Por fortuna los primeros meses de temporada han sido de cierto
equilibrio en el madridismo. Mientras el equipo de fútbol seguía una
trayectoria de lo más preocupante, el conjunto de baloncesto nos daba la
de cal mostrando una de las mejores versiones que se le recuerdan en
mucho tiempo. Diría que ni siquiera el Madrid de Plaza que ganó Liga y ULEB en la temporada 2006/07 jugaba tan bien como lo hace ahora el de Laso. Y es que por fin han dado con la 'tecla' en los despachos del club blanco.
Cuando el
Real Madrid anunció el fichaje del técnico vitoriano hace ahora poco más
de un año y medio las reacciones no fueron demasiado positivas. Venía
un entrenador joven, sí, pero también inexperimentado. En su currículum solo contaba con una temporada en el Pamesa Valencia y cuatro años en el Lagun Aro, un conjunto de perfil bajo de la ACB. El
club pasaba de un técnico puntero en el baloncesto FIBA como Messina a
Laso en cuestión de cinco meses, con Molin de por medio. Por
eso, la sensación era de que la sección había dado un paso atrás, de que
su proyecto más ambicioso se había quedado en agua de borrajas para
volver de nuevo a apostar por una 'clase media'.
Pero los meses fueron pasando y el Madrid cada vez daba mejores
sensaciones. La palabra 'especular' desapareció de la cabeza de los
jugadores y los blancos empezaron a hacer un baloncesto vertiginoso y espectacular en el que se sacaba partido de las mayores virtudes
de gente como Llull, Sergio Rodríguez o Carroll. El Palacio empezaba a
disfrutar de un juego sin ataduras, totalmente liberado y que entraba
por los ojos. Y, por si esto fuera poco, en febrero el Real Madrid
lograba la Copa del Rey en el Sant Jordi después de 19 años de sequía
fulminando al Barça en su propia casa.
La temporada ya estaba salvada, pero aún así el equipo llegó a la final de la ACB y solo se dejó el título por un maldito triple desde Las Ramblas de Marcelinho Huertas.
El Madrid fue mejor que su rival en los tres primeros partidos de la
eliminatoria, pero solo pudo ganar dos de ellos. Así que la Liga se
escapó, pero no fue nada grave. Al menos, para la mentalidad del cuerpo
técnico y de la plantilla. El curso había acabado con mal sabor de boca,
pero la sensación global es que había sido un buen año. Lo importante fue que Laso salió reforzado, de manera que pudo planificar la nueva campaña con total libertad.
Así, en verano se dieron un puñado de pequeños retoques. Uno
fundamental, estratosférico: Rudy Fernández, la guinda del pastel. Y
otros menores, pero también importantes: Draper, Slaughter y después Hettsheimeir. Principalmente músculo, intensidad defensiva y solidez.
Tres hombres que llegaron como semi-desconocidos, como actores
secundarios sobre los que se podían hacer muchas preguntas. Pero, a día
de hoy, ya piezas vitales. Porque si algo tiene el Madrid actual es que un equipo 'redondo', prácticamente sin aristas. Dispone de jugadores de todo tipo que se pueden adaptar a multitud de situaciones.
Es cierto que este Madrid está programado para correr y cuando no lo
hace sufre bastante. Pero lo habitual es que venza prácticamente
siempre. De 31 partidos oficiales se han ganado 27 y las cuatro
derrotas han sido a domicilio ante Khimki, Panathinaikos, Cantú y
Barcelona. Golpes asumibles, teniendo en cuenta que no eran choques decisivos. De hecho, en el Palau Navarro tuvo que hacer el partido de su vida para que los culés ganaran apuradamente. Y eso es mucho decir, porque Juan Carlos es un jugador de esos que sale una vez cada dos o tres generaciones.
De todas formas, no se puede negar que en las últimas semanas el
Madrid ha bajado algo su nivel en el juego. Algo perfectamente asumible
por otra parte. El cansancio empieza a hacer mella, aunque el equipo
está confeccionado para tener uno de los banquillos más
completos de Europa. Y aún así, sigue ganando. Como el viernes ante el
Zalgiris, un rival de lo más indigesto. Pero en un mal día de
Rudy y Carroll apareció el 'Chacho' con un triple de genio. Es lo que
tiene este Madrid, que si una noche no te mata uno de sus cracks siempre
habrá otro dispuesto a hacerlo.
Es pronto para decirlo, pero estoy realmente ilusionado con el Real Madrid de baloncesto. Desde tiempos de Arlauckas
y Sabonis no he visto un equipo blanco tan poderoso, con tantas
opciones de hacer algo grande en Europa y en España. Todos los mimbres
están preparados para llegar lejos en las tres competiciones y ya solo
será cuestión de tener suerte y saber competir a la hora de la verdad.
Las cosas se han hecho bien en el último año y la Copa y la Supercopa
son la demostración. Ahora, por fin, el madridismo puede disfrutar de un
equipo a la altura de sus vitrinas. Y es que han sido muchos años de
sinsabores y errores, pero esta vez quizás podamos decir sin timidez que
la espera ha merecido la pena.
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