Creo que a día de hoy Xabi Alonso no es madridista. Al menos en
el amplio concepto de la palabra, porque el vasco se pasó al 'enemigo' a
finales de agosto. Y además lo hizo casi en un abrir y cerrar de ojos,
pillando a todo el mundo desprevenido. Quizá el tolosarra vuelva a serlo
dentro de dos o tres años, cuando se retire del fútbol y no necesite
usar la primera persona a la hora de hablar de cada competición. Pero
mientras tanto tocará verle como lo que es, un peligroso rival que no se
anda con medias tintas a la hora de defender la camiseta que lleva
puesta.
Durante sus cinco años en el club el madridismo le cogió cariño, pues
es un futbolista con carácter y carisma. Su forma de ser hizo que desde
el principio se convirtiera en un abanderado de la filosofía
mourinhista, aunque esto acabó siendo algo que a la larga le acabó
saliendo caro. Más que nada porque llegó el día en que el portugués se
marchó y en el que las cosas empezaron a cambiar. Y para él dejó de ser
lo mismo. A pesar de tener también sintonía con Ancelotti Xabi empezó
a saturarse y a madurar el cambio. A lo largo de varios meses se habló
de si renovaría o no, y aunque al final acabó haciéndolo sólo resultó
ser una maniobra para apaciguar temporalmente los rumores sobre su
futuro. Su nuevo contrato realmente no cambió mucho las cosas, porque lo
importante era que él iba a seguir teniendo la 'sartén' por el mango.
En este punto probablemente lo único que ataba al jugador al Real Madrid era el objetivo de la Champions. Al igual que el de muchos jugadores era su reto personal. Ganar la Copa de Europa. Por eso al conseguir la 'Décima' se quitó un peso de encima y empezó a mirar más allá. A otros retos, a otro país. Y no eligió un equipo cualquiera, sino el Bayern de Guardiola. Un destino que a cualquier madridista le duele por tratarse de un rival directo en Europa y por estar entrenado por Pep Guardiola, la auténtica némesis de Mourinho.
Aunque a la hora de decidir el jugador probablemente no se planteó
estos detalles y se quedó en lo que verdaderamente le interesaba: un
gran equipo que le ponía ante sí el reto de lograr una tercera Liga de Campeones con un tercer equipo. Casi nada.
Así, desde el primer día Xabi empezó a hablar de ganar de nuevo la Champions con la camiseta del Bayern. Ni siquiera se dio un período de 'luto' tras dejar el Real Madrid, pues dos semanas después de despedirse del club blanco ya hablaba de ganar la máxima competición
continental. Por eso había decidido cambiar de aires y a eso le iba a
dedicar sus esfuerzos a partir de ahora, se cruzase quien se cruzase en
su camino. Para él el Madrid ya era historia y había pasado a ser un simple y mero rival. Los 'otros, en definitiva.
Está comprobado que Alonso no tiene previsto hacer concesiones
ni regalarle los oídos al madridismo en los próximos meses. Está en su
perfecto derecho de hacerlo, pues es un profesional y él se debe a su
nuevo club. Pero el problema es que su actitud no está dejando ni un
simple atisbo de diplomacia. Su apoyo a Neuer se podría
decir de muchas maneras, la mayoría de ellas sin molestar al madridismo.
Pero él prefirió utilizar la más hiriente y tosca en forma de dardo
envenenado. Gracias a ella nos ha quedado claro que su sintonía con Iker es nula. Pero el resto del club no tiene por qué 'pagar' estas fricciones entre ex compañeros.
No cabe duda de que a Xabi le ha faltado tacto, como le faltó
cuando en agosto decidió irse de un día para otro dejando al equipo casi
sin margen para cubrir su baja. Su comportamiento ha sido decepcionante
y demuestra que su madridismo ha sido puesto en cuarentena para
defender los colores del Bayern. El tolosarra no ha nacido
madridista, se ha hecho; y al fin y al cabo, esto no es lo mismo. Por
eso hay que empezar a asumir que en los próximos meses cuando hable no
lo hará un seguidor del Real Madrid, sino un jugador del Bayern y un rival que quiere, sobre todas las cosas, ganarnos la Champions. Una ambición lógica por la que nadie podrá juzgarle negativamente.
Sin embargo, la pregunta del 'millón' es si será capaz de
pelear por este objetivo sin caer en una 'guerra sucia' contra su
anterior club, con el consiguiente peligro de dilapidar el cariño que le
tenía la afición merengue. Más que nada porque entre defender los
propios intereses y no medir las palabras para hacer daño media un
abismo y a él esta diferencia parece importarle bastante poco.