Reconozco que cuando el Real Madrid decidió a finales de agosto cerrar la cesión de Chicharito Hernández
me alegré más por el hecho de completar la delantera que por la propia
calidad del futbolista. De hecho, no se puede negar que tras cerrarse la
operación abundaron los comentarios jocosos sobre el mexicano, un
futbolista que llegaba a la capital de España tras tener una trayectoria de sentido descendente en el Manchester United.
Sin embargo, dos meses después ya nadie se ríe del curioso apodo del
delantero y las palabras de decepción de muchos han cambiado por las de
optimismo.
La pretemporada del Real Madrid dejó muy claro que el equipo necesitaba un delantero centro para completar la plantilla. El tiempo demostró que Falcao nunca fue una opción real por expreso deseo de Carlo Ancelotti, quien prefirió no poner en riesgo el estatus de '9' titular de Benzema y prefirió traer a un jugador de perfil más humilde y acostumbrado a las suplencias en un gran club europeo. El elegido fue Chicharito Hernández, un futbolista que convenció a un entrenador que no es un cualquiera en esto del fútbol, Sir Alex Ferguson.
Junto al escocés el norteamericano vivió sus mejores años como
futbolista y apuntó maneras de 'crack' con la veintena prácticamente
recién estrenada.
Las cosas nunca le han sido fáciles al Chicharito, pero aún
así siempre ha estado a la altura de las exigencias y ha presentado unas
cifras goleadoras realmente rentables. En sus últimos años en el United demostró
una facilidad innata para marcar más tantos cuantos menos minutos
jugaba, por lo que acabó especializándose en la tarea de arreglar
partidos saliendo desde el banquillo. Y es es probablemente lo que Ancelotti buscó
en él al llamar a su puerta este verano: un jugador joven, con
experiencia en el fútbol europeo y la madurez suficiente para asumir con
la máxima ilusión posible un rol de 'segundas partes'.
Y desde el primer momento Chicharito
se metió a la afición en el bolsillo. Ni siquiera necesitó marcar su
primer gol para agradar al madridismo, pues le bastó 'platicar' un poco
en la sala de prensa del Santiago Bernabéu para demostrar que
detrás del futbolista había una persona inteligente y una cabeza bien
amueblada. Sabía a donde venía, para qué y lo que eso suponía para su
carrera. Justo cuando su trayectoria parecía languidecer camino a un
equipo de un escalón inferior al Manchester apareció el Madrid. El club más importante del mundo. O lo que es lo mismo, la mejor segunda oportunidad posible, un paso hacia adelante.
Eso ya era un primer paso, pero todavía faltaban por llegar los goles. Riazor fue
su bautismo, ¡y de qué manera!. Jugó sólo un puñado de minutos, pero
dejó dos dianas para aumentar la goleada (2-8). Especialmente memorable
fue la primera, una volea impresionante que se coló por la escuadra y
que seguramente acabe la temporada entre los cinco mejores goles del
equipo blanco. Y más tarde llegarían tantos en el campo del Levante o en Cornellà. Pocos minutos, bastantes goles. Justo lo que se le pedía a su llegada y la confirmación de que su fichaje ha sido un acierto: por bueno, por bonito y por barato.
Sus dos primeros meses en el Real Madrid se podrían resumir en que en el fútbol las apariencias también engañan. Físicamente Chicharito parece
de todo menos un delantero peligroso. No es alto, fuerte ni parece
técnicamente bien dotado. Son sensaciones similares a las que transmitía
- y transmite- Raúl González. Pero tiene algo en los genes que
le convierte en goleador. Es la extraña facultad por hacer pasar el
balón entre los tres palos del rival de cualquier manera. Goles bonitos,
feos, de rebote, tras rechace, con la zurda, con la diestra, con la
cabeza... Como sea, pero los mete. Y eso es lo que importa. Esté donde
esté seguirá marcando sin distinguir si juega para el C.D. Guadalajara, el United, México o el Real Madrid. Así que por mi parte ya he despejado mis dudas, porque esto es justo lo que el equipo blanco necesitaba este verano.
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