Tres días han
pasado desde que Cristiano Ronaldo decidiera escenificar su descontento
y la sorpresa todavía dura en el madridismo. Sus palabras han sentado
como un golpe bajo, como una pequeña traición del ojito derecho de la
afición, un futbolista que después de mucho trabajo había logrado
ganarse el respeto y el aprecio del seguidor blanco. Pero hay cosas que
cuestan mucho lograr y que se pueden perder en un solo instante, y el
portugués ha jugado demasiado con fuego.
El martes
pasado Cristiano se vio en la necesidad de publicar un comunicado
oficial en su cuenta de Facebook para apagar un poco el incencio que
había generado conscientemente. Porque él sabía perfectamente lo que hacía y cuándo.
Su rabieta no fue fruto de un impulso, sino de una decisión que maduró
entre el jueves y el domingo, tiempo que pasó entre la conquista de la
Supercopa y el partido ante el Granada. Cerca de 96 horas en las que se produjeron los acontecimientos que pudieron provocar que el vaso del de Madeira se desbordara hasta tomar la decisión más polémica de su estancia en la capital de España.
Pero, ¿qué motivos son éstos? Prensa y aficionados llevamos varios
días intentando averiguarlos. Así lo ha querido el jugador, pues ha
buscado el interés del mundo del fútbol al lucir un compendio de gestos y
caras ante el Granada tras anotar sus dos goles, para después dejar
flotando en el aire su tristeza. Él sabía que el momento para hacerlo era el domingo, justo el día antes de viajar con su selección. De desaparecer. La 'patata caliente' iba a quedar así en el tejado madridista, en manos de Florentino y Mourinho, dos de las pocas personas del mundo que deben saber a ciencia cierta qué preocupa a Cristiano Ronaldo.
Como digo, sus razones tendrá. En ellas la afición madridista no tiene la culpa, como quiso dejar claro el martes.
Y, por lo visto, el dinero tampoco. Dos detalles que deber servir para
que los aficionados se tranquilicen en algo. Sin embargo, Cristiano
sigue sin desvelar las claves, pues quiere seguir jugando a esto de que
se hable de él aunque se den palos de ciego. Después de más de un año
peleando duramente por quitarse esa fama de egocéntrico que siempre le
ha acompañado, esfuerzo plasmado en una temporada donde se le vio
generoso e implicado con el equipo, ahora ha vuelto a saltar por libre sin valorar los perjuicios que le ha causado al Real Madrid.
La cuestión no es si tiene derecho a estar triste o no, pues tendrá que dar sus explicaciones a su debido momento. El
tema es que se ha equivocado al actuar así. Porque el madridismo no
merece estos momentos de preocupación, ni este disgusto cinco días
después de haberle ganado la Supercopa al Barcelona. Por una
vez corrían tiempos de bonanza en Chamartín tras varios años de
oscuridad y el de Madeira ha venido a empeñarlos, lanzando a los cuatro
vientos su malestar para que el asunto se haga una bola de nieve y tenga
que solucionárselo la cúpula del club por simple presión mediática. Estos temas deben tratarse dentro de un despacho, no con mensajes y micrófonos de por medio.
Por respeto a la afición, que, por cierto, viene a ser la más exigente
del mundo y que no acostumbra a pasar estos detalles así como así.
Parece evidente que Cristiano ha actuado pensando en sí mismo
y sin valorar las consecuencias negativas que le podría traer al Real
Madrid. Su actitud ha venido a ser una priorización de sus
intereses sobre los del club y eso es algo que hay que hacerle ver que
no puede volverse a repetir. Porque, por muy grande que sea o llegue a
ser Cristiano Ronaldo, siempre habrá algo que estará por encima de él.
El Real Madrid. Este club va más allá de las personas, es una
institución a la que no se le pueden poner condiciones. CR7 debe darse
cuenta de que él solo es un grano de arena más de la grandeza de este
equipo. Por muy bueno que sea.
No me cabe ninguna duda de que este asunto se solucionará. Estamos en septiembre y aún quedan nueve meses de temporada.
Esto en fútbol es un mundo. Puede que en cuatro semanas Cristiano
Ronaldo ya esté sonriendo de nuevo en el equipo, porque el Madrid
trabajara para que así sea, estoy seguro. Y el Bernabéu seguramente haga
un esfuerzo por olvidarse de todo. Pero el portugués debe aprender de
esto que así no se hacen las cosas, que el Real Madrid está en una
dimensión superior a sus intereses como jugador y persona. Que esta afición es sagrada y que no puede jugar con ella como lo ha hecho, por muchos motivos que tenga para sentirse mal.
El juego de las adivinanzas no debe tener lugar en un equipo donde
vestir su camiseta no es una obligación, sino un privilegio. Por eso,
después de tres temporadas aquí ya va siendo hora de que entienda que el
Madrid no ha bailado nunca en 110 años de historia al son de nadie. Y
él tampoco va a ser la excepción.
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