O mucho cambia la cosa o todo apunta a que Ricardo Kaká cumplirá una cuarta temporada en el Real Madrid. La intención inicial del club y de Mourinho era darle salida al futbolista a este verano, pero no a cualquier precio. La alta dicha del brasileño está espantando a los posibles compradores, de manera que la situación está en estos momentos en un punto en que alguna de las partes interesadas debe hacer un sacrificio para facilitar el traspaso con destino al Milan, el equipo que más interés ha mostrado en el mediapunta.
Ambas
instituciones se reunirán en los próximos días en Nueva York para ver
si pueden encontrarle una solución a este complicado rompecabezas. Pero
difícil será, más que nada porque el contrato de Kaká con el Real Madrid es verdaderamente prohibitivo. El club le fichó con privilegios de Balón de Oro,
de manera que ambas partes sellaron un contrato que colocaba al
jugador como estrella mundial. Una vinculación que ahora el carioca
está en derecho de querer respetar, aunque tras todo esto subyazca un
cierto egoísmo económico por su parte.
Lo digo porque en cierta medida la responsabilidad es del Real
Madrid, por apostar por Kaká tan fuerte y para tanto tiempo. Bien es
cierto que gran parte del mundo del fútbol dio el beneplácito a su
fichaje, pues aunque había hecho una última temporada bastante
irregular, pocos podían pensar que su rendimiento sería tan malo en el club blanco. El tema es por qué se le firmó hasta 2015, sabiendo que por entonces tendría ya 33 años. Ahora nos encontramos que tiene tres menos, pero con un recorrido para el fútbol en franca decadencia.
El mejor Kaká hace tiempo que dejó de estar. Las lesiones y la poca implicación del jugador han sido clave en ello, ya que el sudamericano llegó incluso a retrasar una operación de pubis con tal de jugar con su selección el Mundial de Sudáfrica. No supo (ni quiso) curarse de la manera más adecuada y el resultado ha sido dos años para olvidar más otro aceptable. Porque su última temporada no me ha parecido mala, pero ni mucho menos para tirar cohetes.
Bien es cierto que yo hace un año, a estas alturas, todavía confiaba en que Kaká regresara a su mejor versión. Pero tras esta campaña ya he desistido.
Mi confianza en él se ha reducido y desde hace varios meses soy
partidario de darle una salida para pasar a buscar un sustituto más
joven y con más recorrido en el club. Algo que cada día que pasa veo más
difícil, más que nada porque el jugador no parece muy por la labor.
Creo que Kaká ha decepcionado al madridismo. En lo futbolístico y en lo personal. No ha sido capaz de dar un paso adelante para asumir que está en deuda con el club después de todo lo que éste le ha dado. Son ya tres años en Madrid y una inversión de cerca de 100 millones de euros que
se ha traducido en un puñado de partidos buenos y algún que otro
golazo, nada más. No ha marcado diferencias ni ha sido el futbolista
decisivo que prometía. Lo más honesto por su parte hubiera sido darse
cuenta de ello y poner facilidades para abandonar el club, una vez que se le ha enseñado la puerta de salida.
Entiendo, por ello, que la afición madridista esté incómoda con él. La
sensación generalizada que percibo es de cierto hartazgo, de que Kaká
está prolongando su estancia de manera egoísta. Y puede que así sea, pero el contrato está ahí y el jugador está en su derecho de mantenerse firme,
aunque sea moralmente reprobable. Por eso, quizás no quede otra que
aceptar la situación y dejar que el futbolista se quede otro año más.
Si así fuera, creo que el madridismo no debe tomarla con él mientras dure la competición.
Mourinho ya ha dejado claro que, si continúa en nómina, él estará
encantado de contar con sus servicios utilizándolo como suplente
habitual. Está claro que el brasileño no es más que la sombra del
futbolista que llegó a ser hace un lustro, pero aún así sigue siendo un
jugador de primer nivel. Un buen reserva, digamos.
De ahí que lo suyo es que el aficionado le apoye como uno más, olvidando todo lo ocurrido. Si
se queda, Kaká remará en la misma dirección que todos, camino de los
cuatro títulos. Ponerle difícil su estancia en Madrid no ayudaría a
nadie, solo perjudicaría al club. Por eso, a pesar de todo,
mientras el jugador vista de blanco no queda otra que apoyarle para que
lo haga lo mejor posible. Lo contrario sería tirarse piedras contra el
propio tejado.
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