Hace una semana comentaba en este espacio que dos meses es muy poco tiempo para pretender encontrar el sello de Ancelotti
en este equipo. Y así es. Pero más allá del juego del equipo, hay otro
aspecto que merece una reflexión. Hasta ahora está quedando patente es
que el Real Madrid cuenta con vicios evidentes del pasado que van a ser
muy difíciles de eliminar. Especialmente el de la actitud de muchos de
los jugadores cuando el calendario les obliga a jugar en campos de
equipos teóricamente inferiores y en partidos donde son claramente
favoritos.
Tanto en la última temporada como en el inicio de la presente el Real Madrid se está demostrando como un equipo con problemas de motivación en partidos,
a priori, asequibles. La Liga es un campeonato que con el paso de los
años cada vez penaliza más los fallos puntuales, pues enfrente está un
rival como el Barcelona que solo pierde un puñado de puntos cada año.
Por eso, cada empate o cada derrota en este torneo es como una pequeña cornada para las aspiraciones del equipo.
El curso pasado
se dio la circunstancia de que prácticamente en el mes de noviembre ya
no había título de Liga que disputar. Se perdieron multitud de puntos en
campos de equipos de menor nivel que el Real Madrid: Getafe, Sevilla,
Granada, Betis, Málaga… Todos ellos con merecimiento, dicho sea de paso.
Porque en estos encuentros el Madrid mostró su cara más apática y su juego más vulgar, con un estilo carente de alma y de intensidad.
Por entonces lo sucedido se explicó con base en las diferencias
existentes en el vestuario entre jugadores y técnico. Bien, así pudo
ser. Sin embargo, a día de hoy hay ciertas sensaciones que se siguen repitiendo como si de un molesto déjà-vu se tratase.
Y ya no es una cuestión de jugar mejor o peor, sino de las sensaciones
que transmite el equipo sobre el campo. Hay encuentros en los que la
movilidad en ataque brilla por su ausencia y en los que todo parece más a expensas de una jugada aislada de Cristiano que de acciones trenzadas y bien diseñadas.
Así se venció en Granada. Luego se mejoró algo, a pocos ratos, ante el Villarreal. Y se ganó el miércoles en Elche. Pero la
victoria ante los ilicitanos no puede ni debe tapar que este Madrid
sigue teniendo problemas importantes a la hora de afrontar estos duelos
de 'pico y pala' ante rivales batalladores.
Durante los últimos
días Ancelotti ya se ha encargado de avisar que no se pueden empezar
los partidos dormidos como ocurrió ante el Getafe. Y añado que tampoco
podemos acabarlos como en el Martínez Valero, porque dos puntos que podía valer media Liga estuvieron cerca de irse al traste por un fallo de concentración.
Y como digo, ya no es cuestión exclusiva de hacer mejor fútbol o peor; pues en esto se tiene que ir mejorando con el paso de los meses. Es un asunto exclusivamente de sacar adelante los partidos poniendo lo mismo que el rival sobre el campo.
Si los equipos pequeños juegan con ilusión ante el Madrid, el equipo
blanco debe poner tanto o más que ellos. Si no se puede ganar a base de
genialidades y de enamorar al público, hay que ir a por la victoria por
carácter y orgullo. Es un componente mental, un 'chip' que hay que ponerse ya para no volver a desangrarnos desde el primer momento.
Por fortuna, esta apatía es solo cuestión de días puntuales. En casa y
ante los equipos grandes el Madrid casi siempre responde. Mourinho enseñó a competir en las grandes citas a la mayoría de los jugadores de esta plantilla y eso se nota a la hora de la verdad. Ahí no suele haber queja que valga. Pero urge reflexionar sobre los 'otros' partidos y la actitud a la ahora de afrontarlos.
Estamos en una época donde la Liga española es una de las más
desiguales del mundo entre los aspirantes a ganarla y el resto de
equipos. Pero esto sigue siendo fútbol profesional y aquí nadie regala
nada. Por eso, el Madrid no puede permitirse el lujo de salir a jugar
algunos partidos en segunda marcha. Más que nada porque ya no está
Mourinho para cargar con las culpas.
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