viernes, 26 de octubre de 2007

¿Qué es eso?...¡¡¡Arghhhhhhhhhhhhhhhhhhh!!!

Quién no se ha encontrado nunca esto por la noche y en las cercanías de un cementerio...

P.D.: Y no, no es el nuevo disfraz de Jorge Lorenzo.

sábado, 20 de octubre de 2007

Yo he visto jugar a Zidane

Pues sí, me considero afortunado por haber podido hacerlo. Y es que si analizo los que dicen que han sido los más grandes del deporte de la pelotita, llego a la conclusión de que he visto muy poquito fútbol. No he podido ver nunca en directo a Di Stéfano, Pelé y Cruyff; y de Maradona tan sólo tengo el vago recuerdo de un jugador obeso que, a pesar de sus circusntancias, seguía haciendo lo que quería por los terrenos de juego.

Cuando llegó el momento de que el Pelusa se retirara, el fútbol mundial se quedó sin un referente, sin alguien que asumiera la responsabilidad de ser el mejor. Creo que este tipo de relevos en el mundo del deporte se producen generalmente de manera natural, y que cada quince o veinte años surge alguien capaz de representar a toda una generación de seguidores. Así,
Zidane sólo tardó un par de años en coger el testigo de Maradona, para tranquilidad de todos a los que les gusta(ba) el fútbol.

Mi primer recuerdo de Zidane data de finales de 1995, de un partido de Copa de la UEFA entre el Girondins francés y el Betis. Un encuentro más y aparentemente sin historia, si no hubiera sido por un futbolista que contaba con casi 24 años y que empezaba a despuntar en su club. Un balón que cae del cielo en el centro del campo, un jugador que lo deja botar y que empalma una volea desde casi cuarenta metros que se colaba en la portería sevillana. El resultado no importaba, porque había nacido una estrella.

Esa estrella no tardó en fichar por un club grande, y ese mismo verano el marsellés recalaba en la Juventus de Turín. Allí el jugador se consolidó como uno de los mejores de Europa y consiguió ganar la Liga italiana por dos veces consecutivas (1997, 1998), entre otros títulos. Sin embargo, en la Vecchia Signora no lograba cumplir uno de sus sueños, que era ganar la Copa de Europa. Primero el Borussia de Dortmund y más tarde el Madrid se cruzaron con su equipo para apearlo del camino hacia el título.

Parecía que Zidane, que por aquél entonces tenía 26 años, no iba a traspasar la frontera que separa a los grandes de las leyendas. Sin embargo, el verano de 1998 cambiaría su vida y la de todo un país, porque el Mundial se celebraba en Francia y era una oportunidad de oro para la tricolor. Tras una fase previa desafortunada, en la que el mediapunta era expulsado por agredir a un rival en el partido contra Arabia Saudí, Francia conseguía avanzar las diferentes rondas hasta llegar a la final, al momento donde los nombres de los futbolistas se escriben con letras de oro.

La realidad es que nunca hubo final y en parte, gracias a Zidane. El galo anotaba dos tantos de cabeza a Brasil antes de que se llegase al descanso, y su compañero Petit refrendaba la goleada con un postrero gol. 3-0, Brasil humillada y París tenía un nuevo héroe. Había nacido el mito de Zizou.

Pronto llegaron las distinciones individuales con el FIFA World Player y el Balón de Oro; si bien el jugador vivía días negros en la Juventus, equipo que estaba envuelto en una importante crisis de resultados no acordes con la calidad de su crack. Aún así, todas las frustraciones de Zidane con su equipo las paliaba con los éxitos jugando para su país, ya que en la Eurocopa del 2000 su selección se convertía en el mejor equipo del continente.

En el verano del 2001 la situación de Zidane con su club era bastante complicada, ya que la Juve no conseguía salir del bache. Era la oportunidad de Florentino Pérez y del Real Madrid, conjunto que fichaba al francés gracias a una estratósferica oferta próxima a los 12.000 millones de las antiguas pesetas. De esta manera se convertía en la culminación del proyecto galáctico del centenario merengue y, si bien el futbolista tardó cerca de medio año en acoplarse, los éxitos no se hicieron esperar.

15 de Mayo de 2002, San Isidro. Final de la Copa de Europa, Real Madrid - Bayer Leverkusen. Minuto 44, 1-1 en el marcador y el equipo alemán achucha y mete miedo al Madrid. Roberto Carlos "caza" en la banda un balón que se pierde por la línea de fondo y lo envía como puede a la frontal del área. La pelota cae llovida, con "nieve". Zidane planta su pierna derecha en el césped y arquea su cuerpo hasta elevar su zurda a la altura de la cadera, golpeando al balón en una coreografía donde el esférico sigue una trayectoria imposible. Gol. 2-1 y el Real Madrid gana La Novena. Momento para encumbrar a una leyenda, momento de Zidane.

Después llegarían un par de trofeos menores europeos, la Liga de 2003 y muchos reconocimientos individuales. Tras ellos, la decadencia de los galácticos y la de Zidane, una de las peores épocas para el equipo de Concha Espina. Y finalmente llegaría el Mundial de Alemania de 2006, el renacer del capitán francés y una nueva final para la selección bleu. Con ella se produciría la despedida de Zidane tras un infausto cabezazo a Materazzi en la prórroga del partido. Antes, había abierto el marcador con un penalti increíblemente ejecutado a lo panenka, en una acción que demuestra la pasta de la que estaba hecho este jugador.

Zizou se retiraba en julio de 2006 a los 34 años de edad. Atrás dejaba su fútbol, un juego caracterizado por controles imposibles, regates salidos de coreografías más propias de la danza, pases de tiralíneas y una coordinación de piernas nunca antes vista. Un futbolista que parecía que jugaba con canicas en vez de balones, que se engrandecía frente a sus rivales y que siempre estaba en los momentos importantes, para bien o para mal.

Que disfruteis del vídeo.

jueves, 18 de octubre de 2007

"La vida no es la que uno vivió, sino la que uno recuerda, y cómo la recuerda para contarla"

(Gabriel García Márquez)

martes, 16 de octubre de 2007

La cerradura: El Ultimatum de Bourne

Más de lo mismo. Es decir, buenas noticias. Este verano ha regresado a las carteleras el espía sin identidad, Jason Bourne, y lo hace ofreciendo los mismos ingredientes que en sus dos anteriores películas: acción, ritmo, una sobria espectacularidad y un argumento que engancha. Con ellos, el éxito está asegurado y más si en esta ocasión nos encontramos ante un filme que culmina de manera extraordinaria la saga.

Quizás El Ultimatum de Bourne no sea la película más llamativa de las tres (tras la escena de persecución automovilística de El mito de Bourne la tarea era casi utópica), ni tampoco la que aporta la mejor trama. Sin embargo, sí es la más frenética, las más intensa de todas. Esta vez sus guionistas se han permitido el lujo de ofrecernos a un personaje protagonista más frío de lo normal, en favor de un ritmo que deja al espectador sin aliento.

Y es que durante los cerca de 110 minutos de duración del filme, el espectador se ve envuelto por una historia trepidante, que no da lugar al descanso y que es capaz de jugar con el tiempo del metraje de la cinta hasta reducirlo a la mínima expresión. La película se hace corta, muy corta, y sobre todo, deja con ganas de más.

Parece que será la última de la trilogía (aunque sus autores tienen bien aprendida una de las lecciones básicas de Hollywood: nunca mates a la gallina de los huevos de oro) ya que nuestro protagonista consigue por fin atar todos los cabos que quedaban sueltos dentro de su amnésica memoria. Esta vez Bourne verá truncado su retiro cuando descubra que un periodista británico Simon Ross (Paddy Considine) está investigando los detalles relativos a su pasado en la organización Treadstone .

El antiguo asesino pronto se dará cuenta de que una vez más está hurgando demasiado en su pasado y que la nueva organización secreta gubernamental Blackbriar quiere verlo muerto. Con estos elementos, muy similares a las dos películas precendentes, el cóctel está servido y dispuesto para que el agente secreto vuelva a embarcarse en un viaje por el mundo que le lleve a descubrir los motivos por los que se convirtió en la máquina de matar que es.

Entre los momentos reseñables, tres son dignos de mención. El primero es la escena que transcurre en la estación londinense de Waterloo, donde el protagonista se ve envuelto en una persecución en la que además de protegerse así mismo deberá hacer lo propio con el periodista. La segunda es la que discurre por las calles de Madrid, que si bien supone el punto más pausado del filme (si se puede decir que lo hay), tiene el interés de ver al protagonista por nuestras calles.

El tercero y último es para mí uno de los momentos culminantes de la saga. Las secuencias desarrolladas en Tánger constituyen el momento más intenso del filme y quizás de la trilogía. En esta ocasión el espía se tiene que enfrentar a uno de sus rivales más complicados, y para eliminarlo tendrá que recurrir a sus mejores habilidades. Una vez más, la escena de persecución por las calles africanas es digna de elogio.

Nos encontramos pues ante una de las mejores películas de acción de los últimos años, que ofrece los mismos ingredientes a los que no tiene acostumbrados esta saga. ACCIÓN con mayúsculas, con unos actores que cumplen en su papel y un montaje que contribuye sobradamente a darle la intensidad necesaria que requiere el filme. A ello hay que añadirle el buen trabajo habitual de John Powell en la banda sonora, culminada con una nueva versión del clásico tema de Moby Extreme Ways.

En resumen, estamos de enhorabuena, porque Bourne ha vuelto y lo ha hecho para perfeccionarse así mismo.

domingo, 14 de octubre de 2007

Ski Ba Bop Ba Dop Bop

Nunca antes un tartamudo había creado un ritmo tan endiablado...



Scatman, Scatman John (1995)

viernes, 12 de octubre de 2007

A Luis se le acaban las excusas

Esta semana la Liga para de nuevo para dejar paso a las selecciones, lo que, en una época como esta, no le hace gracia a ningún aficionado. Y es que vivimos en un período donde la selección española ha pasado a convertirse en un estorbo, en un equipo que no inspira ninguna confianza y que sólo trae precupaciones para el aficionado del deporte rey. El equipo de todos lleva varios años dando bandazos, sin ninguna identidad, y acostumbra a pasarlo muy mal para clasificarse en grupos donde los principales rivales son Serbia o Suecia.

Por tanto, la crisis que vive nuestro fútbol es patente. Han sido muchos golpes los vividos recientemente en las competiciones de renombre (Francia en el 2000, Corea en el 2002, Portugal en el 2004, de nuevo Francia el año pasado) como para que los aficionados vuelvan a esperanzarse con rapidez con este equipo. Y ante todo, está Luis, ése seleccionador que gusta de ser más protagonista que sus propios jugadores, que acostumbra a pensar en voz alta para que todos sepamos que él es de los que no se muerde la lengua.

Pero claro, luego pasa lo que pasa. El seleccionador se dedica a hacerle una peineta a un par de jugadores en pleno entrenamiento, o le habla a otro sobre si es mejor que su compañero negro (sic) de equipo. Genio y figura, a este Luis le gusta demasiado la polémica y no es capaz de darse cuenta de que lo que menos necesita este país es un seleccionador que ocupe más portadas que sus propios jugadores. Es el momento de hablar de Cesc, Xavi, Villa o Torres; no de Zapatones.

Creo que tenemos una de las mejores selecciones españolas de los últimos años, con uno de los mejores centros del campo del mundo. Iniesta, Xavi, Xabi Alonso, Cesc, Silva y demás son jóvenes y buenos, muy buenos. Pero acostumbran a estar más preocupados de sus propios equipos que de la selección, y cuando llegan a ésta, se encuentran con un equipo que no tiene un estilo de juego ni referentes.

Porque, ¿quién es el líder de la selección española? El actual capitán, Casillas, es quizás el mejor jugador del mundo en su puesto, pero no tiene aún la personalidad ni la experiencia para convertirse en la verdadera referencia de este equipo. Por su parte, sus actuales compañeros, o son muy jóvenes o tampoco parecen querer asumir ningún tipo de galón. La situación no invita al optimismo... pero nos queda Raúl.

El 7 es un jugador que hasta el momento ha disputado 102 partidos con España y ha marcado 44 goles, todo ello con apenas 30 años. Es el líder espiritual del Real Madrid, el equipo que actualmente lidera la Liga y que parece volver a la senda de la victoria tras estar cerca de cuatro años sin ganar nada. Datos a los que además hay que sumarle que el jugador ha vuelto a jugar su mejor fútbol, después de que la estancia de Ronaldo en el club merengue lo condenara a tareas futbolísticas que no eran la suya.

Como dice Santiago Segurola, el peor Raúl iba a la selección y el mejor ya no es llamado. Luis se ha empeñado en no convocarle y está dispuesto a llevar su decisión hasta las últimas consecuencias, aunque nos suponga no ir a la Eurocopa de Austria y Suiza. Preguntado por los motivos por los que no llevaba a Raúl, el seleccionador aludía a que quería mantener el equipo que tan buenos resultados le había dado últimamente. Pues bien, el sábado pasado Villa se lesionaba y Aragonés se veía obligado a llamar a un sustituto, a cambiar de equipo. ¿El elegido? Raúl. Pero Raúl Tamudo.

Creo que a nuestro seleccionador se le acabó la credibilidad hace tiempo, en concreto aquél día cuando dijo que si España no estaba entre los mejores en el Mundial de Alemania, él se iría. Pues bien, caímos en octavos y Luis sigue ocupando las portadas de los principales diarios deportivos. Tiene a la prensa encima y él se defiende acusando a los periodistas de manipular lo que dice y hace. Meras excusas para alguien que se encuentra solo en su cargo, que no cuenta con apoyos y que para colmo, acostumbra a traicionar sus propias palabras con demasiada frecuencia. Ya no le quedan más excusas para aferrarse a su cargo y, tristemente, la gran perjudicada de todo esto está siendo la selección española.

miércoles, 10 de octubre de 2007

Un saludo a la indiferencia

Un educado apretón de manos. Con esta imagen se resume la relación entre dos de los países más poderosos del mundo, dos naciones que hace tan sólo cuatro años y medio se reunían en las Azores con el objetivo de declarar una guerra quizás innecesaria. Un tiempo más que suficiente para revertir unas relaciones que por aquél entonces eran más amistosas de lo necesario y que ahora se han convertido en más frías de lo que debieran. El motivo: romper con el anterior Gobierno del PP y con todo lo que recordase a él, aunque el precio de esta actitud llevase a la marginación internacional.

Sólo así se explica que la actual España pueda “presumir” de relacionarse amigablemente con países como Cuba, Bolivia o Venezuela. Se ha pasado de estar con Estados Unidos a estar contra él, cuando en realidad lo más inteligente no era ni una cosa ni lo otra. Zapatero ha confundido la idea, y ha pensado que si no se está de acuerdo con el país de las barras y estrellas, hay que oponerse a su política. De esta manera, ha podido más el orgullo de demostrar la total negativa a la Guerra de Irak que el hecho de mantener una buena relación con el país más poderoso del mundo.

Y es que había otros caminos, los cuales no implicaban necesariamente la sumisión de antaño a Bush. No estar de acuerdo con la política del presidente yankee no quiere decir oponerse a sus intereses, y menos implica apoyar a sus enemigos, países que actualmente tienen un status de parias en el escenario internacional. No había porqué escoger bando, pero Zapatero quiso hacerlo y optó por el perdedor, por mostrarse abiertamente contrario a las últimas decisiones de la Casa Blanca. Primero llegó la pronta retirada de las tropas españolas en Irak, en una decisión premeditada e impropia de un país serio.

Digo esto porque uno de los principales deberes de un político cuando es elegido como nuevo presidente de un país es asumir las decisiones de su antecesor, y, si no está de acuerdo con ellas, cambiarlas de la manera menos traumática posible. Sin embargo, Zapatero no tardó ni un mes en retirar a las tropas españolas de Irak, en traicionar un pacto que España (la España de Aznar) había alcanzado con EE.UU. El resultado fue que Bush y sus aliados se encontraron casi sin margen de maniobra, dejando la imagen de España muy mal parada por traicionar unos compromisos que merecían ser cuidados con mayor tacto.

Aún así, no todo estaba perdido. Pero la culminación del error llegó muy poco después, cuando nuestro actual presidente se mantuvo sentado ante el paso de la bandera estadounidense en el desfile de las tropas el día de la hispanidad del 2003. Zapatero confundió protocolo con principios y con este acto hipotecó las relaciones internacionales del país para los siguientes cuatro años. La línea a seguir estaba marcada, y desde entonces España ha pasado al segundo plano de la esfera internacional, por mucho que ahora se presuma de ser la octava economía mundial. La realidad es que actualmente la opinión de nuestro país no es más que un suave murmullo para los oídos de potencias como la norteamericana, la alemana o la británica.

Así pues, nuestro lugar ahora se encuentra junto a países como Mauritania, Turquía y Bolivia. Y no, no digo países al azar, porque estos fueron las naciones con las que Zapatero se pudo reunir durante la reciente cumbre sobre el cambio climático en la sede de la ONU. Allí, en Nueva York, fue donde se produjo la esperada imagen del saludo entre Zapatero y Bush, la cual se limitó a un simple intercambio de mera cortesía. Ése es el único contacto que guardan nuestros presidentes, maquillado por infrecuentes reuniones entre Condoleezza Rice y Moratinos. Un hecho que se podría resumir en indiferencia estadounidense hacia España, lo que es una triste noticia para nuestros intereses políticos mundiales.

El resultado de todo ello es que Zapatero sabe que ha hecho algo mal y ahora pretende arreglarlo de manera precipitada. El interés en acudir a la cena celebrada por la ONU (donde iba a estar Bush) así lo atestigua. No estábamos invitados, pero la diplomacia nacional movió los hilos necesarios para estar presentes en una cita donde el tema de fondo, el cambio climático, apenas tenía importancia. La intención era aproximarse a Estados Unidos, dar la sensación de codearse con la "crème de la crème". Pero la realidad es otra, y se escribe con la palabra de la indiferencia.


lunes, 8 de octubre de 2007

Los peligros de Internet

Ojito con quién se chatea en la red, nunca se sabe quién puede aguardar detrás del monitor...


domingo, 7 de octubre de 2007

"La diferencia entre el pasado, el presente y el futuro es sólo una ilusión persistente."

(Albert Einstein)

viernes, 5 de octubre de 2007

Hasta la luna y más allá

La poderosa empresa de Internet Google se ha fijado un nuevo objetivo: poner el pie en la Luna. O más bien los chips, porque su última apuesta radica en ofrecer 20 millones de dólares a aquellos ingenieros que sean capaces de crear un robot que viaje hasta nuestro satélite, recorra unos 500 metros por la árida superficie y envíe unas cuantas fotos de regreso a la Tierra.

Sin embargo, para quien la misión le pueda parecer excesivamente compleja, la empresa californiana ha decidido ampliar el abanico de su concurso: 5 millones de dólares para quien idee un ingenio que no se mueva y que simplemente sea capaz de enviar fotografías y otros 5 millones de dólares para los creadores de un aparato que encuentre agua, hielo, a otros vehículos espaciales abandonados o que simplemente recorra cinco kilómetros por la Luna.

Este interés por el satélite no es nuevo en Google, ya que desde agosto de este año la multinacional ofrece a sus usuarios un servicio llamado Google Sky, gracias al cual los más curiosos pueden visualizar las más de un millón de estrellas y doscientos millones de galaxias disponibles en nuestro firmamento. Una opción que se une otras aplicaciones más antiguas como Google Moon y Google Mars, versiones espaciales del conocido programa de mapas Google Earth.

La nueva propuesta es el resultado de la alianza del buscador con la Fundación X Prize, conocida por haber creado en el año 2004 el premio Ansari X, el cual entregó 10 millones de dólares al primer equipo privado que logró salir al espacio. Su interés básico es favorecer la privatización de la moderna carrera espacial, lo que facilitaría la participación de grupos indepencientes, pequeñas empresas y universidades en la búsqueda de ingenios espaciales que compitan contra las grandes agencias especializadas.

Los interesados en poner en marcha sus proyectos pueden obtener más información en la página ESP X PRIZE Foundation (español), donde se explican todos los requisitos necesarios para participar. Eso sí, los que quieran intentarlo deben darse prisa, porque el plazo para conseguir el premio completo acaba el 31 de diciembre de 2012. A partir de entonces, el resto de propuestas serán admitidas y valoradas, pero el premio principal al que optarán se reducirá a 12 millones de euros.

miércoles, 3 de octubre de 2007

En ocasiones veo clones


Gracias a AS y al Photoshop, las gradas del Vicente Calderón cuentan con una nueva cenefa decorativa. En esta ocasión, llevar el recuento de gemelos y trillizos presentes se convierte en un buen entretenimiento...

lunes, 1 de octubre de 2007

Posiblemente, la melodía más bella de Mike Oldfield...

The top of the morning, Tubular Bells III (1998)

Dos vidas en un instante

El baloncesto es un deporte distinto, especial. Su peculiar relación con el tiempo lo hace único, lo convierte en un espectáculo donde cualquier cosa puede pasar. En él la suerte y el fracaso pueden entrecruzarse en décimas de segundo mientras mantienen en vilo a millones de personas. Todas pendientes de la trayectoria de un balón naranja y de sus caprichos. De poco vale todo lo jugado antes: el baloncesto puede decidirse en un instante fugaz, y con él, la gloria o el llanto de un equipo, la victoria o el fracaso.

Han pasado ya más de dos semanas de la derrota de la selección española de baloncesto en la final del Eurobasket de España. Tiempo más que suficiente para analizar fríamente cuáles fueron los errores cometidos. Y es que, a pesar del gran éxito que supone la medalla de plata conseguida, el regusto que se nos quedó a los aficionados es agridulce.

El primer motivo es lógico, ya que siempre saben mejor los terceros puestos que los segundos, pues generalmente estos últimos llegan tras una derrota. El segundo factor es la ilusión y expectativas creadas con anterioridad por los campeones del mundo, conjunto que llegó a jugar en los partidos previos a un nivel espectacular, de esos que a uno se le quedan en la retina por décadas.

La realidad es que fallaron bastantes cosas en este conjunto que parecía invencible. Pequeños detalles, que individualizados no son más que pequeñas nimiedades, pero que acumulados pueden llevar al traste con cualquier objetivo, por fácil que sea este. Para mí el principal fue el factor psicológico. Este equipo era superior, se sabía superior, y ése es un error que sólo se comete merced a la falta de humildad.

A esta "prepotencia" contribuyó que el torneo se disputase en casa. Por raro que pueda parecer, el consabido factor cancha nos perjudicó. Fue una presión extra para un conjunto obligado a ganar, que tenía mucho que perder y poco (no nos engañemos) que ganar. Aspecto al que hay que sumarle la pésima gestión y organización del evento, caracterizada por unos marcadores que no funcionaban en la mayoría de encuentros y por una afición VIP, cuando lo que se necesitaban eran verderos aficionados, de esos que saben lo que es el baloncesto.

Por otro lado, Pepu también traicionó sus principios. El factor que muchos analistas habían señalado como clave en Japón, bautizado por el propio seleccionador como "E-QUI-PO", tampoco apareció. Los jugadores se seguirían llevando tan bien como siempre y demás, pero el peso de las responsabilidades dejó de repartirse para centrarse en cinco o seis jugadores clave. La prueba está en el caso de Garbajosa, donde el nombre primó sobre el jugador y se luchó hasta el final por conseguir que el alero de Torrejón jugase al 60% de sus posibilidades. Tenía que jugar, debía jugar, y poco importaba cómo lo hiciese.

De hecho, el papel de los secundarios en esta ocasión fue terciario, diría yo. Sólo así se explica que en la final Marc Gasol desapareciese al acabar el primer cuarto tras estar seis buenos minutos en pista en los que anotó cinco puntos. O que Mumbrú jugase sólo 12 minutos sin anotar. O que Cabezas participase tan sólo en un cuarto. O que Berni ni pisara cancha...

Sin embargo, además del factor psicológico está otro aspecto. Y es lo rematadamente mal que se jugó la final. El equipo se empeñó en heroizar a un Pau Gasol ausente, timorato, que acabó en unos buenos 14 puntos y 14 rebotes por simple inercia. Si un conjunto se empeña en darle todos los balones a su jugador estrella y éste se las juega todas, pues es normal que haga números de escándalo. Es lo que le pasa a jugones como Iverson o Bryant. Sólo que éstos normalmente no acaban con un
25% en tiros de 2 y un 42% en tiros libres.

Creo que nos empecinamos en hacer de Pau Gasol nuestro salvador porque su fiel escudero Navarro estaba con la cabeza en su futuro en la NBA (y su cuerpo renqueante por sus problemas físicos), porque Rudy fue de más a menos en el torneo, porque como dije antes Garbajosa no era Garbo y porque Felipe nunca se ha sentido importante en este equipo. De Calderón mejor hablar aparte, porque aunque algunos creen que se escondió en la final, pienso que éste ya había hecho todo lo se le podía exigir.


Y a pesar de todo, España estuvo ahí. Pendiente del dictar de la pelotita, del balón que quiso entrar en aro español tras golpear el tablero en una "pedrada" de ruso-americano-putiniano Holden. Momentos después, la canasta contraria escupía el tiro de un Pau Gasol dispuesto a convertirse en el héroe tardío que no finalmente no fue y en el que había tenido múltiples oportunidades de constituirse. Dos vidas en un instante. Victoria y derrota. Por eso me gusta el baloncesto. I love this game.