Por fin llegó el momento que muchos llevaban esperando. Se acabaron las semanas de giras por América, por China y por Europa. Comenzó la hora de la verdad. Y qué mejor que hacerlo ante el Barcelona, el actual campeón de Europa y de Liga y, posiblemente, el mayor antagonista que ha tenido el Real Madrid en su dilatada historia. La temporada comenzó con un 'Clásico' de múltiples lecturas y caótico en su concepto, pero del que el madridismo puede extraer detalles satisfactorios.
El choque fue extraño. Como si en una función de teatro los actores principales se hubieran cambiado los papeles, el Madrid ejerció de Barcelona y a viceversa. Los blancos dominaron la pelota durante gran parte del partido y arrinconaron atrás a su rival, un equipo conformista con su juego, pero de una pegada demoledora. Vista la primera media hora de juego, muy pocos habrían aventurado que el primer parcial del choque sería favorable al Barcelona. Pero ahí estuvo un golazo de Villa (quién sabe si ayudado por un rebote en Ramos) y un desafortunado resbalón de Pepe para que los catalanes se pusieran por delante.
Con desventaja en el marcador y en el terreno anímico, los de Mourinho salieron en la segunda parte algo apagados y el Barcelona hizo amagos de querer sentenciar la Supercopa en el Bernabéu. Sin embargo, el gol de Xabi Alonso hizo justicia a lo visto en el partido y atajó cualquier atisbo de rebelde en los culés. A partir de ahí llegaron los minutos más desenfrenados de juego merengue, que no de buen fútbol. Fueron instantes en los que el Real Madrid pasó por encima de su rival, pero sin la puntería necesaria para cobrarse un botín satisfactorio.
El Madrid perdonó y acabó el choque con un sabor agridulce. La imagen fue magnífica, pero el resultado fue regular. Ahora mismo el trofeo mira hacia Barcelona y los merengues deberán ganar en la Ciudad Condal si quieren golpear primero esta campaña. Algo factible visto lo visto este domingo, pero que tampoco debe ser sinónimo de euforia. Porque antes de la Supercopa era evidente que los blancos llegaban a la cita en mejor forma y, aún así, los culés sacaron demasiada renta para lo que merecieron.
A los dos equipos les queda mucho trabajo por delante. De hecho, es fácil pensar que los de Guardiola están más lejos que sus rivales de la forma deseada. No se puede obviar que gente como Xavi, Piqué o Puyol no fueron titulares en el Bernabéu, o que Cesc acaba de llegar para completar un centro del campo asombroso. Es decir, este Barça va a multiplicarse exponencialmente en los próximos meses. De ellos hemos de esperar una campaña de números similares a la pasada, si bien el factor lesiones puede ser clave. Creo que el Can Barcelona han sobrepotenciado el centro del campo a costa de descuidar la defensa y la delantera. Y eso es algo que pueden pagar a la larga.
Por lo tanto, en el Madrid no puede haber confianzas en pleno mes de agosto. Es evidente que después de un año de trabajo, Mourinho tiene la balanza casi equilibrada. Una victoria, tres empates y una derrota en los cinco últimos 'Clásicos' así lo atestiguan. Si bien hay que terminar de rematar la faena. Hay que saber imponerse en los momentos claves de la temporada y hay que evitar que el factor azar sea tan decisivo como este domingo.
El objetivo está cerca, pero hay que culminarlo. Y esta tarea promete ser la más difícil de todas. Porque la temporada del cambio podría ser esta. Debe serlo. Pero para ello, habrá que imponerse a un Barça en plenitud, un equipo mucho más pulido que el que se vio el domingo. Y es que el primer asalto de la Supercopa solo debe servirpara tener claro que se está en el buen camino, aunque aún queda mucho por andar.
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