Fin de semana del 12 y del 13 de diciembre. La mayoría de periódicos de tirada nacional abren su ediciones con la noticia de la consulta independentista que se va a desarrollar en Cataluña. En total, los ciudadanos de 166 municipios catalanes estaban llamados a dejar su opinión en relación a la independencia de esta Comunidad Autónoma. Pero lo que se suponía una fiesta del nacionalismo local, acabó siendo un silencioso fracaso.
Sólo así se explica que los ecos de estos sufragios apenas resonaran los días posteriores a su celebración. Los resultados obtenidos acabaron por no ser todo lo satisfactorio que se esperaba por sus promotores, lo que propició que lo que antes se vendía como una gran jornada terminara por convertirse en un hecho sin apenas notoriedad posterior. Porque no cabe duda de que si la participación hubiera sido la aceptable, aún hoy resonarían los ecos de la "cerrazón" española en relación al independentismo catalán.
Pero la clara realidad es que los resultaros fueron realmente pésimos para los interesados. Un 27,41% del censo se animó a participar en esta simulación, y eso que también participaron los jóvenes de 16 y 17 años. No deja de tener gracia este dato, porque demuestra un intento algo desesperado de maquillar lo que pudiera pasar a posteriori. La juventud, tan tendente a la rebeldía, podía jugar un papel clave en el apoyo al independentismo, así que, ¿por qué no usarla para inflar las cifras?
El porcentaje a favor del sí fue del 94,89%. Obvio, por otra parte. Porque lo que es evidente es que en una consulta como esta, en la que su validez queda en lo anecdótico, sólo se acercan a votar los que se juegan algo con ella. Es normal y lógico que el independentismo catalán se movilizara ese fin de semana para demostrar su existencia; así que lo que realmente se puede extraer de los datos es que éste no goza de tan buena salud cómo se nos quería hacer ver.
Porque un análisis más profundo de las cifras arroja un hecho demoledor. Un 26% de los catalanes de esos municipios apoya la consulta. Al resto, o no le importa la misma o la rechaza. Así que tras ello, sólo queda plantearse la pregunta de si realmente era necesario perder el tiempo y el dinero con una prueba semejante, salida del deseo insatisfecho de unos pocos. Quizás la prueba realizada en Arenys de Munt hace tres meses invitó a actuar de esta manera, pues por aquél entonces uno de cada tres vecinos se mostró a favor. Aún así, escaso apoyo para semejante empresa.
Hace apenas dos semanas que la Constitución española celebró sus 31 años de vida. Una Carta Magna que España luce con orgullo como resultado de una transición ejemplar de la dictadura a la democracia. Sin embargo, desde su nacimiento ésta apenas ha tenido tranquilidad, pues el debate sobre algunos de sus puntos más polémicos ha estado en todo momento en la calle. Uno de ellos es el de los nacionalismos, a pesar de que en la Constitución se ofrece un sistema equilibrado de convivencia plurinacional:
"Artículo 2.
La Constitución se fundamenta en la indisoluble unidad de la Nación española, patria común e indivisible de todos los españoles, y reconoce y garantiza el derecho a la autonomía de las nacionalidades y regiones que la integran y la solidaridad entre todas ellas".
Sólo así se explica que los ecos de estos sufragios apenas resonaran los días posteriores a su celebración. Los resultados obtenidos acabaron por no ser todo lo satisfactorio que se esperaba por sus promotores, lo que propició que lo que antes se vendía como una gran jornada terminara por convertirse en un hecho sin apenas notoriedad posterior. Porque no cabe duda de que si la participación hubiera sido la aceptable, aún hoy resonarían los ecos de la "cerrazón" española en relación al independentismo catalán.
Pero la clara realidad es que los resultaros fueron realmente pésimos para los interesados. Un 27,41% del censo se animó a participar en esta simulación, y eso que también participaron los jóvenes de 16 y 17 años. No deja de tener gracia este dato, porque demuestra un intento algo desesperado de maquillar lo que pudiera pasar a posteriori. La juventud, tan tendente a la rebeldía, podía jugar un papel clave en el apoyo al independentismo, así que, ¿por qué no usarla para inflar las cifras?
El porcentaje a favor del sí fue del 94,89%. Obvio, por otra parte. Porque lo que es evidente es que en una consulta como esta, en la que su validez queda en lo anecdótico, sólo se acercan a votar los que se juegan algo con ella. Es normal y lógico que el independentismo catalán se movilizara ese fin de semana para demostrar su existencia; así que lo que realmente se puede extraer de los datos es que éste no goza de tan buena salud cómo se nos quería hacer ver.
Porque un análisis más profundo de las cifras arroja un hecho demoledor. Un 26% de los catalanes de esos municipios apoya la consulta. Al resto, o no le importa la misma o la rechaza. Así que tras ello, sólo queda plantearse la pregunta de si realmente era necesario perder el tiempo y el dinero con una prueba semejante, salida del deseo insatisfecho de unos pocos. Quizás la prueba realizada en Arenys de Munt hace tres meses invitó a actuar de esta manera, pues por aquél entonces uno de cada tres vecinos se mostró a favor. Aún así, escaso apoyo para semejante empresa.
Hace apenas dos semanas que la Constitución española celebró sus 31 años de vida. Una Carta Magna que España luce con orgullo como resultado de una transición ejemplar de la dictadura a la democracia. Sin embargo, desde su nacimiento ésta apenas ha tenido tranquilidad, pues el debate sobre algunos de sus puntos más polémicos ha estado en todo momento en la calle. Uno de ellos es el de los nacionalismos, a pesar de que en la Constitución se ofrece un sistema equilibrado de convivencia plurinacional:
"Artículo 2.
La Constitución se fundamenta en la indisoluble unidad de la Nación española, patria común e indivisible de todos los españoles, y reconoce y garantiza el derecho a la autonomía de las nacionalidades y regiones que la integran y la solidaridad entre todas ellas".
Opiniones e ideologías políticas hay para todos los gustos, algo así como los colores. Y dentro de los límites democráticos y de los derechos humanos, todas ellas son respetables. Pero cuando una de ellas pretende modificar algo relativo a la Constitución, debe tratarse con reservas, como es el caso de los nacionalismos. Así, sólo con un apoyo masivo y evidente hacia los mismos se puede empezar a plantear un cambio en la estructura de España; y en Cataluña éste ha demostrado ser ahora mismo, a todas luces, insuficiente.
Por ello, que uno de cada cuatro catalanes esté a favor de la independencia no implica más que el hecho de ser una cifra insustancial para planteamientos de cambio en uno de los estados democráticos más jóvenes de Europa. Bajo esta lectura, la consulta realizada hace unos días no deja de ser un simple juego llevado a cabo por unos cuantos interesados; el cual, por cierto, no dio los resultados satisfactorios que se deseaban. Por ello, quizás sea el momento de no perder más tiempo y empezar a trabajar en serio en los temas que de verdad preocupan al ciudadano.
1 comentario:
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