sábado, 30 de junio de 2012

Una decisión para arrepentirse

Todavía no es oficial, pero la desaparición de las fichas de Ante Tomic y Novica Velickovic de la página Web del Real Madrid viene a confirmar los rumores recientes sobre su no continuidad en el club. Dos decisiones que han generado gran polémica, teniendo en cuenta el rendimiento reciente de los citados jugadores y su juventud y posibilidades de progresión en los próximos años. De hecho, parece que tanto el serbio como el croata van a durar poco tiempo en el mercado dado su alto caché.

En estas líneas quiero centrarme en el caso de Ante Tomic. Un jugador que llegó al Real Madrid de manera sorpresiva a principios de 2010 cuando apuntaba maneras para ser uno de los mejores pívots europeos de los próximos años. Sus 217 centímetros le avalaban e incluso algunos hablaban de que el club blanco había fichado al 'Gasol del Este'. Evidentemente, la comparación se mostró como exagerada con el paso del tiempo, pero el croata se acopló bien al equipo y terminó por ser el pívot titular de la plantilla blanca.

Casi dos años y medio en los que el Real Madrid solo ha podido llevarse una Copa del Rey, conquistada en febrero pasado. Además, el equipo logró clasificarse para la disputa de la Final Four de 2011, aunque cayó eliminado a las primeras de cambio. En este tiempo no ayudó nada el ambiente convulso de la sección, evidenciado con la salida de Ettore Messina de la dirección a principios del año pasado. Cambios en la dirección técnica que impidieron que Ante Tomic tuviese la estabilidad necesaria para trabajar en los puntos que necesitaba mejorar y que ahora se han convertido en las principales causas de su salida del equipo.

Creo que el croata es uno de los mejores pívots de Europa a nivel técnico. A pesar de ser alto tiene un buen movimiento de pies y se faja con facilidad en la zona. Sin embargo, estamos ante un '5' muy blando, con problemas a nivel defensivo, sin capacidad de intimidación y con pocos kilos para ganar la posición ante jugadores más bajos que él, pero más pesados. Un aspecto donde juega un papel importante el carácter del jugador y que, quizás, se podría pulir con algo de trabajo individualizado enfocado a solventar estas carencias.

Imagino que el cuerpo técnico merengue habrá intentado mejorar estos aspectos en los últimos 30 meses, pero lo cierto es que no ha habido mejorías notorias. Ahora Tomic es mejor jugador que cuando llegó, más experimentado y con más recursos en el juego ofensivo. Sin embargo, es evidente que ha habido cierta decepción con él, porque se esperaba que llegara mucho más lejos de donde ahora está. Por ello, probablemente el Real Madrid se ha cansado de esperar y ha decidido dejarle libre el camino para que continúe su carrera en otro equipo.

Una decisión de la que creo que el equipo blanco podría acabar por arrepentirse. No hay más que ver cómo equipazos de 'Final Four' como el Barcelona o el CSKA se está 'pegando' por hacerse con sus servicios, ahora que está libre de contratos. No me cabe duda de que Tomic fichará en los próximos días por un grande de Europa y que tendrá minutos abundantes en un proyecto ganador que competirá cara a cara con el Madrid la próxima temporada. Quizás el propio Barça lo termine firmando y tengamos que sufrir su juego en el Palacio de los Deportes, lo que ya sería indicativo de que hemos dejado escapar a un gran jugador para que refuerce a un rival directo.

Posiblemente Tomic no sea, a día de hoy, un jugador que se haya ganado la titularidad del Real Madrid. Pero sí se ha merecido pertenecer a su plantilla, ser su '5' reserva. Sus 8.9 puntos, 4.8 rebotes, 1 asistencia y 0,5 tapones en 20 minutos de media en su trayectoria en la ACB son números nada malos que demuestran que es un jugador que puede aportar mucho a un gran equipo como el blanco. De hecho, no entiendo cómo el Madrid ha escogido a Mirza Begic en su lugar, teniendo en cuenta que su rendimiento ha sido claramente inferior al del croata. Laso y sus hombres tendrás su motivos para hacerlo, por mucho que yo ahora no los entienda. Aunque solo espero que el tiempo les de la razón y no tengamos que acordarnos de aquel verano en el que le dimos la carta de libertad a un jugador que, por edad y capacidades de progresión, tiene en su mano convertirse en un jugador determinante en el baloncesto europeo.

lunes, 25 de junio de 2012

'Españolina' y a dormir

Vicente del Bosque comentaba hace unos días, tras el partido ante Croacia, que España había pasado de “pobre a rica” en lo futbolístico en muy poco tiempo, de manera que ahora no sabe valorar lo que tiene. Y no le falta razón. Sin embargo, tanta humildad parece tener el seleccionador español que en esta Eurocopa se está empeñando en ganarla (o perderla) como un equipo pequeño, indigno del conjunto que hace cuatro años levantaba el mismo trofeo que ahora busca o que hace dos veranos hacía lo propio con el Mundial de Sudáfrica.

Del Bosque olvida que España ahora tiene una estrella sobre el pecho. Un privilegio que, a la vez, implica prestigio que defender. Desde el momento en que este equipo alzó el trofeo al cielo de Johannesburgo debía saber que su vara de medir iba a empezar a ser otra. Ya no se le iba analizar desde el prisma del conjunto históricamente acomplejado por perder casi siempre en cuartos o en octavos; sino desde la perspectiva del país que ya ha tocado el cielo con las manos. Por eso, entiendo que a este equipo hay que pedirle algo más. Y no me refiero a resultados, pues hasta ahora éstos están siendo muy meritorios y el objetivo se está cumpliendo. Es más una cuestión de imagen.

Quizás sea en redundar lo que ya comentaba hace unos días, tras el partido ante Irlanda. Pero reitero y amplío mi opinión al respecto porque esta selección española me incomoda y me aburre por momentos. Contra Croacia sufrí mucho porque, por un momento, sentí muy cerca los viejos fantasmas de la mala suerte. Recuerdos comos los de perder ante Francia tras un penalti fallado por Raúl, o los de caer ante Italia después de ver como el colegiado de turno cerraba los ojos ante la ensangrentada nariz de Luis Enrique. Ante Croacia España sufrió de manera innecesaria y todo porque Del Bosque fue incapaz de sacar al equipo del incorformismo y de su plomizo juego horizontal.

Hace un par de años, en pleno Mundial de Sudáfrica, Maradona comentó con sorna que "si las porterías estuvieran de costado y no de un lado y del otro, España hubiera ganado 10 a 1. La tienen, la tienen, la tienen, ¿pero cuándo va a atacar?". En su momento me parecieron unas declaraciones desproporcionadas e injustas. Pero ahora, 24 meses después, contemplo preocupado cómo empiezo a estar de acuerdo con el 'Pelusa'. Y todo porque a Del Bosque está encantado con sobar el balón sin descanso, narcotizando a sus rivales a fuerza de tener que correr detrás de la pelota sin ningún éxito. Al salmantino parece que le da igual la ley del fútbol que dice que hay que buscar siempre la portería rival, porque le basta con dominar todo el partido e intentar aprovechar las tres ocasiones claras que puede tener el equipo en cada encuentro.


El modelo que encontró Luis Aragonés en el 2008 está, a estas alturas, pervertido. El 'Sabio de Hortaleza' patentó el famoso tiki-taka y lo puso al servicio del fútbol ofensivo. Sin embargo, tanto se ha 'emborrachado' este equipo del juego de toque que ahora no lo abandona ni para intentar marcar gol. Me desespera ver cómo Xavi, Iniesta o Silva se tienen que dar la vuelta una y otra vez al borde del área porque no hay nadie en ella que pueda aprovechar sus jugadas. Me parece un fútbol inconcluso, incompleto, que limita a los partidos a un puñado de ocasiones que deben solucionar los mediapuntas o, en su defecto como ha ocurrido con Xabi, los centrocampistas. Es jugar con fuego, usar un arma de gran calibre para disparar solo con balas de fogueo.

Aún así, a España le está yendo muy bien. Porque es la mejor selección del mundo, de largo. Y porque tiene una defensa a la altura, con un Sergio Ramos al nivel de los mejores centrales del mundo. Con esta zaga y con Casillas todo es mucho más fácil. Casi ni se sufre, porque al menos el equipo tiene el balón y ya se sabe que ésta es la mejor manera de defender. El dominio de los encuentros es total y pleno, y el éxito no está lejos bajo estos ingredientes. Esta selección es muy buena, quizás la mejor de todos los tiempos y gana con el piloto automático puesto. Sin embargo, creo que nos estamos quedando sin disfrutar de este equipo en su plenitud. Como si nos conformásemos con una versión castrada y limitada de la verdadera España; simplemente porque ahora con muy poco consigue lo que antes solo soñábamos.

Hablo de partidos como el de Rusia en las seminales de la pasada Eurocopa, o el de Alemania en el de la final de 2008 o en las semifinales del Mundial de 2010. Esos días la 'Roja' brilló y jugó muy bien a esto, sin renunciar al delantero en pos de alargar las jugadas hasta la extenuación como sucede ahora. Pasarán los partidos y seguiré sin entender cómo Del Bosque sigue planteando los partidos sin ariete (aunque él diga que pone siempre a uno) sacrificando el necesario último remate para ganar un pase de más que no aporta nada en un equipo con 'overbooking' de jugones. Tocar, tocar, tocar, tocar y más tocar, para dormir al público y al rival; intentando aprovechar una de las contadas ocasiones que surgen por azar o mérito de alguno de los jugadores.

Desconozco si toda esta historia se ha producido porque falta Villa. Pero si es así, no entiendo cómo el mejor delantero por rendimiento de la temporada, Fernando Llorente, solo calienta en los descansos de la Eurocopa. Ni un solo minuto de momento. Incomprensible. Aunque suerte de que, de una manera u otra, el equipo está ganando. Así no es necesario levantar la voz demasiado. Porque la alegría tapa y ahoga la autocrítica; ya que lo verdaderamente importante es el resultadismo. Por eso, si España gana la Eurocopa yo será el primero en estar contento. Pero jugando de esta manera, lo de estar satisfecho ya es otro cantar...

sábado, 16 de junio de 2012

Cuando el fútbol se aleja del gol

Suele decirse que cada español tiene un seleccionador dentro. Por eso, en los últimos días no ha resultado extraño que el tema del delantero se haya convertido prácticamente en un debate nacional. La decisión de Del Bosque de jugar sin '9' ante Italia provocó un pequeño terremoto cuya intensidad estuvo marcada para la amplitud de la debacle, el empate ante una tetracampeona del mundo venida a menos. Y es que en este país hemos pasado en cuatro años de lamentarnos por nuestra incapacidad de pasar de cuartos a valorar como insuficiente una igualdad ante una de nuestras 'bestias negras'.

La actual generación que disfruta el fútbol español ha cambiado nuestra historia. Por fin somos un equipo ganador, de esos que no tiemblan cuando tienen enfrente a los antaño inalcanzables alemanes, franceses, argentinos o brasileños. Ahora es España la que marca las pautas planetarias de este deporte, la que es admirada de un lado a otro del mundo. Y todo porque el 13 de octubre de 2007 a Luis Aragonés se le encendió la bombilla en Aarhus (Dinamarca), con motivo de un partido clasificatorio para la Eurocopa del año siguiente. Aquel día España arrasó a su rival por 1-3 y puso las bases de su fútbol espectacular basado en la posesión del balón, la calidad y el talento.

Desde entonces muchos han defendido que España calcó el modelo del Barcelona. Una afirmación que hay que coger con mucho cuidado, porque pocos recuerdan que en la Eurocopa de 2008 solo tres culés (Puyol, Xavi e Iniesta) defendieron los colores nacionales. A partir de ese éxito, la selección aumentó su nómina de barcelonistas, algo en lo que fue clave que el propio club catalán fichara a varios de sus integrantes como Villa, Cesc o Piqué. Esto propició que el sello culé fuera más patente, aunque en su justa medida. Porque España y el Barcelona son cosas muy distintas y ligar sus éxitos sería despreciar al cerca del 70% de los jugadores del equipo que no visten o han vestido de azulgrana en sus carreras.

La cuestión es que los equipos juegan en función de su centro del campo. Es de cajón. En el caso de España, la presencia de gente como Xavi, Iniesta o Busquets provoca que haya semejanzas apreciables entre ambos combinados; pues al fin y al cabo estamos hablando de los mismos jugadores en la sala de máquinas de ambos equipos. Especialmente los dos primeros, jugadores que por sí solos son capaces de marcar el estilo de los conjuntos en los que juegan. Por algo suelen rondar el podio cada vez que se decide el Balón de Oro.

Sin embargo, España es ellos y mucho más. Es Silva, es Cazorla, es Xabi Alonso, es Javi Martínez, es Ramos, es Casillas. Entre otros. Tiene una personalidad propia, un estilo influenciado por los jugadores barcelonistas pero amplificado por sus otros compañeros. Este equipo es el fruto de un estilo cultivado en el país desde hace ya varias décadas, el del gusto por el balón. No por casualidad, antes de ganar el Mundial de Sudáfrica, España ya era bicampeona del mundo de fútbol sala. Aquí siempre se ha valorado la técnica y el juego vistoso; aunque nunca antes habíamos tenido ni la suerte ni la competitividad suficiente como para hacer algo grande.

La explosión definitiva llegó hace cinco años, un tiempo en el que hemos igualado y superado los mayores logros de la historia del fútbol patrio. Por fin hemos refrendado nuestra identidad y sabemos que nuestra apuesta es ganadora. Pero hay un problema: que tanto éxito embriaga y confunde. Y lleva a abusar de la fórmula del éxito. Tanto tiki-taka ha llevado a la búsqueda de una sobredosis de este estilo, plasmada el pasado domingo en el España - Italia inaugural de la Eurocopa.

Ese día Del Bosque intentó rizar el rizo, jugar con cuatro defensas y seis centrocampistas. Como suena. Tanto se había venido hablando de que España era como el Barcelona que el seleccionador debió creérselo y copió el estilo Guardiola del último año. El del 'falso' delantero, un planteamiento absurdo en sí mismo que únicamente tiene razón de ser si se ejecuta con un futbolista superlativo como Messi. Solo él y Cristiano Ronaldo son capaces de meter 60-70 goles por temporada sin ser delanteros centros. Solo con ellos dos se puede entender la renuncia a una referencia clara en ataque.

Pero España no tiene a ninguno de los dos. Y aún así, Del Bosque prefirió potenciar innecesariamente lo que mejor tiene el equipo: el centro del campo. Una decisión que, de paso, acentuó el gran problema de España, el de la falta de gol. Si ya de por sí la selección llegaba a la Euro sin demasiada pegada tras la lesión de Villa, el salmantino renunció definitivamente a ella. Debió pensar que era mejor tener 6 hombres destinados a tocar, tocar y tocar el balón sin casi mirar a la portería rival que 5 que jugaran al fútbol y uno arriba que se aprovechara de ello para marcar.

Los presagios que muchos aventurábamos se confirmaron, porque España no pasó del empate. 1-1 que levantó polvareda, pues España no creó verdadero peligro hasta que Torres apareción en el partido a falta de 20 minutos para el final. Un mal que estaba diagnosticado incluso antes de empezar el partido y que Del Bosque cortó de raíz en el segundo partido ante Irlanda. Jugó Torres de titular y el de Fuenlabrada tardó cuatro minutos en marcar. Es lo que tiene jugar a esto como siempre se ha hecho, con futbolistas arriba, en punta. Y es que el fútbol va camino de tener 150 años de vida y ya es un poco tarde para querer innovar. A este deporte no gana el que más tiene el balón, sino el que marca más tantos. Y por momentos España ha dado más importancia a lo primero que a lo segundo. Por fortuna, aún estamos a tiempo de darle prioridad a lo que verdaderamente cuenta. Al gol.

martes, 5 de junio de 2012

Un equipo capaz de cualquier cosa

Desde el mismo momento en que Felipe Reyes levantó la Copa del Rey de baloncesto el pasado 19 de febrero yo respiré tranquilo. Se trataba de un título muy ansiado para los madridistas que seguimos este deporte, casi tanto como el de la Copa de fútbol. En ambos casos tuvieron que pasar 19 años para conquistar estos trofeos, por lo que en el basket también me supo a gloria conseguirlo ante el Barcelona en el Palau Sant Jordi. Se puede decir que este éxito colmó mis expectativas para la presente temporada, pues automáticamente pensé que, pasara lo que pasara en los siguientes meses, la campaña ya estaba resulta, saldada.

Quizás haya podido pecar algo de conformismo en este aspecto. Pero creo que, después de cinco años sin ganar ningún título, al Real Madrid de baloncesto tampoco se le puede exigir un regreso fulgurante a la élite del baloncesto español y europeo. No se debe olvidar que el madridismo lleva cerca de una década sufriendo una grave sequía de títulos para la sección más laureada en nuestro país y en Europa. En los últimos 13 años solo se han ganado tres Ligas, una Copa del Rey y una ULEB. Algo que sabe a muy poco teniendo en cuenta el potencial del club del que estamos hablando.

Los mediocres resultados obtenidos en este tiempo han sido un poco el fiel reflejo a lo vivido en el club y en el propio equipo de fútbol. El Real Madrid no ha tenido en la última década una gran estabilidad y solo con el regreso a la presidencia de Florentino Pérez las cosas han vuelto a su cauce. Y casi ni eso, pues su primer proyecto para el baloncesto terminó en fracaso tras la dimisión de Messina y el paripé de Molin intentando lidiar con un equipo al que no le supieron exprimir todo el jugo. Aún así, el Madrid regresó la temporada pasada a la Final Four 16 años después de la última, lo que ya era un paso adelante y un progreso a tener en cuenta.

Ahora, en esta temporada, Pablo Laso se ha limitado a remendar las buenas costuras que ya tenía el equipo dejado por los italianos. Ha utilizado la base de jóvenes que había (Llull, Sergio Rodríguez, Velickovic, Suárez, Mirotic, Tomic) y los ha complementado con un par de fichajes de esos que pasan a la historia por su gran rentabilidad: Carroll y Pocius. Además, el vitoriano le ha dado al Madrid un estilo, curiosamente similar al sello que Mourinho le ha aplicado al equipo de fútbol. Velocidad y poderío ofensivo; aunque sin la regularidad en los resultados y el juego que ha demostrado el campeón de Liga.

Creo que a este Real Madrid de baloncesto todavía le falta un punto más, una pincelada. Como espectador me gusta el juego que practica el equipo y me parece una apuesta arriesgada pero interesante. Sin embargo, no percibo aún la constancia y la madurez necesaria para llegar lejos en Europa. En España está claro que al Madrid le da de sobra para ser uno de los dos mejores, pero no olvidemos que el gran reto debe ser la Euroliga. Posiblemente sea un asunto de juventud o de falta de liderazgo en la plantilla, pero lo cierto es que los blancos tienen tendencia a complicarse la vida.

Es muy habitual ver cómo el Madrid de Laso sale desenchufado a los partidos, concediendo ventajas iniciales a sus rivales. O cómo se deja remontar encuentros encarrilados en la primera parte, tal y como le sucedió ante el UCAM Murcia en el Palacio de los Deportes. Se puede decir que estamos ante un equipo desconcertante, capaz de lo mejor y de lo peor, presa de sus lagunas defensivas y de la genialidad de sus jugadores cuando tienen confianza. Porque es difícil ver a un equipo FIBA jugar mejor que como lo hizo éste en la pasada final de Copa del Rey; pero también lo es ver a uno hacerlo peor que los merengues en su primer partido ante el Caja Laboral.

Así, creo que la próxima final de la ACB no se puede plantear con otra cosa que no sea la incertidumbre. Parece claro que esta temporada el Real Madrid ha logrado cogerle la medida al Barcelona, pero gran parte de lo que suceda dependerá del estado físico de Navarro y de la capacidad merengue para mantener la concentración. Aunque pase lo que pase, creo que hay motivos como para que el madridismo empiece a ilusionarse. Este equipo está cada vez más cerca de ser el conjunto al que lleva aspirando más de una década, una escuadra aspirante a ganar la Euroliga. A ello quizás contribuya la previsible vuelta de Rudy Fernández, así como las hipotéticas contrataciones de un base que devuelva a Llull a las posiciones de escolta y de un pívot que le ponga un poco de sangre a la talentosa pero insulsa zona del Madrid. Con estos retoques, no me cabe duda de que habrá licencia para soñar.