A día de hoy
todavía sigo notando una corriente crítica contra Pablo Laso y su
gestión. A pesar de todo el buen trabajo que ha hecho en los últimos
(casi) dos años. Quizás la clave de todo esté en que al vitoriano le
falte por ganar un gran título para espantar de una vez a todos esos
fantasmas que se empeñan en decir, una y otra vez, que no vale para
entrenar a un grande como el Real Madrid. Un título que, por cierto,
desde el viernes está a un solo triunfo. Y que podría levantarse esta
misma noche.
Una Copa del Rey (la primera en 19 años), una Supercopa, dos finales de Liga Endesa ACB y un subcampeonato de Europa.
Este es el balance de Laso desde que llegara al banquillo del Real
Madrid en el verano de 2011 para recomponer y reconstruir a un equipo
que estaba hecho jirones. Messina había arrasado con todo a su paso por
Madrid y había dejado a un vestuario muy tocado en lo anímico. Por
entonces el equipo había sido eliminado en las semifinales de la ACB por
el Bilbao Basket tras un sorprendente 3-1. Por enésima vez, la sección de baloncesto había tocado fondo.
Laso vino para poner todo en orden desde la humildad. E impuso su
peculiar estilo, un juego que debe gustar a todo aficionado al
baloncesto: el ataque y la velocidad sobre todo lo demás. El club le
apoyó como buenos fichajes desde los despachos, pues por fin parecía que
el Madrid se había dado cuenta de que el baloncesto merengue no merecía
penar de esta manera por las canchas. La Copa del Rey y la final en la Liga fueron un premio inicial y un primer paso para indicar que el equipo estaba en la línea correcta. Bien es cierto que podía saber a poco y así era, pero al menos Laso y sus hombres habían hecho una declaración de intenciones.
Y esta temporada se ha seguido mejorando. La Supercopa se
ganó por fin después de muchos intentos fallidos, y en la Euroliga el
Madrid ilusionó a su gente como hacía casi 20 años que no pasaba. La final se perdió por detalles varios, desde la inferioridad física y la mental hasta un arbitraje demasiado permisivo con la agresividad de los griegos. Pero como dice el dicho, lo que no mata te hace más fuerte.
En la Copa se falló claramente, sí. Pero una vez más fue por detalles y
por mala suerte; pues tras dos prórrogas ante el Barcelona salió cruz.
Nada que no fuera totalmente asumible.
En cuanto a la Liga, el equipo está haciendo una de sus mejores temporadas desde que prima el formato ACB. Es indudable. Y en estos momentos está a un triunfo de llevarse el título, con dos 'match balls' para rematarlo.
Queda lo más difícil, hacerlo. Pero si se consigue, Laso se habrá
quitado un enorme peso de encima. El de la duda constante, el de no
haber ganado aún ningún título grande con el equipo: Liga o Euroliga. Es
la diferencia, el salto, que hay entre estar ahí y ser un conjunto
ganador. Un matiz que en gran medida viene dado por la madurez y la experiencia del equipo, ya que estos dos años hay que tomárselos como una fase de aprendizaje para los jugadores.
Porque el Madrid es un equipo muy joven. Rudy, Suárez, Sergio
Rodríguez, Llull, Slaughter, Mirotic, Begic... Son jugadores que no
pasan de los 28 años y que en muchos casos no han acostumbrado a estar
en finales. Puede parecer soprendente, pero Rudy está jugando su primera final de la Liga Endesa.
Por eso, hay que tener paciencia con este equipo y mirar al futuro.
Este Real lleva dos años compitiendo y llegando a finales. Conociéndose.
Ha perdido más de las que ha ganado, aunque siempre hay tiempo para
cambiar esta tendencia. Desde hoy podemos empezar a hacerlo. Pero, pase
lo que pase, sigamos confiando en Laso y no dejemos que nos domine la
impaciencia. No olvidemos dónde estábamos hace dos años y dónde estamos
ahora.
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