La operación se cifró en 1,3 millones de euros, mucho dinero para tratarse de un deportista de la canasta.
Sin embargo, nadie dudaba entonces de que Suárez los valía. Era joven,
prometedor y, para colmo, venía a ocupar una posición en la que el Real
Madrid andaba bastante necesitado. El colegial redondeaba la mejor
plantilla del club en los últimos años bajo las órdenes de uno de los
técnicos más laureados del 'Viejo Continente', Ettore Messina.
Pero las cosas no marcharon como se esperaba y el Real Madrid vio cómo el italiano daba el portazo y dimitía en marzo de 2011.
A cargo de la convulsa plantilla quedaba su ayudante Emanuele Molin, un
entrenador casi sin currículum cuyo mayor éxito de ahí a final de
campaña fue clasificar al equipo para su primera 'Final Four' en 16 años. En la ACB, sonoro fracaso al caer en semifinales por 1-3 ante el Bilbao Basket.
Todo ello influyó negativamente en Carlos Suárez, quien fue perdiendo poco a poco la frecura en su juego. La salida de su gran valedor en el Madrid
le colocó en una situación complicada, de forma que el alero dejó de
rendir a su mejor nivel. Sus inicios en el equipo habían sido más que
positivos, pero todo cambió a comienzos del año pasado. Además, el club
se reforzó en las posiciones exteriores con la llegada de jugadores como Pocius, Singler, Carroll o Rudy Fernández, de manera que Carlos empezó a perder minutos de forma evidente. De 822 en la Liga regular en la campaña 2010/11 pasó a 621 en la última. Es decir, de jugar 26 minutos con 15 de valoración por encuentro, a 19 minutos y 10 de valoración.
Y en la temporada actual va camino de seguir mermando sus
estadísticas, pues en los cuatro primeros partidos su papel en el equipo
ha sido claramente secundario. De momento acumula 18 minutos de media, con 5 puntos y 6 de valoración en cada choque. Aportación muy pobre para el octavo fichaje más caro del baloncesto patrio. Por bajar, hasta lo están haciendo sus porcentajes en el triple, ya que hace dos años exhibía desde la línea de 3 un 45%, el curso pasado cayó al 41% y ahora tiene un 36%.
Se nota que el jugador tiene poca confianza y esto le lleva a entrar en
una espiral donde su mal rendimiento se retroalimenta con sus pocos
minutos en cancha.
Lo cierto es que le está tocando convivir en un equipo donde la gran mayor parte del potencial se concentra en el perímetro. Jugadores como Llull, Rudy, Carroll, Mirotic o Pocius han aumentado mucho la competencia en los últimos tiempos y el español está siendo el principal perjudicado. Sin embargo, no le queda otra que luchar, pues el madridismo y Pablo Laso saben que aún puede dar mucho más de sí.
El madrileño debe darse cuenta de que afronta un momento clave de su carrera, pues está muy cerca de entrar en la madurez profesional. Con 26 años le ha llegado el momento de dar un paso adelante y demostrar que él también está preparado para tirar del equipo.
De momento los focos no le miran y eso tiene que ser una ventaja para
su juego. Ya no tiene la presión de antaño en el Estudiantes o en el
Madrid de Messina, por lo que su misión debe estar enfocada a aprovechar
al máximo las oportunidades. Y, por qué no, a centrar su baloncesto al poste, donde el equipo blanco tiene a estas alturas más carencias.
Con el puesto de '2' y '3' bastante copado, quizás en el de '4' haya un
hueco más amplio para él. No le queda otra que adaptarse para sacar lo
mejor de sí mismo. Eso o seguir sembrando de incertidumbre su futuro.
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