lunes, 7 de febrero de 2011

Cuando el problema no está en casa

54 puntos de 66 posibles en Liga. Finalista de Copa tras ganar todos los partidos de cuartos de final y de semifinales. En octavos de la Champions League con los mejores números en la fase de grupos de todo el continente. Sólo tres partidos perdidos en toda la temporada. En definitiva, unos datos que, en circunstancias n0rmales, serían motivo de orgullo para cualquier aficionado que se precie. Pero en el Real Madrid, esta temporada, pueden llegar a ser hasta sinónimo de crisis.

Pero, ¿cómo se explica esto? Las matemáticas dicen que es prácticamente imposible hacerlo mejor, al menos en cuanto a números. A no ser, claro, que se roce la perfección. Y eso es algo que, a lo largo de la historia, apenas un puñado de equipos han logrado conseguir. Uno de los cuales, compite en la misma Liga que el Real Madrid. Sí, es el F.C. Barcelona, un equipo capaz de hacer sonrojar números de escándalo como los que está consiguiendo José Mourinho en Chamartín.

Es decir, palabras mayores. Sólo así se explica que el conjunto culé sume ya 16 victorias consecutivas en la competición doméstica y en la Copa y en la Champions haya pasado rondas con una facilidad pasmosa. O que multitud de récords históricos estén cayendo uno tras otro en el zurrón de los de Pep Guardiola. Es lo que tiene la sencilla anormalidad de este equipo, que juega de una manera tan engrasada que parece fácil, aunque a su alrededor vaya dejando los "cadáveres" producto de su hambre voraz.

Y en este contexto le ha tocado vivir al actual Real Madrid. Un club que sobrevive a base de las migajas que pudo coger en los años 2007 y 2008, cuando el gran Barcelona de Riijkaard le dio un respiro para transformarse en la excelencia dirigida por el de Santpedor. Una situación muy difícil para una institución que lleva más de un lustro en crisis de identidad y que en este tiempo ha probado casi una decena de fórmulas distintas sin dar con la solución posible. Porque está a la sombra del vecino, y resulta que este, haga lo que haga, conseguirá la excelencia.

Así, el Madrid de hoy es un equipo al que no se le juzga desde parámetros estándar, sino desde la comparación con el mejor Barcelona de todos los tiempos. Su vara de medir no es la lógica dictada por el más de un siglo de existencia de fútbol, es la trayectoria inmaculada de su titánico rival. Y ahí no hay más camino que la decepción, porque en la historia no hay lugar para dos maravillas coétaneas. Sólo puede haber una, a la par que un aspirante al reemplazo. Y aquí los roles ya están asignados.

Por lo tanto, el club blanco merece un análisis más benigno, alejado de comparaciones intoxicadoras. Es verdad que este equipo juega a impulsos, que sus ratos de buen fútbol se han limitado a la condición física de inicio de temporada y que Cristiano Ronaldo es un estilete básico para los merengues. Pero también es cierto que los números están ahí y que la campaña del Real Madrid está siendo para enmarcar. Por una vez en muchos años, este equipo está vivo en febrero en las tres competiciones y da sensación de sobriedad. Por una vez, el Madrid huele a bases de proyecto cimentadas. Así que olvidémonos  de lo que ocurre a 600 kilómetros de distancia y sigamos haciendo nuestro trabajo mientras el tiempo hace el suyo.

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