domingo, 18 de marzo de 2012

El Bernabéu debe llevarnos a Múnich

Admito que el viernes, mientras veía el sorteo de la Liga de Campeones, no pude evitar esbozar una sonrisa. Por un año, el azar le ha sido benigno al Madrid en toda la competición, pues el club tampoco se puede quejar de lo que le deparó anteriormente para la fase de grupos y para los octavos de final. Todo el mundo quería el Apoel y el 'premio' se lo llevó el Real Madrid, lo que implica unos (aparentemente) plácidos cuartos de final a la espera de los dos platos fuertes que deben ser las semifinales y la final. Una suerte de la que no había habido rastro en las temporadas pasadas y que, por esta vez, parece que ha venido para hacerle justicia al fútbol.

Digo esto porque, más allá de forofismos, a todo el que le guste este deporte querrá que la final del próximo 19 de mayo la disputen el Real Madrid y el Barcelona. Siendo justos, los dos equipos han venido demostrando esta temporada que son los mejores del continente y la primera final europea de la historia entre ambos sería una fiesta del fútbol. Quizás, el mejor partido entre clubes de todos los tiempos. Un momento cumbre para este deporte. Sería poner la guinda a lo que pinta ser una gran campaña para el fútbol español, encumbrado entre tanta medianía que se ve en Europa.

Y es que no me cabe duda de que, como sucede con la economía internacional, el fútbol europeo está en crisis. No hay más que ver el doble repaso que le ha dado el séptimo de la Liga (el Athletic) al United, líder de la Premier League. O cómo el City se ha quedado fuera de la Europa League ante el Sporting de Lisboa. Ni siquiera el 'Calcio' parece estar en condiciones de hacer algo grande este año en el continente, con el Milan prácticamente condenado al fracaso en los cuartos de Champions por su enfrentamiento con el conjunto azulgrana. El mundo del fútbol habla hoy en día español y pocos dudan de que los dos mejores equipos del planeta son el Real Madrid y el Barcelona.

Sin embargo, esto no asegura el éxito en la Liga de Campeones. Lo digo porque tras estos dos equipos veo al Bayern en un escalón por debajo, aunque con capacidad para competirles la corona continental. Ya lo dijo Mourinho hace unos días en rueda de prensa: "La Champions no la gana el mejor, la Liga sí". La competición europea es un compendio de situaciones, de factores externos que acaban marcando su desenlace. Por eso, cualquier error en ella se puede pagar caro. Y si en una eliminatoria a doble partido están enfrente jugadores como Müller, Ribery, Robben o Mario Gómez, puede suceder cualquier cosa. Un escenario probable, que seguramente cotice a la baja para las casas de apuestas.

Bajo esta premisa, basta con ser madridista y nombrar al equipo alemán para inquietarse. La última década ha sido prólifica en enfrentamientos directos entre ambos, con suerte dispar. Todo un clásico de la Liga de Campeonesque podría ser una final anticipada si no fuera porque el Barcelona también anda por ahí. Solo que esta vez, a diferencia de las anteriores, el Real Madrid sería claro favorito. Por futbolistas, potencial, porque la defensa alemana es prácticamente de papel. Huele a eliminatoria de goles, muy abierta, pero que debería decantarse a favor de los de Mourinho. Sobre todo si tenemos en cuenta que el partido de vuelta sería en el Santiago Bernabéu.

Se trata de un tema al que Mourinho lleva mucho tiempo dándole muchas vueltas. El que asocia a la afición madridista con el Santiago Bernabéu. El portugués ha deslizado directamente e indirectamente en un numerosas ocasiones que no está del todo satisfecho con el nivel de implicación en los partidos del madridismo. Puede ser que el entrenador todavía no haya sido capaz de asimilar que está ante la afición más especial del mundo, de un paladar único. El madridismo sabe mucho de fútbol y es muy difícil ganárselo. Hay que conquistarlo despacio, primero a fuerza de garra, luego a base de resultados y finalmente, con buen juego. Por su estadio han pasado los mejores equipos del mundo, los encuentros más importantes del planeta. Así que no se entrega así como así, en cualquier partido, por cualquier jugada.

Esto es algo que hay que entender. El público del Bernabéu se reserva para las grandes ocasiones, para los partidos únicos. Es su razón de ser, su leitmotiv. Por eso, si todo sigue el curso lógico y Madrid y Bayern hacen sus deberes, el próximo 25 de abril José Mourinho conocerá al verdadero Santiago Bernabéu. Al estadio que es capaz de transformarse en el duodécimo jugador, de hacer magia con las noches de fútbol. Al lugar donde, por algo, se honra al espíritu de Juanito. Será el momento para que el madridismo responda a la llamada del portugués, convirtiéndose en el factor clave en la eliminatoria ante los alemanes. Ese día 'su' Madrid tendrá la misión de terminar de conquistar a su gente y, si lo consigue, Mourinho terminará por darse cuenta de que está ante a la afición más exigente del mundo pero, a la vez, la más agradecida.

domingo, 11 de marzo de 2012

El madridismo quiere conocer a Sahin

Sahin y grada. Son términos que esta temporada están íntimamente ligados. Y lo peor de todo es que los aficionados madridistas no saben por qué. El fichaje más ilusionante del pasado verano ha pasado a ser la decepción más evidente de una temporada que discurre prácticamente sin fisuras en lo deportivo. La historia de 'amor' del turco con el Real Madrid estuvo corrupta prácticamente desde su fichaje, cuando el jugador estampó su firma mientras se recuperaba de una lesión de rodilla que se había hecho unas semanas antes jugando en el Borussia Dortmund.

El Madrid no termina de aprender con estas situaciones, pues tiene una tendencia innata a fichar jugadores lesionados. Ya pasó en su momento con Woodgate y con Kaká, algo que esta temporada se ha visto repetido con Hamit Altintop y Nuri Sahin. Cuatro ejemplos y en ninguno de ellos el final ha sido demasiado satisfactorio para el club. En el caso del brasileño y los turcos es una historia que aún está por escribir, pero los hechos hasta este momento no permiten ser muy optimistas. Porque mientras Kaká se esfuerza por ser importante en este club (a ratos lo consigue, pero sin la continuidad exigible por los 65 millones de euros que costó), en el caso de los otomanos ni siquiera tienen una presencia reseñable en los progresos del equipo.

Darle confianza a un jugador fichándole a pesar de estar lesionado no es malo. El problema llega cuando la gestión y evolución de sus problemas físicos acaban por convertirse en un quebradero de cabeza con difícil solución. Con Sahin parece que así está sucediendo, aunque el mutismo que rodea el vestuario merengue solo da lugar a la especulación. El turco tiene el alta médica desde el pasado 5 de octubre. Desde entonces han pasado 159 días y el jugador únicamente ha disputado 364 minutos con la camiseta del Real Madrid, siendo únicamente 24 de ellos en la Liga española.

De hecho, Sahin no ha vuelto a jugar en el campeonato nacional desde que debutara la soleada mañana del 6 de noviembre ante el Osasuna. El mediocentro tuvo la oportunidad de volver a sentirse jugador y el Bernabéu se volvió a ilusionar con el futbolista que se había fichado para sustituir a Xabi Alonso. Tras ese día, 180 minutos en la eliminatoria de Copa del Rey ante la Ponferradina y otros 180 más en la Champions en los partidos ante el Dinamo de Zagreb y el Ajax. Nada más. Ni un minuto desde el pasado 20 de diciembre pasado.

"Ha terminado sus cinco semanas de pretemporada. Pero no ha tenido muchos partidos para jugar y coger ritmo. Hemos estado jugando cada tres días y no ha tenido tiempo. Jugó contra la Ponferradina y el Ajax... y ahora que hemos vuelto a competir al más alto nivel, no ha tenido minutos. Está pagando todo esto. A ver si llega su oportunidad" decía Mourinho sobre él el pasado mes de enero. Pero la oportunidad no aparece. El calendario es cada vez más exigente y Sahin no está para ofrecer un rendimiento del 100% justo cuando el Madrid no puede permitirse hacer concesiones a sus rivales. Así que el futbolista se pasa los partidos en la grada, acostumbrado como está a ser convocado para acabar descartado a última hora por el portugués.

Por eso, se ha llegado a hablar que Mourinho estaba protegiendo al jugador. Que Sahin tenía miedo a golpear el balón a la hora de jugar. Incluso que el entrenador le ha puesto la cruz. Yo ya no se qué versión creerme, qué pensar. Solo interpreto que las cosas no están saliendo bien para él y eso es malo. Porque a estas alturas, me cuesta imaginarme a Sahin jugando minutos en unos cuartos de Champions, en unas semifinales. O en el próximo mes y medio de Liga. El momento de este jugador ya pasó, ya no hay lugar para pruebas, rodajes o pretemporadas. Ahora es tiempo de decidir títulos y Nuri está desubicado, sin la confianza necesaria. La temporada está perdida para él.

Solo espero que esto no implique también que su carrera se ha echado a perder. Que Mourinho y el Real Madrid no le hayan dejado de ver como su apuesta para tener un centro del campo desbordante de calidad. Que Sahin no se vaya el próximo verano de este club sin ni siquiera haber tenido una oportunidad, por culpa de sus rodillas o por decisión del técnico. Que este año tirado a la basura no frene su meteórica carrera. Que el mejor jugador de la pasada Bundesliga todavía tenga mucho que ofrecer al Bernabéu.

Así que estoy preocupado y expectante. Junio y julio serán claves en el futuro de Nuri en el Real Madrid, aunque quizás la decisión ya esté tomada en la cabeza de los principales responsables del club. Lo desconozco. Solo ellos saben realmente por qué este jugador disputó prácticamente al completo el último amistoso de su selección y el propio técnico turco dijo que estaba en un "estado de forma óptimo", mientras que en el conjunto blanco ni siquiera calienta el banquillo. Todo un misterio y una lástima. Porque el madridismo se merece conocer a este jugón, hoy o dentro de cuatro meses. Si las lesiones se lo permiten, claro.

viernes, 2 de marzo de 2012

Un escándalo llamado David Silva

Permítanme que en las siguientes líneas me conceda la licencia de fantasear. En mi mente todavía perdura el partido que David Silva hizo el miércoles con la selección española ante Venezuela. Él, junto a jugadores como Iniesta, Xabi Alonso o Cesc, dio toda una exhibición de fútbol sobre el césped de La Rosaleda, dejando claro lo que muchos aficionados a la Premier llevan meses sabiendo: que Silva es uno de los cinco mejores jugadores del mundo de la actualidad.

Sin embargo, en lugar de jugar en un grande europeo, está en el Manchester City, prácticamente exiliado. Evidentemente que no es cuestión de despreciar al conjunto inglés, máximo candidato a ganar la Premier y la Europa League. Todo un equipazo. Pero seamos claros, el City es un club que no hace honor por historia al jugador canario. Se trata de una plantilla artificial, hecha recientemente a base de talonario en base a un palmarés interesante, aunque pobre a nivel nacional e internacional. Por eso, por mucho poder económico que tenga, nunca podrá competir de igual a igual con otros clubes con más caché como el Real Madrid, el Barcelona, el Milan o el Bayern de Munich.

Y sin embargo, Silva juega cada fin de semana en el Etihad Stadium. A su lado tiene a grandes estrellas como Ballotelli, Nasri, Agüero, Dzeko o Richards. Jugadores de primer nivel. Pero tengo la sensación de que este equipo se le queda corto, que cada día que pasa jugando con su camiseta se comete una injusticia con el mundo del fútbol. Porque David merece mucho más, merece ser una estrella mundial a la altura de los más grandes, de ésos que están año sí, año también, en la lista de candidatos al Balón de Oro. Merece vestir la camiseta del Real Madrid.

No pasa el día o la semana sin que yo, como aficionado y madridista, lamente que el club no lo fichara en el verano de 2010. Que Mourinho prefiriera otras opciones. Es verdad que en su lugar trajo a Mesut Özil, otro de los llamados a hacer historia con su chistera. Con el alemán más Kaká parecía que la posición estaba cubierta, por lo que el talentoso canario no tenía sitio. De hecho, no me extrañaría que el entrenador hubiera tomado la decisión de no traerle por la poca fortaleza física del ex valencianista, pero ése es un problema que ha subsanado en sus dos años en Manchester.

En su lugar, Silva tuvo que irse a la Premier, donde ha explotado como una supernova. En Inglaterra ha ganado juego táctico y ha desatado su fútbol, convirtiéndose en uno de los mayores reclamos de la Premier. Pasarán décadas y los más viejos del lugar seguirán recordando la tarde de octubre en la que el pequeño español guió al City a humillar al United por 1-6 en Old Trafford. En definitiva, un crack, un jugador superlativo a la altura de los mejores: de  Xavi, Iniesta o Xabi Alonso.

Hace unos días se publicaban unas declaraciones del futbolista en las que, con un deje de cierto rencor, venía a decir que el Madrid excusó su negativa a contratatarlo en base a rumores infundados. Intuyo que el deseo de Silva era vestir de blanco, no en vano de cadete hizo pruebas para acceder al club. Él tiene la espina clavada de no haber podido triunfar en el Real Madrid y con ella posiblemente se quede. A no ser que el equipo haga algo para rescatarlo.

Porque aún están a tiempo. El jugador acaba de cumplir los 26 años, está en el mejor momento de su carrera deportiva y sus límites todavía parecen lejanos. Nadie duda ya de que va a ser titular con la selección española en la próxima Eurocopa y de que, si le dejan, hará historia como uno de los mediapuntas más talentosos de toda la historia. La cuestión es que su futuro no se escribiría igual en el Manchester City que en el Real Madrid. Porque jugar en el Santiago Bernabéu le colocaría definitivamente en el Olimpo del fútbol. Y, de paso, cumpliría su sueño y mi deseo. El de ver a este escándalo de jugador vistiendo de blanco. Por la Liga española, por el Real Madrid, intentemos fichar el próximo verano a David Silva.