martes, 29 de mayo de 2012

El futuro está en Valdebebas

Tras una larga temporada siguiendo de manera habitual al Real Madrid Castilla, ya no me queda ninguna duda. El grueso de esta plantilla triunfará en el fútbol español en el futuro. Desconozco si lo harán en el club blanco o en otros equipos, como suele ser habitual. Pero estoy prácticamente seguro de que una decena o más de los futbolistas que celebraron el ascenso a Segunda acabarán siendo nombres muy escuchados en el futuro.

La progresión del filial madridista a lo largo de la temporada ha sido impresionante. Y eso que al principio nada hacía presagiar lo que al final ha acabado por suceder. Porque el Castilla estaba situado en el Grupo I de la Segunda B, el que era a priori más complicado de los cuatro, con 'cocos' históricos como el Tenerife, Albacete, Oviedo o Leganés. Además, los inicios tampoco fueron excesivamente buenos, pues el equipo empató tres de los seis primeros partidos que jugó. Pero, a partir de ahí, todo empezó a ir viento en popa, con Alberto Toril a los mandos de una nave que cada vez navegaba mejor.

Así, el Castilla que tuvimos el placer de disfrutar en la eliminatoria ante el Cádiz fue todo un equipazo. Plagado de jugadores jóvenes y talentosos, capaces de bordar el fútbol y de meterle un inmisericorde 8-1 al conjunto gaditano en el global de la eliminatoria. Otro histórico del fútbol español que, para colmo, había campeonado en el Grupo IV de la Segunda B y solo había encajado 23 goles en toda la Liga. Un logro digno de mención para el club más acostumbrado a conseguir cosas que parecen imposibles, el Real Madrid. Por ello quizás no haya llamado demasiado la atención a la afición, más pendiente ahora de la Eurocopa y de la Liga conquistada que del filial del club.

Pero en los más de 15 años que llevo siguiendo al Castilla (o Real Madrid B) jamás vi un conjunto que jugara tan bien como éste. Ni siquiera a los dos equipos de los años 2006 y 2007, en los que estuvieron futbolistas de la talla de Codina, Filipe Luis, Borja Valero, Negredo, Soldado, Rubén de la Red, Granero, Arbeloa, Jurado, Balboa, Barral, Mata, Javi García, Callejón, Dani Parejo  o Miguel Torres. Nombres en todos los casos de jugadores que hoy en día compiten al fútbol al máximo nivel; en muchos casos como internacionales con la selección española. El último Castilla de Segunda División dejó huella y marcó la actual época que vivimos en el fútbol español, a pesar de que solo Arbeloa, Granero, Callejón y De la Red (en menor medida) pudieran triunfar vestidos de blanco, bajo parada previa en otros clubes.

Creo que la política que está desarrollando el club en los últimos años con la cantera es discutible. Más que nada porque en el primer equipo no se le dan prácticamente oportunidades a los chavales. En lugar de eso, se les vende a otros clubes para que demuestren su progresión y, si lo hacen bien, puedan ser repescados. Algo muy loable, pero que, en cierta medida, coarta y limita sus posibilidades. De hecho, por ello el Real Madrid no cuenta ahora mismo en sus filas con una estrella mundial como Juan Mata, que abandonó el club al no ser renovado su contrato.

En lo que respecta al presente, imagino que el ascenso a Segunda provocará que el Castilla pueda retener a la mayoría de sus perlas en el equipo. El problema hubiera estado en no haberlo conseguido, pues entonces jugadores como Joselu, Mosquera o Nacho podrían haber empezado a valorar la opción de irse a otros clubes para no frenar su progresión en una categoría inferior a su nivel. La división de plata supone un reto para los héroes del ascenso y una vía de progresión para seguir aprendiendo en su camino hacia la máxima categoría.

Veremos cómo se desarrolla la próxima temporada, si Mourinho empieza a mirar más hacia abajo ahora que los chavales ya se han licenciado en la Segunda B. Aunque lo dudo bastante, porque imagino que el club seguirá actuando de la misma manera, fichando a gente de fuera a altos precios y dejando que sean otros los que maduren a sus perlas a la espera de poder repescarlas si interesan. Una pena, porque llevamos días hablando de carísimos candidatos para el lateral derecho del primer equipo mientras que Dani Carvajal espera pacientemente el filial. Un futbolista del que no tengo ninguna duda que será internacional en no muchos años.

Y es que, como digo, desconozco si estos futbolistas acabarán triunfando con la camiseta de la primera plantilla madridista o con otra. Pero lo que tengo muy claro es que un buen número de ellos lo harán. Como ya hicieron varios de sus antecesores en los últimos años, siendo ahora pilares fundamentales en la actual generación del fútbol español. Porque la cantera del Real Madrid ha sido siempre (y lo seguirá siendo) la cuna del fútbol nacional, el principal vivero de jugadores de este país. Otra cuestión es dónde acaben cada uno. Un tema digno de análisis y estudio dentro del club. El trabajo siempre ha sido magnifico en la 'Fábrica', en la antigua Ciudad Deportiva o en Valdebebas. Y los datos están ahí para demostrarlo. Bajo esta premisa, solo queda preocuparse de que el puente entre la cantera y la primera plantilla no siempre tenga que pasar necesariamente por otros clubes.

miércoles, 23 de mayo de 2012

La inútil búsqueda de la patente del fútbol


Siempre he pensado que parte de la grandeza del fútbol reside en que en este deporte no ganan todas las veces los mejores equipos. En él hay lugar para las sorpresas, para las machadas, para hitos de conjuntos modestos y humildes que un día o una temporada pueden llegar a soñar con hacer algo grande. Como el Mirandés esta temporada, alcanzando las semifinales de la Copa del Rey. Y es que los caminos para conseguir el triunfo en este juego son infinitos, aunque en muchas ocasiones no todos son respetados.

El pasado sábado el Chelsea se proclamó campeón de Europa. Y lo hizo de una manera digamos que peculiar. Porque su fútbol fue rácano, heredado del italianismo de su técnico Roberto Di Matteo. El equipo londinense se aprovechó durante el tramo final del torneo de un evidente factor suerte, pues lo conseguido en las semifinales ante el Barcelona y en la final ante el Bayern solo se puede considerar como una encadenación de milagros. Apostó por defender en los tres partidos, encerrándose atrás y regalando el balón a su rival. Era la filosofía del trabajo, del esfuerzo y de aprovechar las pocas ocasiones que tuvieran.

Sujetados en sus dos mejores jugadores, Cech y Drogba, y en una musculosa plantilla con el don del sacrificio, el equipo ‘blue’ cumplió por fin el sueño de Abramovich, el de ganar una Liga de Campeones. Curiosamente cuando el Chelsea fue el menos Chelsea desde que llegó el ruso al club en el 2003. Justo en la temporada en que había apostado por el buen fútbol de Villas-Boas; para después prescindir del portugués y poner como relevo a su segundo, Di Matteo.

El italo-suizo hizo lo más inteligente: sacar provecho de los recursos que tenía. La plantilla no estaba construida para generar fútbol, para el talento. Solo Lampard, Mata y unos pocos más tienen magia en sus botas. En cambio, sí había muchos 'albañiles', jugadores fuertes físicamente preparados para no darle tregua al rival: Essien, Obi-Mikel, Malouda, Drogba, Ivanovic, Kalou… Di Matteo se dio cuenta de que ya era tarde para intentar tocar una partitura de piano con una trompeta. Si quería sacar provecho de la temporada, solo le quedaba apostar por el juego que más se amoldaba a las piezas que tenía.

Y bien que lo hizo. El Chelsea de Villas-Boas dejó paso al de Di Matteo, como el día da lugar a la noche. Y los ingleses ganaron la Copa inglesa. Y luego la Champions. Sí, jugando de manera poco vistosa. Pero levantando títulos, que es lo que verdaderamente importa. Algo que el sector crítico no parece entender, porque ha habido algunos aficionados a los que no les ha agradado que el Chelsea ganara la Champions encerrados en su área y tirando apenas una vez a la portería rival.

En los últimos años hemos podido disfrutar y padecer, a partes iguales, el fútbol del Barça. Digo padecer, sí, porque el buen juego culé ha sido como una invasión, como una campaña de marketing donde parecía que solo el llamado popularmente tiki-taka era la única manera de jugar dignamente a esto. Todo lo que no fuera tocar 30 veces el balón antes de pisar el área rival era una mala jugada, una mala práctica de este deporte. Para algunos, el juego del Madrid de Mourinho, vertical, vistoso y espectacular en ataque, se vuelve rácano y feo por el simple hecho de estar basado en ocasiones en el contragolpe o por no marear la perdiz. Toda una injusticia, un engaño.

A tanto llegó la situación hace poco que el propio Barcelona empezó a empacharse de este juego y abusó de él, sobando la pelota una y otra vez en todos los partidos sin casi mirar la portería rival. Y yo soy el primero que digo que me gusta ver el fútbol de toque, el juego combinativo y de movilidad, de desmarques, de técnica. Los partidos marcados por los futbolistas talentosos, por Xavi, Silva, Özil, Iniesta, etc. Pero también digo que ésta no es la única manera de jugar a esto. Que el fútbol no tiene patente, que hay infinitas posibilidades y que, al fin y al cabo, defender correctamente también es jugar bien a este deporte. Porque una cosa es fútbol vistoso y espectacular y otra el fútbol táctico bien ejecutado. Los dos forman parte de lo mismo y son igualmente dignas maneras de desarrollarlo.

Italia tiene cuatro mundiales y es el inventor y rey del ‘catenaccio’. Quizás su fútbol no pase a la historia como el más bello o el más preciosista, pero tiene su indudable valor. Levantar una Copa del Mundo como han hecho varias veces los transalpinos, o una Champions como el Chelsea no es nada fácil. Aunque la suerte haya jugado también un factor decisivo en estos títulos. Porque al azar también hay que buscarlo, cuidarlo. En definitiva, la raíz de todo está en saber competir. En darse cuenta de que en el fútbol no gana el que hace el juego más bonito, sino el que mejor sabe sacar partido de sus recursos. Y eso también merece un aplauso.

domingo, 20 de mayo de 2012

La temporada del cambio de cara


Justo una semana después de que terminasen las celebraciones por haber conquistado la Liga, parece que la temporada se ha cerrado para el Real Madrid con ese único título. Sin embargo, el curso futbolístico le ha deparado al equipo muchas más cosas que un trofeo. No todo en este deporte es conseguir triunfos dentro del campo, pues también hay ocasiones en que se libran batallas en otros ámbitos, como el de la opinión pública.

El Real Madrid acabó la temporada pasada muy nervioso. Es algo evidente, pues los hechos están ahí. Por una cosa o por otra, los jugadores madridistas y el cuerpo técnico se fueron de vacaciones con el gesto torcido. Nadie estaba preparado para la avalancha de 'Clásicos' que se produjo, y mucho menos a que la mayoría se decidieran por el camino de la polémica, tal y como sucedió en las semifinales de Champions.
Sobre el club blanco flotaba la sensación de indignación propia de cuando sabes que han cometido una injusticia contigo: la arbitral. Mientras tanto, el resto del mundo contemplaba cómo la mesura de un Barcelona asentado y confiado se imponía a su eterno rival, tanto en los enfrentamientos directos como en el recuento de títulos. La Copa del Rey servía de escaso consuelo ante la impotencia que causaba apreciar cómo los culés mantenía su racha imparable de títulos.

Los meses veraniegos no atemperaron esta sensación de nerviosismo. Es más, lo acentuaron, especialmente por el hecho de volver a encontrarse con el Barcelona en la Supercopa. Entonces el Madrid demostró estar en mejor forma que los catalanes, pero el título volvió a caer en la buchaca culé. Fue el clímax de la tensión, el instante en que Mourinho dirigió su dedo hacia Tito Vilanova. A partir de entonces, todo cambió. Y lo hizo porque el club y el técnico así lo quisieron.

El Real Madrid se dio cuenta de que por ese camino no podía seguir. Por el de perder los papeles, por el de enfadarse porque al Barcelona le beneficiaban más los colegiados o, simplemente, le sonreía más la suerte a la hora de la verdad. El vestuario merengue descubrió que solo callando y trabajando podía superar a uno de los rivales más formidables de todos los tiempos. Solo yendo semana a semana, partido a partido. Con cabeza, tranquilidad y confianza en sí mismo.

Mourinho moderó su discurso en las salas de prensa. Seguía siendo el portugués franco y directo, que no se escondía a la hora de decir lo que pensaba. Pero sus formas pasaron a ser más suaves, e incluso se podría decir que se blindó más. Se alejó de la prensa, que en algunos casos le estaba haciendo mucho daño al equipo; y pidió que el club siguiera también esta línea. Hablaba y polemizaba menos, simplemente se limitaba a guardar las formas y a no tener el protagonismo de antaño.

Y ahí es cuando el Real Madrid empezó a ganar. Volvió la tranquilidad y el equipo funcionó. Todo ello a pesar de que desde fuera intentaron desestabilizar al vestuario, curiosamente justo cuando el Madrid tropezó: en Valencia, en Santander; más tarde ante el Barcelona en el Bernabéu o en la Copa del Rey. Hubo momentos malos que algunos quisieron convertir en críticos, atacando a Mourinho justo cuando la plantilla era más débil. Pero el portugués mantuvo la compostura, a pesar de que los rumores le colocaban fuera del club. Incluso se permitió el lujo de reírse de la situación viajando a Londres para dejarse ver. Como si ya hubiera decidido irse a la Premier.

Estrategia. El entrenador salía muy serio a las salas de prensa y contestaba con monosílabos. Dejaba que corrieran los rumores, que se dijera de todo de él. Era el mes de febrero. Y mientras tanto, el equipo a lo suyo, sin prácticamente polémicas dentro del terreno de juego. Diez puntos de ventaja sobre el Barcelona y camino firme en la Champions. Pero todavía quedaba otra crisis, un último brote del Mr. Hyde que ha tenido siempre el equipo.

Fue en Villarreal. El Madrid acabó con 9 y empatado en los últimos instantes. Se ponía solo con seis de ventaja; y todo después de uno de los peores arbitrajes que ha recibido el club en años. La temporada pasada hubiera salido Mourinho con una hoja detallando una decena de errores del colegiado. Pero esta vez no, él y la plantilla callaron durante una semana. Mejor desaparecer que salir y ser hipócritas o poner el grito en el cielo. Ante las injusticias, la fórmula inversa a la que dio tan mal resultado el curso pasado. Aislamiento, silencio, tranquilidad.

Tras el Madrigal el vestuario no se descompuso, aunque varias veces caminó sobre el abismo y recibió empujones para caer sobre él. En los últimos partidos de Liga, Mourinho prácticamente desapareció, dejándole su sitio a Karanka. Su actitud era distinta, menos belicosa. Había optado por hacer piña con sus jugadores y el cuerpo técnico. Los papeles con el Barcelona se habían invertido, porque los nervios estaban ahora en la Ciudad Condal. Y, por fin, los blancos le ganaron a su eterno rival sin polémica, sin tanganas ni provocaciones. Limpia y justamente.

Bajo este contexto, el Madrid ha logrado la Liga. Y mucho más que eso. Se ha conseguido estabilidad, tranquilidad; las heridas han terminado por hacer callo. Esta vez el equipo ha estado muy por encima de las circunstancias, del contexto. Se ha limitado a hacer lo que mejor sabe, jugar al fútbol, y ha dejado que fueran los demás los que hablaran. Y, al final, cuando ha tocado celebrar el título, se ha demostrado que el vestuario es una piña. Motivos más que suficientes para irse este año de vacaciones con una sonrisa en la cara.

sábado, 12 de mayo de 2012

Agravios comparativos


Mañana la Liga se cierra de manera oficial, aunque la temporada en España no dará carpetazo hasta la final de la Copa del Rey del próximo 25 de mayo. Será un partido en el que Pep Guardiola se despedirá del Barcelona tras cuatro años de triunfos indudables, un periodo en el que el técnico de Santpedor ha sido el gran protagonista del fútbol mundial. La admiración por él ha sido la tónica general, como cabría esperar de un entrenador exitoso; aunque en no pocas ocasiones él mismo se ha puesto en evidencia con un comportamiento impropio de la imagen que estaba vendiendo.

Como digo, lo conseguido sobre el terreno de juego está fuera de toda duda. Es cierto que ha habido varios momentos puntuales que el Barcelona se benefició de errores clamorosos de los colegiados en su favor. El listado de árbitros polémicos ya lo expuso Mourinho el año pasado tras la famosa eliminatoria de Champions ante los culés. Empujones que el equipo barcelonista no necesitaba y que recibió, con lo que tuvo la tarea aún más sencilla. Pero más allá de eso, creo que hay que admitir que Guardiola ha demostrado ser un técnico al nivel de los más grandes.

Nadie ha conseguido más en menos tiempo. Los hechos son claros. La cuestión es que Guardiola lo ha logrado con un único equipo y contando en él con tres jugadores superlativos como Messi, Xavi e Iniesta. Es decir, ha dispuesto de una superescuadra durante cuatro años a la que ha sabido exprimir al máximo, lo cual tiene bastante mérito. Aún así, creo que no es el suficiente como para llegar a concluir que Pep es el mejor entrenador del mundo en la actualidad.  Más que nada porque el catalán todavía tiene que ir a otras Ligas y demostrar que lo es. Como ha hecho Mourinho. Quizás el portugués no ha ganado tantísimo en cuatro años, pero lo ha hecho de manera escalonada y en cuatro grandes ligas europeas: Portugal, Inglaterra, Italia y España.

El de Setúbal ha construido cuatro proyectos en cuatro países diferentes y los ha llevado al triunfo, antes o después. Algo a lo que le concedo más valor que lo conseguido por Guardiola, que como expongo, únicamente se ha limitado a explotar una base excepcional de jugadores y a partir de ahí ha ido forjando su plantilla ganadora. Porque el culé ha dirigido la máquina más perfecta de las últimas décadas, sí; pero en un solo país y bajo un entorno muy benigno. Mientras tanto, Mourinho ha recorrido media Europa y ha trabajado en varios proyectos diferentes teniendo éxito en todos ellos. Y en la mayoría de las ocasiones, superando las zancadillas de los medios de comunicación y la opinión pública de los países en los que ha estado
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Lo digo porque todavía me sorprendo de las diferencias de trato que han recibido ambos en los dos años que han coincidido en España. Lo cierto es que cada uno de ellos ha representado modelos distintos de comportamiento. Mientras Guardiola siempre ha cuidado su imagen, tratando de quedar bien con todo el mundo y mostrarse educado, a Mourinho esto le ha importado bastante poco. Digamos que el catalán siempre ha visto a la prensa como un mecanismo para fermentar su amor propio, mientras que el portugués  ha valorado a los medios como un incordio o un problema a la hora de conseguir sus objetivos.

Esto es algo que el portugués ha pagado caro, aunque realmente le importe poco. En su etapa con el Inter de Milan ya acuñó estos problemas que siempre ha tenido con la prensa bajo la expresión "prostitución intelectual". Era una teoría que elaboró sobre cómo los medios italianos manipulaban a la opinión pública contra él. Y lo cierto es que en España podría seguir esgrimiéndola. Sobre Mourinho hemos podido leer de todo, como que es un "dictador militar", un "hooligan", un "nazi" o que pertenece a una nueva especie animal carroñera. Un dilapidamiento público que sería intolerable sería intolerable si tuviera como objetivo a otra persona, pero que sorprendentemente al tratarse del portugués no ha escandalizado a prácticamente nadie e incluso ha levantado aplausos por parte de algunos sectores.

Bien es cierto que Mou no es ningún santo, él mismo lo ha dejado claro muchas veces. Ha cometido numerosos errores y su comportamiento en varias ocasiones ha estado lejos de ser el más correcto. Pero aún así, el trato que ha recibido en muchas ocasiones ha sido peor que el que podría recibir un criminal. Hasta la propia prensa madridista ha llegado a atacarlo, en un ejercicio inusual para lo que nos tiene acostumbrados. Hace unos días él comentaba en una entrevista que "en el mundo del fútbol me critican si digo blanco o si digo negro, si hablo después de un partido o si estoy callado. Algunas veces me siento perdido y no sé qué dirección tomar: siempre me critican". Con razón, porque yo creo que solo falta que se le critique por respirar.

Todo esto contrasta con el trato a Guardiola. Un entrenador que ha vendido una imagen de señor, de caballero; y que ha manteniendo como ha podido mientras el viento soplaba a favor. Es muy fácil poner buenas caras cuando tu equipo gana títulos, pero lo difícil es no caer en la tentación de bajar al barro cuando las cosas vienen mal dadas. De él se han llegado a escribir artículos en diarios generalistas elogiando cómo vestía. Ha hecho anuncios aprovechando su imagen de líder y de gestor, se le ha visto como modelo de la humildad y del señorío catalán. Pero, a la hora de la verdad, ha demostrado lo que siempre ha dicho Mourinho: "Él vende una imagen diferente, pero en el fondo es como yo".

El tiempo se ha encargado de confirmarlo. Los dos están hechos de una misma pasta. Solo que Mourinho es claro, sincero, directo, agrio e incómodo. No se preocupa de caer bien. Mientras tanto, Guardiola ha interpretado a beneficio de corriente un papel en el que ha contenido su verdadera forma de ser y la ha escondido bajo modales refinados. Solo así se entiende que, hace unos días, el culé insinuara en rueda de prensa que los arbitrajes habían influido en la Liga que está a punto de acabar. Siempre dejando caer su quejas entre líneas, nunca de manera directa. Ha presumido de no hablar nunca de los árbitros, pero muchas veces lo ha hecho sin que lo pareciera. Incluso en el Reyno de Navarra llegó a acosar a un juez de línea durante el partido por haberles anulado un gol. Por no recordar su polémica de hace un par de años con el técnico del Copenhague. O el día en que perdió las formas en la sala de prensa al decir que Mourinho era el "puto amo" de los medios madrileños, cuando realmente la historia ha sido siempre la inversa. Y bastantes más ejemplos.

Un goteo constante de evidencias, que a pesar de todo, no ha calado en la prensa. Porque Guardiola ha tenido camelado al mundo del fútbol durante cuatro años, logrando que el Barcelona haya sido visto como el club ideal mientras el Real Madrid era demonizado por cualquier detalle. Mourinho ha tenido que cargar con el papel de malo por el simple hecho de no andarse con remilgos y ser áspero cuando le tocaba serlo. Su gran calidad como técnico ha pasado a un segundo plano para dar protagonismo a un maltrato constante, diario, mientras su rival se llevaba las flores. Hasta que el Barcelona ha dejado de ganar. Entonces, Guardiola ha dado síntomas de flaqueza y ha demostrado que no era oro todo lo que relucía. Y cuando se le empezaba a ver más el plumero, ha decidido irse. Justo a tiempo. O quizás no, porque para mí ha sido el suficiente para darme cuenta de qué pie cojea cada uno. De constatar que en esta historia no ha habido buenos ni malos, solo dos grandísimos entrenadores imperfectos. Separados por el miedo de uno de ellos al 'qué dirán'.

jueves, 3 de mayo de 2012

2012, punto de inflexión

Antes que nada, quiero felicitar a todo el madridismo por el título conseguido este miércoles. Hacía cuatro años que el equipo no levantaba la Liga y las últimas tres temporadas han sido especialmente duras para el club, pues hemos tenido que ver y sufrir cómo el eterno rival devoraba títulos sin parar. Desde que en 2003 el conjunto ganara la Liga con Vicente del Bosque no ha habido una verdadera estabilidad en el Real Madrid. Bien es cierto que en este tiempo se habían ganado dos campeonatos ligueros más, pero la realidad es que se consiguieron bajo un clima bastante enrarecido.

Creo que poco me equivoco si digo que en los últimos nueve años hemos vivido una de las peores crisis de la historia de este club. Los once entrenadores que ha tenido en este periodo demuestran que ha sido una época convulsa donde los problemas institucionales se han visto reflejados en el rendimiento sobre el terreno de juego. Con la salida de Vicente del Bosque el Real Madrid perdió su estilo, su patrón, y empezó a deambular mientras que en la casa rival, la del Barcelona, pasaba exactamente lo contrario.

El lapso de los dos años y medio en los que estuvieron Capello y Schuster todo pareció mejorar, pero no fue más que un espejismo. Se trató un bienio que sirvió de puente entre dos de las mejores rachas culés de toda la historia, separando al Barcelona de Rijkaard del de Guardiola. Los éxitos barcelonistas solo servían para ocultar y minimizar los progresos que hacía el Real Madrid en ese tiempo, impidiendo que el cemento sustituyera a las arenas movedizas sobre las que se asentaba el club de Concha Espina.

El regreso de Florentino Pérez supuso una vuelta a los orígenes, un borrón y cuenta nueva en el club. Aun así, el primer año se perdió por una mala elección del entrenador. Pero ya se había empezado la renovación de la plantilla, por lo que solo quedaba encontrar al hombre perfecto que modelara tan prometedora obra. El elegido fue Mourinho, quien en dos temporadas ya ha ayudado a alcanzar lo que el madridismo llevaba buscando una década: la estabilidad. El portugués prácticamente ha asegurado que estará una tercera temporada en el Real Madrid. Sin lugar a dudas, se ha ganado la confianza y el aprecio de la afición en este tiempo. Bien es cierto que en estos dos años 'solo' ha ganado la Liga y la Copa del Rey, pero sus méritos van mucho más allá. Porque el portugués ha devuelto la personalidad al equipo, le ha recordado cómo se compite en Europa y en España.

Y además, lo ha hecho justo en el momento en que era más difícil hacerlo. Este Real Madrid ha tenido que convivir con el mejor Barcelona de todos los tiempos, probablemente uno de los rivales más formidables de toda la historia. En únicamente dos temporadas Mourinho ha hecho dudar a su rival, ha contribuído a desgastar a Guardiola y ha completado su conquista asaltando el Camp Nou para recuperar la Liga cuatro años después. Por cosas como éstas el club blanco es el más grande, pues solo él podía acabar con el reinado culé, concebido para prolongarse en el tiempo durante más de un lustro.

Lo que en 2011 eran síntomas gracias a la Copa del Rey, en este 2012 se han convertido en realidades. Como ya dije hace unos días, yo no quiero hablar todavía de cambio de ciclo, sino de reequilibrio de las fuerzas. No me cabe duda de que, con Guardiola o sin él, este Barcelona seguirá siendo durante varios años un rival formidable, temible. Pero también creo que se ha acabado la época de tiranía culé y que a partir de ahora toca empezar a repartirse los éxitos del futuro, de manera más o menos equitativa.

De todas formas, no quiero excederme en la alegría y caer en el conformismo. Soy consciente de que el tope de este equipo todavía no se ha alcanzado. Ganar una Liga es magnífico, y más siendo el mejor equipo de la historia de la competición, pero el gran reto se llama Champions. Me quedo con esa espina clavada, ya que este año la he visto muy cerca y solo pequeños detalles no nos han permitido conseguirla. Como dijo Casillas nada más conseguir el título, “esta temporada se ha dado un paso más”. Así que el año que viene toca dar el definitivo para culminar todo este gran trabajo consiguiendo la Décima en Wembley. Sería la confirmación de que el cambio de ciclo es una realidad y de que esta temporada ha sido solo un punto de inflexión para empezar a revertir la tendencia de los últimos años.