sábado, 26 de enero de 2008

"El hombre debe soportar pacientemente lo que no puede evitar debidamente"
(Michel de Montaigne)

jueves, 24 de enero de 2008

Grandes gestas del deporte: ¿Por qué soy del Real Madrid? (1)

63 puntos (24/29 en T2, con un 82%; y 15/18 en T1, con un 83%), 13 rebotes, 2 asistencias, 11 faltas provocadas, 4 balones recuperados y 1 tapón. No son números propios de un partido de infantiles ni de cadetes, sino de un encuentro profesional, y de competición europea, para más inri. El protagonista, Joseph John Arlauckas, Joe Arlauckas, jugador del Real Madrid. Y el año, 1996.

Corría el mes de febrero de hace casi doce años cuando el Real Madrid acudía a la cancha de la Virtus de Bolonia para enfrentarse al equipo italiano en la antigua Copa de Europa. Un partido más, en el que difícilmente se podía esperar que un jugador diese semejante recital, aunque este se llamase Arlauckas. Y es que para el crack de Rochester (1965) era un habitual rondar la veintena de puntos y los siete rebotes por partido, unas cifras que hoy en día no se destilan en el baloncesto europeo.

La realidad es que Arlauckas pertenecía a un grupo de jugadores que hoy en día no existe. Sus 2,06 y 105 kilos de peso lo convertían en un jugador demasiado bajito para ser un pívot, pero demasiado alto para ser un alero. Era pues un híbrido, un baloncestista que en la actualidad se podría colocar en la posición de 4, de ala-pívot, y que, como tal, aglutinaba en sus aptitudes la fortaleza de los más altos y la habilidad de los mejores tiradores. Una mezcla explosiva que lo convirtió en un todoterreno, en un verdadero dominador de la zona que vivió en Madrid los mejores años de su carrera.

Puedo decir que yo crecí viéndole jugar, y que, gracias a él y a su Real Madrid (1993-1998) me aficioné a tan apasionante deporte. Era la época del baloncesto en el Palacio de Deportes de la Comunidad, con jugadores tan históricos como Antúnez, Laso, Santos, Mikhailov, Antonio Martín, Pep Cargol, Simpson, Mike Smith. García Coll, Herreros o el gran Sabonis, Sabas. En definitiva, era básket en estado puro, tiempos propios de la penúltima gloria europea del equipo merengue.

12 años después ha llegado a mi ratón este magnífico vídeo, lo que me ha permitido recordar a un juagador de los que marcaban época, de los pocos capaces de jugar de una manera que al espectador se le quedase grabado en su retina. Fuerza, habilidad, anotación, técnica, inteligencia... todas ellas habilidades que caracterizaban a Joe Arlauckas, pero insuficientes en sí mismas para convertirle en alguien capaz de semejante gesta en un encuentro de ese calibre. Porque además, el americano tenía ese toque especial, esa magia capaz de convertir a un simple jugador en un mito. Sólo así se pueden explicar esos 63 puntos tras estar sin anotar los cinco primeros minutos...



domingo, 20 de enero de 2008

viernes, 18 de enero de 2008

Jugando con el himno

Cinco días. Ése el tiempo que ha durado la propuesta del Comité Olímpico Español para cubrir la carencia de letra del himno nacional, después de que su presidente, Alejandro Blanco, anunciase su retirada el pasado 16 de enero. Una medida que, en vista de la pésima acogida que tuvo por parte de la élite política del país, no sería sorprendente si no fuera porque dos días antes el propio Blanco había declarado que "creo que la aceptación popular que ha tenido la letra del himno nacional ha sido impresionante".

El resultado de todo esto, es pues, una verdadera chapuza. Y una chapuza encadenada, ya que esta historia comenzó con la filtración de la letra diez días antes de que fuese presentada y cantada por Plácido Domingo en la gala que el COE había preparado para tal fin. Lo que significa que el organismo deportivo ha tenido un topo durante todo el proceso, alguien que participó de manera decisiva en la elección del texto y que se encargó de proporcionárselo a ABC en primicia. Ante este hecho, me asalta la duda de si esa fuente (éxito periodístico, fracaso rotundo de los impulsores de la propuesta) quizás no estuviese demasiado de acuerdo con la elección.

La letra seleccionada era un texto sencillo y sin demasiadas complicaciones, quizás demasiado para pretender acompañar a una melodía que en el futuro millones de españoles iban a escuchar. Su autor, un parado manchego de 52 años, afirmaba que era un himno "para la patria de la gente media, de la que coge el metro", algo estupendo por otra parte, pero que tampoco debe suponer el principal ingrediente de una marcha que tiene implicaciones que van mucho más allá. Y si, para colmo, el propio "artista" se defiende como un perdedor, su devaluación queda completada.

Su repentina y sorpresiva publicación dejó descolocada a una sociedad que no esperaba levantarse con esa noticia en ese día. Me asalta la duda de cuál hubiera sido la reacción generalizada del pueblo español, tanto políticos como no políticos, si su presentación se hubiera realizado merced a la actuación del Plácido Domingo y de los fastuosos actos que tenían preparado los miembros del COE. Lo más probable es que, como suele ser habitual en estos casos, los adornos y maquillaje hubieran hecho milagros y hasta hubiera gustado un poquito más de lo que lo hizo al ser confirmada en rueda de prensa. Pero sólo un poquito más, porque era imposible que hubiera contentado a todos.

Lo cierto es que el COE y la SGAE se metieron en un charco del que era muy complicado salir. En la época en que vivimos, con unos nacionalismos en boga y el constante cuestionamiento de la identidad nacional que vive gran parte del país, plantearse la inclusión de una letra en el himno es, sencillamente, una misión casi imposible. Más que nada porque, como dice la frase, nunca llueve a gusto de todos, y si bien muchos españoles pueden sentirse satisfechos con el resultado, otros muchos siempre estarán en desacuerdo. Una propuesta, por tanto, polémica; y que a pesar de venir a cubrir esa necesidad histórica que tiene el himno, sólo venía a agregar un poco más de discordancia a un caldo de cultivo ya desbordado.

Sin embargo, una vez hecho el acopio de valentía, la seriedad de la responsabilidad tomada exigía otro tratamiento. Lo primero, unas medidas de seguridad y de secretismo que hubieran permitido llevar a cabo correctamente todos los procedimientos. Y lo segundo, una vez cometido el gran error de permitir la filtración, haber dejado discurrir los trámites para su aprobación; aunque estos hubieran supuesto el rechazo general y su no aprobación. Porque lo que se empieza se debe acabar, y si se toma una decisión, hay que llevarla hasta el final de sus consecuencias.

El resultado es que Paulino Cubero, el autor de la letra, se siente "traicionado"; mientras que la propuesta, que era ya difícil de por sí, ha quedado herida de muerte. Se espera que el día 22 de enero el COE se vuelva a reunir para tomar una decisión sobre los nuevos pasos a seguir, pues no ha descartado el continuar con el proceso de selección. Pero visto lo visto, mejor que no sigan perdiendo el tiempo y que se dediquen a preparar unos Juegos Olímpicos que están a la vuelta de la esquina y que, como no espabilen, quizás acaben con sólo unos pocos deportistas españoles tarareando el himno huérfano. Y todo porque, quien mucho abarca, poco aprieta.

domingo, 13 de enero de 2008

viernes, 11 de enero de 2008

La Cerradura: American Gangster

150 minutos de juego del ratón y el gato. Esto es lo que le ofrece al espectador American Gángster, el último trabajo en la dirección de Ridley Scott y que cuenta con actores en el reparto de la talla de Denzel Washington y Russell Crowe. Una historia real marcada por la guerra de Vietnam y la lucha de las bandas mafiosas por el control de Nueva York, en la que el éxito se convierte en un logro efímero donde los buenos se confunden con los malos y los malos se confunden con los buenos.

Frank Lucas (Denzel Washington) es un hombre negro de negocios que durante años ha estado ayudando al capo Bumpy Johnson, uno de los hombres más respetados en el Harlem newyorkino. La muerte temprana de su jefe y mentor le llevará a iniciarse en la difícil tarea de ocupar el hueco que éste ha dejado en el control de la ciudad, algo que hará aprovechándose de las especiales circunstancias en las que se ve sumido el país a finales de los sesenta. Sus contactos con el sudeste asiático en plena guerra de Vietnam le permitirán a Lucas traficar con heroína pura, lo que le convierte en el centro de atención de las envidias y competencias de un mercado cruel y violento.

Como contraposición al nuevo mafioso, el filme ofrece la figura de Richie Roberts, un policía con la paradójica dualidad de ser honesto en su trabajo pero deshonesto en su vida personal. Condicionado por su ética profesional y por la muerte a causa de la droga de uno de sus compañeros, el protagonista empieza a darse cuenta de que algo está modificando el "orden natural" de las cosas en la ciudad. Apoyado por su equipo de confianza, Roberts empezará a tirar de una compleja madeja hasta descubrir que Frank Lucas es el verdadero culpable de todos los cambios que se están produciendo en los suburbios de Nueva York.

Es pues, una película intensa que enfrenta a dos polos opuestos durante todo el metraje. Si bien quizás la historia comienza con un ritmo lento y con poca capacidad de enganche, el filme consigue coger una velocidad de crucero tras los primeros cuarenta minutos. A partir de ese momento, se hace muy interesante al espectador la narración del crecimiento y desarrollo del éxito de Frank Lucas en un medio tan despiadado como Harlem. El punto culminante de su historia se alcanza con Washington representando la cúspide profesional de su personaje, un capo respetado y admirado por su familia y seguidores, que es capaz de controlar magistralmente su negocio desde las sombras.

Por su parte, el policía Roberts es alguien fracasado en lo pesonal, pero que tiene las ideas muy claras de cómo debe actuar un policía. Su situación no es fácil, ya que a su lucha contra las mafias organizadas en la ciudad se le une la corrupción existente entre sus propios compañeros del cuerpo de policía. Y es que en este caso, el protagonista no sólo combate a una banda criminal organizada, sino también lo hace contra los intereses que ésta genera y que salpican de manera directa a las de las élites sociales y políticas de Nueva York.

Para mi gusto uno de los aspectos negativos de la película es su excesiva duración, ya que probablemente con media hora menos de metraje se podría haber contado lo mismo sin cansar al espectador. Es cierto que se trata de una historia dura y compleja en la que hasta los pequeños detalles pueden marcar la diferencia en el desarrollo de la vida de sus personajes, pero se echa en falta un ritmo más ágil. Por el contrario, para admirar queda la esperable buena actuación de las estrellas del reparto, un notable guión y la excelente contraposición entre los dos personajes principales.

Digo esto último porque muy pronto el espectador de la película descubre que la misma es una hábil representación de la oposición entre el bien y el mal, de Lucas y Roberts. Aunque los dos sólo se conocen en el tramo final de la cinta, la tensión entre ambos se siente de manera magistral en todo momento, lo que le da una intensidad al filme muy apreciable. Sin duda, uno de los mejores del año y serio candidato a hacer historia en los próximos Oscars (si los guionistas lo permiten).

viernes, 4 de enero de 2008

Un triunfo del terrorismo

Terrorismo, término que según la RAE significa "sucesión de actos de violencia ejecutados para infundir terror". Una definición que se queda corta a todas luces para expresar la profundidad e importancia semántica de una palabra que en los últimos años ha sido protagonista hasta la saciedad. El mundo tiene miedo, los principales países occidentales son incapaces de garantizar la seguridad de sus ciudadanos y los telenoticias de los más importantes medios de comunicación llenan día sí, día también, sus pantallas con las consecuencias de unos atentados que se suceden a ritmo vertiginoso.

24 de diciembre de 2007, día de Nochebuena. Las agencias internacionales lanzan teletipos en los que se habla de un atentado terrorista en Mauritania en el que cuatro turistas franceses habían sido asesinados a quemarropa durante su visita al país africano. Un incidente más, sino fuera por las fechas y el lugar en el que aconteció. Y es que a las puertas de las Navidades, Francia constataba que sus antiguas colonias se habían convertido en más hostiles que nunca para los intereses occidentales.

Apenas dos semanas después, los ecos del suceso reverberan con más fuerza que en los días inmediatos y posteriores al suceso. ¿La razón? La suspensión de la principal carrera automovilística por etapas del mundo, el Rally Lisboa - Dakar. Una durísima prueba de 16 días de duración que se desarrolla por una amplia zona del África noroccidental y cuya organización supone en estos momentos unos altos riesgos tanto para sus participantes como para la caravana que los acompaña.

Las 8 etapas que en esta edición hubieran discurrido por Mauritania parecen tener la culpa de una anulación que ha sorprendido a pilotos y a aficionados. En esta ocasión, los avisos del Gobierno francés a la organización sobre los peligros que conllevaba pisar suelo mauritano no parecía que fueran suficientes para derrotar a una carrera que desde 1979 llevaba celebrándose de manera interrumpida. No, ¿cómo iba a poder con una prueba que hasta el momento había superado contratiempos tan importantes como los habituales asaltos de contrabandistas, las muertes de algunos de sus participantes o los conflictos políticos derivados de su celebración?

Pero la prueba más dura del mundo ha tenido que decir basta a tan sólo un día de su inicio. Poco importaba que las más de 2.500 personas que conforman la caravana estuviesen preparadas para su inicio, que la práctica mayoría de los 550 periodistas acreditados estuviesen ya en Lisboa prestos a contar cómo se desarrollaba la salida. Seguir adelante hubiera supuesto un riesgo desproporcionado e innecesario, incluso para el rally donde lo imposible suele convertirse en posible.

Con esta noticia se ha creado un importante precedente que amenaza con traer consecuencias nefastas. Y no me refiero solamente al aspecto deportivo, algo en lo que el rally puede haber quedado marcado de cara al futuro, sino también a nivel político. Durante los últimos 30 años el Dakar se había convertido en un símbolo de unión entre el mundo civilizado y el incivilizado, entre el ruido del motor occidental y el arenoso silencio del desierto africano. Un detalle en este tiempo que no ha dejado de causar el recelo entre muchos de los nativos de la zona, quienes ven en la prueba una nueva excusa del hombre blanco para invadir las tierras que tanto les costó descolonizar hace escasas décadas.

A consecuencia de ello, no han faltado en las últimas ediciones los ataques de guerrillas locales a la caravana de la carrera, en lo que era un ejemplo de repulsa hacia la prueba y a la simbología que hay detrás de ella, a la representación de Occidente. Sin embargo, esos simples contratiempos que antaño eran meras anécdotas para la carrera, en esta ocasión han conseguido su anulación tras ser aconsejada por un Estado tan importante como Francia.

Así pues, la noticia demuestra que Al Qaeda está logrando terreno en defensa de sus intereses y que empieza a ser capaz de marcar las reglas del juego en relación a Occidente. Por lo pronto ha conseguido frenar la anual incursión de esta caravana de "infieles" a tierras islámicas, con lo que ha logrado dar un espaldarazo de cierta magnitud a sus intereses políticos y militares en la zona. Sin duda, una mala noticia que este año el Dakar lo haya ganado el terrorismo.

jueves, 3 de enero de 2008