Dice el estribillo del himno de la 'Décima' del Real Madrid "¡Hala Madrid!... y nada más".
Y no le falta razón, porque el mensaje sigue sin calar demasiado en el
madridismo. En los últimos dos meses la prensa y los aficionados han
pasado más tiempo debatiendo sobre la polémica de la portería o sobre lo
que twitteaban los jugadores que hablando de fútbol y del proyecto para
la nueva temporada del que es, no lo olvidemos, el actual campeón de Europa.
El Real Madrid
es un club que mueve millones de personas. En su afición aglutina a
multitud de seguidores, cada uno con sus propias opiniones, pasiones e
ideas. Por eso es normal que haya un debate continuo sobre los
diferentes aspectos de la actualidad del equipo. Sin embargo, creo que
se ha llegado a un punto nocivo para el club, pues algunos medios se han
encargado de azuzar polémicas estúpidas cogidas con 'pinzas'. Hechos
anecdóticos como el 'retwitteo' de Arbeloa de una guía que criticaba a Casillas o el supuesto 'Me gusta' del mostoleño a un comentario que criticaba a Diego López se han convertido en motivos de polémica gratuita para perjuicio del vestuario merengue.
En este contexto algunos medios se han movido encantados, ya que el
morbo vende periódicos y el periodismo deportivo se ha polarizado hacia
los extremos en su búsqueda de la rentabilidad económica. En el caso de Arbeloa se cogió la parte (un simple retweet) y se llevó al todo, como dando por hecho que 'rebotar' el
documento suponía un acuerdo con cada línea que figuraba en él. Se
trata de una lectura de los hechos a todas luces exagerada y propia del
amarillismo del que piensa que una mentira no debe estropear la
perspectiva de tener una noticia llamativa. El resultado fue un debate
artificial y fuera de lugar que obligó a Arbeloa a aclarar algo que muchos nos imáginabamos por simple lógica.
Con el caso de Casillas se podría decir más de lo
mismo. Las redes sociales son peligrosas y no siempre detrás de una
cuenta oficial está el propio jugador. Las grandes estrellas suelen
compartir sus perfiles con equipos de comunicación, por lo que los
fallos y errores están a la orden del día. Por ello estos hechos se deben ver más como una anécdota que como argumentos serios
a la hora de valorar si un jugador se lleva bien o no con otro. El
objetivo de la mayoría de medios será alimentar el incendio siempre que
haya unas chispas prendiendo, pero el madridismo no debe caer en el
error de seguirles el juego para evitar que el sectarismo se acabe
apropiando del día a día de la institución.
El Real Madrid es el club más grande del mundo fundamentalmente gracias a dos señores: Santiago Bernabéu y Alfredo Di Stéfano.
Ambos, a su manera, pusieron las bases necesarias y dieron el empujón
preciso para que el club navegara durante el resto de su historia a
beneficio de corriente. No son pocos los que atacan los éxitos del
equipo blanco repitiendo hasta la extenuación que el club se gasta cada
año muchos millones de euros en fichajes. Pues sí, esto es así. Pero se gasta el dinero porque él mismo lo genera.
Y lo genera porque es el mejor equipo del planeta. Algo que ha logrado
partiendo de cero desde su fundación, como todo el mundo, hasta
convertirse en lo que es hoy. Son 112 años de historia en los que este
club ha hecho las cosas mejor que nadie y ahora tiene el privilegio de
recoger los frutos de su magnífica labor cultivada durante décadas y
décadas. Títulos que desprenden el sudor añejo de más de un siglo de trabajo modélico.
Sin embargo, ahora ni Bernabéu ni Di Stéfano están. Y el Real Madrid sigue ganando títulos. El último hace dos días.
Y así seguirá siendo, mientras el fútbol sea fútbol u ocurra un
cataclismo deportivo para la institución por los avatares del destino.
La reflexión es que hemos llegado a un punto en que nadie, ningún
nombre, es más importante que este escudo. Ni Florentino Pérez, ni Casillas, ni Arbeloa. Ni siquiera Bernabéu o Di Stéfano, a pesar de lo mucho que se les debe.
Lo que importa es el Real Madrid. Por aquí han pasado muchos nombres otros, desde Gento a Zidane, pasando por Amancio y Butragueño.
Y todos ellos se han ido como llegaron, pero los días y los títulos han
seguido cayendo, como siempre. Esto es lo que distingue al Madrid del
resto de equipos del mundo: es un club sagrado. Así que será mejor que
dejemos de lado los nombres y miremos todos por el interés de este
equipo. El cual, por cierto, está en el mejor momento de la última
década. Nos ha costado mucho llegar de nuevo a este punto como para
perder cada uno de estos valiosos segundos como campeones europeos
criticándonos entre nosotros. Lo que el madridismo quiere, a la larga,
es ganar todos los títulos posibles. Así que prioricemos nuestros
esfuerzos en eso y no malgastemos ni un sólo ápice de energía en polémicas absurdas. De hacerlo, seguro que nos irá (aún) mejor.
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