Cinco días. Ése el tiempo que ha durado la propuesta del Comité Olímpico Español para cubrir la carencia de letra del himno nacional, después de que su presidente, Alejandro Blanco, anunciase su retirada el pasado 16 de enero. Una medida que, en vista de la pésima acogida que tuvo por parte de la élite política del país, no sería sorprendente si no fuera porque dos días antes el propio Blanco había declarado que "creo que la aceptación popular que ha tenido la letra del himno nacional ha sido impresionante".
El resultado de todo esto, es pues, una verdadera chapuza. Y una chapuza encadenada, ya que esta historia comenzó con la filtración de la letra diez días antes de que fuese presentada y cantada por Plácido Domingo en la gala que el COE había preparado para tal fin. Lo que significa que el organismo deportivo ha tenido un topo durante todo el proceso, alguien que participó de manera decisiva en la elección del texto y que se encargó de proporcionárselo a ABC en primicia. Ante este hecho, me asalta la duda de si esa fuente (éxito periodístico, fracaso rotundo de los impulsores de la propuesta) quizás no estuviese demasiado de acuerdo con la elección.
La letra seleccionada era un texto sencillo y sin demasiadas complicaciones, quizás demasiado para pretender acompañar a una melodía que en el futuro millones de españoles iban a escuchar. Su autor, un parado manchego de 52 años, afirmaba que era un himno "para la patria de la gente media, de la que coge el metro", algo estupendo por otra parte, pero que tampoco debe suponer el principal ingrediente de una marcha que tiene implicaciones que van mucho más allá. Y si, para colmo, el propio "artista" se defiende como un perdedor, su devaluación queda completada.
Su repentina y sorpresiva publicación dejó descolocada a una sociedad que no esperaba levantarse con esa noticia en ese día. Me asalta la duda de cuál hubiera sido la reacción generalizada del pueblo español, tanto políticos como no políticos, si su presentación se hubiera realizado merced a la actuación del Plácido Domingo y de los fastuosos actos que tenían preparado los miembros del COE. Lo más probable es que, como suele ser habitual en estos casos, los adornos y maquillaje hubieran hecho milagros y hasta hubiera gustado un poquito más de lo que lo hizo al ser confirmada en rueda de prensa. Pero sólo un poquito más, porque era imposible que hubiera contentado a todos.
Lo cierto es que el COE y la SGAE se metieron en un charco del que era muy complicado salir. En la época en que vivimos, con unos nacionalismos en boga y el constante cuestionamiento de la identidad nacional que vive gran parte del país, plantearse la inclusión de una letra en el himno es, sencillamente, una misión casi imposible. Más que nada porque, como dice la frase, nunca llueve a gusto de todos, y si bien muchos españoles pueden sentirse satisfechos con el resultado, otros muchos siempre estarán en desacuerdo. Una propuesta, por tanto, polémica; y que a pesar de venir a cubrir esa necesidad histórica que tiene el himno, sólo venía a agregar un poco más de discordancia a un caldo de cultivo ya desbordado.
Sin embargo, una vez hecho el acopio de valentía, la seriedad de la responsabilidad tomada exigía otro tratamiento. Lo primero, unas medidas de seguridad y de secretismo que hubieran permitido llevar a cabo correctamente todos los procedimientos. Y lo segundo, una vez cometido el gran error de permitir la filtración, haber dejado discurrir los trámites para su aprobación; aunque estos hubieran supuesto el rechazo general y su no aprobación. Porque lo que se empieza se debe acabar, y si se toma una decisión, hay que llevarla hasta el final de sus consecuencias.
El resultado es que Paulino Cubero, el autor de la letra, se siente "traicionado"; mientras que la propuesta, que era ya difícil de por sí, ha quedado herida de muerte. Se espera que el día 22 de enero el COE se vuelva a reunir para tomar una decisión sobre los nuevos pasos a seguir, pues no ha descartado el continuar con el proceso de selección. Pero visto lo visto, mejor que no sigan perdiendo el tiempo y que se dediquen a preparar unos Juegos Olímpicos que están a la vuelta de la esquina y que, como no espabilen, quizás acaben con sólo unos pocos deportistas españoles tarareando el himno huérfano. Y todo porque, quien mucho abarca, poco aprieta.
1 comentario:
Himno antiguo y sin sentido. Tenemos que ser distintos al resto de países y si no tenemos letra pues no pasa nada. Nunca podremos compararnos con alemanes, italianos o franceses. En fin, a mi me gusta mucho el "chunda chunda".
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