lunes, 14 de julio de 2008

La Cerradura: Indiana Jones y la calavera de cristal

Antes de comenzar a ver la película admito que tenía mis dudas. ¿Indiana Jones volvía con 65 años y tras más de dos décadas sin ponerse el sombrero? No, por favor. Uno de los mejores aventureros que había dejado el siglo XX no podía volver para arrastrarse de esta manera, o más bien, no debía. Pero el dúo Spielberg y Lucas se había empeñado en retomar al héroe y aunque eso implicó una ardua labor de selección del guión definitivo, el resultado final me dejaba muchas dudas. Así que antes de entrar en el cine, sabía que iba a ver una buena película, quizás de las mejores del año; algo, que sin embargo, no me aseguraba que se lograse colocar al nivel de sus tres predecesoras.

Pues bien, ahora que ya he visto el filme, puedo decir que me ha sorprendido gratamente. Lo ha hecho porque en mi opinión, consigue mantener la línea de la trilogía, aunque eso sí, a duras penas. Uno de mis miedos era pensar que esta nueva edición de Indy pudiese empañar algo el buen trabajo de las anteriores entregas. Es decir, desmerecerlas. Y la verdad es que habrá imprensiones de todo tipo, pues para gustos los colores, pero al menos la mía ha sido positiva. ¿Será cosa de mi pesimismo anterior?

Tras unas escenas iniciales bastante anodinas y quizás impropias de una saga de tal magnitud (para recordar están los espectaculares comienzos de En busca del Arca Perdida o de Indiana Jones y el Templo Maldito) por fin aparece nuestro héroe en una imagen cargada de simbología. Volvemos a encontrarnos con Jones veinte años después, y la primera impresión es que ha envejecido y que, a pesar de encontrarse en buena forma, no tiene edad ya para enfundarse el traje de explorador. Aún así, démosle un voto de confianza, para eso estamos en el cine...

Sin embargo, desde el primer momento el espectador descubre que es el propio Indiana el que bromea con su edad y con sus dificultades para continuar con su vida de acción. Un aspecto casi redundante en la película y que como suele ser habitual, humaniza al personaje, ya que si algo es Jones es humano. Ha pasado el tiempo y el protagonista lo sabe, si bien en los primeros minutos del metraje se encarga de demostrar que todavía es capaz de saltar, golpear, correr y de tener la suerte de la que siempre hizo gala. Veinte años y sigue contando con los mismos recursos de antes; creíble, aunque cada vez menos.

El filme en sí es entretenido y espectacular por momentos, con mención especial a la bonita fotografía de la que hace uso. Los actores hacen honor a su caché y regalan al espectador unas notables interpretaciones, con especial mención al trabajo de Shia Labeouf como digno y previsible sucesor de Harrison Ford en futuras secuelas. Pero si de algo cojea la película es de su argumento, una historia que aunque en un comienzo ofrece interés, acaba por complicarse de manera incomprensible hasta convertirse casi en absurda.

El problema de ello reside en la casi obsesión de Spielberg por incluir elementos ufológicos en sus filmes. Bien es cierto que Indiana Jones siempre incorporó elementos fantásticos e irracionales a sus historias, pero siempre con la mesura y el atractivo que aportaban los misterios arqueológicos. Pero esta vez los hechos se acaban por hacer bastante increíbles para el espectador, ya que el argumento acaba por degenerar en una demostración más propia de filmes como Depredador o Alien que del que nos atañe. No quiero convertir esta crítica en carne de spoiler, pero simplemente decir que el final, es, con diferencia, lo más flojito de la película.

Nos encontramos por tanto ante una de las mejores cintas de aventuras de los últimos años, que cuenta con unas grandísimas interpretaciones y con el atractivo de tener el sello Indiana Jones. Algo que, por otra parte, no garantiza que esta nueva película tenga la calidad de las anteriores, un objetivo que desde el principio era muy difícil de conseguir. Pero al menos esta Indiana Jones y la Calavera de Cristal mantiene el tipo y no se convierte en un lunar para el currículum de nuestro arqueólogo favorito. Aunque podíamos pedirle más. Al fin y al cabo, es Indy...

PUNTUACIÓN: 9 / 10

martes, 1 de julio de 2008

Con el fútbol por bandera

Se acabó la Eurocopa. Y lo hizo de una manera inesperada, aunque justa, muy justa. A diferencia del 2004, cuando Grecia, quizás la selección más rácana de la última década, levantaba el máximo trofeo continental. Pero estaba vez tocaba que ganase el fútbol, y por eso quien se ha llevado el premio ahora ha sido España. Un hito sin duda sorprendente para todos aquellos aficionados hispanos que, tras años y años de desilusiones, veían en este torneo un nuevo motivo para deprimirse a costa del fútbol nacional.

España campeona. Permítanme que lo repita, porque todavía no me lo creo: CAMPEONA. Sí, y jugando el mejor fútbol visto en Europa desde ese Barcelona campeón de la Champions hace un par de años. ¿La fórmula? Aunque parezca una perogrullada, jugar al fútbol; lo que se resume en intentar tener el balón y cuando no se tenía, ser lo suficientemente inteligente como para robarlo y salir a la contra de manera ordenada, con futbolistas rápidos y de gran recorrido. Algo que no se podría hacer sin un trabajo táctico envidiable sustentado en el mejor centro del campo de Europa y en una pareja de delanteros de primer nivel.

Una de las grandes dudas de España en los últimos años fue si debía apostar por los extremos (Joaquín, Vicente, Navas, Reyes...) o darle la oportunidad a un centro del campo cimentado en jugadores de toque. La anterior Eurocopa y el último Mundial fueron un campo de experimentación para un equipo que no sabía a qué jugaba realmente. Porque España siempre ha sido un equipo técnico y ordenado, pero que a lo largo de su historia no ha definido una identidad que lo caracterizase. Y es que mientras Italia siempre ha apostado por el fútbol defensivo, o Brasil por el juego de calidad; España tocaba la mayoría de los palos sin decantarse por uno. ¿Prejuicios quizás?

Digo esto porque siendo la Brasil de Europa, parece que España siempre ha tenido miedo de apostar por un juego vistoso y de toque. Sin duda, las bandas en el fútbol son muy importantes, pero como se ha comprobado en esta ocasión, no es vital jugar hasta la línea de fondo. No al menos si cuentas con jugadores con gran movilidad capaces de hacer diagonales desde las bandas hasta el interior con velocidad y calidad técnica. El ejemplo son Iniesta y Silva, dos futbolistas que a pesar de partir teóricamente desde la banda, han sabido asociarse con los mediocentros (Xavi, Cesc y Senna) para crear el fútbol en tres cuartos de campo.

Como digo, la movilidad de los jugadores de España ha sido una de las claves. Moverse de manera inteligente, sobre todo cuando no tenían la pelota, ocupando los espacios vacíos aunque esto implicase perder la posición original. Porque si un futbolista se movía de su zona, siempre tenía a un compañero que cubría su puesto; principalmente Marcos Senna. El brasileño ha cuajado una Eurocopa impresionante y parece que a sus 31 años está en su plenitud deportiva. Hace un fútbol fácil, sin complicaciones; a lo que une un despliegue físico y táctico sorprendente. Sin duda, uno de los pilares de equilibrio de esta selección campeona.

A la técnica e inteligencia de los centrocampistas hay que aunar el buen trabajo defensivo de los centrales, representado por unos Puyol y Marchena que, tras una temporada mediocre en sus respectivos equipos, han sabido compenetrarse a la perfección y ganar casi todas las batallas que se les han presentado, especialmente en los partidos de Italia y Alemania. Y eso que la defensa española comenzó sembrando muchas dudas en el torneo, sufriendo ante equipos de presumible mayor presencia física, como son Suecia o Rusia. Pero poca cosa si se tiene en cuenta que a pesar del alto nivel de esta competición, Casillas tan sólo se ha tenido que lucir en un par de ocasiones en todo el torneo.


Sobre los delanteros, destacar el trabajo notable que han desarrollado los tres. Villa ha acabado pichichi y ha demos- trado que es un jugador de talla internacional, aunque en la Eurocopa ha ido de más a menos; quizás le rompió el ritmo de competición el ser suplente ante Grecia. En cuanto a Torres, el fuenlabreño ha decepcionado algo si analizamos toda su participación en el torneo, porque podíamos haber esperado de él una mayor relevancia en el juego español. Pero es algo que sin duda se le perdona si se tiene en cuenta su gol en la final ante Alemania, que no es más que lo que los aficionados españoles podíamos exigirle: fuerza, velocidad y definición. Y finalmente Güiza, que ha mostrado una gran movilidad en el terreno de juego y una alta productividad en la relación de minutos - goles.

Se recuperó el espectáculo
El resto de la Eurocopa se puede resumir de manera positiva. Tras, como digo, una edición del 2004 para olvidar en lo futbolístico, este año el torneo ha supuesto un poco de aire fresco para los aficionados. En general los equipos han intentado tratar bien el balón y algunas selecciones han rayado a un nivel excepcional. Ha sido el caso de Portugal u Holanda, escuadras que cuentan con unas plantillas de jóvenes prometedores y que tan sólo han pecado a la hora de la verdad de no saber competir en los momentos clave. Algo que, por una vez, España sí ha sabido hacer.

Como sorpresas del campeonato se podría destacar a Croacia, Turquía y Rusia. La primera arrasó en la fase de grupos para acabar derrotada ante un equipo por el que yo no hubiera apostado ni un euro. Y es que la suerte también juega, y el fútbol anárquico y veloz de Turquía consiguió alcanzar las semifinales encadenando una serie de milagros de esos que sólo suceden una vez cada muchos años.

Por el otro lado del cuadro, Rusia logró reponerse de la sonrrojante derrota ante España en el primer partido y fue ascendiendo en su nivel futbolístico hasta dar un baño a la espectacular selección holandesa. Pero luego llegó España y ni siquiera el emergente Arshavin bastó para frenar a los de Luis Aragonés. Aún así me queda la duda de qué hubiera sido de Rusia ante otros equipos de talla como Italia o Alemania...

En cuanto a las decepciones, que también las hay, se puede hacer mención a equipos como Suiza, República Checa o Suecia. Los suizos, tras su gran mundial en el 2006 y ser los anfitriones del torneo, deberían haber superado al menos la primera ronda, pero se encontraron en un grupo muy igualado en el que cualquiera podía haber pasado como segundo. De hecho, República Checa estuvo a punto de hacerlo, pero perdió en 15 minutos contra Turquía lo que se había ganado en los 75 anteriores. Lectura que nos lleva a pensar que toca cambio generacional para los centroeuropeos; al igual que para Suecia, que ha intentado seguir apostando por su vieja guardia encarnada en Mellberg, Larsson y Ljungberg y ha acabado realizando un torneo insulso.

Acabó la Eurocopa, pero con ella comienza una era de optimismo para todo el país. La historia ha cambiado y ahora podemos afrontar el Mundial de Sudáfrica con otros ojos. Esta vez sí. Porque pudimos, podemos y podremos.