Una de las ideas fundamentales del periodismo es que la objetividad no existe. El ser humano es, por naturaleza, un animal con sentimientos y emociones, lo que le impide ser plenamente neutral a la hora de expresarse. Y es que desde el mismo momento en que alguien dice algo, simplemente por la forma en que lo hace, ya está marcando las fronteras de su propia personalidad. Vamos, que como dice la conocida expresión española, las opiniones son como los culos, cada uno tiene el suyo.
Todo esto me ha venido a la cabeza tras observar las consecuencias que ha tenido el manido debate entre Zapatero y Rajoy. Hoy, un día después de celebrarse, los periódicos nos hacen el recuento de la batalla en función de lo que más les conviene. Para los medios de derechas, el claro ganador ha sido Rajoy; mientras que los de izquierdas opinan que el actual presidente dominó la situación. Vamos, nada que no se pudiese prever horas antes de la celebración de ese cara a cara.
¿Y qué dicen los sondeos realizados posteriormente entre los ciudadanos? Pues todos dan una ligera ventaja para Zapatero, algo que más que alegrar al PSOE debería preocuparles. La clave de esta aparente contradicción reside en lo que algunos analistas televisivos ya se apresuraron a comentar anoche, en que el presidente contó con el apoyo de gran parte del sector de la izquierda, el evidentemente mayoritario en todo el país. Es lo que tiene el reducir las elecciones a un sistema bipartidista, que haces un debate y sólo puedes escoger entre blanco y negro.
Pues bien, el hecho de que Zapatero gane con escasa diferencia es revelador. Como digo, ya se sabía que pasara lo que pasara iba a salir triunfante en el recuento, pero lo que no se esperaba es que la diferencia fuese tan corta. Así que la lectura que se le puede sacar a ello es que Rajoy lo hizo bien, o cuanto menos, algo mejor que su rival político, quien a mi juicio tenía poco que ganar y mucho que perder.
El debate dependía en gran medida de lo que pudiese aportar Rajoy. Sólo él podía ganarlo o perderlo, de manera que el gallego optó por jugarse un órdago a grande que le salió bastante bien. No llegó a barrer a Zapatero, algo sin duda muy complicado, pero consiguió recuperarle parte del terreno perdido desde el 2004. Y eso que no empezó nada bien, con una presentación ante cámara considerablemente desaliñada (chaqueta abierta) y un comienzo de discurso dubitativo.
Conforme fue entrando en calor, el candidato del PP adquirió confianza en sí mismo y decidió pasar directamente al ataque. Bajo una apariencia convincente e incluso diría que hasta dicharachera (se permitió el lujo de bromear en respuesta a algunas intervenciones de Zapatero), Rajoy mostró tener las ideas bastante claras, tanto que en algunos momentos pecó en exceso. De ahí vienieron sus tres grandes errores a mi juicio:
La defensa de una política fuerte y cerrada en materia de inmigración, llegando incluso a asociar este fenómeno con el aumento de la delincuencia. Sin duda, un discurso extremista que a Zapatero le sirvió en bandeja la posibilidad de responder con un simple y efectivo acto de demagogia: saludar a todos los inmigrantes presentes en España.
Achacar a Zapatero una "agresión" a las víctimas del terrorismo. Por suerte, el castellano es una lengua muy rica, y aquí seguramente Rajoy se excedió en su afán de polemizar. Aunque pensándolo bien, ZP tampoco se puede quejar mucho, porque ¿acaso no quería tensión?
El pasteloso discurso final. Que si una niña, que si quiere el mejor futuro para ella, que si su partido trabajará por su bien... Muy bonito, pero el momento requería palabras firmes, no metáforas.
Por su parte, opino que Zapatero no estuvo a la altura de la situación. Quizás se creía ganador a priori, no hay más que recordar su confiado comentario a Gabilondo tras su entrevista en Cuatro. Esto le podría haber llevado a no digerir bien el agresivo comienzo de Rajoy, lo que desde un primer momento le situó a la defensiva; justo la situación contraria en la que debe encontrarse un candidato que es el actual presidente del Gobierno.
El debate pedía que fuera Zapatero el que llevase las riendas, pero la situación se invirtió desde el principio. El resultado de todo ello fue un cara a cara interesante y atractivo, más que por lo que se dijo (apenas hubo mención a las propuestas electorales) por cómo se dijo. Esta vez la diferencia se puede medir en la actitud de los dos candidatos y bajo este análisis, Rajoy fue de menos a más durante la noche, mientras que Zapatero fue incapaz de progresar en la línea que se impuso desde el principio, quedándose en una postura anodina y anclada en el 11-M.
1 comentario:
No te voy a mentir. No me he leído el tostón sobre política que has soltado arriba. Entre otras cosas porque seguro que me empieza a salir espuma por la boca. Ahora, te digo que yo también cuento los días y minutos que me quedan para volver al santo pelotazo. Nada más, muchos besos. Y gracias por hermanar tu blog con el mio.
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