Quedan 23 días para que el Real Madrid
empiece a verse las caras con el Manchester United. El margen de
preparación se acaba y hasta hace dos días el equipo seguía dormido,
aunque tras lo de Mestalla cabe estar expectantes. Después de un primer
tramo de temporada muy irregular donde los blancos solo han hecho un
puñado de buenas actuaciones ahora es momento de mantener el tipo en la
Liga y pelear por la Copa a la espera de que el camino a la final sea
también una de las tablas de salvación con las que salvar la temporada.
Sin embargo, el verdadero y primer examen final llegará ante el equipo
de Ferguson. Y ahí sí que será un todo o nada.
Es muy duro estar a estas alturas de campaña y mirar la clasificación de la Liga.
El 'dolor' se acrecienta si se compara la presente con la pasada.
Venimos de levantar el título de la regularidad más impresionante de la
historia del fútbol español y se podría decir que del europeo también.
Sin embargo, el equipo ha encadenado dos temporadas antagónicas: del
todo a la prácticamente nada. Y eso es difícil de asumir, pues no se puede entender que una versión mejorada de la misma plantilla esté dando un rendimiento tan bajo.
A día de hoy me sigo preguntando una y otra vez qué le pasa al
Madrid. Si es un problema físico o mental, de confianza. Y cada vez que
lo hago llego a la conclusión de que es algo mental. No hay fútbol, el juego no fluye como la temporada pasada. Las líneas no están juntas y cada futbolista merengue con el balón en los pies es un islote.
Más allá de lo visto ayer, el equipo lleva varias semanas con problemas
para asociarse, para combinar. La goleada en Mestalla debe ser el
camino a seguir, está claro. Pero lo difícil será mantener el nivel de
un día durante los próximos meses.
Con el fútbol que presentaba el equipo hasta el sábado va a ser difícil eliminar al Manchester United.
Lo ocurrido en Valencia da esperanza de que los jugadores cambien el
chip y den lo mejor de sí en estos dos partidos y los que pudieran venir
después. Algo así como recuperar la magia que hizo que el Real Madrid
ganara la séptima, la octava y la novena en temporadas ligueras
similares a la actual. El concepto es apostar todo a la carta europea, aunque en este caso sin despreciar la de la Copa del Rey.
Estoy convencido de que el Real Madrid es más equipo que el
Manchester United. Y de largo. Pero hoy en día no se gana a nadie en
segunda velocidad. Ni en España ni en Europa. Por eso hay que
cambiar algo respecto a lo que estábamos viendo hasta hace dos días. De
momento el equipo ha subsistido en Copa y Champions por su tremenda
calidad y porque tiene a Cristiano,
un jugador que empieza a entrar en la etapa más dulce de su carrera. El
mes que viene cumplirá 28 años, una edad de plenitud física y
futbolística que puede y debe aprovechar el Madrid, pero que nunca debe
ser el único punto de apoyo.
Porque el equipo necesita a gente como Di María,
un futbolista básico la campaña pasada y que en Mestalla volvió a
parecerse al que deslumbró la campaña pasada. O a Higuaín, otro renacido
el domingo en la ciudad del Turia. Y también a Özil, intermitente en su
juego, pues lo mismo se sale una tarde que ni se le ve la noche
siguiente. En definitiva, a todos. Y es que últimamente
solo algunas excepciones como Khedira y Ramos están dando su verdadero
nivel. Solo teniendo a la plantilla en su mejor versión la eliminatoria
ante el equipo inglés se hará cuesta abajo.
Así que las próximas tres semanas deben tomarse como una fase de preparación, como un reto donde se debe mejorar cada día.
Sin olvidarnos de la Liga, una competición que nunca merece la dejadez
del Real Madrid. Con una distancia tan abismal de Barcelona y Atlético
de Madrid el equipo blanco está obligado a rendir al máximo en todos los
partidos por orgullo. Hay que acabar el campeonato de la forma más digna posible e ir a por los dos títulos que quedan pendientes. Aún estamos a tiempo de darle un final feliz a esta temporada que ha empezado tan mal. Pero para ello hay que despertar del todo. Y cuanto antes, mejor.
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