. Porque aunque juega lo
mismo en Liga Endesa que el año pasado (18 minutos de media), ha doblado su producción ofensiva (10 puntos por choque ahora por los 5 de antes) y ha mejorado mucho su tiro exterior. Tanto como para llevar un ¡50% en tiros triples!, muy por encima del 29% que acumulaba el año pasado a estas alturas de campeonato.
Con Draper y Llull en la competencia para dirigir al equipo, Rodríguez juega poco. Sin embargo, su baloncesto reparte caviar en sus contados minutos sobre la pista.
El canario se reserva para los momentos importantes de los duelos,
aparece cuando el rival está más cansado y los destroza a base de magia y
talento. Se nota que está con confianza y su barba es la plasmación de que se encuentra muy cómodo consigo mismo.
"Me la dejé después de las Olimpiadas por cambiar un poco, aunque es
verdad que cuando las cosas salen mejor te ves bien. Me encuentro bien
con la barba" ha dicho sobre ella. Todo un símbolo del 'Sansón' blanco. Con ella, la fuerza y el buen baloncesto están de su lado.
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