La noticia saltaba este viernes a primera hora de la tarde de manera sorpresiva. Messina no aguantaba más y había presentado su dimisión irrevocable. Todo justo cuando el madridismo estaba distraído, más pendiente de la turbulenta semana protagonizada por Mourinho. El luso venía siendo en los últimos días el amo y señor de los medios de comunicación, de ahí que la renuncia del italiano cayese como una bomba en el seno del club. El técnico cuatro veces campeón de Europa que estaba llamado a reflotar la sección arrojaba la toalla, justo cuando el equipo empezaba a presentar la hoja de logros más meritoria de la última década.
Y es que, aunque el Madrid había perdido el día anterior ante el Montepaschi Siena dando una de las peores imágenes de los últimos tiempos, lo había hecho en un partido de trámite. El logro de la clasificación ya estaba conseguido, pues los blancos habían logrado ya la primera plaza de su grupo del Top-16 de la Euroliga, algo que no se había conseguido antes con este formato de competición. Méritos a los que hay que sumar el subcampeonato copero en las dos últimas campañas y el actual segundo puesto de la ACB. En definitiva, un currículum en esta temporada que, en cualquier otro equipo, sería para estar satisfechos, pero que en el Real Madrid sabe a poco.
Sin embargo, la sensación que ha quedado en el aire tras la renuncia del de Catania es que su salida no ha sido por la falta de títulos o por las tres derrotas consecutivas del equipo. Messina había perdido el feeling con sus jugadores, ya no tenía el control del vestuario. Y todo por una acumulación de decisiones que no han sido entendidas en el vestuario merengue y que le han acabado por pasar factura. Hay que tener en cuenta que, en año y medio, el italiano le ha dado salida a tres pesos pesados de la plantilla: Hervelle, Bullock y Garbajosa. Todo para traer en su lugar a jugadores que, ni mucho menos, han mejorado el rendimiento de los anteriores.
El caso más sangrante para el vestuario ha sido quizás el de Garbajosa. El diario Marca publicaba una entrevista el pasado jueves con Felipe Reyes en el que el capitán admitía que la salida del ala-pívot de Torrejón había afectado a la plantilla "porque era un jugador clave en el vestuario". Y todo por traer en su sustitución a Begic, un jugador que no disputó ni un minuto en la pasada Copa del Rey y que ha tenido desde entonces un papel secundario en una plantilla donde hay sobreabundancia de pívots. Sí, el club apostaba por la juventud del bosnio, pero a cambio prescindía de la calidad, influencia y experiencia de un ex campeón del mundo que propio manager había traído el año anterior.
Luego está Prigioni. El argentino y el italiano ya demostraron no tener una relación excesivamente fluida durante el primer partido de la ACB, el pasado mes de octubre. Ambos protagonizaron una llamativa discusión en pleno partido ante el Estudiantes, cuando el base le recriminó a Messina una sustitución. El ex del Tau no volvió más en ese partido a la pista, lo que da buena fe de que, ya a principios de temporada, el vestuario merengue apuntaba a polvorín.
Sin embargo, en su rueda de prensa de despedida del pasado sábado, el técnico optó por no hablar de los problemas internos de manera explícita. Lógico, pues el equipo está ahora mismo en el momento clave de la temporada y cualquier palabra en este sentido sería sinónimo de desestabilización. Ante ello, prefirió echar balones fuera y aludir indirectamente a la culpabilidad de la prensa, pues comentó que "el nivel de división había llegado, sobre todo fuera, a un nivel peligroso para el equipo. Es muy difícil para los que juegan ver que el entrenador está continuamente cuestionado”. Es más, hace unas semanas, en plena víspera de la final copera, el entrenador ya había mostrado una actitud hostil y victimista con los medios al indicar que “soy como un palestino que me llegan las bombas, las aguanto y disfruto”. Eran los primeros síntomas de que algo no iba bien.
Pero el análisis no debe ser superficial ni estar exento de autocrítica por su parte. Es cierto que Messina se va admitiendo errores. Pero también lo es que sale del club sin asumir que en este proyecto a medio plazo perdió un año por sus fallos de planificación. En su primera campaña del club quiso remodelar la sección cambiando casi toda la plantilla a base de fichajes de veteranos. Dispuso de 27 millones de presupuesto para ello. Y llegaron así jugadores como Garbajosa, Hansen, Lavrinovic, Jaric, Kaukenas o Vidal. De todos ellos sólo continúa el último y lo hace con un papel residual. Resultado: cero títulos y una temporada para olvidar. Sin duda, un panorama que invitaba a la crítica y al análisis de la prensa, algo que el italiano no ha sabido digerir como se le debería exigir al responsable de un equipo como el Real Madrid.
Por lo tanto, se entiende que el técnico estaba incómodo con el entorno y que había perdido el apoyo del vestuario. Su salida se intuye como un intento por salvar el rumbo de un barco que, con él a bordo, estaba abocado a hundirse. Por eso, es momento de mirar al futuro y hacer inventario sobre el legado de Messina, que es mucho. Superados los errores de planificación de la temporada 2009/10, el ex del CSKA deja una plantilla ilusionante. Mérito suyo es, sin duda, la reciente progresión de Mirotic, así como la presencia de jugadores jóvenes llamados a hacer historia en este equipo. Velickovic, Sergio Rodríguez, Llull, Suárez o el propio Mirotic deben ser los pilares sobre los que se construya un nuevo Madrid que sea capaz de recuperar el brillo de antaño en Europa.
Pero, ¿quién ha de ser el constructor que ensamble correctamente todas las piezas? Juan Carlos Sánchez y Alberto Herreros deben plantearse seriamente la situación, pues dejar a Molin al frente es mantener una línea arriesgada y continuista respecto a Messina. Quizás la apuesta pudiera salir bien, tal y como pasó con Xavi Pascual en el Barcelona, aunque es una posibilidad altamente improbable. Así, todo apunta a que la intención es buscar para el verano a un sustituto de mayor perfil y experiencia, algo para lo cual ya vienen sonando nombres como Pepu, Aíto o incluso Maljkovic. En mi opinión, el tiempo que pase hasta que se encuentre al candidato adecuado será tiempo perdido.
Ahora es justo el momento de buscar una alternativa, pues de aquí a junio el nuevo técnico tendría tiempo para adaptarse al club y empezar a planificar la nueva campaña. El Real Madrid no debe ni merece estar en estado de provisionalidad durante los próximos tres meses, estando a las puertas de una Final Four y con alternativas interesantes en el mercado. Entre las que se encuentra, a mi juicio, el candidato ideal: Sasha Djordevic. Joven, conocedor de la casa, con personalidad y hambre. En definitiva, un ganador y la persona idónea para devolver la ilusión a una sección cansada de buscar la fórmula del éxito.
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