No sabía cómo había llegado hasta allí. Quizás hubiera sido el destino. Su destino. Y no podía defraudarle.
El centinela le había dicho que entrase sin llamar, que lo esperaban. Sin embargo tenía miedo, miedo a lo desconocido. Y a lo que podía haber tras él.
El tiempo pasaba, pero no se decedía a entrar. Ya visualizaba en la lejanía el gran portal de madera recién abierto por el guardia, un lugar que sería el primero en franquear.
Las puertas estaban entreabiertas y dejaban entrar una tenue luminosidad que alumbraba ligeramente la oscuridad que hasta hace pocos segundos lo atenazaba. Sin embargo, aún no podía apreciar qué es lo que le esperaba tras esas misteriosas aberturas.
El centinela le había dicho que entrase sin llamar, que lo esperaban. Sin embargo tenía miedo, miedo a lo desconocido. Y a lo que podía haber tras él.
El tiempo pasaba, pero no se decedía a entrar. Ya visualizaba en la lejanía el gran portal de madera recién abierto por el guardia, un lugar que sería el primero en franquear.
Las puertas estaban entreabiertas y dejaban entrar una tenue luminosidad que alumbraba ligeramente la oscuridad que hasta hace pocos segundos lo atenazaba. Sin embargo, aún no podía apreciar qué es lo que le esperaba tras esas misteriosas aberturas.
Valor. La única palabra que se repetía una y otra vez. Era su destino. Y lo sabía.
Caminó despacio, con precaución. La luz comenzaba a deslumbrarlo, pero poco le importaba ya. Ni siquiera su miedo anterior a lo desconocido lo atenazaba. Estaba a punto de conocer lo que le esperaba tras esas puertas.
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