"Cristiano Ronaldo es así, nosotros en el equipo estamos contentos con él". De esta forma intentaba explicar este sábado Sergio Ramos el gesto apático y ausente de Cristiano Ronaldo tras marcarle un gol al Granada en el último minuto de partido. El portugués no quiso celebrarlo, evidenciando que había algo en su interior que no marchaba bien. Quizás una mezcla de autoculpabilidad y de desencanto con la exigente grada del Santiago Bernabéu.
La explicación del sevillano es muy útil para entender cómo es el portugués. Como todos los genios tiene sus imperfecciones y hay que aceptarlas sin más, porque con 26 años que tiene es difícil que cambie. Al ficharle en el verano del 2009, el Real Madrid se gastó 96 millones de euros para traer al mejor goleador del mundo y uno de los mejores de la historia. Pero en el paquete también venía una cierta dosis de ambición, egoísmo y gen competitivo. Sin estos detalles, Cristiano no sería Ronaldo. No sería un futbolista que a mitad de su carrera deportiva ya ha hecho historia en multitud de aspectos.
Las circunstancias han querido que el de Madeira sea permanentemente comparado con el otro genio de su tiempo, Lionel Messi. La figura del argentino es muy alargada y siempre aparece como antítesis de Cristiano Ronaldo. Todo superhéroe tiene su enemigo, su rival, tan poderoso como él y que lleva al protagonista a la mejoría constante para vencerlo. Y en este caso, Messi ocupa la figura del villano para el madridismo, del rival a superar para acabar dominando el fútbol mundial. La cuestión es que, hasta el momento, el portugués no termina de encontrar la fórmula para terminar esta película con un final feliz para sus intereses.
Este lunes todo apunta a que Messi logrará su tercer Balón de Oro consecutivo. Mucho más justo que el que logró la temporada pasada, a mi modo de ver. Pero eso es otro cantar. Porque una vez más, Cristiano Ronaldo se tendrá que conformar con un premio secundario, una consolación a pesar de haber dado un rendimiento individual tan bueno o incluso superior al del argentino en la temporada pasada. Sus 41 goles en Liga así lo atestiguan. Todo eso no ha sido suficiente y Cristiano no termina de encontrarse cómodo con el panorama reinante en el fútbol internacional.
La cuestión es que el luso se siente todos los días examinado. Partido tras partido, los medios de comunicación se apresuran a analizar sus números, a desentrañar los nuevos récords que ha conseguido con sus últimos goles. El problema es que tras concluir una temporada excepcional, Cristiano Ronaldo está empezando a competir contra sí mismo, contra su ansiedad, contra sus anhelos. Messi ha quedado en un segundo plano. El '7' merengue está envuelto en una dinámica de responsabilidad donde cada partido en el que no marca supone prácticamente una crisis en su juego. Y si, además, no lo hace ante el Barcelona, el problema se convierte ya en una cuestión de Estado.
Superación. Es la palabra que este futbolista lleva grabada a fuego en su mente. Y que cada temporada que pasa se le hace más complicado de alcanzar. Es la que le ha llevado a ser quién es y que, al mismo tiempo, es la única capaz de convertirle en un jugador del montón. Porque si no la consigue llegan los nervios, la ansiedad, los errores. Llegan las malas caras, los enfados consigo mismo y con el sector crítico, el pronto contra sus detractores. Entonces su fútbol pierde la chispa, la alegría y Ronaldo pasa a ser a un autómata ausente, obcecado en ser el mejor para solo conseguir figurar como una caricatura de sí mismo. Es justo en estos momentos cuando es más débil y está más lejos de superar a Messi por el trono del fútbol mundial.
La cuestión es que los límites de Cristiano Ronaldo están en su mente. Ella es la que marca realmente su rendimiento en el campo, sus posibilidades de ser mejor jugador y aparecer en los momentos clave, los que diferencian a los grandes jugadores de las leyendas. Conseguirlo está dentro de sus posibilidades, pero para ello debe aprender a serenarse, descubrir que la ambición es una virtud que puede convertirse en defecto si se lleva al límite. Y él necesita encontrar el punto medio, en lugar donde su mente no juegue en su contra. Debe darse cuenta que lo único que le separa verdaderamente del olimpo es la naturalidad, disfrutar con esto. El día que lo haga, y solo entonces, descubriremos lo que realmente es capaz de hacer.
La explicación del sevillano es muy útil para entender cómo es el portugués. Como todos los genios tiene sus imperfecciones y hay que aceptarlas sin más, porque con 26 años que tiene es difícil que cambie. Al ficharle en el verano del 2009, el Real Madrid se gastó 96 millones de euros para traer al mejor goleador del mundo y uno de los mejores de la historia. Pero en el paquete también venía una cierta dosis de ambición, egoísmo y gen competitivo. Sin estos detalles, Cristiano no sería Ronaldo. No sería un futbolista que a mitad de su carrera deportiva ya ha hecho historia en multitud de aspectos.
Las circunstancias han querido que el de Madeira sea permanentemente comparado con el otro genio de su tiempo, Lionel Messi. La figura del argentino es muy alargada y siempre aparece como antítesis de Cristiano Ronaldo. Todo superhéroe tiene su enemigo, su rival, tan poderoso como él y que lleva al protagonista a la mejoría constante para vencerlo. Y en este caso, Messi ocupa la figura del villano para el madridismo, del rival a superar para acabar dominando el fútbol mundial. La cuestión es que, hasta el momento, el portugués no termina de encontrar la fórmula para terminar esta película con un final feliz para sus intereses.
Este lunes todo apunta a que Messi logrará su tercer Balón de Oro consecutivo. Mucho más justo que el que logró la temporada pasada, a mi modo de ver. Pero eso es otro cantar. Porque una vez más, Cristiano Ronaldo se tendrá que conformar con un premio secundario, una consolación a pesar de haber dado un rendimiento individual tan bueno o incluso superior al del argentino en la temporada pasada. Sus 41 goles en Liga así lo atestiguan. Todo eso no ha sido suficiente y Cristiano no termina de encontrarse cómodo con el panorama reinante en el fútbol internacional.
La cuestión es que el luso se siente todos los días examinado. Partido tras partido, los medios de comunicación se apresuran a analizar sus números, a desentrañar los nuevos récords que ha conseguido con sus últimos goles. El problema es que tras concluir una temporada excepcional, Cristiano Ronaldo está empezando a competir contra sí mismo, contra su ansiedad, contra sus anhelos. Messi ha quedado en un segundo plano. El '7' merengue está envuelto en una dinámica de responsabilidad donde cada partido en el que no marca supone prácticamente una crisis en su juego. Y si, además, no lo hace ante el Barcelona, el problema se convierte ya en una cuestión de Estado.
Superación. Es la palabra que este futbolista lleva grabada a fuego en su mente. Y que cada temporada que pasa se le hace más complicado de alcanzar. Es la que le ha llevado a ser quién es y que, al mismo tiempo, es la única capaz de convertirle en un jugador del montón. Porque si no la consigue llegan los nervios, la ansiedad, los errores. Llegan las malas caras, los enfados consigo mismo y con el sector crítico, el pronto contra sus detractores. Entonces su fútbol pierde la chispa, la alegría y Ronaldo pasa a ser a un autómata ausente, obcecado en ser el mejor para solo conseguir figurar como una caricatura de sí mismo. Es justo en estos momentos cuando es más débil y está más lejos de superar a Messi por el trono del fútbol mundial.
La cuestión es que los límites de Cristiano Ronaldo están en su mente. Ella es la que marca realmente su rendimiento en el campo, sus posibilidades de ser mejor jugador y aparecer en los momentos clave, los que diferencian a los grandes jugadores de las leyendas. Conseguirlo está dentro de sus posibilidades, pero para ello debe aprender a serenarse, descubrir que la ambición es una virtud que puede convertirse en defecto si se lleva al límite. Y él necesita encontrar el punto medio, en lugar donde su mente no juegue en su contra. Debe darse cuenta que lo único que le separa verdaderamente del olimpo es la naturalidad, disfrutar con esto. El día que lo haga, y solo entonces, descubriremos lo que realmente es capaz de hacer.
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