Pues sí, me considero afortunado por haber podido hacerlo. Y es que si analizo los que dicen que han sido los más grandes del deporte de la pelotita, llego a la conclusión de que he visto muy poquito fútbol. No he podido ver nunca en directo a Di Stéfano, Pelé y Cruyff; y de Maradona tan sólo tengo el vago recuerdo de un jugador obeso que, a pesar de sus circusntancias, seguía haciendo lo que quería por los terrenos de juego.
Cuando llegó el momento de que el Pelusa se retirara, el fútbol mundial se quedó sin un referente, sin alguien que asumiera la responsabilidad de ser el mejor. Creo que este tipo de relevos en el mundo del deporte se producen generalmente de manera natural, y que cada quince o veinte años surge alguien capaz de representar a toda una generación de seguidores. Así, Zidane sólo tardó un par de años en coger el testigo de Maradona, para tranquilidad de todos a los que les gusta(ba) el fútbol.
Cuando llegó el momento de que el Pelusa se retirara, el fútbol mundial se quedó sin un referente, sin alguien que asumiera la responsabilidad de ser el mejor. Creo que este tipo de relevos en el mundo del deporte se producen generalmente de manera natural, y que cada quince o veinte años surge alguien capaz de representar a toda una generación de seguidores. Así, Zidane sólo tardó un par de años en coger el testigo de Maradona, para tranquilidad de todos a los que les gusta(ba) el fútbol.
Mi primer recuerdo de Zidane data de finales de 1995, de un partido de Copa de la UEFA entre el Girondins francés y el Betis. Un encuentro más y aparentemente sin historia, si no hubiera sido por un futbolista que contaba con casi 24 años y que empezaba a despuntar en su club. Un balón que cae del cielo en el centro del campo, un jugador que lo deja botar y que empalma una volea desde casi cuarenta metros que se colaba en la portería sevillana. El resultado no importaba, porque había nacido una estrella.
Esa estrella no tardó en fichar por un club grande, y ese mismo verano el marsellés recalaba en la Juventus de Turín. Allí el jugador se consolidó como uno de los mejores de Europa y consiguió ganar la Liga italiana por dos veces consecutivas (1997, 1998), entre otros títulos. Sin embargo, en la Vecchia Signora no lograba cumplir uno de sus sueños, que era ganar la Copa de Europa. Primero el Borussia de Dortmund y más tarde el Madrid se cruzaron con su equipo para apearlo del camino hacia el título.
Parecía que Zidane, que por aquél entonces tenía 26 años, no iba a traspasar la frontera que separa a los grandes de las leyendas. Sin embargo, el verano de 1998 cambiaría su vida y la de todo un país, porque el Mundial se celebraba en Francia y era una oportunidad de oro para la tricolor. Tras una fase previa desafortunada, en la que el mediapunta era expulsado por agredir a un rival en el partido contra Arabia Saudí, Francia conseguía avanzar las diferentes rondas hasta llegar a la final, al momento donde los nombres de los futbolistas se escriben con letras de oro.
La realidad es que nunca hubo final y en parte, gracias a Zidane. El galo anotaba dos tantos de cabeza a Brasil antes de que se llegase al descanso, y su compañero Petit refrendaba la goleada con un postrero gol. 3-0, Brasil humillada y París tenía un nuevo héroe. Había nacido el mito de Zizou.
Pronto llegaron las distinciones individuales con el FIFA World Player y el Balón de Oro; si bien el jugador vivía días negros en la Juventus, equipo que estaba envuelto en una importante crisis de resultados no acordes con la calidad de su crack. Aún así, todas las frustraciones de Zidane con su equipo las paliaba con los éxitos jugando para su país, ya que en la Eurocopa del 2000 su selección se convertía en el mejor equipo del continente.
Pronto llegaron las distinciones individuales con el FIFA World Player y el Balón de Oro; si bien el jugador vivía días negros en la Juventus, equipo que estaba envuelto en una importante crisis de resultados no acordes con la calidad de su crack. Aún así, todas las frustraciones de Zidane con su equipo las paliaba con los éxitos jugando para su país, ya que en la Eurocopa del 2000 su selección se convertía en el mejor equipo del continente.
En el verano del 2001 la situación de Zidane con su club era bastante complicada, ya que la Juve no conseguía salir del bache. Era la oportunidad de Florentino Pérez y del Real Madrid, conjunto que fichaba al francés gracias a una estratósferica oferta próxima a los 12.000 millones de las antiguas pesetas. De esta manera se convertía en la culminación del proyecto galáctico del centenario merengue y, si bien el futbolista tardó cerca de medio año en acoplarse, los éxitos no se hicieron esperar.
15 de Mayo de 2002, San Isidro. Final de la Copa de Europa, Real Madrid - Bayer Leverkusen. Minuto 44, 1-1 en el marcador y el equipo alemán achucha y mete miedo al Madrid. Roberto Carlos "caza" en la banda un balón que se pierde por la línea de fondo y lo envía como puede a la frontal del área. La pelota cae llovida, con "nieve". Zidane planta su pierna derecha en el césped y arquea su cuerpo hasta elevar su zurda a la altura de la cadera, golpeando al balón en una coreografía donde el esférico sigue una trayectoria imposible. Gol. 2-1 y el Real Madrid gana La Novena. Momento para encumbrar a una leyenda, momento de Zidane.
Después llegarían un par de trofeos menores europeos, la Liga de 2003 y muchos reconocimientos individuales. Tras ellos, la decadencia de los galácticos y la de Zidane, una de las peores épocas para el equipo de Concha Espina. Y finalmente llegaría el Mundial de Alemania de 2006, el renacer del capitán francés y una nueva final para la selección bleu. Con ella se produciría la despedida de Zidane tras un infausto cabezazo a Materazzi en la prórroga del partido. Antes, había abierto el marcador con un penalti increíblemente ejecutado a lo panenka, en una acción que demuestra la pasta de la que estaba hecho este jugador.
Zizou se retiraba en julio de 2006 a los 34 años de edad. Atrás dejaba su fútbol, un juego caracterizado por controles imposibles, regates salidos de coreografías más propias de la danza, pases de tiralíneas y una coordinación de piernas nunca antes vista. Un futbolista que parecía que jugaba con canicas en vez de balones, que se engrandecía frente a sus rivales y que siempre estaba en los momentos importantes, para bien o para mal.
Que disfruteis del vídeo.
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