sábado, 31 de diciembre de 2011

Mourinho tiene el tiempo en sus manos


Una de las misiones que tiene cualquier periodista que se precie es interpretar la información y analizarla. Sin embargo, esta tarea que parece tan sencilla puede acabar por convertirse en un instrumento muy peligroso en unas manos que no sean las adecuadas. Porque el lenguaje tiene eso, que es tan complejo que puede dar lugar a distintas comprensiones según quién sea el receptor. Y Mourinho ha sido una víctima de ello, ya que ha visto cómo unas inocentes palabras suyas en un programa de la BBC han terminado protagonizando unas fiestas que prometían ser muy tranquilas entre los madridistas.

Nos encontramos en Navidades y eso es sinónimo de tedio y falta de informaciones para la prensa, especialmente la deportiva. En estas fechas el mundo del deporte se para mientras las rotativas siguen produciendo al mismo ritmo habitual, por lo que los medios están obligados a rascar, a escarbar donde prácticamente no hay nada. Por eso, que Mourinho hablase hace unos días para la televisión británica prometía ser un oasis en un desierto de papel y tinta seca. No había más que coger sus palabras por el lado más polémico, llevarlas y al extremo y... ¡voilà!. Habría una estupenda portada al día siguiente en la que se intentaba desestabilizar al Real Madrid.

Yo no voy a ser el que niegue que Mourinho pecó de cierta candidez al tomarse a la ligera un asunto que es prácticamente una cuestión de Estado. En una conversación distendida con Sebastian Coe comentó que en el futuro le gustaría entrenarde nuevo en Inglaterra. Bastó con un error de traducción (él dijo "a couple of years, una expresión de tiempo indeterminada que en España se convirtió en "un par de años") para armar el belén. El portugués bajó la guardia, no profundizó mucho en esto y lo dejó en el aire, dejando que los que quisieran se apropiaran de sus palabras para moldearlas a su gusto.

Así que lo de los días de después ha sido una sucesión de críticas hacia el entrenador madridista, llegándose incluso a insinuar que no está a gusto en el club y que no está implicado en su proyecto. Desde la prensa catalana algunos han corrido para pregonar a los cuatro vientos la supuesta inestabilidad del proyecto de Mourinho, preocupados como están de ver que, por una vez desde la época de Del Bosque, este club tiene muy claro cuál es el camino que tiene que seguir. Para los medios pro-culés que Mourinho no le jure amor eterno al Madrid es algo criticable, mientras que a Guardiola le tienen en un pedestal a pesar de que es incapaz de asegurar su continuidad a más de un año y medio vista.

 Pep seguramente renueve el mes que viene hasta junio de 2013. En cambio, Mourinho firmó hasta junio de 2014. Así que me pregunto ¿qué proyecto es más estable? Es evidente que el Barcelona lleva ya cuatro temporadas con su entrenador, pero también lo es que su fecha de caducidad es anterior a la del madridista. El propio Guardiola lo admite en privado, pues en abril pasado un periodista de la RAI italiana sacó a la luz estas declaraciones del catalán en 'petit comité': "mi tiempo en el Barcelona se está acabando. Estoy muy bien aquí pero cuando estás mucho tiempo en un club como este no es posible seguir mucho más. Tú tienes que entender cuando es tiempo de irte. Igual que cuando era jugador hubo un momento en que comprendí que debía salir".

Por eso, que ahora en Barcelona se echen las manos a la cabeza por lo que ha dicho Mourinho es curioso. En el Barça se vive permanentemente en el alambre, con el corazón en un puño cada diciembre ante la duda de si Guardiola estará lo suficientemente cómodo para seguir. En cambio, Mourinho está a estas alturas con un contrato a dos años y medio vista. Y, por si hacía falta, se ha encargado de aclarar en una entrevista al club lo que realmente quiso decir en la BBC. Que él está implicado en el proyecto del Real Madrid, que está seguro de cumplir cuatro años en el club si los resultados le dejan. Que él no ve un lugar mejor en el que estar que en el mejor club del mundo.

Yo en ningún momento he dudado de Mourinho. Soy consciente de que los tiempos de Miguel Muñoz ya pasaron y que en España "entrenador" no significa lo mismo que "manager" en Inglaterra. Tengo claro de que este club disfrutará de este entrenador un puñado de años, de que esta historia será más breve de lo que muchos desearíamos. Pero también sé que mientras esté aquí, Mourinho dará el máximo y sacará el 110% de sus jugadores y de las posibilidades del Real Madrid. Estoy seguro de que el portugués estará el tiempo suficiente para dejar su huella imborrable en este club y que no se irá sin haber corregido su errático rumbo para ponerlo en el camino del que descarriló en el verano de 2003. Así que olvidémonos de las contaminaciones externas y preocupémonos de cuidar a este entrenador, porque si lo hacemos, la suya será una historia lo suficientemente larga como para marcar una época en el club.

lunes, 26 de diciembre de 2011

Este equipo tiene otra cara


El 2011 ha sido un año convulso para la sección de baloncesto del Real Madrid. El club buscó la estabilidad en el verano de 2009 fichando a Ettore Messina, pero en vez de conseguir su Mourinho particular para la canasta se encontró con un técnico superado por la presión de tener que dirigir a un grande. Su espantada a principios de marzo tiró por la borda la temporada justo cuando ésta se iba a empezar a decidir, lo que provocó que el club se replanteara la situación en julio.

La apuesta por el perfil de técnico estrella había fallado estrepitosamente. Bien es cierto que el equipo llegó a la Final Four europea por primera vez en 16 años. Pero la realidad es que lo hizo para ser humillado en los dos partidos, sin dar sensación de haber estado en Barcelona para competir por el título. El experimento de dejar a Molin en el banquillo fue una opción equivocada desde el sentido que echaba a perder el resto del curso, pero acertada viéndose desde la perspectiva de esperar al verano para tener la mejor opción.

Y así, la temporada se hizo larga, eterna. El secundario Molin fue incapaz de sacar algo decente de los mimbres que había, empeñado como estaba en perpetuar el legado del huido Messina. Con unas rotaciones miserables, con Begic, Velickovic y Mirotic en el ostracismo, el Real Madrid hizo un final de curso bochornoso, indigno del club con mejor palmarés del baloncesto europeo. Un 3-1 en semifinales de ACB ante el Bilbao Basket fue el epitafio de la etapa italiana del equipo, del baloncesto condicionado y depresivo que había dejado el técnico de Catania y su ayudante.

La situación exigía un cambio de rumbo. Y vaya si lo hubo. Tanto que el club escogió a Pablo Laso, toda una referencia para el baloncesto español como base de los 90, pero un novato en eso de los banquillos. Un hombre de la casa, que jugó en el Real Madrid durante un par de temporadas y en el que su currículum constaba un ascenso con el Lagún Aro San Sebastián a la ACB y un puñado de temporadas decentes en la máxima categoría.

Era una vuelta al perfil Plaza, sin llegar a tener los componentes de técnico formado en el club. Humildad, trabajo y juventud. Tres pilares básicos sobre los que se iba a cimentar el nuevo proyecto, a pesar de que la elección no gustaba ni convencía a muchos, a mí el primero. Recurrir a Laso tras haber tenido a Messina en el banquillo era como dar un paso atrás, como admitir que el Real Madrid solo debía aspirar a pelear los títulos, no a ganarlos realmente.

Pero fue llegar el vitoriano y las cosas se empezaron a hacer bien. Muy bien. Como no estaba acostumbrado el madridismo. Primero llegaron Carroll y Pocius, dos hombres exteriores de primer nivel. De hecho, Carroll ha sido el mejor fichaje de este equipo en muchos años. Me ha bastado cuatro meses viéndole con la camiseta blanca para pensar que su impacto en el club está siendo y será superior al de Louis Bullock. Y eso es mucho decir.

En el Real Madrid sabían que el equipo tenía que reforzar su juego exterior y así lo hicieron. Sin embargo, no se quedaron ahí, porque también trajeron a Rudy Fernández e Ibaka en dos movimientos que devolvieron la ilusión a la afición. La sombra de la NBA pendía sobre sus cabezas, pero que nos quitaran lo bailado mientras tanto. Duraron tres meses el primero y mes y medio el segundo. ¡Pero qué meses!

Los dos aportaron calidad y fuerza al equipo, haciéndolo temible en Europa y en España. Con ellos y el resto de la plantilla, Laso consiguió en tiempo récord cambiarle la cara al equipo, creando una escuadra de juego alegre, veloz y de ritmo endiablado. Se había pasado de los partidos rondando los setenta puntos a los choques con las tres cifras en el marcador del equipo. Desde el primer año de Plaza en el banquillo no se había visto algo semejante, a un Real Madrid jugando tan bien a este deporte.

Ahora, ni siquiera el regreso forzado de Ibaka y Rudy parece haber cambiado mucho el panorama. Herreros y Sánchez Lázaro estaban preparados para este contratiempo y reaccionaron rápidamente fichando al jugador revelación del comienzo de temporada en España, el joven Kyle Singler. Con él se ha tapado parcialmente el hueco dejado por el balear y se ha conseguido un hombre polivalente para el juego exterior, por lo que el equipo no se ha resentido demasiado.

Cuando se trabaja bien, lo lógico es que se consigan frutos. Y el Madrid de baloncesto está en el buen camino para ello. Ha sido el tercer mejor equipo de la primera fase de la Euroliga y ha dominado con solvencia el llamado ‘grupo de la muerte’. Además, es líder en la ACB empatado con el Barcelona, todo un equipazo que empieza a estar lastrado por los años. Sin embargo, el Real Madrid es un equipo joven que cuenta con el futuro del baloncesto, con una generación de jugadores llamada a recuperar la gloria que los aficionados llevamos más de tres lustros esperando. Por fin el proyecto huele a estabilidad y a buen baloncesto. Las cosas se han hecho bien en este 2011 y en el 2012 será el momento de refrendarlo haciendo justicia a las expectativas y a la camiseta.

jueves, 22 de diciembre de 2011

Un año para firmar


Punto y final al 2011. En lo futbolístico, claro. El Real Madrid ha terminado el año y es momento de hacer un balance de todo lo que ha hecho el conjunto blanco, tanto para lo bueno como para lo malo. Aunque lo que importará de verdad de cara al 2012 es lo que ha sucedido de agosto para acá, pues lo sucedido con anterioridad no deja de ser historia ya. Y es que la situación ha cambiado mucho para el club en estos últimos 365 días.

La gran pregunta que debe contestar el madridista tras hacer balance del año es si el 1 de enero de 2011 hubiera firmado la situación en la que está el club en estos momentos. Si nos centramos en la primera plantilla, lo cierto es que ha habido pocos títulos y éxitos, menos de los esperados; pero también lo es que la progresión ascendente y la mejoría general ha sido patente.

Para el Madrid, el 2010 acabó de manera agridulce. Los de Mourinho empezaron arrasando, pero el traspiés en el Camp Nou a finales de noviembre destrozó todas las esperanzas que se habían levantado en los primeros meses de temporada. Luego, la situación no mejoró, principalmente en Liga. Una competición donde el equipo se dejó el título a principios de año en campos difíciles, pero de rivales asequibles. La cuestión es que todo acabó jugándose a dos cartas, la de la Champions y la de la Copa del Rey.

Y como suele pasar en este tipo de competiciones de formato tan impredecible, los resultados fueron de lo más diverso. Éxito mayúsculo en la competición del K.O., la de menor relevancia, sí, pero el primer título tras tres años de sequía y 18 sin levantar este trofeo. Su consecución suponía una tregua en las necesidades madridistas, pero por poco tiempo. Después, llegaría el gran palo y la decepción en Europa, pero con excusa. Lo digo por los penosos arbitrajes en las semifinales que ayudaron a la eliminación. Aún así, siendo justos, el Barcelona fue mejor en el balance general del final de temporada.

Con el término de la campaña, llegó el punto álgido de nerviosismo en el fútbol español. Tanta tensión con la avalancha de Madrid-Barça que hubo acabó por explotar en verano, en la Supercopa de España. Allí el Madrid fue mejor en lo futbolístico, pero Messi estaba ahí para hacer la diferencia. Sin embargo, nadie habló de la injusticia del marcador, pues Mourinho cometió su gran equivocación, la que le ayudaría a replantearse su actitud ante estos partidos.

Desde entonces, silencio, trabajo y resultados. El Real Madrid ha sido una apisonadora, especialmente después de los baches de Levante y Santander. Ha acabado el año con 18 triunfos en 19 partidos, logrando récords de tres en tres y liderando la Liga y la Champions, además de eliminar con solvencia a la Ponferradina en los octavos de la Copa del Rey. El Madrid ha hecho su mejor fútbol en años, quizás desde la época de los galácticos. Así que… ¿puede haber algún motivo para la preocupación?

Pues sí, hay un punto negro entre tantas noticias buenas. El equipo perdió su cuarto clásico de los ocho disputados. Esta vez en casa y dando la sensación de que había que algo fallaba en la cabeza de los futbolistas. No se jugó como se sabía y el temor al fracaso atenazó las piernas. Un problema importante en una temporada condenada a decidirse por detalles, al igual que la pasada; y con el Barcelona siempre en la sombra.

Aún así, en las últimas semanas ha habido tiempo para recuperar el color después de la palidez. Otras tres victorias más, dos ante la Ponferradina y una ante el Sevilla han evidenciado que solo hay un equipo que pueda plantarle cara a este Real Madrid. Sí, es el de Guardiola. Y lo cierto es que los azulgranas no son los de las últimas temporadas. Así lo dicen sus resultados, peores claramente en Liga, así como su juego, algo más apagado de lo habitual. Por eso, quizás ganar el título no acabe siendo cosa de los clásicos, sino de una regularidad que parece haberse enemistado con los culés.

En la Champions y la Copa del Rey, como digo, promete ser otra historia. Si los caprichosos sorteos así lo permiten, lo más probable es que volvamos a tener finales con los dos más grandes. Y ahí el Real Madrid deberá superar sus miedos y temores, jugar su fútbol. El que ha patentado en los últimos meses y que me permite firmar satisfecho lo ocurrido en este 2011. Porque, aunque el balance podía haber sido mucho mejor, lo cierto es que el camino seguido ha sido ascendente y va en la dirección correcta. Sabemos dónde estamos, quiénes somos y lo que queremos. Y eso solo puede darnos buenos presagios para el 2012

jueves, 15 de diciembre de 2011

Tiro al blanco

Lo que pueden cambiar las cosas en 90 minutos. Basta un partido para hundir todo el buen trabajo de los tres meses anteriores. Una labor excepcional, 15 triunfos consecutivos haciendo el mejor juego que se ha visto en este tiempo en España. Bien es cierto que se falló justo cuando no se debía. Aunque sí se podía enmendar, porque perder contra el Barcelona no ha sido tan decisivo como si el conjunto catalán hubiera sido el derrotado. La Liga se ha compromido, se ha igualado, pero el Madrid sigue teniéndola en su tejado. Lo único realmente negativo es que el encuentro ha tenido y tendrá secuelas, tanto a nivel interno como externo.

Tras el partido se ha apreciado un fenómeno que no deja de sorprenderme por su inmediatez y, por qué no decirlo, injusticia. La derrota clara y merecida ante el F.C. Barcelona ha servido de acicate para que la prensa declaramente antimadridista e incluso la generalista (en algunos casos) se haya lanzado al cuello de Mourinho, Cristiano Ronaldo y todo lo que represente al club blanco. Los dos portugueses y, por extensión, el Real Madrid, han sido el cruel objetivo de los medios que estaban deseosos de aprovechar la más mínima evidencia de debilidad para criticarlos sin piedad.

Cristiano Ronaldo ha sido el ejemplo más claro de ello. El crack madridista jugó muy mal el sábado. Y demostró estar ansioso, nervioso, haber sido superado por la presión. Algo que le acostumbra a pasar cuando juega contra el Barcelona. Es más que evidente que, cuando se enfrenta a ellos, su rendimiento baja de manera alarmante. No hay más que mirar los datos. El de Madeira se acerca a un promedio de gol por partido desde que está en el Real Madrid y, ante los azulgranas, solo ha marcado dos en ocho encuentros, uno de penalti. Así que, algo falla, evidentemente.

Sin embargo, lejos de ser justos y achacarlo a problemas de ansiedad derivados de su sobre-motivación, la tendencia es acusarle de no rendir en las grandes citas. Olvidando que él fue el que le marcó el gol que le dio la Copa del Rey al Madrid ante el propio Barcelona, superando entonces sus  errores y nervios previos. Obviando quién le marcó el primer gol a Bosnia con Portugal en la reciente repesca de la Eurocopa. Minusvalorando su tanto al Chelsea en la final de la Champions de 2008, que, a la postre, sería clave para que el Manchester ganara el torneo. Prescindiendo de su golazo desde 40 metros al Oporto en los cuartos de final de la Liga de Campeones que valió el pase a la siguiente ronda para los ingleses. O no queriendo acordarse de que, en marzo de 2010, fue él el jugador que marcó el único gol del Madrid en la funesta eliminatoria ante el Olympique de Lyon.

Por lo que parece, para muchos, esos no son partidos claves. No les importa que esos días Cristiano Ronaldo fuera el mejor de su equipo. Con su bloqueo ante el Barcelona basta para intentar hundirle en la miseria, llegando incluso a emplear la mentira sin tener ni siquiera el valor de reconocer que, con datos en la mano, es uno de los mayores goleadores de la historia del fútbol mundial. Sin admitir que es un jugador extraordinario, que tiene unas condiciones únicas y que es tan excepcional que solo una de sus virtudes podía ser su gran talón de Aquiles. Su inmensa ambición.

Su problema, como el del Madrid, me parece más que evidente. Hay una cuestión mental. Llamémoslo complejo de inferioridad. Algunos incluso se atrevían a decir que a este equipo le está empezando a pasar lo mismo que al Atlético de Madrid con el propio Real Madrid. Un problema psicológico derivado de la presión extrema, de saberse examinados y evaluados únicamente por lo que suceda ante los azulgranas. Y digo esto porque el sábado el Real Madrid no jugó como sabe ni debía. El Barça sí lo hizo, aunque podría haberlo hecho todavía mejor. Mientras los de Guardiola pusieron sobre la mesa los puntos que definen su doctrina, los de Mourinho eran solo una caricatura ridícula de sí mismos.

Me niego a pensar que las diferencias entre el Barcelona y el Madrid sean tan grandes a estas alturas. El catalán puede que sea mejor técnicamente, que tenga mejores centrocampistas. Pero los dos equipos están a la misma altura, siempre y cuando estén a su máximo nivel. Y los blancos no lo estuvieron el sábado. Estas diferencias se pueden minimizar desde el trabajo como equipo, desde una presión que deben desarrollar los 10 jugadores del campo. Y esto es algo que en el clásico solo hicieron cuatro, cinco jugadores. El resto no trabajó en la recuperación como se necesitaba, como se hizo a la perfección en la final de la Copa del Rey.

Ya dije en mi artículo anterior al partido que, para ganar, el Madrid necesitaba seis palabras: Intensidad, presión, recuperación, velocidad, remate y precisión. Pues bien, el equipo solo fue intenso y tuvo algo de remate. El resto no las utilizó, o las aplicó mal. La cuestión es que estos términos forman parte de la personalidad de este Madrid. Están a mano. Así que ahora la misión es encontrar la forma de que los nervios, la presión y la ansiedad permitan utilizarlos. Y para ello, el equipo debe abstraerse de toda esa contaminación que llega desde el exterior, desde la prensa antimadridista, sea culé o supuestamente imparcial. Cuando más pendiente esté el club de lo malo que se dice de él, más daño se hará. Porque esto significará cargarse la mochila de la culpabilidad, de complejos, permitiendo que su peso no deje que las piernas respondan. Así que vaciémosla.

sábado, 10 de diciembre de 2011

Seis palabras para el clásico

El partido del miércoles en Amsterdam no me gustó. Prácticamente nada. Pero del mismo rescato varias conclusiones interesantes. La primera es que el Real Madrid gana fácil, muy fácil. Casi sin quererlo. La segunda es que es un equipo muy compacto en defensa, trabajado. A pesar de cambiar la zaga prácticamente al completo, el conjunto se fue de Amsterdam sin encajar gol. Y la tercera hace referencia al partido del sábado: el equipo está preparado para el que debe ser su bautismo de fuego. Ganarle en 90 minutos y de manera holgada al 'Pep Team'.

Mourinho dijo en agosto pasado que el Madrid necesita "jugar bien para ganar". Creo que eso era antes. El equipo ha llegado a un punto de madurez tal que ya no le hace falta jugar un buen partido para vencer sobrado. Lo de Amsterdam fue una clara prueba, pues se logró una victoria muy sencilla sin prácticamente pisar el campo rival. No hizo falta, porque tres magníficos pases en largo rompieron a la adelantada defensa del Ajax. El miércoles tocó jugar al contrataque, y el Madrid así lo entendió y lo ejecutó a la perfección.

Antaño, en temporadas pre-Mourinho, percibía que este conjunto sufría hasta para ganar a equipos menores. Lograba la victoria, sí, pero se la trabajaba y no se libraba de pasarlo mal en muchos partidos. Pero ahora la diferencia entre el Real Madrid y esas escuadras es abismal. Donde antes el Molinón era una película de terror con, generalmente, final feliz, ahora es prácticamente una superproducción llena de acción con el equipo blanco como gran protagonista. Y la extraordinaria condición física que ha logrado el cuerpo técnico tiene gran culpa de ello, pues la plantilla es una apisonadora que devora a sus rivales desde el primer minuto.

Hay una inercia ganadora. Algo que es evidente, que se explica desde las 15 victorias consecutivas que lleva. Pero el destino ha querido que este sábado se cruce la piedra más grande en el camino. La del Barcelona. No me suele gustar mucho eso de conseguir récords. O mejor dicho, estar a las puertas de lograrlos. Porque esto supone un plus de presión de para los jugadores. En este caso, y sin ánimo de ser 'cenizo', no puedo evitar acordarme de hace un par de veranos, cuando España logró en la Copa Confederaciones igualar el récord mundial de Brasil de estar 35 partidos seguidos sin perder. ¿Qué pasó en el 36? Que cayó sorprendentemente ante EE.UU. en semifinales.

Cuidado entonces. El Real Madrid está a las puertas de hacer historia. Y para conseguirlo, deberá superar a su antítesis. Al Barcelona. Un rival que parece estar en horas bajas pero que suele ganar sus partidos en casa por cuatro o cinco tantos de diferencia. El actual campeón de Europa y de Liga. Algo que no parece contar si los de Guardiola han encadenado tres o cuatro partidos malos fuera de su estadio. Es, en definitiva, un gigante dormido que tiene previsto despertarse justo a tiempo. En el Bernabéu. Y haciéndolo estará en su derecho de borrar todas sus dudas anteriores.

Ya he comentado en numerosas ocasiones desde este espacio que creo que el partido de este sábado va a ser clave. En el sentido de que ganarlo supondrá la culminación de los anhelos blancos. Porque la Copa se ganó, sí, pero en la prórroga y tras mucho sufrimiento. Y en la Supercopa se jugó mucho mejor y se perdió por los avatares del fútbol. Pero ahora hay que vencer de manera redonda. Sin apuros. Y haciéndolo bien. Porque, de no conseguirlo, sería como tropezar en la impoluta escalada que lleva el equipo, cediendo parte del terreno logrado para descubrir después que en el cuerpo hay magulladuras que harán que el próximo tramo sea más largo y complicado.

La cuestión es que tengo dudas sobre cómo va a plantear Mourinho el partido. Si el año pasado se me hubiera preguntado al respecto, hubiera pensado y apostado por un trivote para frenar al Barcelona. Como ya hizo con Pepe, Xabi y Khedira.  Entonces no pensaba que hubiera otra forma de ganarle a los azulgranas. Pero ahora las cosas han cambiado. Creo que la fórmula del éxito ya está escrita y la lleva usando el equipo durante toda esta temporada: Intensidad, presión, recuperación, velocidad, remate y precisión. Seis palabras que definen al conjunto blanco y que deben estar en la mente de sus jugadores este sábado. Usándolas, estoy seguro de que esta vez Messi no será suficiente para que el futuro se escriba con el nombre del Real Madrid.

martes, 6 de diciembre de 2011

El mejor clásico jamás contado

Todavía quedan los incómodos partidos de la Liga de Campeones, donde todo está vendido para el Madrid y el Barcelona, pero una vez acabados los partidos de este sábado, el clásico ya ha empezado a jugarse fuera del campo. Mientras en Barcelona Pep Guardiola no rehúye a hablar sobre cómo afrontará tácticamente el encuentro del Bernabéu, en el Real Madrid los jugadores se esfuerzan por centrarse en el partido del miércoles ante el Ajax. Y es que en Concha Espina se quiere dar sensación de ir paso a paso, justo lo contrario que en la Ciudad Condal. Allí queda claro que lo que importa es lo que pase el sábado, principalmente porque el Barça llegará al partido con más necesidades.

Guardiola ha optado por dar descanso a 13 de sus jugadores hasta el martes, día en el que el equipo se medirá al BATE en el Camp Nou para cerrar su clasificación a los octavos de final de la Champions. Así pues, todo apunta a que el técnico reservará a la mitad de su plantilla frente a los bielorrusos, más pendiente del Real Madrid que de este incómodo compromiso. En cambio, Mourinho ha optado por una política distinta: ante la proximidad de semejante partidazo, entrenamientos todos los días hasta entonces, el primero el pasado domingo.

Aún así, no parece que el portugués vaya a sacar un equipo de gala en Ámsterdam. Adán, Albiol, Sahin, Granero o Callejón apuntan a titulares ante el Ajax, de manera que los teóricos titulares descansen antes de recibir al Barcelona. La suerte que tiene este Real Madrid-Barcelona es que va a llegar en un momento magnífico para todos, tanto para los equipos como para los espectadores. Porque los encuentros anteriores no tendrán nada en juego y los entrenadores podrán reservar sus efectivos para que el sábado se vea el mayor espectáculo posible.

Todo para preparar el clásico entre los clásicos. Cada vez que se acerca un partido de esta enjundia los medios de comunicación se encargan de venderlo catalogándolo de “partido del siglo”, “mejor partido del mundo”, etc. Pero lo cierto es que nunca como esta semana le van a venir mejor estas descripciones al choque, porque se están dando todas las condiciones para tener el mejor Real Madrid-Barcelona posible. Y eso es mucho decir, si bien los hechos previos se encargan de demostrarlo.

Lo digo porque los conjuntos que se enfrenten el próximo sábado serán las versiones más perfeccionadas de las mejores plantillas que han tenido estos dos clubes en su historia. Bien es cierto que el Barcelona no llega al encuentro en su mejor momento, pero también lo es que sigue pareciéndose al equipo que ha arrasado en las últimas tres temporadas. Y qué decir del Madrid, un equipo que lleva mes y medio demostrando que es el mejor conjunto de Europa a estas alturas y que cada partido da una nueva exhibición de poderío físico.

Además, el madridismo tiene motivos para ser optimista. Hay pequeños detalles que animan a pensar que esta vez la balanza podría decantarse a favor de los de Mourinho. Más allá del gran momento que atraviesa la escuadra merengue, se puede concluir que el Real Madrid llega a la cita más preparado que nunca. Ya ha dejado atrás su periodo de formación para ser un equipo maduro. En el proceso se ha llevado varias derrotas ante los culés, algunas merecidas, otras injustas. Entre estas últimas estuvo la de la Supercopa, el primer síntoma verdadero de que a los de Guardiola se les puede ganar jugando a un fútbol diferente al que ellos practican.

El del sábado debe ser, por tanto, la primera piedra de la culminación del proyecto de Mourinho. En el último año y medio ha habido hasta siete clásicos, pero ninguno prometía ser tan perfecto como el que se nos avecina. Ni siquiera los centenares que le antecedieron durante más de un siglo de rivalidad. En cinco días nos espera el Madrid-Barça más prometedor de la historia y, en él, el conjunto blanco parte como claro favorito. La única pega es que todavía hay que refrendarlo y sufrirlo. Pero el premio lo merece: darle un golpe a la Liga y confirmar que el aspirante ha dejado de serlo para convertirse en la nueva referencial del fútbol mundial.