Hay tantos que tienen un valor mucho mayor de lo estrictamente deportivo. Que por sí solos suponen un cambio de mentalidad. Que son capaces de romper con malas rachas que hasta entonces, afectaban a un equipo año tras año, sin remisión. Así ocurrió en el pasado Mundial de Sudáfrica con el gol de Villa ante Paraguay. Un tanto que por su ejecución, llena de avatares y emoción, fue capaz de dar carpetazo al mal fario que arrastraba la ‘Roja’ desde hacía 60 años.
Aquel 3 de julio me quedé con la sensación de que ese Mundial no se le podía escapar a España. Una única jugada había sido la mejor cura para un lastre que se antojaba eterno. Y la pasada noche, 22 de febrero, tuve una percepción similar tras el gol de Benzema. Tenía que ser el francés, el jugador que había estado en la picota desde que firmó por el Madrid. Él debía romper la ‘maldición’ de Gerland. Su casa. Un lugar, que, en cambio, para los blancos era sinónimo de película de terror. Tres partidos en la última década y tres derrotas con cero goles a favor.
Y Karim sólo necesitó dos minutos para apartar de un plumazo todos los fantasmas. Fue en una jugada de inicio trastabillada y peleada, como llevaba siéndolo todo el partido. Pero el ariete galo puso orden en el caos y, tras una gran pared con Cristiano Ronaldo, supo esperar el momento de alojar el balón en las redes de Lloris. La sangre fría que muchos han esgrimido para criticarle se convirtió en su mejor arma para desarbolar a la defensa del Olympique.
Hasta entonces, el partido era la misma pesadilla de siempre en Lyon. Un equipo rocoso, pertrechado en un campo estrecho como Gerland y que no concedía ni un segundo para pensar al Madrid. Resultado: el Olympique achuchaban sin demasiado acierto, mientras los de blanco volvían a sufrir el déjà vu eterno de Lyon y se conformaban con mantener un empate a cero benigno para las dos partes. Pero todo cambió a partir del descanso.
Sea lo que sea lo que les dijese Mourinho en los 15 minutos de asueto, el Madrid cambió de actitud. Dos palos consecutivos en un minuto casi mágico (uno de Cristiano y otro de Ramos) espolearon al equipo, el cual ni siquiera bajó los brazos con el penalty injustamente obviado por el casero Stark. Y en esas estaba el partido cuando apareció el hijo pródigo, quien dos minutos antes había sustituido a Adebayor. En una jugada memorable consiguió el primer gol del Madrid en Gerland tras 335 minutos de sequía histórica.
En esos momentos, el partido estaba tal y como quería Mourinho. El Lyon acusaba el golpe y el Madrid esperaba atrás a la espera de dar el golpe definitivo. Pero el encuentro pasó, de pronto, de estar en fase de encefalograma plano a ponerse de cara para los locales. Un gol tonto, producto de un error de Sergio Ramos en el fuera de juego, cambió el panorama. Y ahí es cuando el Lyon empezó a creer.
Al final el Madrid aguantó las embestidas y se llevó un valioso empate que deja un sabor agridulce por la sensación de que el Madrid no se llevó más de allí porque no tuvo la ambición suficiente. Quizás el peso de la historia reciente en este campo influyó y provocó que los blancos no buscaran sentenciar la eliminatoria cuando todo estaba de cara para ello. Pero en la mochila ya se llevaban un gol que ha de valer su peso en oro en Madrid, donde los merengues no deberán tener problemas para estar en cuartos.
Así lo entendió Florentino, que no pudo evitar celebrar el tanto de Benzema como si de un hijo suyo se tratara. Fue como quitarse de encima seis años de sinsabores, de eliminatorias perdidas desde el primer minuto. Esta vez la historia era distinta. Porque por fin su gran apuesta, Karim Benzema, se graduaba con el Real Madrid, y lo hacía a lo grande en el campo donde nadie con esa camiseta lo había logrado antes. Su gol encarrilaba la eliminatoria y con él, llegaba la sensación de que, al igual que la 'Roja', este Madrid no tendrá límites una vez que entierre a los fantasmas de su pasado.
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